Foto Cabecera por Jairo Vargas /
Emma Rodríguez © 2023 /
Creo que no soy la única que se ha preguntado en algún momento qué pensaría un extraterrestre si visitara nuestro mundo; si tuviera la oportunidad de observar el modo de vida en un planeta que no estamos siendo capaces de cuidar, de preservar. Siempre me imagino que ese ser lejano llegaría desde un lugar en el que el amor a la naturaleza, el respeto a la diversidad de géneros y razas, la justicia social, fuesen principios incuestionables. Nunca me planteo lo contrario, no sé por qué… No creo ser muy original en mis divagaciones. Hay películas, series, obras de ficción, que dan vueltas sobre esto una y otra vez.
Por citar una lectura reciente, hay una novela muy inspiradora de Amin Maalouf, Nuestros inesperados hermanos, que se mueve en esas coordenadas, que, sin ser exactamente eso, cuenta la historia de unos visitantes que surgen para hacernos ver la parte luminosa de la humanidad que podríamos elegir ser. Pero todo esto no es sino un simple preludio para hablar de la última entrega de Lara Moreno, La Menuda, una original narración, incluida en la colección de cuentos ilustrados de Páginas de Espuma, en la que un ser extraño, cuya procedencia espacial y temporal desconocemos, aunque tendemos a creer que ha llegado desde otro universo, se acerca al presente y se introduce en las casas, en las vidas, de personas del ahora en las que podemos sentirnos reflejadas.
Esto último lo digo porque la autora hace mención a hechos de actualidad, a acontecimientos reconocibles, a las sensaciones de ansiedad, inquietud e incertidumbre en las que nos movemos en este siglo XXI en el que los grandes avances de la comunicación y la tecnología se unen a la crisis climática, las emergencias sanitarias, la tragedia de los migrantes, los campos de refugiados, el estallido de guerras… A ese mundo llega la Menuda. No es el punto de partida de la historia que relata Moreno lo que más llama la atención, sino la fuerza de la mirada, de la voz, del personaje.
“Me dicen La Menuda. Soy muy pequeña, pero no hay que alarmarse. Mi cuerpo es proporcionado, nunca se me ven los dientes al comer y suelo llevar puesto un abrigo verde de paño. No soy un personaje de ciencia ficción. No he salido de un cuento para niños ni soy la ilustración de una camiseta de moda naïf…” De este modo comienza la narración, así se presenta la protagonista de este cuento brillantemente ilustrado por la artista murciana Ilu Ros, quien recurre a trazos de carácter expresionista para dar cuenta de lo insólito y para trasladarnos a una realidad desfigurada, distorsionada, fragmentada.

Estamos ante un libro que leemos de un tirón, desde el asombro y la curiosidad lectora, sintiéndonos reflejados en el espejo, aceptando la caricatura. Nos reímos con la Menuda, con sus toques de humor, con sus apuntes sarcásticos, burlones, pero, al mismo tiempo, podemos llegar a ensombrecernos ante las verdades que saca a la luz. Me atrevería a decir que Lara Moreno (Sevilla, 1978) se permite en este cuento lanzar un grito ante el mundo, expresar todo lo que le duele, la furia y la impotencia ante un ahora en el que se pierde de vista lo esencial, en el que la conformidad anula las luchas por los derechos y el “sálvese quien pueda” cada vez es más aceptado por mayorías desconectadas de los vínculos colectivos.
Este cuento tan sugerente forma parte de un discurrir narrativo atento a las inquietudes del hoy. Uno de los resortes que mueven la literatura de la autora de títulos como Por si se va la luz, Piel de lobo o La ciudad, su tercera novela hasta el momento, que aborda el tema de la violencia contra las mujeres, es el cuestionamiento de la realidad, el intento de desmontar esas verdades asumidas, inculcadas por la tradición, por la estructura familiar, por la enseñanza. Le atrae a Moreno la puesta en pie de personajes atrapados en momentos de vulnerabilidad, de extrema fragilidad, como señalaba en una entrevista que ocupa otra página de “Lecturas Sumergidas”, en la que también comentaba: “Me interesa mucho sacar a la luz la sordidez (…) Trabajo con lo que no se ve, con lo que se oculta. Voy a lo oscuro, a lo profundo”.
