Leyendo a E. F. Schumacher en tiempos de perplejidad

Emma Rodríguez © 2019 /

Hacía tiempo que tenía interés en leer a Ernst Friedrich Schumacher. Su nombre y su obra Lo pequeño es hermoso aparecían como referencia en otros libros y autores que iba descubriendo. En más de una ocasión anoté el título con intención de buscarlo. Hace poco se refería a él la escritora, crítica de arte y activista Lucy R. Lippard en una conferencia a la que asistí, valorando el carácter pionero de un ensayo que aboga por la economía hecha a la escala de las personas, capaz de poner en el centro el uso adecuado de los recursos humanos y naturales, no la producción exagerada.

Lo pequeño es hermoso sigue siendo una lectura pendiente para mí, pero he conocido al economista-filósofo a través de otra entrega, Una guía para los perplejos, publicada por la editorial Atalanta. Se trata de un ensayo profundo e iluminador en el que el autor intenta hacernos comprender que para cambiar los sistemas económicos tenemos que evolucionar como seres humanos y ser capaces de pasar del tener al ser. Erich Fromm ha acudido a mí mientras avanzaba por las páginas de este libro, pero también John Cage y sus enigmáticos escritos sobre el silencio. Acceder al pensamiento de Schumacher es toda una experiencia que hay que acometer dejando atrás los moldes de la racionalidad que caracterizan a nuestra época.

La vertiente espiritual, las capacidades de la mente para superar prejuicios y amarras limitadoras, están presentes en el recorrido. Si tuviera que ponerle imagen a este libro sería una escalera, una escalera por la que ir ascendiendo de menos a más, peldaño a peldaño hacia el conocimiento y la perfección que debería ser toda vida plena. O también un camino, un camino solitario y muy largo, lleno de tramos reveladores. Guía para perplejos es uno de esos libros en los que entramos movidos por la curiosidad, a la manera de exploradores, y salimos con la impresión de haber llegado a un espacio de comprensión, a una percepción diferente sobre todo lo que nos rodea, sobre nuestra manera de mirar, de comportarnos, de reconocernos. La cita de San Agustín que abre el volumen: “El hombre no tiene razón para filosofar si no es para ser feliz”, ya nos da idea de las búsquedas del autor germano-británico.

Un magnífico perfil de la figura y la trayectoria de Schumacher (1911-1977), nos lo ofrece el filósofo Jordi Pigem en el prólogo de la edición: “El mundo de hoy”, seguimos sus palabras, “suscita perplejidad. No es como lo habíamos imaginado. Donde preveíamos concordia, progreso y prosperidad, a menudo encontramos discordia, confusión y contaminación. Hace más de cuarenta años, un economista que llevaba décadas luchando contra su propia perplejidad, y que ya veía venir la creciente marea de degradación exterior y alienación interior, sintió la necesidad de destilar en un libro lo más importante que había aprendido. A finales de agosto de 1977 recibió las primeras pruebas de “Una guía para los perplejos” y se las enseñó a su hija Barbara diciéndole. “Aquí es hacia donde me ha llevado la vida”. Murió pocos días después”.

Pigem sitúa a nuestro autor como principal inspirador de los enfoques alternativos o ecológicos de la ciencia económica, “tan poderosa como cuestionable”, nos dice. La obra por la que más se le conoce es, indudablemente, Lo pequeño es hermoso, que lleva el significativo subtítulo de Un estudio de la economía como si la gente tuviera importancia (entre las ediciones en español podemos encontrar la de Akal, en su colección Pensamiento crítico). Se publicó en 1973 y de inmediato fue un éxito. Se tradujo a más de una docena de lenguas y su mensaje llegó a públicos muy diversos, como nos dice el prologuista, “desde jóvenes alternativos a cargos con mayor influencia, incluido el presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter”, quien solicitó una entrevista con el autor.

