Ece Temelkuran: Caminar juntos, impulsados por la dignidad

Foto Cabecera por Mario Poje /

Emma Rodríguez © 2023 /

El mundo está grávido. El planeta está a punto de dar a luz a lo nuevo. Lo viejo ya hace tiempo que ha muerto, y el nacimiento se producirá antes de lo previsto. De ahí el dolor y la turbación…” Así, de esta forma tan poderosa, comienza Juntos, de la escritora turca Ece Temelkuran, un ensayo con el que consigue que confiemos en que una nueva época está a punto de emerger. Subtitulado Un manifiesto contra el mundo sin corazón sigue la estela de un título anterior, Cómo perder un país, una entrega que demostró la capacidad de la autora para observar con atención y vaticinar la deriva de las democracias occidentales, los movimientos de fondo de las corrientes de ultraderecha.

La horrenda ética que se ha elevado hasta los niveles más altos de la política se filtrará y se multiplicará, llegará a todas las ciudades e incluso penetrará en las urbanizaciones valladas (…) Es una tendencia histórica, y está convirtiendo la banalidad del mal en el mal de la banalidad”, vuelvo a las páginas de un libro en el que Temelkuran (Izmir, 1973) arranca de las transformaciones de la Turquía de Erdogan, con su progresiva pérdida de libertades y de derechos, analizando a partir de ahí comportamientos comunes en otros líderes, capaces de retorcer los principios democráticos, aplicando políticas populistas y neoliberales que fomentan la desigualdad y el odio.

La autora mira a Turquía en este ensayo tan revelador, pero también a Estados Unidos, a Gran Bretaña, a Hungría, a Rusia… Pensemos en Trump, en Boris Johnson, cuyas ideas y principios no han desaparecido, aunque ellos estén en las sombra; pensemos en las campañas de difamación, absolutamente amorales, a las que la ciudadanía europea se ve sometida de la mano de políticos populistas indignos, incapaces de reconocer ya lo que es el respeto y la tolerancia. 

Os decía que Juntos sigue el camino de Cómo perder un país, y así es, pero dando un potente paso hacia adelante. Si en el primero esta mujer forjada en la crónica periodística, que hubo de abandonar su país por sus investigaciones críticas contra el gobierno, miraba a las tendencias políticas, identificando el nuevo fascismo, visibilizando los pasos que conducen al vaciado, al derrumbamiento, de las democracias; en este pone el foco, como su título indica, sobre el nosotros, sobre los comportamientos de los hombres y mujeres llamados a participar unidos en la creación de nuevas sociedades. Digamos que esta entrega parte de los tonos negros y va en busca de colores más cálidos y amigables, como si Temelkuran hubiera empezado a ver la luz al final del túnel y pusiera toda su energía en demostrarnos que los cambios son posibles. 

¿Por qué aceptar la oscuridad? ¿Por qué creer que no hay opciones y limitarse a adoptar la cómoda postura de la conformidad, de la resignación?, son preguntas que nos hacemos mientras vamos leyendo. “Nos enfrentamos a la cuestión del mal incomprensible. El mal radical que paraliza la mente”, nos dice la autora en las primeras páginas del libro, remitiéndonos al cruel tiempo de las cámaras de gas y haciendo que nos detengamos en el horror del hoy, en los refugiados rechazados y abocados a la muerte por líderes autoritarios, por gobiernos e instituciones políticas indiferentes al sufrimiento. Es hora de mirar atentamente, de saber leer, de pensar, de despertar y reaccionar colectivamente, cuando se nos pide que adoptemos la insensibilidad para sobrevivir, inmersos “en el nuevo fascismo como forma de espectáculo de masas”, sometidos, “en el universo digital a las representaciones de lo peor de nuestra especie”.

Este es uno de los mensajes de un libro que va desgranando, a través de distintos pasos-capítulos, tomas de postura, direcciones, decisiones personales y colectivas para propiciar el despertar. “El mundo está grávido. Pero no es lo nuevo lo que lo lastra con su pesantez, sino nuestra falta de fe en su nacimiento (…) Necesitamos una política progresista de las emociones que contraponer a la materia oscura del auge global del fascismo. Necesitamos principios estimulantes que nos permitan ver cuán numerosos somos (…) Necesitamos un corazón, uno que sea capaz de aunar todas las protestas del planeta para revertir la peligrosa corriente de la historia”.

