Sobre el desafío de escribirse ante los demás

Por Jean-Pierre Castellani © 2018 / “La autobiografía es todavía una asignatura pendiente para algunos críticos en España. O no la entienden o no saben reconocer su especificidad frente a los géneros de ficción”. Quien lo dice es Manuel Alberca, autor de La máscara o la vida. De la autoficción a la antificción, un ensayo publicado por el sello Pálido Fuego que es tanto una original reflexión sobre un ámbito tan controvertido de las letras como un análisis razonado y documentado de la producción en España desde hace un siglo hasta fechas muy recientes (concretamente 2016). Pragmático, sencillo, preocupado solamente de servir a la lectura de los textos y  con un conocimiento perfecto de los escritos de los teóricos actuales de la autobiografía, la mayoría de ellos franceses, el autor ofrece a cualquier estudioso o lector interesado por la literatura española pistas muy valiosas.

Catedrático de literatura española en la Universidad de Málaga, ya una figura esencial en el campo del estudio teórico de la producción autobiográfica, Alberca contribuye a cubrir el vacío que supone en España la falta de grandes especialistas  en el discurso testimonial, la escasez de estudios serios dedicados a la aparición de los textos literarios que pueden vincularse con tan fluida corriente. Como el profesor y ensayista Philippe Lejeune en Francia, en cuya línea crítica se coloca, cuenta con la lucidez y el espíritu crítico necesarios para profundizar en cuestiones que ya planteó en un ensayo anterior, El pacto ambiguo, de la novela autobiográfica a la autoficción (Biblioteca Nueva, 2007) matizando ahora, precisando –sin buscarlo, lo que sería inútil para él– una definición definitiva de conceptos tan escurridizos como son la autobiografía o la autoficción. Si algo pretende el autor es arreglar cuentas con esa moda de la “escritura de sí mismo” (autoficción), que solo ha vuelto oscuro o ininteligible lo que era ya bastante complicado, indagando en la diferencia entre la ficción y la realidad, entre la novela y la autobiografía, poniendo en primer plano la problemática entre lo que es verdadera y noble literatura y lo que no lo es.

Son muchas las razones por las que resulta interesante una obra que, a través de un análisis a la vez histórico, sociológico y psicológico, trata de responder a una pregunta a menudo formulada: ¿cuáles son las razones que pueden explicar que España haya tenido un camino singular en esta práctica de la escritura de sí mismo, si lo comparamos con lo que sucedió en Francia o, más generalmente, en Europa?

Con sus trabajos el catedrático Manuel Alberca contribuye a cubrir el vacío que supone en España la falta de grandes especialistas en el discurso testimonial, la escasez de estudios serios dedicados a la aparición de los textos literarios que pueden vincularse con la fluida corriente de la autobiografía.

Destaca Manuel Alberca tres fechas claves en el lento desarrollo de la producción de textos autobiográficos en España: la crisis de la modernidad en 1898; la llegada del franquismo en 1939 y la restauración de la democracia en 1978. Para cada una de esas épocas, examina el catedrático el grado de intimidad de textos aparentemente autobiográficos que selecciona con cuidado, dando  lugar a una verdadera historia de la literatura española, desde grandes clásicos como Benito Pérez Galdós, Miguel de Unamuno, Azorín, Pío Baroja y Ramón del Valle-Inclán, cuyas relaciones con lo íntimo no son evidentes, hasta contemporáneos de gran éxito en ese campo como Francisco Umbral, Juan Goytisolo o José Manuel Caballero Bonald, Carlos Castilla del Pino, Terenci Moix, Manuel Vicent, Javier Marías

Caballero Bonald. Fotografía, para Lecturas Sumergidas, por Nacho Goberna.

Para un lector francés, como es mi caso, que también ha desarrollado su obra académica y crítica en los entornos del yo, es una suerte disfrutar del análisis que realiza Alberca sobre la obra de autores como Umbral, Castilla del Pino o Terenci Moix, destacados representantes de la escritura de diarios íntimos, de confesiones o columnas literarias en la prensa. En un determinado momento el profesor observa, con razón, un exceso en el flujo de confesiones del discurso autobiográfico, y se permite también una gran libertad de tono, a veces iconoclasta, frente a grandes figuras de la literatura española contemporánea, como Juan Goytisolo o Javier Marías, a los que no duda en hacer algunas matizaciones, con las que podemos estar más o menos de acuerdo. Para Alberca, Goytisolo es un héroe maldito y la autobiografía le permitió liberarse públicamente de ataduras personales, sociales y políticas para poder afrontar su obra verdadera, sin sentimiento de culpa a la hora de confesar su origen burgués y su homosexualidad. En cuanto a Javier Marías, el profesor analiza el carácter híbrido de algunos de sus relatos y critica su calculada estrategia de indeterminación. Ve en el escritor una resistencia a la autobiografía. En lo que a mí respecta solo me cabe lamentar la ausencia en el balance de un autor tan importante como Antonio Muñoz Molina que, obviamente, merecería aparecer aquí, y que es muy valorado por el público francés.

En La máscara o  la vida se distingue entre el desafío íntimo y el desafío literario a la hora de acercarse y analizar la obra de sus protagonistas. Su propósito consiste en descubrir, en esa masa de textos tan heterogéneos entre los que se mueve, lo que responde al narcisismo estrecho o a un deseo de perfección formal. El ensayo que nos ocupa y que busca ir más allá de la máscara detrás de la cual se refugian la mayoría de esos autores –ansiosos de proteger su libertad individual de la mirada curiosa del lector– nos sitúa en el centro del debate entre la autobiografía y la autoficción, un debate que el autor considera demasiado ambiguo; tanto que prefiere el neologismo de “antificción”, que toma prestado de Philippe Lejeune.