Schumacher fue uno de los primeros en comprender que la economía convencional, absorta en abstracciones, no tiene en cuenta ni a las personas ni a la naturaleza (…) En un mundo que ya empezaba a ser tan exteriormente poderoso como interiormente vacío, su libro desmontaba espejismos como el culto a la aceleración y la obsesión por el crecimiento limitado, apuntando a un horizonte de descentralización, de escala humana y equilibrio ecológico y social”, seguimos leyendo a Jordi Pigem.

La obra por la que más se conoce a E. F. Schumacher es “Lo pequeño es hermoso”, que lleva el significativo subtítulo de “Un estudio de la economía como si la gente tuviera importancia”. Se publicó en 1973 y de inmediato fue un éxito.

En el prólogo se nos ofrecen datos muy interesantes de la biografía del economista y pensador, nacido en la ciudad alemana de Bonn en 1911 y formado en las universidades de Oxford y Columbia. Impartió clases en la segunda durante un tiempo y se trasladó a vivir a Londres en 1937 huyendo del nazismo. Sus renovadoras ideas llegaron, a través de un artículo, al reconocido economista John Maynard Keynes, quien lo calificó como uno de los más prometedores economistas de su tiempo y adoptó algunas de sus ideas. Ambos entablaron una correspondencia que se prolongó hasta la muerte de Keynes en 1946. “Si hubiera tenido una vida más larga, tal vez habría desarrollado posiciones como las de Schumacher, pues ya en 1930 imaginaba un futuro en el que el afán de lucro y la codicia serían reconocidos como “inclinaciones semipatológicas y semicriminales”, argumenta Pigem.

Pero vayamos a Una guía para los perplejos. ¿Qué aporta esta entrega a las teorías del autor? ¿En qué medida dialoga con Lo pequeño es hermoso? Ambas forman parte de un todo, de un proyecto único. El autor se dio cuenta muy pronto de que detrás de todo economía, de toda actividad, subyace una filosofía. “Las teorías económicas siempre tienen detrás , escondida, toda una metafísica de la que emana una serie de valores y criterios que se dan por supuestos…”, leemos en el prólogo. ¿Es posible sin sensibilidad hacia las personas, hacia el medio ambiente, desarrollar economías del bien común?, es una pregunta muy pertinente en estos tiempos. Las propuestas económicas de partidos y gobiernos marcan el devenir de nuestras vidas y por tanto deberían estar en el centro del debate, ser puestas en cuestión.

En tiempos de emergencia climática, es más necesario que nunca cambiar enfoques, perspectivas, estructuras que superen los marcos del capitalismo salvaje en los que estamos inmersos. E. F. Schumacher conoció a fondo, sobre el terreno, esos marcos. A finales de la década de los 40 trabajó para el Gobierno británico como asesor económico y ocupó distintos cargos. En 1955 fue enviado por las Naciones Unidas a Birmania (hoy Myanmar) para asesorar al país asiático sobre planes de desarrollo económico. “Su experiencia en Asia”, nos cuenta Jordi Pigem, le llevó a contrastar dos modos totalmente opuestos de entender la economía: el sistema occidental moderno, orientado a la acumulación monetaria y al consumo de bienes materiales, y lo que Schumacher llamó “economía budista”, basada en la justa subsistencia y en la vía media, que persigue maximizar el bienestar y rechaza la acumulación de bienes materiales más allá de lo requerido para satisfacer las verdaderas necesidades humanas”.

El budismo es uno de los pilares sobre los que se sustenta Una guía para perplejos. Y también los principios básicos del cristianismo. Sin una orientación ética y espiritual ni la economía, ni ningún otro espacio de la vida, puede alcanzar metas profundas, duraderas, saludables. Os decía que leer esta obra se convierte en una experiencia que nos lleva a vislumbrar nuevas rutas, a reconocer la cortedad de horizontes de un presente en el que lo importante es lo cuantificable, lo numérico, lo que puede tocarse, lo que abarca la razón. Schumacher nos recuerda que la existencia se enriquece con las dimensiones invisibles, que somos consciencia y autoconsciencia, aunque nos olvidemos de ello, aunque no lo potenciemos. 

