Cuánto sé de Jaime Gil de Biedma. De su pueblo y del mío.

Por Chema Rubio Velasco © 2016 / En mi cabeza hay una foto. 8 de Enero de 1990. Es la noticia de la muerte de Jaime Gil de Biedma que oigo al ser transmitida a uno de mis mejores amigos. A Justo, uno de los hermanos perucho, se lo dijeron mientras estábamos sentados en los escalones del bar “Punto de encuentro”, frente a la casa de los “Becerriles“. Con estos amigos reírse de la vida es un placer, pero como un golpe helado llegó a mí la noticia de la muerte, pronunciada por una sobrina de Jaime en el oído de Justo, sin saber aún que ese Jaime iba a presidir varias acciones importantes en mi vida.

Si la infancia es la patria del poeta como manifestara Rilke, yo he sentido en mi vida como nuestras infancias se cruzaron en tiempos diferentes, en años invertidos, pero en el mismo pueblo. Ninguno de los dos nacimos en Nava de la Asunción, Segovia. Pero a los dos se nos ha llenado la boca con los recuerdos de los años vividos en aquellas tierras. Porque hay gente que tiene mundo y viaja sin ciudad ni campo que le marque y otros en los que esto último es esencial, como es el caso de Jaime (Gil de Biedma y Alba) y el mío. Permitidme que lo diga en presente porque conozco vivos que están muchísimo más muertos que nuestro poeta, y no se ofendan si lo tuteo porque así es como siempre he hablado con él.

Jaime Gil de Biedma es una caja de sorpresas y yo estoy siempre buscando la última novedad sobre su persona que me conduzca a la novela de nuestras vidas; cuando no hay novedad, lo releo. Hace unos meses Luis Eduardo Aute, de quién sabíamos que su padre había sido empleado de la Compañía de Tabacos de Filipinas, al que Jaime despidió, por cierto, abrió la espita que deja todas las memorias al desnudo y nos contó que él conoció bien a Gil de Biedma, que sus primeros recuerdos sobre él le llevan a Manila, a la casa de sus progenitores. El poeta llamaba a su madre “la mujer más bella de Oriente” y suponemos que a su padre le caía bien, no porque fuera un español más, ni por ser un directivo tampoco, sino por los orígenes familiares, porque él era de Santander, por entonces una ciudad de las que componían Castilla la Vieja, tan antigua como la Valladolid del abuelo ministro de Gil de Biedma.

También nos enteramos de que cuando Aute comenzó a adquirir fama, en los años 70, se veía a menudo con Gil de Biedma en Barcelona, en la Sala Bocaccio, uno de los lugares donde la Gauche Divine se pavoneaba, festejaba a lo grande su modernidad y despotricaba contra el dictador. Allí es donde bebían y hablaban de Filipinas y de la poesía, muchas veces en compañía del intelectual socialista Salvador Clotas. Me entero de que Gil de Biedma quiso por entonces que Marisol cantara sus poemas musicados por Aute y pienso que si eso se hubiera realizado por entonces, éste que escribe para ustedes habría llegado mucho antes a la música de Aute que a la de Serrat; porque estaba enamorado de Marisol como todo adolescente de la época, pero, sobre todo, porque la información hubiera corrido como la pólvora en el pequeño pueblo donde reinaba Gil de Biedma, que tampoco era el suyo.

La noticia habría llegado a mis oídos nada más salir el disco, porque en los pueblos todo se sabe, y mi prima que trabajaba en la Casa del Caño nos lo habría contado. Pero el proyecto no se llevó a cabo, por culpa de la separación de Marisol y Antonio Gades, y debido al cansancio de las bambalinas que alejó a la artista de la escena y del espectáculo, ansiosa por vivir su vida. Aute conserva los manuscritos de puño y letra de JGB. Si yo fuera él buscaría otra voz y no dejaría de editar la música, porque ese disco fallido es hoy tan necesario como ayer. En la transición galopábamos con el poema de Alberti cantado por Paco Ibañez; Guerrero nos decía que iba a llover a cántaros y nosotros que no olvidamos el Cambalache autiano, queremos más…

Nos enteramos de que cuando Aute comenzó a adquirir fama, en los años 70, se veía a menudo con Gil de Biedma en Barcelona, en la Sala Bocaccio, uno de los lugares donde la Gauche Divine se pavoneaba, festejaba a lo grande su modernidad y despotricaba contra el dictador. Allí es donde bebían y hablaban de Filipinas y de la poesía, muchas veces en compañía del intelectual socialista Salvador Clotas.

