Jessica Bruder, en la carretera con las nuevas tribus nómadas

Emma Rodríguez © 2020 /

Foto cabecera cedida por Capitán Swing: Sameer en su furgoneta con Mr. Pico.-

País nómada se titula un ensayo de la periodista Jessica Bruder que pone palabras e imágenes a una nueva realidad que define el siglo XXI, la de la gente que, debido a las recientes crisis económicas, se está quedando fuera del sistema y buscando nuevas alternativas, nuevos modelos de vida, para proseguir la marcha. Lo que nos cuenta sucede en Estados Unidos y se adapta a sus singularidades geográficas y culturales, pero nos acerca a posibles horizontes de futuro en Europa y otras partes del mundo.

Sabemos del hambre y de la miseria en el Tercer Mundo, de la desesperación de quienes abandonan sus lugares de origen en pateras,  de tantos refugiados que huyen de la guerra y se enfrentan a fronteras cerradas. Aparecen constantemente en las noticias, pero, lamentablemente, existe un vergonzante efecto de inmunización en las sociedades desarrolladas que, por regla general, lo observan como algo lejano ante lo que poco se puede hacer. Esto en lo mejor de los casos, sin detenernos en la corriente xenófoba, fascista, que avanza. Es cierto que la pandemia que nos ha tocado vivir debería estar acercándonos más al sufrimiento ajeno; nos debería hacer tomar conciencia de que la desgracia, la herida, es global. Y sin embargo…

Cada vez escuchamos hablar más de los desplazados climáticos. Y, pese a las evidencias, a la voz de alarma de los expertos, puede que tampoco prestemos demasiada atención porque sigue sonando como algo distante. Podemos cerrar los ojos, pero tal vez sea el siguiente capítulo de nuestra historia próxima. Todo esto es un preámbulo para poner un poquito en perspectiva el ensayo del que os quiero hablar. Lo que cuenta Jessica Bruder sucede en Estados Unidos, pero cuando seguimos a sus protagonistas los sentimos vecinos. Tiene que ver con el gran trabajo periodístico que desarrolla la autora. Tiene que ver con el hecho de que los acontecimientos se desarrollan en un país rico, en la gran cuna del capitalismo y reflejan la agonía del sueño americano.

En este libro se ve la prosperidad hecha añicos, se observa la experiencia de ciudadanos de clase media que de pronto han tenido que echarse a la carretera para sobrevivir porque la crisis inmobiliaria les ha dejado sin casa, porque las pensiones de jubilación no les llegan, porque no pueden permitirse hacer frente a los altos alquileres de las viviendas, además de a los pagos de electricidad, calefacción, alimentos, medicinas, tratamientos sanitarios… Una situación que sí empieza a ser reconocible en las hasta hace poco consideradas urbes de la abundancia. País nómada, subtitulado Supervivientes del siglo XXI, es capaz de poner ante los ojos de los ciudadanos del Primer Mundo un buen material para sus peores pesadillas. Sucede en Estados Unidos, pero a diario asistimos a situaciones de familias que son desahuciadas en España, algo a lo que parece que ya nos hemos acostumbrado y que es fruto de un mismo sistema desigual y explotador.   

La periodista Jessica Bruder

De ahí que la crónica de Bruder resulte tan desasosegante y al mismo tiempo tan conmovedora. Nos reconocemos en las personas con las que habla porque pronto podremos ser nosotros y nosotras en circunstancias similares. Quienes abran las páginas de este libro podrán sentir indignación ante la situación de hombres y mujeres, muchos de ellos en la tercera edad, que se ven abocados a vivir en caravanas y a desarrollar trabajos temporales precarios para subsistir.

En “PAÍS NóMADA” se ve la prosperidad hecha añicos, se observa la experiencia de ciudadanos de clase media que de pronto han tenido que echarse a la carretera para sobrevivir. los acontecimientos se desarrollan en la gran cuna del capitalismo.

A mí me ha pasado. Me he quedado perpleja ante hechos que no conocía con tanto detalle, por ejemplo, las duras condiciones a las que son sometidas personas de edad avanzada que trabajan en los almacenes de la poderosa Amazon. Pero no se trata solo de esto. Tras los testimonios que se presentan (experiencias contadas no por seres de ficción sino por ciudadanos con nombres y apellidos) intuimos que está naciendo una nueva conciencia: el sistema neoliberal está fallando y necesita ser sustituido por modelos sociales basados en la igualdad, en el refuerzo y cuidado del bien común. 

