Retorno a José Luis Sampedro, una voz que echamos de menos

Fuente foto cabecera: REal Academia de la Historia / Emma Rodríguez © 2023 / 

José Luis Sampedro es un hombre difícil de olvidar y no hace falta haberlo conocido, basta con la cercanía a sus libros, a sus discursos, a sus visiones sobre el tiempo que estamos viviendo, un tiempo cuyo devenir supo atisbar con antelación. El compromiso, la dignidad, el sentido crítico, la cercanía, la reivindicación a ultranza del humanismo, son algunas de sus principales señas de identidad. Lo conocemos, valoramos y admiramos en su doble vertiente: como hombre de letras y como economista capaz de defender modelos diferentes al del capitalismo, sistemas más apegados a la vida, a la igualdad y fraternidad como fuentes de bienestar colectivo. Apreciamos su entusiasmo, su pasión por seguir siempre adelante, creando, sintiendo, añadiendo ramas al árbol de la existencia. 

Hace ya diez años que nos dejó (un 8 de abril de 2013) y seguimos echándole de menos. Me atrevo a utilizar el plural porque sé que no me pasa solo a mí; porque nos sentimos huérfanos de voces poderosas, lúcidas, capaces de nombrar las injusticias con palabras certeras, sin dejarse amedrentar por los discursos predominantes. No es mucho tiempo, pero cuántas cosas han pasado y a qué velocidad desde que Sampedro apoyó el 15M y prologó el libro ¡Indignaos! del autor francés Stéphane Hessel. Los cambios hacia mejores horizontes de futuro parecían próximos entonces, pero ese vaivén de adelantos y retrocesos del que se nutre la historia nos ha conducido –así lo vemos si nos consideramos demócratas–, a una vuelta atrás a nivel global, a un ahora de desencanto, en el que cada vez más, se pisotean los derechos humanos y se normalizan los fascismos. 

¿Qué pensaría hoy José Luis Sampedro de lo que está sucediendo en Gaza  o de las nuevas leyes europeas sobre migración y asilo? ¿Cómo se enfrentaría al rumbo de un Occidente deshumanizado, capaz de apoyar genocidios, de dar la espalda a los más vulnerables? Me lo he preguntado estos días, y me he respondido que lo haría con firmeza, sin eufemismos, como lo hizo frente a la invasión de Irak en su día, manifestando su no rotundo a la guerra. Me he planteado todo esto mientras pasaba las páginas de una espectacular biografía sobre el autor que ha realizado el filólogo y catedrático de la Universidad Complutense de Madrid José Manuel Lucía Megías, bajo el título de Un hombre fronterizoUna entrega que nos aproxima a sus geografías vitales, a su caudaloso río, imagen que tan bien define su trayecto fecundo, abierto.

He comenzado trazando el perfil comprometido de Sampedro porque me interesa especialmente y porque fue importante para mí en momentos en los que empecé a sentirme más concienciada políticamente, más despierta en lo que respecta a los tejemanejes y mentiras de la política establecida, del juego de los intereses económicos, de las complejidades de la geopolítica. En ese proceso me acompañó el viejo y lúcido caballero, y cuando pienso en él acude a mí su imagen de persona atenta a los acontecimientos sociales, a los desajustes económicos, su presencia combativa ante las guerras, los abusos a los trabajadores, el expolio de los recursos naturales… Aunque tuve oportunidad de charlar con él con motivo de la publicación de sus novelas (recuerdo conversaciones alrededor de La vieja sirena, El amante lesbiano...), el Sampedro comprometido se ha impuesto en mi memoria, un compromiso que se fue forjando a lo largo de su vida y del que va dando cuenta en sus libros, en sus ensayos de economía, por supuesto, pero también en sus entregas de ficción. 

Cualquiera que haya seguido, admirado, leído, a José Luis Sampedro encontrará motivos de interés en la lectura de «Un hombre fronterizo», espectacular biografía sobre el autor del filólogo y catedrático José Manuel Lucía Megías que nos aproxima a sus geografías vitales, a su caudaloso río.

