Cinco aproximaciones a la soledad y al silencio

4 / John Cage
Lecciones de música y de vida

Por Emma Rodríguez © 2017 / Hace años asistí en Santa Cruz de Tenerife a una representación muy especial de 4’33, la pieza silenciosa del compositor de vanguardia norteamericano John Cage y consiguió sorprenderme hasta tal punto que se ha quedado grabada en mi memoria como un momento revelador. No recuerdo muy bien lo que pasó allí, pero sí que me resultó insólito, como un anticipo de algo, tal vez de los efectos que se logran con la meditación, con los blancos campos de silencio que se abren en la mente cuando conseguimos parar o dejar que todo suceda, que todo fluya. Los ruidos de la calle, el llanto de un niño, determinados sonidos fugaces, llegan a mí tanto tiempo después y me veo, nuevamente, sentada en el suelo, con apenas luz, rodeada de gente expectante, viviendo y sintiendo la experiencia sin preguntarme nada más. Los cuestionamientos y reflexiones vendrían después.

John Cage en 1966, durante su concierto en la apertura del “the National Arts Foundation”, Washington, D.C.

Hace poco, mientras leía la última novela de Paul Auster, 4 3 2 1, recuperé esa vivencia y descubrí la existencia de un libro donde se recogen todas las investigaciones, conferencias y reflexiones en torno al camino que le llevó a fraguar esa composición tan irreverente, extraña, a contracorriente, que muchos no dudaron en vilipendiar, en catalogar como una broma, sin entender que el autor estaba experimentando, rompiendo los dogmas musicales, abriendo nuevos cauces, gritando que siempre es posible, y liberador, avanzar, mirar, sentir, observar, escuchar de otra manera. Su título no podía ser otro: Silencio. A él se refiere Auster, a través de Archie Ferguson, el protagonista en cuatro tiempos de su novela, como una lectura transformadora, del mismo modo que Walden de Thoreau y Crimen y castigo de Dostoievski, dos obras que también han contribuido a cambiar mi mirada. Un tratado sobre cómo pensar, así define el escritor esta obra. Ante la misma su personaje siente que “un viento tempestuoso y purificador soplaba por su cerebro limpiando la basura allí acumulada, que estaba en presencia de un hombre sin miedo a hacer preguntas fundamentales, a empezar desde el principio y andar por un sendero por el que nadie había transitado antes”.

Teniendo en cuenta la afinidad con los gustos lectores de Auster/Ferguson, no paré hasta encontrar el ejemplar en español del libro. Tras varios intentos fallidos en las librerías, donde, según me dijeron, ya llevaba años descatologado, me encontré con la cuidada y bella edición de Árdora (2012) a través de Amazon. No puedo más que darle las gracias a Paul Auster y corroborar que, efectivamente, las casualidades, los azares, están a nuestro alcance. Mientras avanzaba por las páginas de Silencio fui consciente de lo mucho que habían inspirado al autor norteamericano en toda su obra y especialmente en 4 3 2 1, en su estructura basada en el juego de las probabilidades, de las combinaciones, de los imprevistos. Hay una frase de Cage que Auster destaca en la novela y que, en cierto modo, la explica: “El mundo es prolífico: puede ocurrir cualquier cosa”.

Son muchas las frases que queremos subrayar, guardar, mientras leemos este libro tan especial. Os recomiendo concentración y amplitud de miras antes de iniciar un recorrido que por momentos se vuelve intrincado, complejo, pero que nos regala fogonazos, impagables instantes de intensidad y de revelación, y, sobre todo, como dice Ferguson, la sensación de que la mente se limpia, se libera de falsos grumos, de prejuicios fijados, alzando el vuelo hacia paisajes menos trillados. En mi caso, los momentos más gozosos de lectura llegaron por las mañanas, muy temprano, cuando todo dormía y aún no habían irrumpido los ruidos, las presiones, las noticias…

Cuando sentía que la lectura no transcurría fluida, que determinados capítulos me aturdían, me resultaban obtusos –sobre todo los de letra excesivamente pequeña– cerraba el tomo y esperaba otra ocasión más propicia para volver a adentrarme en sus geografías, sin urgencias, tomándome tiempo y la libertad de abrir las páginas por el principio, por la mitad, por el final, saltándome determinados pasajes y volviendo a otros especialmente inspiradores, que me ofrecían hallazgos, luz, alegría.

“Los materiales, las preparaciones del piano, se elegían como se eligen conchas caminando por la playa”. Foto por Karina Beltrán (2015-2017).

Estamos ante un manual en el que Cage reúne sus investigaciones y experimentos sobre la música y el silencio, estudios y reflexiones que fue desgranando en conferencias, muchas veces destinadas al público universitario (entre las más conocidas su Conferencia sobre nada). Pero esta entrega también es un diario personal en el que el autor va apuntando anécdotas de sus días y de sus aprendizajes. De hecho, como cuenta, solía animar sus charlas públicas con pequeñas historias personales y enseñanzas extraídas de sus maestros zen, corriente budista que es clave en el territorio Cage. Espesura y ligereza; profundidad y humor… “Cage hace reflexiones muy profundas e intelectuales sobre el silencio”, señala Erling Kagge, otro de los protagonistas de este recorrido.

En la obra que nos ocupa nos encontramos con textos que son como aforismos a veces y otras como microrrelatos, con estructuras escritas que emulan las formas de las piezas musicales, con sus ritmos, sus silencios, sus estribillos, repeticiones… El compositor nos habla de música, pero todo lo que nos transmite nos sirve para la vida, nos motiva a emprender el aprendizaje esencial: “simplemente estar”. El azar y la imperfección están presentes en la música; en su compañía se mueve, avanza, la existencia. Nada está preconcebido. Todo “son ocasiones para la experiencia”, nos dice, animándonos en todo momento a la indeterminación, a no seguir pautas establecidas, a jugar, a mover piezas, a remover, a aceptar el cambio, la transformación, a que todo está sujeto.