Jessica Bruder dialoga y comparte recorrido con estadounidenses que, pese a sus difíciles devenires, están descubriendo que no se puede gastar la vida solamente en trabajar para hacer frente a los gastos materiales; que no todo se basa en la seguridad, la comodidad y las posesiones; que no hay que renunciar a los horizontes amplios, a la amistad, al sentimiento de ayuda, de comunidad. De ahí que el libro del que os hablo resulte tan sobrecogedor e impactante.

Siempre ha habido poblaciones itinerantes, trabajadores ambulantes, vagabundos, espíritus inquietos, pero ahora, en el segundo milenio, está surgiendo un nuevo tipo de tribu nómada. Personas que jamás imaginaron que podrían llevar una vida itinerante se han lanzado a la carretera. Han renunciado a vivir en casas y apartamentos tradicionales para instalarse en lo que algunos llaman “viviendas sobre ruedas” –camionetas, autocaravanas de segunda mano, autobuses escolares, furgonetas adaptadas, remolques o simplemente viejas berlinas–, huyendo de las disyuntivas imposibles a las que debe hacer frente la antigua clase media…”, explica Bruder en las primeras páginas del libro. Una obra que la sitúa en la estela de los grandes autores del nuevo periodismo nortemericano, una corriente caudalosa iniciada en la estimulante década de los 60, que, con el tiempo, se ha ido bifurcando por geografías diversas y que, pese a las dificultades, pese a las prisas que dominan en la actualidad el mundo de la información, sigue avanzando a través de obras como la que nos ocupa.

Pienso ahora en uno de los grandes representantes del movimiento, Gay Talese, siempre interesado en la vida de la gente común, para el que el verdadero periodismo debe partir de la originalidad de la mirada, narrar con profundidad de análisis y disponer de tiempo, tiempo para adentrarse en el tema de investigación e incluso tomar parte en las historias que se han de contar. Todo ello confluye en Jessica Bruder, profesora de Escritura Creativa en la Columbia Journalism School, quien necesitó tres años de trabajo para cerrar un proyecto que le hizo recorrer 24.000 kilómetros por las vías estadounidenses, más de 15.000 millas de viaje, de costa a costa, desde las lindes de México a las de Canadá, tras los pasos de un par de centenares de nómadas que la fueron aceptando como una presencia amiga y compartiendo con ella sus cafés y sus hogueras, sus fracasos y sus búsquedas, sus trayectos pasados y sus sueños de futuro, sus pesares y sus risas. 

JESSICA BRUDER necesitó tres años de trabajo y 24.000 kilómetros por las vías estadounidenses, más de 15.000 millas de viaje, de costa a costa, tras los pasos de un par de centenares de nómadas que la fueron aceptando como una presencia amiga.

No bastaba con acercarse a tomar notas, a hacer entrevistas. Tenía que convertirse en una más y para ello no dudó en vivir durante meses en una caravana, acudir a los sitios de encuentro y desempeñar, durante determinadas etapas, los mismos trabajos que sus protagonistas. El resultado de todo ello es una historia cargada de autenticidad. Una historia en la que la dureza y la sensación de pérdida, de intemperie, se combinan con una alentadora esperanza, una esperanza que se apuntala en la capacidad de los seres humanos para adaptarse y transformarse, para seguir adelante pese a los obstáculos. Y, sobre todo, como decía antes, en el atisbo de nuevos horizontes, en el deseo de formas de vida más plenas. La práctica de la buena vecindad y el “arte de sortear los ciclos de bonanza y de penuria”, están muy presentes en el recorrido. Lo percibimos, y nos consuela, mientras pasamos las páginas de esta crónica agridulce que nos enfrenta a las injusticias y grietas de las sociedades capitalistas.

No se trata para nada de hacer una lectura romántica del libro. No es en ningún momento la intención de su autora y por mi parte sería una frivolidad. Pero es evidente que detrás de los nuevos nómadas de Estados Unidos hay una filosofía de vida. Y también que, en cierto modo, estas gentes que atraviesan el país en caravanas, en busca de trabajos y de climas benignos, recuerdan la vida de los primeros pobladores indios. Podemos hablar de una filosofía, de una cultura, de un movimiento que cuenta con voces propias, con espacios en Internet, con escenarios para la celebración y el debate como la acampada libre en el Rubber Trump Rendezvous (Quartzsite, Arizona). Su artífice, una de las figuras más destacadas de la corriente, es Bob Wells, antiguo reponedor de una conocida cadena de supermercados que arremete desde su conocido blog contra la competencia consumista y a favor de la sencillez y la sobriedad, de “vivir felizmente con menos”.

