Cinco aproximaciones a la soledad y al silencio

2 / Erling Kagge
“El silencio es el nuevo lujo”

Por Emma Rodríguez © 2017 / En el tiempo de las prisas, de la velocidad, cuando parece que todo se reduce a producción y consumo, el escritor, explorador y editor noruego Erling Kagge nos dice que “el silencio es el nuevo lujo”. Lo hace en un sugerente e inspirador ensayo, El silencio en la era del ruido (Taurus), que lleva como subtítulo El placer de evadirse del mundo. Cuando este hombre, que, en el equipaje de sus experiencias guarda los cincuenta días que pasó, en completa soledad, caminando por la Antártida, se refiere a la importancia del silencio en nuestras vidas, nos habla de la necesidad de desconectar, de parar, de contemplar, de seguir siendo niños capaces de descubrir, de maravillarse, de preguntar, no meramente seres atareados, movidos por el ajetreo y la ambición, por el ansia de ganar, de tener.

Primero fue el intento del autor de hacer comprender a sus hijas de trece, dieciséis y diecinueve años, durante una cena familiar, todo esto, ante la constatación de que cada vez se asombraban menos y cuando lo hacían sacaban “rápidamente el móvil para encontrar respuestas”. Después fue el ofrecimiento de una conferencia en la universidad de Saint Andrews, en Escocia, con un tema de libre elección. Podría haber optado por relatar uno de sus viajes a los confines de la tierra, pero decidió sacar la conversación citada del ámbito íntimo del hogar para acercarla a más gente, ávido por seguir reflexionando sobre el silencio. ¿Qué es? ¿Dónde está? ¿Por qué es más importante que nunca? De esas tres cuestiones nació el libro que ahora tengo entre las manos y que nos invita a no dejarnos dominar por un presente altamente tecnológico, que nos enriquece, sin duda, pero que al mismo tiempo, si no somos capaces de tomar el control, nos ciega y nos aleja de lo esencial.

Kagge se refiere al silencio que llevamos dentro, un silencio que nos hace tomar conciencia de quiénes somos y en qué punto del camino estamos. ¿Aún nos maravillamos? es una pregunta esencial. A través de su propia experiencia, contada de manera sencilla, con claridad, el ensayista anima a sus lectores a hacerse la pregunta. Y yo la amplío: ¿Nos maravillamos, somos capaces de contemplar, de escuchar, de vivir, o simplemente, como me decía en una entrevista Antonio Lobo Antunes somos gente que se sienta en el hielo? Recuerdo las palabras del escritor portugués mientras paso las páginas de este libro. “Somos casas con muchas habitaciones, pero sólo somos capaces de vivir en dos o tres. Tenemos mucho miedo a lo que está dentro de nosotros. A la misma conclusión llega nuestro autor a través de la lectura de un poemario de su compatriota Jon Fosse, una lectura que le afecta hasta tal punto que descuelga el teléfono y llama al creador para charlar acerca del silencio.

Erling Kagge se refiere al «silencio que llevamos dentro», un silencio que nos hace tomar conciencia de quiénes somos y en qué punto del camino estamos. ¿Aún nos maravillamos? es una pregunta esencial.

Es el silencio el que tiene que hablar”, le transmitió Fosse. “El silencio conlleva el hecho de maravillarse, pero también le es inherente una suerte de poderío, es como un mar, sí, como una gran extensión nevada. Y quien no se maravilla ante ese poderío es porque le tiene miedo. Seguramente sea esa la razón por la que muchas personas temen el silencio (y por eso hay hilo musical por todas partes y por encima de todo otro ruido)”.

Es ese miedo al que se refiere el poeta el que nos hace dejar de estar presentes en nuestras propias vidas, el que nos conduce a estar siempre ocupados, haciendo cosas, moviéndonos. Evitamos el silencio y vivimos a través de cada cosa que hacemos, en lugar de detenernos y aislarnos del mundo por momentos, se plantea, en primera persona, Erling Kagge. Y nos dice: “Creo que el miedo al que Fosse no pone palabras es el temor a conocerse mejor a uno mismo. Evitar eso huele a cobardía”.

Otra forma de lujo es estar inaccesible”, comenta en otro momento el autor. “Poder alejarse del ruido cotidiano es un privilegio (…) no estar pendiente de los mensajes ni atender al teléfono cuando suena”, nos dice y constata que “el ruido también es un índice de las diferencias sociales”. Sigamos su argumentación: “Los trabajadores peor remunerados sufren por lo general más ruido en su entorno laboral que las personas con salarios altos, y las paredes de sus viviendas están peor aisladas de los vecinos. La gente acomodada vive en lugares con menos ruido y aire más limpio, sus coches son más silenciosos, al igual que sus lavadoras. Tienen más tiempo libre y comen alimentos más naturales y saludables. El silencio se ha convertido en parte de esa brecha que otorga a algunos la posibilidad de una vida más larga, más sana y más rica que la de la mayoría de las personas”.

“El silencio conlleva el hecho de maravillarse, pero también le es inherente una suerte de poderío, es como un mar, sí, como una gran extensión nevada. Y quien no se maravilla ante ese poderío es porque le tiene miedo. Seguramente sea esa la razón por la que muchas personas temen el silencio (y por eso hay hilo musical por todas partes y por encima de todo otro ruido)”. Foto por Karina Beltrán (2015-2017).