En casa, igual que en otras casas del pueblo, cuando llegaban los Gil de Biedma se sabía porque iba corriendo la voz de puerta a puerta. En la mía, era un susurro, porque a voces no se gritaba nunca la palabra de dios en vano ni tampoco la de la familia que mandaba en el pueblo. Y llegaba antes porque mis primas trabajaban en su casa, en La Casa del Vizconde, popularmente llamada como La Casa del Caño porque enfrente había un abrevadero para el ganado, mandado construir por Fray Sebastián allá por el siglo XVIII. “Han llegado los Becerriles”, escucho aún la voz de mi madre, mientras mi padre se restregaba las manos con sosa, que le quemaba la piel, para limpiarse la resina (mi padre era resinero; como el abuelo Florentino, y el bisabuelo Braulio). Han llegado los Becerriles, le comunicaba. Y tal como llegaban al pueblo lo dejaban después del verano o de las vacaciones que fueran, tras disfrutar de un entorno, de unos jardines que nosotros apenas podíamos atisbar cuando se abrían las grandes puertas para los carruajes, aunque estábamos al tanto de los detalles porque todo se cuenta y se sabe en los sitios pequeños.

Jaime Gil de Biedma en Nava / Familia Gil de Biedma © 2016
Jaime Gil de Biedma en Nava / Familia Gil de Biedma © 2016

Eran aquellos jardines como los de los palacios, con grandes estatuas, e incluso con una piscina, que fue la primera piscina del pueblo. Por allí pasaron con seguridad afamados hombres y mujeres de letras como Juan Marsé, Ana María Moix, Ángel González, Beatriz de Moura, Carlos Barral… Y también acudieron prohombres de la vida financiera, que para eso el progenitor era presidente de la Compañía General de Tabacos de Filipinas, cargo que nunca pudo llegar a presidir Jaime, a pesar de ser abogado y hombre capaz para los negocios, porque tenía un problema para la puritana sociedad de entonces: le gustaban más los hombres que las mujeres y, además, según se rumoreaba, quería ingresar en el Partido Comunista. De Jaime se ha dicho de todo y ha sido referente para poetas como Luis Alberto de Cuenca, que lo considera uno de sus maestros y siempre ha declarado que su poema preferido es Después de la muerte de Jaime Gil de Biedma.

Eran aquellos jardines como los de los palacios, con grandes estatuas, e incluso con una piscina, que fue la primera piscina del pueblo. Por allí pasaron con seguridad afamados hombres y mujeres de letras como Juan Marsé, Ana María Moix, Ángel González, Beatriz de Moura, Carlos Barral… Y también acudieron prohombres de la vida financiera, que para eso el progenitor era presidente de la Compañía General de Tabacos de Filipinas.

En mi caso, cuando he querido saber más de nuestro poeta y no he encontrado en las fuentes bibliotecarias nada novedoso, he recurrido a hacer entrevistas y enviar cuestionarios a quienes lo conocieron. Entre otros al poeta andaluz Álvaro Salvador, que mantuvo una relación de amistad durante una década intensa con Biedma, desde aquellos felices 80 hasta poco antes de que éste muriese. Se trató también de un diálogo sostenido a través del género epistolar. A Jaime Gil de Biedma le gustaba mucho cartearse, del mismo modo que ahora los jóvenes recurren a las redes sociales. Al hilo de esto, por una nota curiosa que he encontrado en el diario “Granada Hoy”, me he enterado de que JGB se presentaba a los amigos, o a quienes intuía que podían ser personas de confianza, como “Jaime Gil de Biedma, homoxesual”. Lo que no se acaba de entender, en las palabras recogidas por el periodista Juan Luis Tapia, es si se presentaba así ya en democracia, o en los 60, cuando Franco era una amenaza para la libertad sexual del aristócrata temerario.

En la ciudad del Sacromonte, JGB llegó a dar una serie de lecturas de su obra, a finales del 79, o principios de los 80, según recuerda el historiador Miquel Barceló. Él y Rafael Juárez fueron sus principales valedores en Granada. Estos amigos, junto a otras voces de importancia, como Álvaro Salvador, hicieron que leyera sus poemas durante varias jornadas en la Facultad de Letras de Puentezuelas; en el Club Larra; la Madraza, o la librería Al­Andalus. Quisieron celebrar con él sus versos y su ya por entonces leyenda torera, cuando empezaba a anunciar que quería cortarse la coleta y no volver a escribir jamás. Cosa que cumplió como hombre de palabra que era.

