Por Emma Rodríguez © 2013 / “Todo lo que es interesante ocurre en la sombra. No se sabe nada de la verdadera historia de los hombres”. Esta cita de Céline, que encabeza “La mujer de sombra”, la última novela de Luisgé Martín (Madrid, 1962) dice mucho de la manera en la que el autor entiende la literatura. De una u otra forma, todas sus ficciones giran en torno a la exploración de lo desconocido, de esos pliegues escondidos en cada personalidad: los deseos, las obsesiones, las perversiones, las carencias, los miedos…
“Cuando escribo me mueve la búsqueda del ángulo de lo que ocultamos voluntariamente o la radiografía de aquello que forma parte del comportamiento irracional, de nuestra parte más oscura, esa que queda fuera de la luz pública”, confiesa. Pero, ¿busca lo mismo cuando lee? “Escribir y leer son dos ámbitos de un mismo mapa, de un plano que usamos para poder entendernos a nosotros mismos, a los demás y al mundo. Entiendo la lectura como una manera de compartir, mejor, de completar lo que otros han iniciado; de ahí que ponga mucho de mí mismo en los libros que leo. Cuando penetramos en una obra estamos estableciendo una relación fértil y apasionante en la que se combina lo que el autor quiso decir con lo que los otros entendemos, apresamos”.
– ¿Dónde, cómo, a qué hora te gusta leer?
– Habitualmente leo tumbado en el sofá del salón, con ropa cómoda, o en los transportes públicos. No tengo horas determinadas, depende de lo que haga cada día, de los huecos que me queden libres. La tarde es un buen momento y por la noche siempre abro un libro antes de dormirme, aunque sólo avance una o dos páginas.
– ¿Qué estás leyendo ahora mismo?
– Un ensayo de Hanna Arendt, “Eichmann y el Holocausto” (Taurus).
–¿ Qué tipo de lector eres?
– Terriblemente curioso y también desordenado. Puedo estar hasta con 20 libros a la vez, una tendencia que se ha ido acentuando con la edad. Empiezo muchos que me llaman la atención, que me apetecen, que compro o me regalan, y lo hago llevado por una especie de voracidad compulsiva, pero termino muy pocos.
– ¿Eres muy exigente entonces?
– No exactamente. No dejo sin concluir esos libros porque no me gusten o me parezcan horrorosos. Lo que sucede es que me produce pánico la falta de tiempo para abarcar todo lo que me queda por leer. Y también está el hecho de que cada vez me cuesta más sorprenderme, alcanzar ese determinado grado de entusiasmo que me lleve hasta el final. Con los viajes me sucede algo similar. Ahora es difícil que una ciudad, un país, me acabe deslumbrando como me sucedía antes. Puede que sea una excusa, pero me resulta complicado encontrar algo nuevo, distinto, a lo que ya haya visto o leído.
– ¿Cuál ha sido el último libro que te provocó ese grado de entusiasmo?
– Pues uno muy cortito de Tolstoi, “Confesión” (Acantilado). Un texto memorialístico que me resultó fascinante por la manera en la que el escritor va dando cuenta de su evolución personal en la Rusia del momento, de la manera en la que se va transformando su mirada sobre el mundo, sus ideas sobre la religión, sobre la ciencia…
– ¿Cómo son o cómo imaginas a tus lectores?
– No les pongo rostro concreto. Me imagino que nos pasa a todos los que no hemos cruzado esa línea de tener lectores masivos. Supongo que, igual que me sucede a mí, son personas con carencias, con agujeros en su vida que quieren completar de una manera estética. Se trata de rellenar esos hoyos que aparecen en la carretera existencial para poder seguir transitando por ella.
– ¿Qué buscas provocar en tus lectores, cómo te relacionas con ellos?
– Todos buscamos sacudir al lector, que no se quede indiferente tras la lectura. En cuanto a cómo me relaciono con ellos, desde que existen las redes sociales, a través de “Facebook” o de “Twitter”.
– ¿Recuerdas los primeros libros que te fascinaron?