En Un hombre fronterizo se refleja magníficamente todo esto. Se entiende la forja de una persona cada vez más involucrada con sus alrededores, a través de un intenso devenir lleno de aprendizajes. Ocupan extensos capítulos la infancia, la juventud, el surgimiento del escritor, los pasos en el territorio de la docencia universitaria y en el de las instituciones bancarias y las asesorías ministeriales. Nuestro protagonista conoció el sistema capitalista desde dentro y por eso sus argumentaciones sobre la urgente necesidad de transformarlo, cobran aún más valor. He aquí un aspecto trascendental de un discurrir en el que la creación y la acción van de la mano. Cualquiera que haya seguido, admirado, leído, a José Luis Sampedro encontrará motivos de interés en esta biografía.

La inclusión de escritos inéditos, de páginas de diarios que no conocíamos, de discursos que no llegaron a ser pronunciados, de dibujos y esquemas que el autor utilizaba para componer sus obras, convierten esta entrega en reveladora y nos regalan el placer del diálogo. Parece que estamos al lado del protagonista, que le escuchamos mantener una larga conversación, siempre estimulante, con su interlocutor, en este caso su biógrafo, quien actúa como un hábil conductor que va marcando la ruta, acompañando en los distintos trechos, organizando los materiales con una claridad estructural y discursiva que se agradece. Si nos detenemos en los diarios, llaman la atención las anotaciones del escritor sobre su experiencia en la Guerra Civil, en la que participó desde destinos diversos y que fue como un espejo delante de los ojos, ya que le hizo entrar en contacto con trabajadores, con anarquistas, y cambiar de ideas; a él, que se consideraba un joven de derechas, de principios tradicionales. En una de las páginas de sus diarios de entonces, ahora recobradas, apuntó: “Cuando esto acabe, quiero, si sobrevivo, recorrer los caminos”.

José Luis Sampedro en los tiempos de la Guerra Civil. Imagen fechada en 1938.

Lucía Megías, que reconoce, en el texto introductorio, la inmensa suerte de haber podido acceder a los manuscritos, los borradores, las notas, fichas y apuntes del autor, divide el itinerario en tres escritorios, etapas vitales y creativas reconocibles: los inicios, el intermedio, el discurrir final. A cada uno de esos tiempos corresponden vivencias, proyectos, escritos, acciones, aconteceres, que van marcando el destino de un hombre entusiasta, siempre dispuesto a avanzar, a aprender, a acometer desafíos; que supo ser él mismo en cada momento, sin dejarse llevar, en ninguna de sus vertientes, por corrientes en boga, guiado siempre por las enseñanzas de los grandes pensadores, por la luz del humanismo

Este libro es una invitación a leer y a releer a José Luis Sampedro, a volver a escucharle continuamente. Es un acercamiento a la construcción de un escritor que lo es también del hombre y del científico, del humanista, pues son facetas que es imposible separar”, señala el biógrafo, quien parte del discurso que pronunció el escritor al ingresar en 1991 en la Real Academia Española, titulado Desde la frontera, porque en él encontró las claves para enfocar el recorrido biográfico que nos ocupa, un recorrido siempre enfocado desde la frontera, entendida esta como un orden que se va construyendo “a medida que se vive, que se hace, que se hace uno mismo en sociedad”. 

Alude el especialista, por supuesto, a la coherencia y al compromiso, como rasgos distintivos de su biografiado, se refiere a las claves que nos sigue dando “para el arte de la vida”. Muy acertadamente, antes de abrir la puerta de la infancia, recoge este fragmento de su discurso de ingreso en la RAE al que ya me he referido: “Muy colmado de ciencia está Occidente, pero muy pobre de sabiduría. Es decir, del arte de vivir, más abarcante que la ciencia porque, contando con ella, incluye además el misterio. Ahora no se procura alcanzar la iluminación, sino sentir el latigazo del deslumbramiento. Se busca el estrépito, lo aparatoso, los focos publicitarios, no el silencio, lo auténtico, ni el resplandor tranquilo de la lámpara. [….] Los países de la periferia conservan, aún en su atraso técnico, más sabiduría y eso es una esperanza para todos, porque cada día es más importante compensar el desajuste esencial de esta civilización: el tener muchos medios sin saber ponerlos al servicio de la vida”.