En esos apretados días, también hubo otro encuentro en el Aula de Cultura de la universidad granadina, organizada por su amigo Salvador Jofre y por José Heredia. Con Gil de Biedma pasó algo parecido a lo ocurrido con García Lorca: la muerte prematura no les dio el tiempo necesario para obtener los premios que se merecían. Y de algún modo, apostillando estas palabras del profesor Salvador Jofre, la periodista Esther Peñas Domingo, que no lo conoció pero que ya lo leía fascinada a los 15 años, justo cuando murió, escribe: “…Y qué importa. A Martín Santos le quitaron el Premio Baroja. A Borges no le dieron el Nobel. Tampoco se lo darán a Chantal Maillard… pero queda la justicia poética. Su poesía está viva, aunque no tenga lauros institucionales”.

A los premios se refiere también con voz firme el crítico de arte y escritor Miguel Losada, quien conoció al poeta en una discoteca barcelonesa hace más de 30 años: “Nunca me han parecido importantes los premios de poesía en España –yo jamás me he presentado a ninguno–. Cierto que el Adonais sirvió durante algunos años de referente para dar a conocer a los nuevos poetas. Pero, normalmente, los premios, aquí, son más bien una mísera medida de subsistencia económica para los poetas oficiales. Gil no necesitaba ese dinero. En cuanto al Cervantes y demás, son galardones institucionales que otorgan cuando el escritor está con un pie ya en la tumba unos jurados manejados desde las instancias institucionales, casi siempre semianalfabetos poéticos. Sólo con recordar que a Borges le hicieron compartir el Cervantes con un tal Gerardo Diego, que fuera de España no conoce ni dios… El más grande de los premiados con el Cervantes, el único que tuvo que dividir su premio… No, no creo que a Gil de Biedma le importasen un pimiento los premios”.

Mi vida ha sido caminar entre los pinares y perderme en ellos. Con solo dos años me perdí y me entregaron a mis padres unos buscadores de níscalos. Fue camino de Santiuste, uno de los lugares a los que le gustaba ir a nuestro poeta. Y más le encantaba la Villa de Coca, donde sintió la fascinación imaginaria de tener un amante, como escribió en su diario. «Creo que quiero tanto al castillo de Coca que, si pudiese, me acostaba con él. Durante años y años, no ha habido vez que viniera a Nava y no fuera a hacerle una visita. Me sé de memoria, o me sabía, todos los recovecos de sus ruinas y bastante de su primitiva estructura (…) Cuando lo recorro siento algo sensual«.

Gil de Biedma, Barral y Marsé / Familia Gil de Biedma © 2016
Gil de Biedma, Barral y Marsé / Familia Gil de Biedma © 2016

También hay un texto de su sobrina, Inés García Albi, donde se traza una posible senda para quien quiera seguir las huellas de JGB, bien a pie, a caballo, o en coche. Es una invitación a recorrer muchos pueblos en pocos kilómetros a la redonda, con paradas a comer en unos paisajes idílicos. Y así podemos acercarnos también nosotros a ese cuerpo, a ese ser de foso, ladrillo y altas torres desde donde dejar volar la mirada por los extensos bosques.

Entre La Nava de la Asunción y Navas de Oro, se halla la Ribera de los alisos, que da nombre a uno de los poemas más sentidos de Gil de Biedma. Yo a veces lo que veo no son los árboles ni el río, sino la imagen transmitida: una cama bajo los pinos, al borde de la ribera, con Jaime recuperándose de la enfermedad contraída en las islas Filipinas. Yo que he pisado esas tierras cuando era tan enano que solo valía para recoger piñas caídas y cargar un saco, lo que le diría a Jaime, en un duelo poético, es que esa tierra, tan mía como suya, es recordada en los cuatro continentes por la sentida pluma de lírica y arena, de pinos y almuerzos con vino bajo el sol o meriendas mientras va retirándose ya la luz de la tarde.