Ece Temelkuran. Foto: Jan Zappner/re:publica.

Cuenta la escritora que al final de las charlas de las que fue protagonista, en escenarios y países diversos, tras la publicación de Cómo perder un país, entrega de la que hablamos en otro artículo de “Lecturas Sumergidas”, había una pregunta suspendida en el aire:¿Y ahora qué hacemos?” Los asistentes se debatían entre formularla o irse a tomar una copa para olvidar todo lo escuchado, nos dice, tal vez convencidos de la escasez de opciones o atemorizados ante la idea de una revolución total como respuesta.

“Todos los “statu quo” tienen la capacidad mágica de engañar a las masas haciéndoles creer que, cuando el sistema se derrumbe, todo lo demás se derrumbará con él (…) El sistema económico y político que hemos construido ha alcanzado su límite, y, al empezar a caer, amenaza con arrastrarnos consigo (…) La enormidad del caos nos lleva a creer erróneamente que cualquier cosa que hagamos resultará demasiado exigua. Y al final tendemos a olvidar que nuestra especie es capaz de reinventarse incluso a través de las cosas más minúsculas”, escribe Ece Temelkuran con absoluta lucidez.

Este fragmento me parece esencial para entender el momento en el que estamos. El llamamiento a la no resignación se convierte en uno de los grandes motores de una obra que anima a recuperar la fe en la humanidad, en nosotros mismos. Se trata de despejar la niebla, de abandonar el pesimismo, de apostar por la capacidad de los seres humanos para crear belleza, para ejecutar actos nobles. La propia autora es consciente de que no pocos verán sus propuestas, sus opciones para afrontar hoy la vida real, como ingenuas. Es cierto que, acostumbrados a las informaciones banales, negativas sobre el mundo que habitamos; a tantos discursos centrados en lo material, en lo productivo, en el éxito de las vidas programadas para el consumo, para la digestión rápida de prácticamente todo, estamos dejando de utilizar el lenguaje de la justicia, de la dignidad, de la creatividad genuina.

El llamamiento a la no resignación ES uno de los grandes motores de “Juntos”, una obra que anima a recuperar la fe en la humanidad, en nosotros mismos. Se trata de despejar la niebla, de abandonar el pesimismo, de apostar por la capacidad de los seres humanos para crear belleza, para ejecutar actos NOBLES.

Ella lo plantea así: “A algunos, estas opciones pueden parecerles demasiado delicadas para la brutalidad de nuestros tiempos. Sin embargo, todo lo que tiene valor es frágil; lo bello, lo humano y lo verdadero. Y cuando todo lo frágil se suelde de modo que configure una sólida historia de nuestra especie, solo entonces no sonaría extraño que yo de repente dijera: Creo en ti”.

Llegada a este punto no puedo evitar pensar en otro ensayo: Humano, más humano, del filósofo Josep Maria Esquirol, quien nos invita a reconocernos en la fragilidad, en la vulnerabilidad, y nos conduce al concepto de “resistencia íntima”. No es el único pensador al que me ha remitido Ece Temelkuran. Emilio Lledó asoma cuando habla de la dignidad como valor a recuperar con urgencia. Y los maestros franceses Edgar Morin y Jean-Luc Nancy cuando vislumbra el fin del capitalismo y el surgimiento de un nuevo mundo sobre estructuras bien distintas. “Estamos delante de la-nada-o-algo-completamente-diferente (…) Nosotros somos el tiempo que viene (…) Mientras el mundo “desarrollado” de hace medio siglo se destruye en el frenesí de una inquietud general, otros mundos quieren probar suerte”, dejó escrito el segundo.