“Este libro es una invitación a leer y a releer a José Luis Sampedro, a volver a escucharle continuamente. Es un acercamiento a la construcción de un escritor que lo es también del hombre y del científico, del humanista, pues son facetas que es imposible separar”, señala el Biógrafo.

La ruta que propone José Manuel Lucía es lineal, pero abierta a carreteras secundarias, pues unos temas van llevando a otros. Como no puede ser de otra forma, tratándose de una biografía, nos alegra encontrarnos con Sampedro en sus distintas edades. El niño nos saluda desde Tánger, el Tánger internacional de su infancia, donde creció en un ambiente de libertad, de aceptación de culturas y costumbres diversas. Esa ciudad, con su mar, con la playa de los primeros juegos, siempre permaneció en su memoria; del mismo modo que fue crucial en su devenir Aranjuez, escenario de novelas como El río que nos lleva, que incorpora recuerdos de infancia y juventud, y Real Sitio, un auténtico homenaje a una ciudad de formación. Son muchas las biografías, los paisajes que amó este hombre curioso, inquieto, que en sus años finales descubrió, entre otros paisajes, los de la isla canaria de Tenerife, a la que dedicó la novela La sombra del Drago. Cada una de sus obras, de sus procesos de construcción, es tratada con detalle en Un hombre fronterizo, acercándonos a las preocupaciones y obsesiones de quien llegó a decir que para él la literatura era “una forma de vivir”, que le permitía además cambiar de vidas, sentirse diferente, probar nuevas identidades desde las que interpretar el mundo.  

El recorrido vital de José Luis Sampedro va entrando en sus creaciones. No son las suyas obras testimoniales, pero sí parten de experiencias suficientemente importantes, estimulantes, como para despertarle los sentidos, la imaginación, y conducirle a levantar ficciones. Es el caso, por ejemplo, de su primera novela publicada, Congreso en Estocolmo, que tiene que ver con un encuentro bancario, de economistas, al que asistió, y que en el libro se transforma en una reunión de científicos. Como indica Lucía Megías, esa obra audaz y vitalista, que surgió de su fascinación ante los entornos y la libertad de costumbres de los suecos en lo referente al cuerpo, al sexo –sorprendente para un español en los años cincuenta– fue valorada por la crítica por introducir el aire fesco de una “novela europea” frente al “tremendismo” imperante.

En todas sus ficciones se pueden rastrear observaciones, vivencias, motivaciones personales que el autor cede a sus personajes. Decía Sampedro que su vida estaba en sus novelas y es ahí donde hemos de reencontrarnos con él. El biógrafo se refiere una y otra vez al “hacer y hacerse” del mismo “en la vida y la escritura”. Le sigue los pasos deteniéndose con cuidado, con mimo, en cada una de las narraciones a las que se dedicó en cuerpo y alma, cambiando sus títulos, planeando meticulosamente escenas, pero también dejándose llevar por la intuición, por la emoción, por el impacto de las circunstancias. Esta biografía nos introduce en su taller de escritura, en la soledad de las horas pasadas en compañía de sus personajes. Las obras iniciales se integran en el primer escritorio, el de las búsquedas y el descubrimiento de una voz propia; el segundo parte de la construcción de una de sus grandes novelas, Octubre, octubre, publicada en 1981, en la que trabajó durante casi veinte años.