En aquellos pinares tenían los padres de Jaime una casa de campo que hoy está en ruinas. Yo mil veces he sentido la crueldad de la vida por haber nacido de padres humildes y por tener que trabajar. En la adolescencia mi punto de mira eran los veraneantes que, como Jaime, llegaban al pueblo y se hacían dueños de los lugares que eran míos. En aquellos lugares, en aquellas escuelas, aprendí que la vida es solo una y que hay que darlo todo por ella. Podemos perdernos en el tiempo, en soledad, para alimentar nuestro espíritu arrinconado en el vértigo de las ciudades, viviendo en el vacío terrible al que llegamos casi sin darnos cuenta o abandonarnos al sentir la muerte próxima; pero quienes se van nunca nos legaron la tristeza para cantarla sino para hacer de ese instante sagrado una música que perviva más allá de los muertos. Por eso, como los enamorados encienden las calles besándose al alba y resplandecen las aceras, tenemos de quienes nos han precedido en el viaje último, secreto y misterioso hasta el fin, su Memoria.

Entre La Nava de la Asunción y Navas de Oro, se halla la Ribera de los alisos, que da nombre a uno de los poemas más sentidos de Gil de Biedma. Yo a veces lo que veo no son los árboles ni el río, sino la imagen transmitida: una cama bajo los pinos, al borde de la ribera, con Jaime recuperándose de la enfermedad contraída en las islas Filipinas.

En Jaime yo tengo algo más. Tengo a un amigo que me señala horizontes que perseguir en cuanto abro uno de sus libros. Esta mañana recordando, como reza el título de uno de sus poemas, que un cuerpo es el mejor amigo del hombre, aunque otras veces pueda ser un gato, o un perro (Jaime tenía 4 perritos iguales y negros) leo en silencio, como cuando el tiempo lame los cristales: “A solas con la edad, mientras tú duermes / como quien no ha leído nunca un libro,/ pequeño animalito: ser humano…”

Recitaba muy bien sus poemas JGB. Tenía una voz melódica muy especial, capaz de dejar huella en una pareja de novios al escucharlo en la radio, que fue lo que le pasó al escritor Salvador Arnal. “En 1976 iba en un taxi con mi pareja. En la radio una voz recitaba unos versos que me impresionaron. Intenté memorizarlos… Al día siguiente fui a una librería y recité algo de lo escuchado (No hay nada tan dulce como una habitación para dos / cuando ya no nos queremos demasiado…) El librero, una persona culta, me habló entonces de Gil de Biedma y de su Vals del aniversario”. Una bella manera de conocer a JGB , la de Arnal.

Una de las preguntas que le hice a Salvador Arnal fue: ¿Qué detalles de importancia, realmente relevantes, encontramos en el reciente volumen de sus Diarios. 1956-1985 (Lumen), con edición de Andreu Jaume? Cuando lo tenemos a él en vivo, leyendo poemas y hablando de la vida con desparpajo e inteligencia; cuando releemos sus poemas en Las Personas del verbo; sus ensayos de Al pie de la Letra; sus entrevistas en Conversaciones, su biografía (de la mano de Miguel Dalmau); sus Retratos (con Flash), su Correspondencia, y su primer diario (Retrato del Artista en 1956). ¿Realmente hay nuevas aportaciones, es necesario la lectura de estos diarios?

“Es verdad lo que dice, pero no es contradictorio con lo anterior”, me responde. “Tal vez sí podamos encontrar cosas nuevas o perspectivas de interés… Andreu Jaume, entre otras cosas, es un excelente editor y anotador y conoce muy bien la obra de Jaime Gil. Empero, sin haber leído la nueva edición de los Diarios, la he ojeado y he visto sorprendido que Andreu Jaume vuelve a dar la misma explicación no documentada de siempre sobre la no militancia de Jaime Gil en el PSUC, sobre el supuesto veto que el Partido le impuso por homofobia, destacando en esa actuación la figura y ortodoxia dogmática de Manuel Sacristán. Pero no fue así, en absoluto. He intentado reconstruir lo sucedido en el segundo capítulo de un libro reciente: “La observación de Goethe” (La Linterna Sorda, Madrid, 2015). El mismo Luis Goytisolo dio una información clave sobre todo ello en sus memorias…”

Gil de Biedma -en el centro- en la tumba de Machado / Familia Gil de Biedma © 2016
Gil de Biedma -en el centro- en la tumba de Machado / Familia Gil de Biedma © 2016