Wells, que se convirtió en nómada tras un difícil divorcio y un proceso de endeudamiento, a mediados de la década de los 90, ha inspirado desde su espacio digital, CheapRVLiving.com, a muchos y muchas “furgorresidentes”. Les ha ofrecido buenos consejos para instalar sus hogares móviles con los más bajos presupuestos y les ha inculcado los principios de una vida menos confortable, pero tal vez más auténtica. En una de sus conversaciones con Jessica Bruder le comenta: “Cuando me instalé en el camión, comprendí que todo lo que la sociedad me había dicho era mentira; que tenía que casarme y vivir en una casa con una valla pintada de blanco y trabajar para luego vivir felizmente mis últimos años, pero ser un desgraciado hasta entonces. En mi camión fui feliz por primera vez en mi vida”. 

Bob Wells, figura destacada del movimiento itinerante, arremete desde su blog contra la competencia consumista y a favor de la sencillez y la sobriedad, de “vivir felizmente con menos.

Con el tiempo el blog de este hombre se ha llegado a convertir en un medio de obtener ganancias. Pero no nació con esa intención. Fue a partir de la crisis financiera de 2008 cuando las visitas empezaron a crecer. Mucha gente al borde del desahucio, con los ahorros al límite, sin empleos ni esperanzas ni una jubilación digna, buscaba salidas en Internet y acababa en su sitio. “En una cultura que culpa en gran parte a las víctimas de sus desventuras, él les ofrecía palabras de aliento en vez de oprobio”, escribe la autora, quien vuelve a las palabras de Wells: “Uno puede hacerlo todo bien, cumplir exactamente con lo que espera la sociedad y, aun así, acabar arruinado, solo y sin casa”; a su argumentación de que “instalarse en una caravana u otro tipo de vehículo era una forma de objeción de conciencia contra el sistema que les había fallado”, “que podían renacer para llevar una nueva vida libre y aventurera”. 

El movimiento de los nómadas despierta la curiosidad de sociólogos, periodistas, activistas y creadores. De hecho, el libro de Jessica Bruder ha servido de base para Nomadland, película aclamada por la crítica, ganadora del León de Oro en el Festival de Venecia, dirigida por Chloé Zhao y protagonizada por la actriz Frances McDormand. El filme cuenta con la participación de algunas figuras que aparecen en el libro, entre ellas Bob Wells y Linda May, a quien Bruder sigue en sus “migraciones” por el país, y quien, sin duda, se convierte en la figura central de esta historia coral.

NOMADLAND (de izquierda a derecha): Directora / Guionista: Chloé Zhao, Director de fotografía: Joshua Richardson y Frances McDormand. Fotografía por cortesía de Fox Searchlight Pictures. © 2019 Twentieth Century Fox Film Corporation, todos los derechos reservados.

Las vivencias, descubrimientos, desengaños e ilusiones de esta valiente mujer, madre y abuela de 64 años, atraviesan todo el libro. Siempre ha vivido al día y, en un determinado momento de su vida, tras diferentes ocupaciones, cada vez con salarios más bajos, le resulta difícil encontrar trabajo, su prestación por desempleo se agota, no puede pagar las facturas y se lanza a la carretera. El gran deseo de May es hacerse con un terreno de bajo coste para construir “una casa ambiental autosuficiente, “una nave terrestre”, una vivienda solar construida con materiales de desecho –latas y botellas, por ejemplo– y paredes maestras levantadas con neumáticos rellenos de tierra”. Como explica la autora del ensayo, se trata de “un invento de Michael Reynolds, arquitecto radical de Nuevo México que ha estado experimentando en este tipo de construcción desde los años setenta, edificaciones pensadas para que sus moradores puedan vivir totalmente desvinculados del sistema”, utilizando placas solares y otros mecanismos que aprovechan los recursos del entorno. 

El libro de Jessica Bruder ha Inspirado “Homeland” UNa película dirigida por Chloé Zhao y protagonizada por Frances McDormand, donde aparecen algunos de los Nómadas protagonistas.

May persigue un sueño, pero lo urgente es seguir trabajando. Su cheque de 524 dólares de la seguridad social es insuficiente y se apunta a labores estacionales que le permiten subsistir: anfitriona en zonas de acampada en espacios naturales (se extienden desde el Gran Cañón del Colorado hasta las cataratas del Niágara) o trabajadora nocturna en los duros almacenes de Amazon, dentro del programa CamperForce.