Nos reímos con “la Menuda”, protagonista de un sugerente cuento ilustrado de Lara Moreno, con sus toques de humor, con sus apuntes sarcásticos, burlones, pero, al mismo tiempo, podemos llegar a ensombrecernos ante las verdades que saca a la luz.
Si resulta interesante el personaje de la Menuda es por las muchas interpretaciones, lecturas, que abre. Ella representa a quienes llegan de fuera, a los ajenos, los extraños, los extranjeros, que deben adaptarse, siempre con el miedo al rechazo a cuestas, pero también con la distancia suficiente como para apreciar con mayor lucidez, sin las limitaciones de los apegos, los entornos de llegada. Ella parece, al mismo tiempo, una especie de voz de la conciencia, una suerte de doble con el don de visibilizar las inconsistencias que nos definen: la falta de convicciones, los principios abandonados, la sumisión a los dogmas de un sistema que todo lo convierte en mercancía, donde los conflictos y los terrores, vistos desde un cómodo sofá, parecen siempre ajenos.
“Qué lejos estamos de todo, dicen ellos (…) Qué lejos estamos de todo; y nadie se mueve. Traigamos el horror donde no duele…”, nos acercamos a las anotaciones, al monólogo, de la protagonista, a lo que va escribiendo, porque debe dejar constancia de sus pensamientos, de sus observaciones, de los cambios que van acaeciendo en ella mientras conoce a otras personas y comparte experiencias.

Al principio la vemos junto a dos hombres muy distintos que viven juntos, Tilo y Remo. Con ellos emprende viajes, disfruta de músicas, descubre literaturas, escucha noticias, les acompaña en sus anhelos de cambio, en sus frustraciones, sus incoherencias y sus miedos. Los miedos están muy bien reflejados en el relato; llegan a través de las pantallas y duran el tiempo en que se les presta atención mediática; irrumpen en lo cotidiano y se van superponiendo unos a otros. Gaza, Israel, Estados Unidos, Rusia, Uganda, Ucrania, Venezuela, Sudán… Bombas, petróleo, pena de muerte, pandemia, neoliberalismo… El ser pequeño va haciendo suyos puntos del mapa, palabras que definen el presente que ha empezado a habitar.
Un punto de fantasía lo recorre todo, hay movimientos de ángulo, distorsiones, que nos llevan a creer que pisamos terrenos distantes. Se muestran situaciones, modos de estar, que pueden resultar desconocidos, pero son los símbolos, las palabras que se utilizan, el uso del lenguaje, lo que nos confunde. Todo lo que se narra es real, demasiado real. Es la Menuda la que logra acceder al absurdo de los discursos, de los gestos, de los comportamientos.
Escuchémosla: “He venido a parar a un lugar donde todo se ve desde lejos. Aquí mis anfitriones o mis carceleros tienen un miedo atroz porque dicen que están en las últimas. Tilo no se preocupa tanto porque según cuenta siempre ha vivido en desequilibrio, su Centro se abastece de la inseguridad, y a más inseguridad, más verdades, los alimentos siguen llegando y saben buscarse la vida. Remo es distinto. Es distinto para todo y a la vez el más homogéneo. Aunque no sale de casa recibe el sustento mensual de una empresa que se dedica a estudiar, transcribo sus palabras, “el infinito de la nada”. El infinito de la nada es algo que no se acaba nunca y cuya inutilidad está más que demostrada, pero la civilización consiste en eso, en poder desarrollar lo inútil y en formar ejércitos de solitarios u oficinistas que trabajarán por siempre amasando la virtualidad de lo que no existe y para nada sirve”.