Una exclusiva sería la del poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio. Cuenta que cuando estudió en la Complutense española, un domingo en un cine de barrio madrileño, un político, desconocido por entonces, de nombre Alfonso Guerra, le recitó el poema El Arquitrabe. Y también habla de un bar, cerca de la embajada colombiana, al que acudían Ángel González, Pepe Hierro, Carlos Bousoño y Claudio Rodríguez, entre otros, y donde se encontró por primera vez con Gil de Biedma. En Barcelona lo trato con posterioridad un par de veces: una con Carlos Barral, que estaba hasta arriba de alcohol, y otro día en que iba solo por la calle buscando la casa donde vivía Gabriel García Márquez; se dio de bruces con JGB y decidieron seguir la pesquisa entre los dos, aunque por poco tiempo, ya que prefirieron ir a tomar unos tragos y conversar. Finalmente, viviendo Alvarado Tenorio en Nueva York, JGB lo visitó un par de días. Así que podemos imaginarnos las andanzas de ambos en una ciudad tan ultramoderna entonces.

El poeta colombiano Harold Alvarado Tenorio. Cuenta que cuando estudió en la Complutense española, un domingo en un cine de barrio madrileño, un político, desconocido por entonces, de nombre Alfonso Guerra, le recitó el poema «El Arquitrabe». Y también habla de un bar, cerca de la embajada colombiana, al que acudían Ángel González, Pepe Hierro, Carlos Bousoño y Claudio Rodríguez, entre otros, y donde se encontró por primera vez con Gil de Biedma.

Por mis oídos entró la frase “Jaime ha muerto” ¿Quién? me pregunté y pregunté… Yo en ese momento no conocía a nadie con ese nombre, si entendemos por conocer haberlo tratado o hablado con él. Pero como escribió Jaime en el poema titulado Muere Eusebio vinieron las palabras aquellas, frente a La Casa del Caño, como un escalofrío. “El tío de… ha muerto...”, se decían los tres hermanos perucho, a quienes era difícil amargarles las mañanas. Pero las risas de después de la navidad se cortaron de cuajo. Y al otro día, 9 de Enero de 1990, al ver la fotografía del paisano muerto, caí en la cuenta de tantas veces que nuestros rostros se encontraron de lado y de frente, o de paseo, por los caminos y los pinares. Él a caballo, montando a Muñeca o Beltenebros, y yo en bicicleta, burro, o mulo; los dos a pie yendo o viniendo hacia la ribera del río Eresma, o en el bar Leyes, donde había un billar solo para los mayores, y que costaba el dinero que no teníamos los “latescentes”.

También nos vimos en el Polideportivo, lo recuerdo como si fuera ayer. Auestreberto Gutiérrez me dice de primeras que al frontón no iba, y que el juego de la pelota no le gustaba, pero al insistir mi memoria en aquel día, que bien podría ser del año 1971, el mejor amigo que desde la infancia tenía Jaime Gil de Biedma me enseñó el título de campeón de pelota y ahí es cuando me di cuenta de algo que, sin tener importancia, nunca he contado. Los domingos al salir de misa de cinco, medio pueblo iba a ver uno de los partidos de pelota vasca y el otro medio se desparramaba entre los bares, se recogía en sus casas, o caminaba a perderse entre las huertas a ver como iba la cosecha otoñal de la uva. Yo iba con otros escolares, como Jesús de la Calle Jiménez, el Bonito; Rubén, mil hombres; Juan de Dios, el Jonny; Marcel y otros cuerpos que, por muy lejos que nos lleve el tiempo, están próximos porque somos de la misma quinta, de la misma Nava, de la misma edad en que se jura la lealtad perpetua. En el instante en que mi pie se levantó para subir el bordillo de la pista del frontón, sentí que un golpe de mano explosionó en mis partes blandas.

Con mirada de fiera herida me di la vuelta y me encontré con una muchedumbre, pero quien busca encuentra y pronto pude ver la mano que me había golpeado y percibir cómo me sonreían cuatro ojos. Sentí la llamada de Dios y le pedí un rayo que fulminara a quien se reía de su abuso. Recorrí los cuatro ojos a un millón de pulsaciones por minuto, y no encontré perdón por ningún lado. “¿Qué te pasa José, por qué lloras majo?”, me preguntaron. Quise decir: “ese bruto me ha partido el culo”. Pero no me salió nada. He recreado miles de veces esta historia, más al saber que Jaime iba al lado de aquel señor tan impulsivo. Siempre me quedo con que quien me golpeó no midió su fuerza, pero creo que Jaime por aquellas fechas sintió el golpe como suyo, porque el niño se quedó, después de la ira, preguntándole, ojo a ojo: ¿Por qué vas con ese bestia, si no es elegante ni delicado con los niños? Y vi su preocupación tremenda, y sentí como dos hombres dicen: “perdón, no pasa nada”.