Para el autor de “La máscara o la vida”, Juan Goytisolo es un héroe maldito y la autobiografía le permitió liberarse públicamente de ataduras personales, sociales y políticas para poder afrontar su obra verdadera, sin sentimiento de culpa a la hora de confesar su origen burgués y su homosexualidad.

Su tesis consiste en que la autobiografía debe incluirse en el campo literario, a diferencia de algunos que le niegan cualquier pertenencia a la literatura, en el sentido noble de la palabra, del mismo modo que Aristóteles colocó los textos poéticos más arriba, debido a sus vínculos con la imaginación, que los textos históricos estrechamente asociados con los hechos reales.

En cuanto a la autoficción, un concepto nacido accidentalmente de una definición bastante confusa del escritor y ensayista francés Serge Doubrovsky en su novela Fils (1977), se reduce a un epifenómeno, un hecho de moda mediática, y reducido a una enfermedad transitoria. Alberca la valora solo en la medida en que ha permitido, a pesar de sí misma, un reconocimiento literario de la autobiografía. La lista de los escritores españoles de hoy que propone da idea de la importancia de la calidad del discurso lingüístico, más allá del simple recuerdo de las experiencias vividas y relatadas por los autores. Nos habla de Vicente Verdú, Marta Sanz, Marcos Giralt Torrente, Rafael Argullol, Luis Landero o Luisgé Martín.

Marta Sanz. Fotografía, para Lecturas Sumergidas, por Karina Beltrán.

Es indudable que la censura religiosa, política o social ha influido en la autobiografía en general, pero en España ha coartado la libre expresión del yo. Exponerse al público, sin máscaras ni disfraces, ha sido, además de peligroso, un acto mal entendido. Aún hoy muchos escritores y críticos literarios no aprecian el servicio inestimable que los escritores que practican la autobiografía pueden rendir a la higiene mental del país, cuando aceptan el desafío de “escribirse” ante los demás y de compartir aquello que les singulariza y les constituye íntimamente. Por lo general, los lectores valoran la autenticidad de los autobiógrafos, pues les permite asomarse sin “vouyerismo” ni morbo a vidas tan interesantes como singulares, y a cotejarlas con las suyas”, señala  Manuel Alberca, autor, además de los libros citados, de títulos como La escritura invisible. Testimonios sobre el diario íntimo (Sendoa, 2000); Valle-Inclán, la fiebre del estilo, (Espasa/Biografías, 2002) y La espada y la palabra. Vida de Valle-Inclán, (Tusquets, 2015), con el que obtuvo el Premio Comillas de Biografía.

“Aún hoy muchos escritores y críticos literarios no aprecian el servicio inestimable que los escritores que practican la autobiografía pueden rendir a la higiene mental del país, cuando aceptan el desafío de “escribirse” ante los demás y de compartir aquello que les singulariza y les constituye íntimamente”, señala Alberca.

En La máscara o la vida se analiza el peso ejercido por la religión católica en el control de la confesión íntima, así como la impronta de regímenes autoritarios como el de Franco, desfavorables a la libertad de expresión y opinión, especialmente en materia sexual y política. Pero también se hace hincapié en la euforia que caracterizó el fenómeno de la movida en los años 80 con su canto al “yo” y su hedonismo. El capítulo dedicado a la producción posterior a la Guerra Civil resulta, a este respecto, muy innovador.

Josep Pla en el mas de Llofriu, febrero 1975 / Foto: Pilar Aymerich.

En el libro se destacan cuatro ejes de confesiones: las memorias individuales de la guerra; las del exilio interno o externo después; las relaciones con la práctica religiosa –por ejemplo, la influencia del Opus Dei– y, finalmente, la tensiones entre territorios o capitales como Madrid y Barcelona. Esta observación de la importancia de la corriente autobiográfica en Cataluña, con autores tan significativos como Josep Pla, es una contribución nueva y particularmente relevante.

El análisis del auge de los “relatos de vida” con la llegada de las libertades democráticas es más esperado, pero sin embargo proporciona ángulos originales, refrescando el debate que últimamente tuvo una desafortunada tendencia a empantanarse en consideraciones teóricas bastante asfixiantes.

Si algo es este libro es un ejercicio de historia y crítica literaria de los textos autobiográficos españoles publicados durante los últimos 120 años: de la crisis finisecular a la crisis territorial actual; de la pérdida de las últimas colonias en 1898 a 2017, el momento en que el “procés” ha hecho tambalearse el sistema democrático constitucional”, señala el ensayista, quien destaca que, aunque su ensayo estaba ya escrito, su aparición ha coincidido con estos hechos, aludiendo al capítulo titulado Catalanes en el Tíbet: Barcelona vs. Madrid, que aporta una interesante visión del conflicto a través de las memorias y autobiografías de los catalanes que en algún momento de su vida vivieron en la capital.

No están en este ensayo todos los escritores españoles que recorren las sendas de la autobiografía, pero sí muchos de los más destacados. Me reconoce Manuel Alberca que falta Antonio Muñoz Molina. Y que tendría que haber prestado mayor atención a la obra autobiográfica de Ramón Gómez de la Serna, así como a la autobiografía escrita por mujeres. Esperemos que en un futuro, como dice el propio autor, encuentre tiempo para ponerle remedio.


  • La máscara o la vida. De la autoficción a la antificción, de Manuel Alberca, ha sido editado por el sello Pálido Fuego.
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