A la búsqueda de conductas de bella factura

Por Emma Rodríguez © 2018 / ¿Cómo resistirse a abrir las páginas de un libro que lleva por título Gozar la vida por medio de actos bellos? Algunos podréis pensar en un manual de autoayuda más, de esos que prometen recetas rápidas para afrontar los grandes obstáculos y enigmas de la existencia, pero si lo veis físicamente, con la austera y reconocible portada de la editorial Pre-Textos para su colección de ensayo, y si leéis su subtítulo, La actitud ética como atajo hacia la felicidad, desecharéis de inmediato la idea y puede que, como me ha sucedido a mí, os sintáis impulsados a sumergiros en sus páginas.

Así me he dejado acompañar yo en los primeros días de un recién estrenado año por esta entrega de un autor al que acabo de descubrir. Se trata de Arash Arjomandi y según he sabido por la información de la solapa nació en Teherán (Irán) en 1970 y de niño viajó a España con su familia, que hubo de exiliarse. Estudió filosofía, actualmente es profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona y sigue la estela de quien fuera su maestro, el filósofo Eugenio Trías, una presencia constante en esta obra que se enmarca en lo que otro pensador, el teólogo Pablo d’Ors ha denominado filosofía de intriga, aludiendo a la manera en la que el autor nos acompaña, a los lectores, y nos invita a hacernos preguntas, a pensar e ir descubriendo el camino por nosotros mismos.

Arjomandi nos hace partícipes de una búsqueda, de una investigación, de una aventura. Lejos de ser intrincado el camino resulta ameno, directo, pero quien lo desee puede permitirse abrir otros senderos, hacer paradas, a través de las muchas notas a pie de página que se incluyen (para nada pesadas; todo lo contrario: sugerentes, clarificadoras) que ayudan a ir más allá, encontrar referencias y pistas sobre cómo alcanzar esa “vida buena de la que tantos y tantos filósofos han hablado. “La meta final de todos los humanos no es otra que la satisfacción y complacencia duraderas”, nos dice el autor y nos invita a descubrir de qué manera acercarnos a esa meta, ser, existir de acuerdo a una alegría interior que nos haga partícipes de acciones y experiencias con las que sentirnos plenos.

¿Estamos tan necesitados de replantearnos lo que es la buena vida, de aspirar a ella especialmente en estos momentos? ¿En las apresuradas sociedades del presente sentimos que es hora de tomarnos un respiro?, son preguntas que me estoy planteando últimamente y que están marcando mis lecturas. “La pertinencia de las preocupaciones que esta obra trasluce con respecto del momento actual es, a mi modesto juicio, notoria: tanto la proliferación de los casos de corrupción, de toda índole, protagonizados por figuras públicas (no sólo políticas), como el minimalismo ético por el cual se guían las vidas del resto de ciudadanos de donde tales celebridades surgen han generalizado, en nuestra sociedad, la sensación de que la mayoría de las personas carecemos del interés o la motivación por alcanzar un tipo de satisfacción con la vida que sea perdurable, decantándonos, en su lugar, por formas de bienestar dependientes de estímulos que, sin embargo, no pueden, por su carácter y naturaleza, sostenerse en el tiempo”, señala Arjomandi.

A partir de ahí, como os decía antes, su libro nos incita a buscar claros. La andadura comienza con una gran palabra, belleza. Es un paso importante ser capaces de apreciar la belleza que nos rodea: un paisaje, una obra de arte, un objeto… Pero podemos llegar más lejos aún. Pasar de la belleza asociada al estímulo sensorial, estético, placentero, a la belleza de los gestos, de las acciones que realizamos. Nos habla el autor de estados de equilibrio, de ese tipo de “fenómeno o experiencia cuyo gozo podemos incorporar en nuestros adentros…” Y nos va marcando atajos para que lleguemos a identificar esas ocasiones en las que todos hemos sentido que estamos en armonía, que hay un orden y un sentido en nuestras vidas, vivencias que solemos guardar en la memoria como tesoros.