Llegados a este punto recuerdo dos conversaciones recientes. “No vayas por ahí con todo eso de la transformación interior y la dimensión espiritual porque habrá gente que pensará que estás loca”, me comentó una amiga hace poco. Intentaba transmitirle lo mucho que me ha aportado este libro, pero debí hacerlo muy mal… Me río al recordarlo… No sé si captó mi perplejidad ante sus palabras. “Si dejamos de consumir el sistema se cae. No hay opciones”, escuché decir en una reciente conversación a propósito del cambio climático. Nuevamente me sentí perpleja. ¿Cómo es posible que siga habiendo hoy tanta gente que se niega a considerar siquiera que haya otras posibilidades, alternativas, otros modos de vida, otras políticas y economías?

El budismo es uno de los pilares sobre los que se sustenta “Una guía para perplejos”. Y también los principios básicos del cristianismo. Sin una orientación ética y espiritual ni la economía, ni ningún otro espacio de la vida, puede alcanzar metas profundas, duraderas, saludables.

Leer a E. F. Schumacher es un respiro. Contar con editoriales como Atalanta que prestan atención a libros como este, que se afanan en hacernos ver más allá de lo tangible, de lo evidente, merece agradecimiento. El primer capítulo de la entrega se titula Sobre los mapas filosóficos. Y Schumacher nos cuenta: “En el transcurso de los años que pasé en la escuela y en la universidad, me habían dado mapas de la vida y del conocimiento en los que apenas había rastro de muchas de las cosas que más me interesaban y que, a mi juicio, eran de la mayor importancia para orientarme en la vida. Durante años mi perplejidad fue total y ningún intérprete acudió en mi ayuda. Hasta que dejé de dudar de la cordura de mis percepciones y, por el contrario, comencé a dudar de la veracidad de los mapas…”

La obsesión por lo real, por lo verdadero, por lo que se puede probar científicamente, conduce a que se nos escapen muchas cosas que “tal vez sean las más sutiles, importantes y valiosas de la vida”, argumenta el autor, quien nos invita a buscar propósitos más elevados, a sacudir los mapas en los que nos movemos. “No es de extrañar que cuanto más familiarizados estamos con los detalles del mapa –cuanto más nos imbuimos de lo que muestra y más nos acostumbramos a la ausencia de las cosas que no aparecen–, más perplejos nos quedamos y más infelices y cínicos nos volvemos”, sigo sus palabras.

Son muchas las cuestiones esenciales a las que la moderna ciencia materialista no da respuesta. La antigua sabiduría ha quedado arrinconada. “Tras largos siglos de imperialismo teológico, llevamos trescientos años de un imperialismo científico aún más agresivo, cuyo resultado es tal desconcierto y desorientación –sobre todo entre los jóvenes– que puede conducirnos en cualquier momento al colapso de nuestra civilización”, escribía Schumacher a finales de la década de los 70 del siglo XX. Hoy esa sensación no ha hecho más que aumentar.

La obsesión por lo real, por lo verdadero, por lo que se puede probar científicamente, conduce a que se nos escapen muchas cosas que “tal vez sean las más sutiles, importantes y valiosas de la vida”, argumenta Schumacher.

El economista-filósofo nos pregunta en este libro qué es lo que queremos realmente, qué hacemos para ser felices, qué necesitamos. Como Epicuro, nos transmite la importancia de filosofar. “Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es joven o viejo para la salud de su alma. El que dice que aún no es edad de filosofar o que la edad ya pasó es como el que dice que aún no ha llegado o que ya pasó el momento oportuno para la felicidad…”, recobro las palabras del clásico griego en su célebre Carta a Meneceo