A Luis Antonio de Villena le han publicado el libro El fin de los palacios de invierno (Pre-Textos) y me apetece comprarlo. Aunque son malos tiempos para la lírica, pienso que mucho ha de haber en esas memorias sobre Gil de Biedma. Era joven Luis Antonio cuando Jaime era ya un consagrado en las letras y la vida. Y en la juventud se clava la vida como más tarde se va desmarcando con los ictus de la vejez, reflexiono ahora que me hago mayor. Cada palabra que Villena saca de la caverna del lenguaje es para fijar los verbos de la memoria sin miedo a desvalijar tiempos contrarios o amigos. Sabemos cuánto se dijeron, pero queremos siempre más, porque la amistad fue verdadera y nos gusta seguir soñando en esa posibilidad tan difícil en estos días.

Jaime Gil de Biedma con su padre / Familia Gil de Biedma © 2016
Jaime Gil de Biedma con su padre / Familia Gil de Biedma © 2016

Hablando de amigos, el poeta Jaime Siles confirma que él estuvo en La Nava, invitado por Jaime. No sabemos si el profesor valenciano fue directamente al acabar un viernes su jornada en la universidad levantina o al finalizar su conferencia en la Universidad de Valladolid. Si sabemos que fue entre 1982 y 1986, porque entre esos años es cuando se vieron con mayor frecuencia. Siles sabe mucho más de lo que cuenta porque la discreción también importa y no todo es espectáculo. También puede ser porque siempre salen los mismos, los señoritos catalanes, en la foto aquella en la que Gil de Biedma un día puso un pie que decía: Fue el último verano de nuestra juventud.

Una pregunta que me hago con frecuencia es por qué lo llamo Jaime, si nunca nos tratamos. Creo que es por mi apego a la tierra. Hay quien nace y vive en un lugar como lo puede hacer en cualquier otro, sin impregnar sus sentidos de esos lugares, sin soñar con esa luz que le despierta y donde anochece su cuerpo. Hay quien pasa por la vida y quién se deja la piel paso a paso. Yo lo llamo por su nombre de pila, sin darme cuenta de que está callado. Lo tuteo, como Machado hablaba con Dios un día, en aquel mágico lugar donde se sabía él en su reino, y por donde anduve tantas veces yo de niño, sudando con las manos pegadas a la resina; por donde se lloraban las horas bajo el sol y las nubes de los cínifes picaban como dardos invisibles.

El poeta Jaime Siles sabe mucho más de lo que cuenta porque la discreción también importa y no todo es espectáculo. También puede ser porque siempre salen los mismos, los señoritos catalanes, en la foto aquella en la que Gil de Biedma un día puso un pie que decía: “Fue el último verano de nuestra juventud”.

Pero saben, en esos caminos, en esos días en que vivía al contrario que Jaime, también era para mí esa parte del pinar mi reino. Hay muchas razones por las que lo llamo Jaime y por las que me siento muy afín a su obra y a su persona, pero quizá también tenga que ver con esa cercanía el hecho de que parte de mi familia haya trabajado tantos años en La Casa del Caño o la circunstancia de que yo mismo me haya buscado un camino hacia la poesía. O porque somos dos escorpiones que buscaron la soledad como el amor sobre todas las cosas.

Epílogo: Mientras me preparo para el sepelio de mi amigo Vladimir, quiero dejar constancia de que para mí no existe una lista de las mejores lecturas biedmanas. JGB dijo que su mejor poema era No volveré a ser joven, pero luego escribió otros dos soberbios: Contra Jaime Gil de Biedma y Después de la Muerte de Gil de Biedma. Cuando te desnudas de verdad ante los demás, es difícil explicar que sólo eres un ser humano, y que en la poesía, por mucho que te inventes personajes, el tiempo es implacable y no tiene piedad, y menos si nos hemos quedado excluidos de la mano de Eros.