Como os comentaba, la autora propone diez opciones-decisiones para el ahora, diez capítulos en los que se estructura el ensayo. El primero de ellos se centra en la fe, la fe en lo humano, lejos de cualquier connotación religiosa. Temelkuran prefiere hablar de fe que de esperanza. Va en busca de su sentido en esta entrega en la que plantea una gran pregunta: “¿Están los humanos fundamentalmente corrompidos?” Una cuestión, reflexiona, que en estos tiempos confusos que “nos brindan las representaciones más feas y rastreras de la humanidad” encierra “un pensamiento peligroso”, pues socava “nuestra razón esencial para existir y actuar”. Una pregunta, me planteo yo, que seguramente se hicieron antes que nosotros, y con motivos sobrados, nuestros antepasados en el largo hilo de la humanidad, pero que en pleno siglo XXI, cobra especial relevancia, pues se supone que los avances y conocimientos alcanzados deberían habernos conducido en otra dirección; no hacia la regresión, sino rumbo al entendimiento entre naciones, a la igualdad entre razas, géneros y clases, a la concordia. 

Turquía es un país difícil para vivir, pero Europa y América también han empezado a serlo, nos dice Temelkuran, recordando que Italia, con Berlusconi, fue el primer país europeo en experimentar el brusco giro de la historia, y que ya, en todas partes, hemos empezado a cuestionar la protección de las leyes y de los códigos morales. “Occidente también está experimentando lo paralizante que resulta presenciar tragedias cuando estas se entremezclan con irracionalidades, servidas con despiadadas mentiras por bufonescas figuras políticas”, escribe. Y continúa: “El único aspecto positivo de este laberinto político y moral de alcance mundial es que ahora estamos todos juntos en él, ningún país se salva, y por eso debemos aferrarnos unos a otros para encontrar la salida”. 

Frente a la profunda sensación de fracaso, habría que insistir en la capacidad colectiva para cambiar de rumbo; inocular en la gente la fe en su propio poder; tener en cuenta no sólo los logros y derrotas materiales en el discurrir de la historia de la humanidad, sino también las aspiraciones; hacer frente al cinismo de nuestro tiempo con compasión y convicción moral. De todo esto nos habla Ece Temelkuran en las páginas de Juntos, donde nos anima a buscar situaciones donde ha ganado la solidaridad, la empatía, momentos de gente haciendo lo correcto en situaciones complicadas que ocupan menos espacio en los medios de comunicación que las noticias negativas, pero que muchas veces se vuelven virales en las redes. 

Si algo caracteriza a la ensayista es la inclusión de ejemplos en sus libros, de vivencias, tanto personales como de personas cercanas o de gente que le ha aportado testimonios a lo largo de su trayecto como periodista. Cada uno de los puntos tratados en la obra, del mismo modo que sucedía en Cómo perder un país, se acompaña de realidades. A mi parecer ese enfoque de crónica, que asoma en determinados trechos, es un gran acierto, pues nos aproxima más a los asuntos tratados, nos hace ponernos en la situaciones de las que se habla y llevarnos al cuestionamiento de hechos y verdades asumidas. 

La realidad es el tema que centra el segundo capítulo del libro, donde Temelkuran se vale de distintas experiencias, entre ellas las vividas en compañía de miles de personas en las protestas de la plaza de Gezi (Turquía) en 2013, para reflexionar y convencernos de que no hay que huir de las turbulencias del tiempo que nos ha tocado vivir por temor a resultar heridos, sino afrontarlas, vivirlas, ser conscientes de nuestra capacidad de acción. 

La autora echa la vista al pasado reciente y nos dice que el negocio del miedo empezó a despuntar a finales de la década de 1970, consolidándose en la de 1980, cuando, como explica con absoluta clarividencia, “la idea de construir nuestras propias realidades individuales, impolutas y proporcionales a nuestro poder adquisitivo, había pasado de ser inmoral a convertirse en algo normal. La realidad mundial había pasado a parecerse a una enfermedad incurable que solo tenían que sufrir los pobres y los desdichados. Para mantenernos sanos, debíamos esforzarnos, y comprar espacio y tiempo personales, a fin de que nuestras realidades individuales estuvieran completamente libres de la asquerosa carga del mundo”.

Ece Temelkuran. Foto: RCW Literary Agency.