Se trata de una entrega compleja, “el paso poderoso hacia un nuevo horizonte narrativo”, indica el especialista, “una novela mundo”, como la definía su autor, en la que parte de una crisis de pareja que le lleva a explorar el tema del amor y sus vías de realización y a retratar los cambios en la sociedad española que camina hacia la democracia, con sus contradicciones a cuestas. En esa etapa se incluyen también la ya citada Real sitio, La vieja sirena (ambas conforman, con Octubre, octubre, una trilogía narrativa) y La sonrisa etrusca, donde el escritor parte de la experiencia de ser abuelo y afronta el asunto de la vejez.

Sampedro trabajó en una de sus grandes novelas, «Octubre, octubre», durante casi veinte años. Se trata de una entrega compleja, “una novela mundo”, como él la definía, en la que A partir de una crisis de pareja retrata los cambios en la sociedad española que camina hacia la democracia.

Respecto a esa etapa de la vida, en respuesta a las preguntas que le planteaba la periodista Carmen Rigalt, en 1993, cuando ya tenía 76 años, declaraba Sampedro: “Fisiológicamente soy viejo… lo que pasa es que conservo la pasión, y eso puede despistar. No ejerzo de viejo, pero lo soy” / “Soy un aceptador de la vida que vivo los años que tengo. Me llevo bastante bien conmigo”.

Aquí un inciso para señalar el dinamismo de esta obra en la que, como ya decía, se escucha la voz del biografiado en todo momento, a través de sus apuntes en las libretas de sus diarios, de fragmentos significativos de sus obras, de sus discursos, de sus intervenciones públicas, de sus respuestas a entrevistas en los medios. El hombre serio, trabajador, comprometido, empático con los más vulnerables, convive con ese otro siempre dispuesto a poner en práctica el humor, a agradecer el amor, a compartir la amistad. Quien trató a nuestro protagonista lo reconocerá en las páginas de esta biografía, en la que también se da entrada a las voces de compañeros de camino (Andrés Sorel, Ángel Lucía, Carlos Taibo, Valentín Fuster…), y donde está muy presente la que fuera su segunda mujer, la también escritora Olga Lucas, con quien disfrutó intensamente de la última etapa de su vida, con quien colaboró y compuso algunos libros, caso de Escribir es vivir, Cuarteto para un solista y Sala de espera, publicado póstumamente. 

El tercer escritorio de José Luis Sampedro abarca la obra que realizó en la etapa final de su trayecto, siempre acompasada a las sorpresas de la vida, siempre desde la pasión, con títulos tan sorprendentes y  avanzados para su tiempo como El amante lesbiano, no exento de polémica en su día, donde exploraba el tema del sexo y del género a través de un personaje que acaba liberándose y asumiendo su verdadera identidad, una identidad reprimida durante demasiado tiempo. La capacidad visionaria del autor, su osadía, su habilidad para abrir armarios, para explorar temas de fondo, se pone claramente de manifiesto aquí.

A sus casi ochenta años, Sampedro se reivindica, una vez más, como un ser fronterizo que transita territorios y cuenta historias que no todos van a entender. Ni falta que hace. Su obra se mueve sin esos límites que nos impone el poder y que asumimos como propios. Obras como «El amante lesbiano» resultaron [y resultan] esenciales para situar en primera línea temas que a muchos les gustaría que se quedarán olvidados en los márgenes”, argumenta José Manuel Lucía.  

La capacidad visionaria del Escritor, su osadía, su habilidad para abrir armarios, para explorar temas de fondo, se pone claramente de manifiesto en «El amante lesbiano», novela no exenta de polémica en su día, donde exploraba el tema del sexo y del género a través de un personaje que acaba asumiendo su verdadera identidad.