Lara Moreno ha construido un cuento lleno de sugerencias en el que destaca una voz poderosa, rebelde, que no teme ejercer la crítica más feroz, formular las grandes preguntas que vamos arrinconando en el empeño por sobrevivir sin hacer ruido, mientras una crisis de grandes proporciones está devastando el planeta. ¿Qué hacemos? ¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Somos meros espectadores? ¿En qué han quedado hoy las revoluciones?, podemos llegar a plantearnos mientras vamos leyendo. Pero no quiero que creáis que en el relato todo es tan trascendental, tan grave. Para nada. El humor es una constante. Hay momentos en que no podemos dejar de reír ante las peripecias por las que pasa la protagonista, que incluso llega a vivir una aventura de carretera, un verano movido, junto a los que son sus compañeros de camino (primero con Tilo, después con Remo).

La Menuda no se conforma, quiere conocer otros escenarios y abandona a sus primeros observados en busca de otras vidas en las que le merezca la pena detenerse, en las que participar. Ahí aparece Oda, una mujer distante que se dedica a ver la televisión y a recibir visitas que acuden a su casa para que les lea las cartas del tarot. Ahí aparece Ida, la sobrina adolescente de esta, el personaje al que más afín se siente la protagonista. Otras músicas suenan y otros libros hacen acto de presencia (Ida siente pasión por Roberto Bolaño). Las noticias no paran… Las tragedias se suceden. “Todo es mentira” (…) “Nada tiene solución”, gruñe en ocasiones Oda y cambia de canal.
destaca en el relato la voz rebelde, de la protagonista, quien no teme ser crítica, formular las grandes preguntas arrinconadas en el empeño por sobrevivir sin hacer ruido, mientras una crisis de grandes proporciones está devastando el planeta.
Lara Moreno e Ilu Ros, con esas ilustraciones que actúan como ventanas, o, mejor, como mirillas a través de las cuales observar los interiores del relato a la manera de privilegiados “voyeurs”, nos regalan un cuento con el que reír y pensar. “A veces siento que mi pequeña cabeza va a explotar. Veo el horror con más claridad de lo que lo vi nunca. Lo veo acercarse como siempre que el horror se acerca al mundo, escandaloso y disimulado. Pero también veo otras cosas: la increíble capacidad para la risa y la frivolidad (…) Qué divertidos son los humanos”, va narrando la Menuda, quien en otro momento es consciente de que “es difícil amar a los humanos sin despreciarlos”.

Además de todo lo dicho, Lara Moreno se permite en esta entrega, compuesta de 12 capítulos, 12 actos, 12 monólogos o miradas, levantar un juego sobre el hecho de contar, de construir historias; sobre la escritura y sus límites. “¿Y esa manía de contarlo todo, desde el principio de los tiempos, que yo he tenido que acatar al venir a su mundo? ¿Y esa manía de dejar huella, aunque sea residual?”, se pregunta el personaje central, quien concluye: “El ser humano es una histriónica forma de expresión constante”.
La Menuda se acaba despidiendo de nosotros, quienes la leemos, nos habla de su desaparición, pero no es cierto. Estará presente mientras haya quienes recorran las páginas que dejó escritas en este cuento que no tiene final feliz, pero tampoco lo contrario. Pensaré en ella tal cual la ha dibujado Ilu Ros, pero también con fondo de árboles y sonido de pájaros, pues descubrí sus pensamientos sentada en un banco de uno de mis lugares favoritos dentro de una ciudad contaminada, agresiva, cada vez menos habitable, pero en la que, pese a todo, podemos seguir trazando nuestros particulares mapas. Los cuentos, me quedo pensando, son ventanas abiertas, propias, desde las que mirar de otra manera.
La Menuda, de Lara Moreno, con ilustraciones de Ilu Ros, ha sido publicado por la editorial Páginas de Espuma.