– Claro que sí. El primero fue “Los tres mosqueteros”, de Alejandro Dumas. No sólo me pareció divertido, sino que me hizo sentir por primera vez que la literatura es capaz de llenar la vida. Después, a los 15 años, descubrí “Los hermanos Karamazov”, una obra que no pude abarcar del todo, que me suscitó ese tipo de preguntas que quedan grabadas para toda la vida. A partir de ahí me adentré en Dostoievski entero. Él me descubrió el lado perturbador de las ficciones, su capacidad para sacudirnos existencialmente, pero también me hizo mucho daño en mi faceta temprana como escritor. Empecé a narrar mis conflictos a los 10 años. Sí, curiosamente, antes que lector fui escritor.
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– ¿Qué autores, qué lecturas, te han afectado sobremanera, han modificado tu crecimiento, tu evolución como persona?
– Sin duda, Julio Cortázar. Me cambió no sólo en el sentido estético y literario. Me enseñó una mirada nueva de lo que era el compromiso con la sociedad, la política, la amistad, el amor… Por su causa, a los 18 años, me convertí en “groupie”, le perseguí, por decirlo de algún modo. Junto con un amigo viajé a París a hacerle una entrevista para un fanzine de estudiantes. Y no me decepcionó nada. Se comportó con nosotros como si fuésemos reporteros de “Le Monde”. Le hicimos fotos con la máquina de retratos de mi padre, con tan mala suerte que se nos enganchó el carrete y no salió nada. Le llamamos muertos de vergüenza y volvió a recibirnos.
– Si tuvieras que elegir un libro de Cortázar…
– No hay uno en concreto. Me apasionan los cuentos, pero es todo él. Me modificó la vida. Un amigo lo cuenta muy bien y siempre recurro a sus palabras. En “Rayuela” Oliveira califica a las personas según la manera que tienen de utilizar el tubo de pasta dentífrica. Unos, los que lo van enrollando cuidadosamente, son disciplinados, gente de orden, pero los que no siguen esa pauta son los creativos. Ese amigo, que pertenecía al primer grupo, llegó a variar su manera de actuar porque quería pertenecer al segundo. Es una anécdota que me encanta.
– ¿Qué libros recomendarías para sobrellevar el presente?
– Siguiendo con el hilo anterior, en abstracto, cualquier libro de los que uno considere que le han modificado la vida o le han deslumbrado en un momento dado. Por citar algo diferente, los “Cuentos” de Borges, y ya en el terreno del ensayo político hay un libro que hoy considero de lectura obligatoria, “Algo va mal”, de Tony Judt (Taurus).
– ¿A qué libros vuelves siempre ?
– No suelo releer, aunque intuyo que esto está a punto de cambiar. Pero sí hay un par de obras, “Frankenstein” y “Doctor Jekyll y Mr Hyde” que siempre tengo presentes porque como escritor me sirven simbólicamente para desarrollar tramas y para hablar de asuntos que tienen que ver con la vida, con el mundo.
– ¿Algún clásico que aún no hayas leído, una asignatura pendiente?
– Ahora mismo quiero adentrarme en Rousseau y ponerme con una obra que no he leído aún y que me interesa muchísimo, “El Leviatán”, de Hobbes. Creo que me ayudarán a entender, a encontrar algún sentido al curso disparatado de los acontecimientos que estamos viviendo.
– Acabemos con la pregunta clásica, pero ampliemos de uno a tres. ¿Qué tres libros te llevarías a una isla desierta o qué tres títulos consideras que no deberían faltar en tu e-book?
– Me repetiré para no contradecirme: Los “Cuentos” de Cortázar y los de Borges, pero además “Don Quijote”. Aquí no soy nada original.
[“La mujer de sombra” (Anagrama), que acaba de ser traducida al italiano, es la última novela publicada por Luisgé Martín. En breve llegará a las librerías una recopilación de sus cuentos en el sello Salto de Página y una nueva novela, “La misma ciudad”, en Anagrama.]