Depende del día me puede apetecer leer unos u otros de sus poemas. Por afinidades: Muere Eusebio; Infancia y confesiones; Intento formular mi experiencia de la guerra… Cortos pero con la música exacta: De senectute y De vita beata… No puedo olvidar Pandémica y Celeste, un monumento al amor en soledades, o A una dama muy joven separada, dedicado a Isabel. Ella fue la gran pasión para JGB, tanto que estuvieron a punto de casarse. Era una joven que se llevó la vida por delante antes de tiempo (Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde -como todos los jóvenes, yo vine a llevarme la vida por delante, escribió el poeta).

Y, por supuesto sus Diarios. Para los adictos, todos. Si tuviera que elegir me quedo con Retrato del artista en 1956, publicado por la editorial Lumen, que recientemente ha puesto en las librerías la continuación de los mismos, inéditos hasta ahora, Diarios 1956 –1985. Y también he de citar su libro de ensayos El pie de la letra, imprescindible. Sin ir más lejos, Caballero Bonald, en numerosas ocasiones nos tiene dicho que esas páginas son lo que más le gusta de él. La filosofía del ser que es Jaime (porque no ha muerto, que yo también hablo con él) la tenemos cuando escribe en la nota preliminar de estos ensayos , dedicados a su amigo Josep Marden: «Ante la página por hacer, siempre he vigilado menos el hilo de la idea, que el trabajo de las palabras. Quien por placer no lea, que no me lea«.

Nota final: Cuando escribo del pueblo de Jaime y del mío, recurro a las palabras que pronuncié para el homenaje que se le tributó al poeta en la Universidad Complutense de Madrid. Cuando son los amigos, conocidos y especialistas en la obra de Jaime Gil de Biedma, quienes son citados, recurro a sus respuestas a un cuestionario que les formulé no hace mucho, y que, gracias a su gratitud, me ha permitido recopilar material suficiente para un libro. 

P.D: Para finalizar este recorrido, una recomendación: la exposición con la que la Biblioteca Nacional celebra los veinticinco años de la muerte del poeta, «En palabras de Jaime Gil de Biedma», comisariada por Inés García-Albi. Un viaje sensorial e intenso por su vida y, sobre todo, por su poesía.

Todas las fotografías que ilustran este artículo pertenecen al archivo de la familia Gil de Biedma y forman parte del último volumen de sus «Diarios», a los que se hace referencia en el texto. Nos han sido cedidas por la editorial Lumen. 

Jaime Gil de Biedma / Familia Gil de Biedma © 2016


FIRMAS SUMERGIDAS | CHEMA RUBIO

Foto Lecturas

Chema Rubio (Segovia, 1960). Es autodidacta. Ha trabajado en numerosos oficios: descargador de camiones, camarero, cocinero en un restaurante brasileño en Estados Unidos…Ha sido también vendedor de libros, y pequeño empresario. Actualmente se dedica a la formación y es voluntario en SOLIDARIOS para el desarrollo (http://www.solidarios.org.es/ )

Es uno de los impulsores del grupo poético del Círculo de Bellas Artes. Ha escrito y dirigido tres obras breves de teatro : Cervantes ha muerto; Duelo de verbos al amanecer; El Quixote de George Town. Ha publicado tres  libros de Poesía: Los Atardeceres de la Memoria, 1996-1998; De Amor Entre-guerras Devuelto, 1999, y Atlántico Caballo, editado en Guatemala por Folio 114. Ha vivido en USA, Centroamérica y Argentina. Traducido a seis idiomas, fue incluido, entre otras antologías en el volumen Poetas Españoles, de Pavel Grushko (Biblioteca Estatal de Moscú). Ha realizado el prólogo y la selección de poemas de la antología Donde los Árboles, del poeta guatemalteco, de la etnia Maya-quiché, Humberto Ak’abal, editado por Amargord, en 2011. Le pertenece la edición de Los Poetas de la Senda, que ha publicado la editorial Ópera Prima en 2014.

Colabora en medios como “La Vanguardia”, “La Verdad de Murcia” o “El Norte de Castilla”. Pertenece a la Asociación Amigos de Miguel Hernández, colaborando en la organización de La Senda del Poeta, un recorrido de tres días que comienza en Orihuela, pueblo natal de Miguel Hernández, y finaliza en el cementerio de Alicante, donde está sepultado. Después de 10 años alejado de los teatros, está escribiendo una nueva obra, alrededor de Cervantes.

Su blog personal es El Poesimista. http://chemarubiov.blogspot.com.es/