El mapa que nos propone E. F. Schumacher contiene cuatro grandes verdades, cuatro hitos, cuatro puntos de orientación para no perdernos: “El mundo; el hombre y su bagaje para enfrentarse al mundo; su forma de aprender sobre el mundo y lo que significa vivir en este mundo“. Si os apetece explorar estos campos os invito a recorrer las páginas de esta Guía para los perplejos, asegurándoos, eso sí, que el trayecto es muy enriquecedor. Y que tenéis que dejar un poco de lado a Descartes con su dominio de la razón y dejaros llevar por el vuelo de la imaginación y los sentimientos (Schumacher considera al padre del racionalismo una mente poderosa, pero arrogante y corta de miras). El hombre moderno ha abandonado el propósito de alcanzar metas más elevadas, ha renunciado a buscar a Dios, se ha alejado demasiado de la sabiduría tradicional que ha alimentado las creencias de todos los pueblos del mundo, nos dice el autor. La felicidad no se consigue ganando más dinero, ni moviéndose a velocidades cada vez mayores, ni viajando a la luna o al espacio, nos transmite.

Y, a partir de aquí nos introduce en los distintos niveles del ser, distinguiendo entre los inferiores y los superiores. Al principio de este artículo os hablaba de una escalera, de sucesivos peldaños. Pues ahora estamos en la escalera, en la escalera del ser. Y en ella hay cuatro trechos: el mineral, el vegetal, el animal y el humano. Lo que nos explica nuestro autor es que al último de los escalones, el humano, corresponden las cualidades de todos los anteriores, y, además, la capacidad de pensar y de tener conciencia del propio pensamiento. Es en este punto, “en la conciencia replegada sobre sí misma”, en el poder de la autoconsciencia, donde se abren “posibilidades ilimitadas de aprendizaje, de investigación, de exploración, de formulación y acumulación de conocimientos intencionados”.

El hombre moderno ha abandonado el propósito de alcanzar metas más elevadas, ha renunciado a buscar a Dios, se ha alejado demasiado de la sabiduría tradicional. La felicidad no se consigue ganando más dinero, ni moviéndose a velocidades cada vez mayores, ni viajando a la luna o al espacio, nos transmite el autor.

Si no somos capaces de desarrollar esa potencialidad, si no intentamos cultivarla, la vida personal y colectiva se empobrece. “No hay excusas para pretender que la vida se reduce al aspecto físico y químico”, argumenta el autor. Desde esa posición es imposible explicar el enigma, el carácter sublime de la existencia. Es interesantísimo todo el recorrido que realiza Schumacher por los distintos trechos de la cadena del ser hasta llevarnos al último. Su pretensión es animarnos a que nos conozcamos como seres humanos capaces de controlar nuestras vidas, a que seamos capaces de ascender por la escalera.

En un nivel bajo del ser no existe más que un mundo pobre y sólo se puede vivir un tipo de vida muy empobrecida (…) Quien se limita a sus facetas más bajas –a sus necesidades biológicas, a sus comodidades materiales o a lo que se encuentre por accidente– atraerá inevitablemente una vida miserable. Si no es capaz de reconocer más que una “lucha por sobrevivir” y una “voluntad de poder” reforzada por la astucia, su mundo encajará en esa descripción que Hobbes hace de la vida del hombre: “Solitaria, pobre, sucia, bestial y breve”, nos trasmite.

Y más adelante nos dice: “Cuanto más elevado sea el nivel del ser, más grande, rico, y maravilloso será el mundo”. Podría alargar mucho más este artículo transcribiendo párrafos y párrafos verdaderamente reveladores. Pero mejor que los vayáis descubriendo por vosotros mismos. Puede que os preguntéis: ¿pero cómo enlaza todo esto con la economía? Al leer Una guía para los perplejos nos damos cuenta de que  la puesta en pie de modelos económicos más respetuosos con las personas y con el medio ambiente no es posible si no logramos salir del plano material, inferior. La sociedad capitalista está estancada en los escalones más bajos. Incapaz de ver más allá de lo cuantificable, de la producción, ha engendrado una monstruosa sociedad donde la desigualdad campa a sus anchas. Las transformaciones sólo llegarán asumiendo propósitos y valores más elevados, atendiendo a la necesidad espiritual que nos conforma como seres humanos.