Si hay un mensaje poderoso en el libro del que os estoy hablando, insisto, es el de que desde la conformidad, la indiferencia y el exilio de la realidad nada puede transformarse. Es necesario el encuentro con lo real, la resistencia y la acción conjunta para que el cambio hacia sociedades mejores sea posible. Cuando la felicidad se fuerza en las redes; cuando hemos aceptado ser empresas de nosotros mismos, cuesta vivir sin espejos. Cuando toda la energía se emplea en protegerse del exterior, de sus embates, olvidamos que en las afueras también existe la belleza, la magia, la alegría, el sentido de la vida.

Para aquellos que no tienen más remedio que penetrar en la verdadera realidad y luchar con ella, su resistencia crea algo muy poderoso. Al elegir solo observar esa lucha desde la distancia, los espectadores se privan no solo de la oportunidad de aprender el arte de la resistencia, sino también de su magia, que engendra alegría”, vamos leyendo. 

Os aseguro que este libro que tengo entre las manos nos enseña mucho sobre el mundo que habitamos y sobre nosotros mismos. La capacidad de observación y de exploración de esta mujer, tanto de los movimientos exteriores como interiores, resulta deslumbrante. Puede que nos sintamos reflejados en el espejo que nos muestra y que eso nos duela, porque, efectivamente, somos parte de una sociedad que nos ha convertido en espectadores temerosos de las tragedias ajenas, y nos hemos acostumbrado a ir sobreviviendo de crisis en crisis, de acometida en acometida. Pero agradecemos otras perspectivas, palabras renovadas. Necesitamos el impulso que esta obra nos proporciona para visibilizar las contradicciones de nuestro tiempo y nuestra propia fragilidad; para creer en otras posibilidades. 

Temelkuran habla del tiovivo del miedo en el que estamos inmersos y nos dice: “Cada temor nos ofrece un nuevo fragmento de conocimiento de nosotros mismos -y de los demás- (…) Los miedos imaginarios resultan más difíciles de gestionar, pero cuando nuestro miedo tiene una base real, como ocurre en el turbulento mundo actual, la única cura es trivializarlo situándolo en una perspectiva más amplia. Solo entonces podemos recordarnos mutuamente nuestra común debilidad, nuestra risible miseria y la hermosa fragilidad sobre la que se construye nuestra existencia”. 

Juntos es un ensayo que mezcla la crónica, la experiencia y la reflexión, nutriéndose de los fondos de la filosofía; nada de libro de autoayuda, aunque los títulos de los distintos capítulos pudieran llevar a engaño (Elige la amistad; Elige el arrecife en lugar de la chatarra; Elige la atención antes que la ira, por ejemplo). Ece Temelkuran hace un llamamiento a recobrar la dignidad, y ese simple gesto, esa defensa, ya es un fuerte impulso si somos capaces de transmitirla, de fortalecerla. “La dignidad no puede repararse cuando hay desigualdad, y no es posible el amor cuando la crueldad es la norma que rige el sistema”, nos recuerda.

La dignidad es uno de los pilares básicos del ensayo cuyas páginas sigo pasando. “Dignidad es una palabra que tiene la capacidad de atravesar todos los estratos de la sociedad, desde el más alto, donde se hacen los grandes negocios, hasta el más bajo, donde el chico del té se sienta con los hombros caídos. Por eso en el mundo actual, en el que nuestro sistema representa su último acto, la palabra puede tener el poder de unir a la gente para construir una vida mejor” (…) “Si se nos recuerda la alegría de la dignidad con la suficiente frecuencia, ¿quién sabe?, puede que incluso sea esa palabra la que cambie el mundo. De hecho yo apostaría por ello”, escribe la autora.

“La dignidad no puede repararse cuando hay desigualdad, y no es posible el amor cuando la crueldad es la norma que rige el sistema”, señala Ece Temelkuran en un ensayo que mezcla la crónica, la experiencia y la reflexión, nutriéndose de los fondos de la filosofía.