Su situación se asemeja a la de muchos otros hombres y mujeres que dan cuenta de sus aventuras y desventuras en el ensayo, muchos de ellos profesionales titulados, que en el pasado llevaron una vida acomodada, con casas, familias y trabajos estables, y que de repente se vieron en la ruina, obligados a cambiar de rumbo.

La escritora Margaret Atwood lo ha retratado muy bien en una de sus recientes novelas, Por último el corazón, donde leemos: “Y entonces todo se fue a tomar viento. Dio la sensación de que ocurría de la noche a la mañana (…) Todo el castillo de naipes, el sistema entero se hizo pedazos, miles de millones de dólares desaparecieron de los libros de contabilidad como el vaho de una ventana. Por la tele, salieron una multitud de expertos de poca monta, intentando explicar cómo había ocurrido –demografía, pérdida de confianza, gigantescos sistemas de venta piramidal–, pero sólo eran un montón de conjeturas baratas. Alguien había mentido, alguien había engañado, alguien había especulado en bolsa con operaciones bajistas, alguien había inflado las divisas. Faltaba trabajo, sobraba gente…”

Otro escritor, John Steinbeck, es muy popular entre los nómadas del siglo XXI. Su obra Viajes con Charley, donde relata sus andanzas en una camioneta camper, en compañía de su caniche francés, pasa de mano en mano entre los nómadas, según observa. Jessica Bruder. Esta señala que “no existen datos exactos sobre el número de personas que llevan una vida nómada en Estados Unidos”, ya que “la gente que se desplaza continuamente constituye una pesadilla para los demógrafos”. Y añade que “el número de estadounidenses itinerantes comenzó a aumentar espectacularmente tras la crisis de la vivienda (2008) y ha seguido creciendo desde entonces”.

Este fenómeno no es nuevo, existe el precedente de la Gran Depresión, en la década de los treinta, cuando millones de estadounidenses de todas las edades y categorías sociales se vieron expulsados del sistema y optaron por las caravanas y el nomadismo. Para muchas de esas personas se convirtió en una experiencia transformadora que les descubrió un tipo de vida más idealista y libre; para otras fue un paréntesis, una transición, ya que confiaban en que la situación económica remontara y les permitiera recuperar la estabilidad perdida.

Jessica Bruder trabajando en uno de los macro almacenes de Amazon USA. Fotografía incluida en el libro y cedida por Capitán Swing

La diferencia es que actualmente esa confianza es casi inexistente. Por una parte, la situación afecta, sobre todo, a la tercera edad, a gente que debería estar jubilada y a la que no le queda más remedio que seguir trabajando; que no tiene tiempo por delante para esperar mejoras. Por la otra, como pone de manifiesto Bob Wells, no es difícil pronosticar nuevas crisis económicas y medioambientales en el futuro (hoy vivimos una crisis sanitaria devastadora a nivel mundial), circunstancias que animan a contemplar la vida itinerante como una salida permanente. La aspiración de Wells y de muchos de sus compañeros es la creación de “una tribu nómada cuyos miembros puedan actuar al margen del orden social en descomposición o incluso trascenderlo: un mundo paralelo sobre ruedas”, indica Bruder. 

Los viajeros en ruta por Estados Unidos, en busca de empleos provisionales, con espacios adecuados para instalar sus casas rodantes, generan “una economía en la sombra creada por centenares de empleadores que se anuncian en sitios de Internet”, indica la periodista. Además de las actividades citadas anteriormente, según la época del año, se buscan trabajadores y trabajadoras temporales para la recolección de frambuesas en Vermont, de manzanas en Washington o de arándanos en Kentucky. Y también se reclutan empleados para piscifactorías; para controlar las entradas en los circuitos de carreras de NASCAR; para vigilar el acceso a los campos de petróleo de Texas; para atender los puestos de franquicias en los rodeos y en la Super Bowl o algunas de las atracciones turísticas más destacadas del país (parques de atracciones, museos de curiosidades…) 

La lista de empleos de temporada, precarios y mal pagados, es mucho más larga, pero llama la atención, por su dureza, el programa CamperForce de Amazon. El trato que dispensa el gigante tecnológico al personal empleado en sus distintos almacenes, “viene siendo noticia de primera página desde 2011, cuando una investigación del periódico “Morning Call”, de Allentown, reveló unas condiciones de explotación similares a las de los talleres clandestinos”, señala Jessica Bruder. Las temperaturas elevadas a las que se trabaja provocan continuos golpes de calor. Los espacios kilométricos de almacenaje, localización y clasificación de productos, que han de recorrerse a toda velocidad, sin apenas tiempos de descanso, ocasionan un brutal agotamiento. A disposición de los campistas hay bebidas energéticas y analgésicos para combatir el dolor. Los objetivos altamente exigentes, que siguen una estrategia denominada “gestión basada en el estrés”, convierten la experiencia en una auténtica pesadilla. La tensión mental, las secuelas físicas y los accidentes laborales, son frecuentes. 