En “Silencio” John Cage reúne sus investigaciones y experimentos sobre la música, estudios y reflexiones que fue desgranando en conferencias, muchas veces destinadas al público universitario. Pero la entrega también es un diario personal en el que el autor va apuntando anécdotas de sus días y de sus aprendizajes.

Os animo a seguir las palabras, las interpretaciones sobre la vida, de John Cage. Yo he ido subrayando fragmentos y fragmentos de discurso que me han regalado esa alegría de la que hablaba antes, la alegría que depara estar ante verdades de las que no teníamos conciencia y que nos mueven a la comprensión, a la aceptación, a la acción. “Hay una incalculable infinidad de causas y efectos, en realidad todas y cada una de las cosas en el tiempo y el espacio tienen relación con todas las demás cosas en el tiempo y el espacio. Así pues no hay necesidad de proceder cautelosamente en términos dualistas de éxito y fracaso o de belleza y fealdad o de bien y mal, sino simplemente seguir adelante “sin preguntarse”, siguiendo al maestro Eckhart, “si tengo razón o estoy haciendo algo mal”, seguimos a Cage.

Y continuamos a su lado cuando nos dice: “Todos somos héroes si aceptamos lo que viene, sin que sea perturbada nuestra alegría interior”. Y cuando analiza la obra del expresionista abstracto John Rauschenberg, que tanto le influyó: sus pinturas blancas y negras, su permanente estado de búsqueda, de experimentación, nos dice: “la belleza está bajo nuestros pies dondequiera que nos molestemos en mirar”. Y más adelante: “Una y otra vez me ha resultado imposible memorizar las pinturas de Rauschenberg. Pregunto continuamente:¿La has cambiado?” Y entonces noto que cambia mientras miro...”

Una lectura que John Cage realizó en la Universidad de Harvard en 1990.

Son ejemplos de las inspiraciones de las que da cuenta este hombre que en sus escritos rinde homenaje a todos aquellos que le han influenciado y le han ayudado a seguir su camino. He aludido a Rauschenberg, al maestro Ekchart, místico alemán del siglo XIII que se convierte en una referencia constante. Pero en el trayecto nos encontramos también con figuras como Joseph Campbell y sus libros sobre filosofía y mitología, con compositores como Arnold Schömberg, quien fuera uno de sus maestros, Stravinski, Debussy, Satie, Pierre Boulez… y compañeros en la ruta de la experimentación como Virgil Thomson, Morton Feldman, Earle Brown, Christian Wolff,  Edgard Varèse, Ben Weber y Alexei Haieff, entre otros. Del mismo modo nos aproxima Cage a las experiencias que marcan el camino de sus ideas, de sus composiciones, de sus teorías sobre los ruidos y el silencio, así el libro de las mutaciones chino (I Ching), que tanto le ayuda en el juego de las combinaciones; su visita a una cámara anecoica, completamente aislada del exterior, que es donde comprueba que el absoluto silencio no existe, que siempre estamos acompañados de los sonidos de nuestro cuerpo, del ruido del sistema nervioso en funcionamiento, de la sangre circulando. “Hasta que muera habrá sonidos. Y estos continuarán después de mi muerte. No es necesario preocuparse por el futuro de la música”, señalaba.

Su visita a una cámara anecoica, completamente aislada del exterior, le mostró que el absoluto silencio no existe, que siempre estamos acompañados de los sonidos de nuestro cuerpo, del ruido del sistema nervioso en funcionamiento, de la sangre circulando.

En esta nueva música nada sucede excepto sonidos: los que están sobre el pentagrama y los que no. Los que no lo están aparecen en la música escrita como silencios, abriendo así las puertas de la música a los sonidos del ambiente. Esta apertura existe en los campos de la escultura y la arquitectura modernas. Las casas de cristal de Mier van der Roher reflejan lo que les rodea, presentando al ojo imágenes de nubes, de árboles o de hierba. Y si miramos las estructuras en alambre del escultor Richard Lippold, es inevitable ver otras cosas, y también personas, si están allí en ese momento, a través de la red de alambres. El espacio y el tiempo vacíos no existen. Siempre hay algo que ver, algo que oír. En realidad, por mucho que intentemos hacer un silencio, no podemos”, transcribo este párrafo que, a modo de resumen, tanto nos dice de las investigaciones del compositor y de su apertura a todas las disciplinas de la creación artística.

Hay muchas otras vertientes interesantes en Silencio, una obra, como decía antes, abierta a las búsquedas espirituales, que nos estimula a observar, a mirar de otra manera, a seguir adelante, a través de numerosas situaciones de riesgo, convirtiéndose también en una crítica al ansia de posesiones, a las sociedades capitalistas. Os he contado mucho, pero me da la impresión de haber dejado muchas cosas en el tintero. Este Silencio, de John Cage, es un libro escurridizo, que cambia según lo miramos, según quien lo mire. Apenas me he referido a las pequeñas historias que va contando, observaciones sagaces, impregnadas de humor, en muchas de las cuales recurre a las lecciones y actitudes de su gran guía, el maestro zen Suzuki, filósofo japonés, uno de los introductores del movimiento en Occidente. Seguro que disfrutaréis de todo ello.

Archivo de acceso gratuito con la obra musical del compositor Avant-Garde Joht Cage

Silencio de John Cage, traducido por Marina Pedraza, con epílogo de Juan Hidalgo, ha sido editado por Árdora.


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