Podría concluir aquí este artículo. Me parece un buen final, pero queda mucho trecho de camino, muchas ideas inspiradoras. Como os decía antes, esta entrega es capaz de reflejar con lucidez la cultura de nuestro tiempo, una cultura de la exhibición, “donde a quien mantiene una actitud reservada se le considera raro o incluso enfermo”; donde, cuando la norma es contar cada historia personal, “a quien no lo hace se le tilda de distante, asocial y frío”. Estas ideas sirven de preludio a Temelkuran para situar a la joven activista medioambiental Greta Thunberg, a quien se acusó de ser “extraña, ajena al mundo, rara y enferma, distante, asocial y fría”, hasta que confesó su síndrome de Asperger, lo cual alivió a sus detractores, pues esos rasgos de carácter nada usuales se debían a una enfermedad diagnosticada. 

La joven activista medioambiental Greta Thunberg. Foto: Anders Hellberg.

Temelkuran define a Thunberg como una especie de “santa laica y valora que no muestre ira, ni siquiera cuando dice que está furiosa. “Lo que hace, en cambio, es presentar al mundo una forma distinta de ser: un estado de atención máxima e ininterrumpida. Lo que ella tiene, y lo que pide a sus seguidores que tengan, es el tipo de atención que se alza sobre el ruidoso carnaval actual de emociones”, señala la escritora en esta parte de la obra que me parece sumamente interesante y que continúa con el retrato de la joven activista: “Su resuelta atención y la coherente acción que la acompaña (…) recuerdan a la gente hasta qué punto está contaminada por el cinismo, la excesiva ironía y la ira intrascendente. La gente empieza a recordar lo que no recordaba haber olvidado: cómo actúan las personas y qué aspecto tienen cuando se comprometen. Es como si el mundo redescubriera el sabor de la atención resuelta, y la posibilidad de sustituir la ira por la resistencia a la distracción”. 

Mantener la atención es fundamental para observar con claridad lo que está sucediendo en nuestra época y para detectar las maniobras de la ultraderecha que pretenden desviarnos de lo que de verdad importa. Los “interminables y extravagantes espectáculos” del fascismo, “y la reacción a cada una de esas infinitas irracionalidades, agotan al individuo machacándolo hasta provocarle finalmente un aturdimiento irreversible (…) Solo si enfocamos nuestra mirada sin pestañear en el funcionamiento de la maquinaria política podremos evitar quedar aturdidos por las fascinantes pero insignificantes representaciones de ella que cada día se nos ofrecen”, apunta la ensayista.

En Juntos Temelkuran ilumina distintos ángulos de la realidad, separa las piezas de su complejo entramado, para que seamos capaces de reirar la niebla y ver dónde están los conflictos de fondo, las trampas del sistema. Uno de los méritos de la obra es el de la visibilización, el de la claridad. La autora aporta argumentos, explica dónde están las minas para que seamos capaces de traspasarlas. Y, al mismo tiempo, ofrece experiencias, cauces, para luchar contra esa especie de dañina parálisis, de abatimiento, en que nos sume la actualidad. 

Los “interminables y extravagantes espectáculos” del fascismo, “y la reacción a cada una de esas infinitas irracionalidades, agotan al individuo machacándolo hasta provocarle finalmente un aturdimiento irreversible”, ESCRIBE LA AUTORA.

El capítulo quinto del recorrido, titulado Elige la fuerza antes que el poder, se centra en el cuerpo femenino, en la lucha incansable de las mujeres por alcanzar la igualdad. Temelkuran parte de sí misma, de sus propias dolencias físicas y emocionales, para integrarse en la caudalosa corriente feminista. “Durante siglos no ha habido ni un solo día de descanso para este cuerpo: desde que tenemos memoria hemos estado resistiendo o sometiéndonos”, argumenta.

Se ha desarrollado un odio global, babeante, contra la mujer, y ese rencor no es accidental. Los ataques son subrepticios, pero devastadores; intermitentes, pero decisivos. Llegan a través de un cambio insignificante de alguna ley o de un aumento inadvertido de la confianza en sí mismos que muestran cierto tipo de hombres en la calle”, prosigue, alertándonos de que no basta con cambiar de tema, pasar a otra cosa, demorar la reacción.

Hoy, en todo el mundo, frente a los avances feministas, “los representantes de lo masculino radical se han puesto en marcha y están más envalentonados que nunca (…) Fueron sus ancestros quienes quemaron vivas a las mujeres cada vez que la estructura de poder se veía amenazada (…) Hoy se organiza y moviliza a través de la amplia sonrisa del nuevo fascismo y se extiende por todo el globo. Está en todas partes”, sigo leyendo. 