Fotografías por Nacho Goberna

Son muchos los caminos paralelos que nos hace descubrir esta Guía para los perplejos. Son muchas las referencias a que nos conduce, y muchas las enseñanzas y brújulas que nos regala. La búsqueda del desarrollo interior requiere esfuerzo y exige elevar los pies del plano material. Hay muchas maneras de cultivar los espacios invisibles. Ante tantos problemas y perplejidades a los que nos enfrentamos “la gente sigue pidiendo soluciones y se irrita cuando se le dice que el restablecimiento de la sociedad debe proceder del interior, no del exterior”, argumenta el autor (aquí os remito a una entrevista, publicada en “Lecturas Sumergidas”, con el filósofo español Juan Arnau, muy inspirado también por el budismo, autor de obras como La invención de la libertad).

Pero sigamos a Schumacher, quien al final del ensayo reconoce que algo está cambiando, que algo empezaba a cambiar ya en su época: “Hay gente que ya no se irrita cuando se le dice que el restablecimiento social debe venir de dentro; la creencia de que todo es “política” y de que las reestructuraciones radicales del “sistema” serán suficientes para salvar a la civilización no se sostiene ya con el fanatismo de principios de los cincuenta; por todas partes se llevan a cabo experimentos de nuevos estilos de vida que persiguen la simplicidad (…) También es cierto que parte de este cambio de mentalidad no surge inicialmente de una concepción espiritual sino del miedo materialista que inspiran las crisis ambiental y energética, la amenaza de una crisis alimentaria y los síntomas de una futura crisis sanitaria…”

Así lo veía E. F. Schumacher a finales de la década de los 70 del pasado siglo. Podría, con ligeras variantes, expresar lo mismo hoy. ¿Hemos avanzado o más bien retrocedido? Nuestra perplejidad ante el devenir del mundo va en aumento. La emergencia climática ya es un hecho y requiere actuaciones urgentes. Lejos de perder vigencia, una obra como Guía para los perplejos adquiere cada vez más sentido. El hombre cerró las puertas del cielo e intentó, con una energía y una ingenuidad inmensas, confinarse a la tierra. Ahora está descubriendo que la tierra no es más que un estado transitorio y que el rechazo de alcanzar el cielo equivale a un descenso involuntario al infierno”, nos dice el autor.

No quiero acabar este texto sin un horizonte inspirador. ¿Es demasiado tarde para creer en lo que nos plantea el economista? Puede, pero sus palabras, su convicción, resultan reconfortantes. Son un acicate, marcan un camino. Leámoslo. Leamos este párrafo en voz alta. Y seamos capaces de transmitirlo, de contagiar su efecto. Puede que todavía haya demasiada gente que no lo comparta, pero no desistamos. He aquí el mensaje que dejó para nosotros E. F. Schumacher: “Podremos reunir la imaginación y el coraje necesarios para un “viraje”, para una “metanoia”. Esto conduce a ver el mundo bajo una nueva luz (…) La generosidad de la tierra nos permite alimentar a toda la humanidad; sabemos lo suficiente de ecología para preservar el planeta como un lugar saludable: hay espacio y materiales suficientes para que todo el mundo disponga de un refugio apropiado; somos lo bastante competentes para abastecer a la población con el fin de cubrir sus necesidades y que nadie se vea obligado a vivir en la miseria. Y, sobre todo, veremos que la crisis económica es un problema convergente que ya está resuelto: sabemos cómo producir lo suficiente sin emplear ninguna tecnología violenta, inhumana y agresiva. No existe problema económico alguno, y en cierto sentido, nunca lo ha habido. Existe un problema moral (…) Y los problemas morales deben ser comprendidos y mejorados”.

“Una guía para los perplejos”, de E. F. Schumacher, ha sido publicado por Atalanta. Con prólogo de Jordi Pigem y traducción de Guillermo Saiz-Calleja.

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