Entre los empleos temporales llama la atención, por su dureza, el programa CamperForce de Amazon. El gigante tecnológico ofrece unas condiciones de explotación similares a las de los talleres clandestinos.

La pesadilla la conocen bien muchos de los protagonistas del ensayo y que vivió en su propia piel Jessica Bruder. La periodista, como decía antes, es partícipe, conoce de primera mano, las faenas y esfuerzos de los nómadas, sus circunstancias cambiantes. Con ellos comparte itinerarios, diálogos, buenas y malas noticias. Ha necesitado tiempo para ganarse su confianza, para demostrarles que los respeta, que no los considera unos “sin techo”, la palabra maldita. Son muchas las historias que llenan las páginas de este libro. Antes os hablaba de Bob Wells y de Linda May, pero son muchos más los errantes que nos conmueven con sus confidencias, al abrir las puertas de sus casas ambulantes. Está Silvianne, una amante de la astrología, que abandona sus tres empleos a tiempo parcial y se sube, con toda su energía, a un monovolumen al que bautiza como Reina María Esmeralda en compañía de Layla, una gata de ojos verdes. Está Swankie Wheels, a sus 70 años una auténtica gurú del caravanismo, y LaVonne Ellis, una ex periodista radiofónica que llegó a trabajar como corresponsal para la American Broadcasting Corporation (ABC) y que tras dejar un puesto de directiva que no le gustaba en una emisora de Mineápolis, acabó descubriendo en la cincuentena lo mucho que le costaba encontrar empleo por el deterioro del mercado laboral.

LaVonne Ellis cocinando Panqueques en su furgoneta. Foto incluida en el libro y cedida por Capitán Swing

En cierto modo la edad me expulsó”, declara, y da cuenta de su periplo hasta decidir vivir sobre ruedas. En una de las entradas de su blog reconoce haber vivido una “experiencia transformadora”; haber encontrado a su gente, “un conjunto variopinto de seres inadaptados” sin que ello signifique “perdedores ni desertores”. LaVonne se refiere a sus compañeros como “ciudadanos estadounidenses capaces, compasivos, trabajadores, a quienes se les había caído la venda de los ojos” y que “tras una vida dedicada a perseguir el sueño americano, habían llegado a la conclusión de que todo eso solo era una gran estafa”.

Hay también muchas parejas que exponen sus vivencias en País nómada. Relatos de bancarrotas, de fracasos, y al mismo tiempo de despertares, renaceres. Son muchas las amistades y relaciones que surgen en la carretera. La idea de colaboración, de ayuda, de comunidad, es muy potente. Y, paralelamente, quienes lo desean pueden cultivar la soledad. “Prevalecía un sentimiento generalizado de orgullo en casi todas las personas con quienes hablé”, expone Jessica Bruder, recurriendo a las palabras de Al Christensen, antiguo director artístico de una agencia publicitaria, de 62 años, que prefería definirse como una persona “sin casa” más que “sin hogar”. En el curso de los años, él como tantos otros, había asistido a la sustitución de profesionales veteranos por jóvenes creativos. Se había quedado en paro y consideraba, como Bob Wells, que el estilo de vida nómada era perfectamente respetable.  

Como os decía, la gran mayoría de sus protagonistas supera los 60 años, pero también hay gente en la treintena que ha comprobado que no les merece la pena endeudarse para culminar unos estudios que ya no les garantizan encontrar un trabajo bien remunerado. Esa gente explora modos de vida alternativos, busca la sobriedad frente al consumismo, disfruta de la aventura que les proporciona el caravanismo. 

En este ensayo se suceden las penas y las alegrías. Los nómadas hacen frente a la dureza de trabajos precarios, muchas veces a la soledad no deseada, a la estigmatización social, y a constantes problemas de índole práctico, empezando por lo difícil que les resulta acampar en determinados sitios, saltarse las normativas. Pero en ocasiones se sienten inmensamente ligeros, felices, vivos. “Ahora no me limito a sobrevivir, ¡ahora estoy viva!”, exclama entusiasmada Linda May en un momento dado.