Sostiene la autora que la lucha actual no es solo contra las mujeres, sino contra todo lo femenino, y que son las mujeres (“lo colectivo-femenino actuando como un solo cuerpo”) las que están en primera línea, liderando la resistencia para impedir que ese sector masculino, “por desgracia armado con el aparato estatal de algunas de las naciones más poderosas del mundo”, acabe esquilmando la Tierra, terminando de ejecutar el atroz ataque a “nuestros ríos, nuestro aire y nuestro suelo”. 

Ece Temelkuran pone ejemplos de acciones realizadas en distintas partes del mundo por mujeres “que protegen todo lo fértil igual que protegen sus cuerpos”. Yo pienso en la hondureña Berta Cáceres y en tantas otras activistas asesinadas en Latinoamérica y demás partes del mundo. Esas mujeres saben que “acaso sus opresores no tengan límites a la hora de exhibir un poder brutal, pero también saben que la fuerza es más duradera que el poder. Y la fuerza viene de dentro. Su objetivo no es solo arrebatarle el poder a lo masculino-radical. Lo femenino debe reemplazar la dominación por el cuidado, la competencia por la cooperación, y la explotación del planeta y de la humanidad por el sustento y el apoyo mutuos. En el siglo XXI lo femenino puede reemplazar el poder por la fuerza. Es, si se quiere, una revolución moral”, expone la ensayista.

“Lo femenino debe reemplazar la dominación por el cuidado, la competencia por la cooperación, y la explotación del planeta y de la humanidad por el sustento y el apoyo mutuos. En el siglo XXI lo femenino puede reemplazar el poder por la fuerza”.

En este libro Temelkuran aboga por no perderse en las diferencias, en las guerras culturales, en las políticas identitarias. Debemos compartir juntos la carga de nuestro tiempo. Debemos unirnos, “hombres incluidos, en la empresa de construir un mundo femenino”, señala, argumentando que “a medida que el sistema actual se desintegra está surgiendo un vacío de poder” y que “si todo lo femenino se prepara adecuadamente y reivindica el futuro, será posible construir un nuevo mundo desde el interior de la confusión”.

Estas páginas, que en mi opinión se convierten en un faro, en un potente despertador, son esenciales en el discurrir de la obra. Pero no lo son menos las que desmontan las tesis de quienes, a día de hoy, siguen sosteniendo que no puede haber nada más allá del capitalismo; por suerte cada vez con más voces críticas en contra. La autora recurre al economista francés Thomas Piketty, quien en libros recientes, como El capital en el siglo XXI, no solo ha demostrado que el sistema no funciona, sino que además nos precipita “hacia un fracaso de dimensiones colosales”.

El economista Thomas Piketty. Foto: Fronteiras do pensamento.

¿Por qué, de qué manera, hemos llegado a creer en el capitalismo ciegamente, a seguir sus dictados, convencidos de que no hay alternativas y de que ofrece el mejor de los mundos posibles? ¿Qué hace falta para que de una vez nos quitemos el velo y seamos capaces de mirar a otros horizontes de futuro? Estas son las preguntas a las que nos conduce la lectura de Juntos. Los argumentos que ofrece Ece Temelkuran son convincentes y, por fortuna, cada vez son más compartidos por sectores amplios de la población.

Hasta el Foro Económico Mundial ha cambiado de tono y empieza a utilizar un lenguaje distinto para hablar de “un futuro más justo, sostenible y resiliente”, indica la autora, quien sostiene que para ello se requiere “un nuevo contrato social centrado en la dignidad humana y la justicia social, y donde el progreso de la sociedad no vaya por detrás del desarrollo”.

Muchas veces las propuestas económicas de los partidos de izquierda que se centran en esos principios son desdeñadas porque se ha inoculado la idea de que son demasiado utópicas o están fuera del tiempo. Los poderes se las arreglan para, a través de sus brazos mediáticos, convencer a la población de que son inaplicables, arcoíris y unicornios”, recuerda la escritora estas palabras con las que un taxista afroamericano de Washington le definió las ideas de la política progresista Alexandria Ocasio-Cortez.