Son muchos los capítulos que nos sorprenden y cautivan en el recorrido que nos ocupa. A mí me ha resultado conmovedor el dedicado a un momento crucial en la vida del escritor, anterior a la aventura de El amante lesbiano, un momento donde se sintió renacer tras sobrevivir a una grave infección cardiaca mientras se encontraba en Nueva York. Entonces fue internado en el hospital Monte Sinaí y tratado por el cardiólogo Valentín Fuster, que se convirtió en cómplice de sus andanzas a partir de ese momento. De la experiencia dio cuenta Sampedro en Monte Sinaí, una obra reflexiva en la que ahonda en la fragilidad y la cercanía de la muerte; un escrito introspectivo, fruto de la necesidad de entender el sentido de lo vivido, la impresión de tránsito, de golpe de timón en el rumbo, una circunstancia dolorosa tras la que se abrirá una “tierra de nadie”, como él decía, un nuevo horizonte, frontera, en la que estará acompañado de Olga Lucas, que se convirtió en su segunda esposa, tras once años de viudedad.

Junto a las obras literarias se repasan las dedicadas a su otra actividad, la economía, terreno donde el autor también demostró ser capaz de ver más allá de los dogmas establecidos, de las macrocifras, apostando por una actividad enfocada desde las premisas humanistas, al servicio de las personas, una convicción que le acompañó siempre, desde su encuentro de juventud, como cuenta Lucía Megías, con el economista liberal inglés William Beveridge. Obras como Economía humanista, El mercado y nosotros, El mercado y la globalización… siguen sorprendiendo por su sencillez, nada de lenguajes obtusos, y por sus diagnósticos certeros, en su día –aún hoy, en no pocos sectores– a contracorriente.

Supo el autor vaticinar el devenir del capitalismo, su crisis –en la que aún estamos inmersos– y visualizar otras sendas de realización, dedicando todos sus esfuerzos, a “demostrar que “otro mundo es posible” al defendido por las teorías económicas (y sociales y políticas) del centro capitalista liberal, las imperantes en los medios de comunicación y en la mayoría de las aulas universitarias”, como señala el biógrafo, quien prosigue: “A medida que se han ido sucediendo los acontecimientos, el escenario por él imaginado, su particular “visión económica”, ha terminado siendo una radiografía de nuestro presente: una cotidianidad donde se hacen reales los estragos derivados del cambio climático y comienzan a percibirse nuevos vendavales fascistas que ponen en entredicho el sistema democrático tal y como lo conocíamos hasta ahora”.

Defendía Sampedro un modelo más humano y ecológico, sustentado sobre los principios de igualdad y solidaridad, no sobre los pilares del enriquecimiento por encima de todo. “El hombre se ha enriquecido enormemente en bienes externos o materiales –el hombre rico, el hombre del país adelantado–, pero su pobreza de vida espiritual es demencial (en ese sentido, es un indigente)…”, señalaba en una entrevista para la “Revista Integral” quien, durante años, a través de sus libros, de sus discursos, de sus clases, advirtió de los peligros de la desregularización absoluta de los mercados; señaló que la dirección de la economía se estaba desplazando del poder político al financiero; que al renunciar los gobiernos al control sobre las transferencias financieras quienes acababan decidiendo eran las instituciones privadas, bancarias, “además de especuladores con nombres y apellidos, dueños de sumas millonarias que utilizan contra cualquier bolsa o moneda donde encuentren beneficios”.

“El hombre se ha enriquecido enormemente en bienes externos o materiales –el hombre rico, el hombre del país adelantado–, pero su pobreza de vida espiritual es demencial (en ese sentido, es un indigente)…”, señalaba Sampedro, quien, Como Economista, SUPO VER los peligros del capitalismo.

Contrario a la globalización únicamente económica, proponía nuestro hombre la “multimegamuchaglobalización”, título de uno de sus ensayos económicos (políticos, sociales), donde apuesta por la globalización de todo, argumentando del siguiente modo: “¿Se globaliza la economía? Muy bien, pues que se globalice la justicia y que se imponga el Tribunal Penal Internacional para poder juzgar a Bush y a personas que hayan cometido crímenes parecidos. Que se globalice la educación, para que se extienda por todas partes. Que se globalice la sanidad, para que los tratamientos más baratos contra el sida lleguen a África. Que se globalice todo, eso sería la globalización. Y que se globalicen incluso los seres humanos, mutilados desde el momento en que no se los aprecia más que como productores y consumidores, que es lo que hace el sistema con las personas. Porque, desde el momento en que el valor supremo es el dinero, la persona no interesa más que como productor o consumidor”.