Linda May con Coco, su perrito. Fotografía incluida en el libro y cedida por Capitán Swing

Uno de los objetivos de Jessica Bruder fue el de mostrar las dos caras del nomadismo, huir del tremendismo y asimismo de los relatos demasiado complacientes. Antes de emprender su verdadera aventura, en la tarea previa de documentación, se había encontrado con muchos reportajes que hacían hincapié en lo positivo, que presentaban la subcultura nómada en la Norteamérica de nuestros días como una afición placentera, incluso extravagante. Pocos se detenían a fondo en el hecho de que se trataba de “una estrategia de supervivencia en una época en que el aumento de su precio está expulsando de las viviendas tradicionales a un segmento de la población estadounidense que a la vez tiene dificultades para ganar un salario digno”. 

Sameer, que viaja en furgoneta con su chihuahua Mister Pico, refleja todo esto muy bien en un mensaje que le envía a LaVonne en un momento de dificultades: “Aceptar la pobreza y que los demás probablemente te consideren pobre es duro. Nos han descrito este tipo de vida como una experiencia emocionante e innovadora, y lo es. Pero lo cierto es que la mayoría vivimos así a causa de nuestra situación económica”, le dice, animándola a abandonar los centros urbanos, donde la gente considera a los nómadas simplemente gente sin hogar, y buscar a los suyos, a sus iguales, en el desierto o el bosque, donde son “campistas”, “viajeros”, personas que han adoptado un tipo de vida diferente. Puede que no les haya quedado otra opción, pero muchas de ellas se acaban convirtiendo en “objetores de conciencia frente a un orden social corrupto, en descomposición”, como señala Bob Wells en uno de sus escritos.

“Aceptar la pobreza y que los demás probablemente te consideren pobre es duro. Nos han descrito este tipo de vida como una experiencia emocionante e innovadora, y lo es. Pero la mayoría vivimos así a causa de nuestra situación económica”, señala SAMEER, uno de los protagonistas.

Lo que consigue la autora es demostrar, como ella misma explica, que “la gente puede debatirse contra las dificultades y mantener al mismo tiempo el optimismo”. Bruder nos habla de la extraordinaria capacidad de adaptación del ser humano, de “sus dotes para buscar un sentido y para forjar alianzas cuando se enfrenta a la adversidad”. Mientras avanzaba en la lectura yo pensaba que lo verdaderamente placentero sería poder optar a este tipo de vida por elección, no obligados por las circunstancias, con la posibilidad de desarrollar trabajos temporales respetuosos, bien remunerados. En el libro se habla de proyectos de residencia para nómadas en la última etapa de sus vidas, cuando ya no pueden conducir. Se abren posibilidades de otros futuros mejores. 

En el capítulo final del ensayo la autora se pregunta, nos pregunta, “a qué partes de nuestra vida estamos dispuestos a renunciar para seguir viviendo”. Ha regresado a Nueva York, a su casa de Brooklyn, tras tantos meses fuera, y se siente una extraña. Su mirada, entrenada por la experiencia vivida, la lleva a observar lo que hasta ahora no había percibido: la existencia de numerosos campistas urbanos que se camuflan como pueden en el entorno. Reflexiona sobre las indignidades, sobre las desigualdades del presente, y abre otro interrogante: “¿A partir de qué momento unas alternativas imposibles comienzan a destruir a las personas y a una sociedad?”

No todo el mundo es capaz de atreverse a montar en una caravana para dar un cambio radical a sus vidas, plantea la autora. “Quienes lo hacen cumplen un papel parecido a lo que en biología se denomina “una especie indicadora”, organismos sensibles con la capacidad de indicar la presencia de cambios de mucho mayor calado”. Me parece hermosa, esperanzadora, esta observación. Os animo a conocer a la gran familia de nómadas que transitan por las páginas de un libro revelador. Un recorrido cargado de sabiduría y experiencia que expone, desde el testimonio cercano, las contradicciones de nuestro tiempo y aporta nuevas visiones y perspectivas para avanzar por este trecho de la historia, amenazado por el cambio climático, en el que, como indica el pensador y sociólogo Bruno Latour, “estamos descubriendo, con relativa claridad, que todos estamos en migración hacia territorios por redescubrir y por reocupar”.

País nómada. Supervivientes del siglo XXI, de Jessica Bruder, ha sido publicado en castellano por Capitán Swing. La traducción la firma Mireia Bofill Abelló. 

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