En este punto vuelve a Piketty, quien formula propuestas “que no tienen que ver en absoluto con arcoíris ni unicornios”. Propuestas como “un reparto más amplio del poder en las empresas para constituir una auténtica propiedad; el establecimiento de impuestos progresivos a las grandes fortunas de modo que la propiedad del capital sea temporal, y la creación de una dotación de capital universal para cada joven adulto…”  

Os aseguro que este libro del que os hablo tiene la capacidad de cambiar las percepciones, las miradas sobre el mundo que habitamos. Solo hace falta tener confianza, fe, para empujarlo en una dirección diferente, y, sobre todo, ser conscientes de que hay que cambiar ciertos hábitos y costumbres por el bien común; entender, por ejemplo, que el exceso de consumo no da la felicidad. Son muy inspiradoras las páginas en las que Temelkuran desarrolla la idea de que “la felicidad consiste en saber que tienes suficiente”, en la línea de una obra como Lo pequeño es hermoso, del economista Ernst Friedrich Schumacher, un ensayo que aboga por una economía hecha a la escala de las personas, que plantea enfoques alternativos y ecológicos de la ciencia económica.

Son muy inspiradoras las páginas en las que Temelkuran desarrolla la idea de que “la felicidad consiste en saber que tienes suficiente”, en la línea de una obra como “Lo pequeño es hermoso,” del economista Ernst Friedrich Schumacher.

Ninguna de las revueltas producidas en las últimas décadas han sido en balde. Todas suman y son un impulso hacia adelante. Los partidos políticos progresistas deben encontrar la manera de alinearse con los movimientos sociales, no dejar a nadie fuera en la lucha por rescatar la democracia de las garras del fascismo y por salvar el planeta. “Esta es la era de lo inimaginable y lo imprevisible (…) Debemos abandonar el escepticismo (…) “El cambio de sistema ha empezado ya”, señala Temelkuran.

Llegada a este punto, tomo un par de fragmentos que forman parte del trecho final del revelador, clarificador, camino que ha sido para mí la lectura de Juntos:

– “Un sistema que se desmorona amenaza con arrastrarnos consigo, junto con nuestra fe en todo lo que ha erigido la humanidad: en todos los consensos morales, políticos y científicos. Así es como la nueva forma de fascismo ha abierto y seguirá abriendo una nueva grieta en la normalidad, un estado que ya venía mostrando signos de desgaste. Hoy podemos determinar en qué dirección se extenderá esa grieta en virtud de las palabras que decidamos pronunciar y que adoptemos como base sobre la que actuar. Porque en este momento del tiempo, pese al espectáculo de los caudillos que han secuestrado nuestras democracias, nadie tiene realmente el control”.

– “Busco palabras irrefutables para que podamos reunirnos en torno a ellas y permanecer juntos durante esta negociación con nuestro tiempo. La palabra “democracia” no nos sirve, y exigir derechos humanos ya no estimula a las masas como antes. Por eso prefiero “dignidad”

El planeta está a punto de dar a luz a lo nuevo”, vuelvo al inicio de este artículo. Ojalá que dentro de poco podamos celebrar la capacidad visionaria de Ece Temelkuran, la que ya demostró al escribir Cómo perder un país, donde detectó la deriva de las democracias occidentales, haciendo visibles los males políticos y morales de nuestra época. Caminar con confianza hacia adelante, juntos en defensa de la dignidad, portando su antorcha, es el más estimulante anhelo de este libro. Su portada es muy significativa: muchas “Caperucitas rojas” unidas, enfrentadas al lobo, venciendo al miedo; pero sabemos que no estamos dentro de un cuento. Sabemos que ya es hora de avanzar sin temor hacia liberadores horizontes de futuro. “Si se nos recuerda la alegría de la dignidad con la suficiente frecuencia, ¿quién sabe?, puede que incluso sea esa palabra la que cambie el mundo”, escribe Temelkuran. Es muy inspirador, hermoso. ¿Apostamos por ello?

Juntos. Un manifiesto contra el mundo sin corazón, ha sido publicado por Anagrama, en su colección Argumentos, con traducción de Francisco J. Ramos Mena.