José Luis Sampedro, leyendo su discurso de entrada en Real Academia Española. Imagen tomada de la web de la institución.

Esta biografía cuyas páginas voy pasando, a grandes zancadas, pues es extensa y fecunda, estimula las ganas de acudir a los análisis económicos de Sampedro, y lleva a reflexionar sobre su capacidad de anticipación. Sus ideas, expuestas desde la década de los ochenta del pasado siglo, siguen siendo consideradas osadas, poco realistas, dirán los defensores de lo establecido, del que nada cambie, aunque ello conduzca al fin del planeta, a la destrucción del futuro de las nuevas generaciones. Él mismo señalaba que, en su día, los que advertían, por ejemplo, de los peligros de la desregularización, eran tachados de “agoreros y catastrofistas ignorantes en el mejor de los casos, cuando no radicales antisistema, dicho en el sentido más peyorativo de ambos términos”, algo que sigue sonando, y mucho, en las sociedades del ahora.

señalaba José Luis Sampedro que, en su día, los que advertían de los peligros de la desregularización, eran tachados de “agoreros y catastrofistas ignorantes en el mejor de los casos, cuando no radicales antisistema, dicho en el sentido más peyorativo de ambos términos”.

Él no dudaba en denunciar el papel de los medios de información a la hora de inculcar ideas, visiones interesadas, manipuladas, que no siempre son verdaderas, que afectan sobremanera a la mirada sobre la realidad de las personas, a su percepción del mundo. “La gente hoy juzga sobre todo por lo que ve en televisión o por lo que lee en los periódicos, y vota según lo que ve y lo que le dicen en televisión y no piensa para nada en lo que le ocultan”, declaraba en 2011 en el programa Análisis del 15 M, realizado por el colectivo Movimiento Social.

Leer hoy a Sampedro sigue siendo estimulante, sin duda. Si sus ideas, como las de tantos otros humanistas, se impusieran en las aulas, en los discursos mediáticos, en vez de los estipulados desde las esferas del poder, este sería otro mundo. ¿Es posible seguir soñando con ello en estos tiempos en los que parece que caminamos hacia atrás, sin rumbo? Pienso que no cabe la resignación. Esa es una de las enseñanzas que nos dejó este ser excepcional con el que he vuelto a entablar un diálogo dentro de otro altamente enriquecedor, el de la biografía que acaba de publicarse. Me quedo con muchos detalles, con muchos instantes reflejados, con muchos recuerdos. Ahora vuelvo a ver a José Luis Sampedro en su casa de Cea Bermúdez, siempre atento con quienes le entrevistábamos, siempre dispuesto a hablar con entusiasmo de la literatura, de los derroteros de la economía y de la política, de la vida. 

Alentada por José Manuel Lucía, recupero su imagen defendiendo a los trabajadores de Sintel en el Campamento de la Esperanza, desplegado en el Paseo de La Castellana de Madrid; apoyando la causa del Cabanyal en Valencia; diciendo no a la guerra; uniéndose a la causa del 15M… De su compromiso político, de su posicionamiento ante la invasión de Irak, da buena cuenta en el libro Los mongoles de Bagdad, donde reflexiona sobre el sinsentido de las guerras y las contradicciones del mundo que le tocó vivir. Es bastante lo que contiene este recorrido que nos hace conscientes de lo mucho que echamos en falta a José Luis Sampedro y a preguntarnos qué diría, cómo reaccionaría, ante tantos horrores y hechos deleznables que llenan nuestros días de oscuridad, de impotencia.
 
José Luis Sampedro. Un hombre fronterizo, de José Manuel Lucía Megías, ha sido publicado por la  editorial Plaza Janés.

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