También en los matices del silencio, en la posibilidad o imposibilidad de acceder a él, se percibe la desigualdad. Doy vueltas a esta reflexión, y confieso que, pese a mi identificación con el discurso, con el espíritu que impregna la obra, mientras leía determinados pasajes en los que el autor –no olvidemos que es nórdico, no olvidemos el bienestar de los países nórdicos– habla de sus viajes, concretamente de uno a Sri Lanka para desconectar y hacer yoga, pensé que había que ser un privilegiado para detenerse a cultivar hasta ese punto el silencio, que nadie preocupado por sobrevivir, por pagar el alquiler cada mes, por conservar el trabajo y mantener a la familia, podía permitirse soñar con emprender rutas similares, ni siquiera plantearse meditar sobre la agresión del ruido y su incidencia en la calidad de vida. Pese a que me identificaba con el punto de partida, con la filosofía del ensayo, no dejaba de percibir cierto malestar.

Pero más adelante en el recorrido, el autor parece ser consciente de esto y se dirige al común de los mortales.  “Crear las condiciones adecuadas para el silencio es una medida estupenda, pero a veces es complicado coger el coche para llegar a un lugar donde calmarte, hacer yoga y dar un paseo, o subir a un avión para relajarte en un retiro. A veces lo mejor de la vida es gratis. El silencio que yo tengo en mente se encuentra allí donde estamos siempre que nos conviene, dentro de nuestras cabezas y no supone ningún coste”,  señala, aludiendo a  los treinta placenteros minutos que tarda en ir caminando de su casa al trabajo, tiempo más que suficiente para aislarse del mundo.

«A veces lo mejor de la vida es gratis. El silencio que yo tengo en mente se encuentra allí donde estamos siempre que nos conviene, dentro de nuestras cabezas y no supone ningún coste”, señala el escritor y explorador noruego.

Antes os hablaba de la conversación telefónica que sostuvo Erling Kagge con el poeta Jon Fosse, una lectura inspiradora para él, igual que la del filósofo Lars F. H. Svendsen, también noruego, otro hombre de letras que le ayuda a ir aclarando sus búsquedas y pesquisas. A él recurre cuando se para a pensar en el tedio, en la sensación que puede invadirnos en situaciones concretas, cuando alguien no acude a una cita, cuando falta la actividad. Hay una definición para esas ocasiones, “pobreza de vivencias”, que hace referencia tanto a la escasez de sucesos, como al exceso de los mismos. “El problema”, argumenta entonces, partiendo de Svendsen, “es que insistimos en buscar vivencias cada vez más intensas en lugar de respirar hondo unas cuantas veces, aislarnos del mundo e invertir el tiempo en adquirir conocimientos. La idea de evitar el tedio por el procedimiento de hacer siempre cosas nuevas, de estar siempre disponibles, de enviar mensajes, seguir tecleando, ver algo que no hemos visto con anterioridad es ingenua (…) Mantenerse ocupado se convierte fácilmente en un fin per se, en lugar de dejar que el impulso del desasosiego sea el que nos guíe”.

Hay muchos más nombres y referencias en este libro. Parémonos, por ejemplo, en las enseñanzas de Heidegger, quien nos hace tomar conciencia de que no se trata de acortar las distancias sino de hallar la proximidad. “Según el polémico filósofo alemán, para alcanzarla, debemos acercarnos a la verdad, no a la tecnología”, nos dice Kagge, quien profundiza en la conversión de seres libres a seres convertidos en recursos para las grandes compañías tecnológicas. ¿Cómo deberíamos vivir?, se pregunta. Y reflexiona: “Durante miles de años, las personas que han vivido aisladas consigo mismas, como los monjes en las montañas, los  eremitas, la gente de mar, los pastores de ovejas y los descubridores que regresan a casa, han tenido la certeza de que los descubrimientos de la vida se hallaban en el silencio. Esa es la cuestión. Cruzas el mar en un velero y al volver quizá sepas que aquello que ibas buscando se hallaba dentro de ti”.

Os invito a explorar los muchos paisajes, sugerencias, claros que ofrece este recorrido. Os animo a emprenderlo con el ánimo dispuesto, cómplice, abierto a seguir indagando a partir de sus búsquedas. Hallar un poco de  sentido, de plenitud, en la vida, es el gran reto, el camino, el aprendizaje. “Compartir las alegrías es muy grato, señala Kagge, quien nos anima a hacerlo, y también a desconectar, a meditar, a lanzarnos al camino como exploradores dispuestos a descubrir nuestros paisajes interiores con sus llanuras y abismos. Probemos a dejar atrás las urgencias, las noticias, la actualidad acuciante, las presiones. A la vuelta, lo más probable, es que todo siga igual, en su sitio. “El silencio consiste en redescubrir la alegría de tomarse una pausa”, sigo recuperando frases que he subrayado. Y por último:  “La vida es más emocionante cuando damos un poco de rienda suelta a los sentimientos. Siento, y además pienso, luego existo”.

El silencio en la era del ruido de Erling Kagge ha sido publicado por Taurus, traducido por Carmen Montes Cano.


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