¿Estamos tan necesitados de replantearnos lo que es la buena vida, de aspirar a ella especialmente en estos momentos? ¿En las apresuradas sociedades del presente sentimos que es hora de tomarnos un respiro?

No quiero abrir la cortina más de lo necesario, simplemente un poco para que vayáis al libro y encontréis por vosotros mismos sus hallazgos. En un momento nos da el autor una clave determinante, nos dice, en referencia a las elecciones que vamos tomando a lo largo de la vida, que deberíamos realizar únicamente aquellos actos de los que gustemos ser autores o autoras repetidas (quizá, infinitas), veces, evitando “aquellas acciones con cuya reiteración” no quisiéramos vernos relacionados. Frente al haz aquello que quieras o desees, Arjomandi va más allá, otorgando trascendencia al tiempo: Realizar sólo aquellos actos que, además de quererlos en el momento de decidirlos, de ejecutarlos, también queramos que sigan acaeciendo en el futuro.

Alude el filósofo al crecimiento, al aprendizaje, al efecto transformador de ciertas actitudes y comportamientos que nos hacen llegar a nuevas regiones de conocimiento, de experiencia. Habla de “infinitas combinatorias de sucesos”, de la ingente pluralidad de posibles realizaciones humanas que hacen que toda acción, aunque se repita, pueda resultar cada vez completamente nueva. “Nuestros actos transmiten, a pesar nuestro, contenido conductual a comportamientos de otros sujetos (…) Es la esencia de la acción la que vuelve a sucederse, con rasgos, ropajes y matices cada vez distintos, según el momento y lugar donde se dé...”, transcribo estos párrafos que me conducen a otras lecturas recientes como la de Silencio de John Cage.

Un encuentro invernal. Por Nacho Goberna © 2017

Poco a poco, pesquisa a pesquisa, a la manera de un detective, el autor nos va conduciendo hacia el concepto de ejemplaridad. “Es fácil ver que los hábitos que adquirimos cada sujeto se basan en este mecanismo de recurrencia y repetición. Pero el mayor alcance de dicho mecanismo no se da dentro de una misma biografía, sino en forma de transferencia y trasvase de unos sujetos a otros”, señala, apuntando a la influencia de otras vidas y modelos en las conductas de cada cual. El factor de la ejemplaridad, el papel ejemplar que unas cosas juegan para otras, o unos sucesos constituyen para otros eventos…

¿Podrá haber transformaciones en la sociedad, en el sistema, si no cambian los modelos que se valoran a través de los medios de comunicación, a través de las conversaciones en el seno de la familia, de los entornos en los que nos movemos? ¿Qué pasaría si en vez del futbolista de éxito o el empresario que gana millones se destacara con asiduidad la labor de activistas, pensadores, científicos, colectivos entregados al bien común, haciéndolos pasar al primer plano de la actualidad? es la pregunta que me hago mientras voy leyendo.

Nos habla Arjomandi del punto de satisfacción con nuestra existencia (“óptimo moral”) y nos hace pensar en esas ocasiones en los que he hemos sentido una alegría interior duradera, casi siempre cercanos a actos de altruismo. Es el beneficio inmaterial, más que el material; la sensación de que aportamos algo valioso a los seres cercanos y a la comunidad, lo que nos impregna de una cierta plenitud. Descubrir la pasión por una actividad y compartirla con los demás; transmitiendo nuestros conocimientos;  servir a otras personas, convertirnos en actores de “comportamientos de bella factura”, alcanzar la satisfacción en lo cotidiano… De todo esto habla este libro. En las situaciones de cada día, nos dice su autor, los actos bellos irrumpen y nos pueden conducir a experiencias sublimes, entendiendo como tales las que nos llevan a maravillarnos, a modificar acciones, a descubrir, a comprender (“lo que nos mueve y conmueve, al margen o en contra de la actividad premeditada que teníamos...”)

Frente al haz aquello que quieras o desees, Arjomandi va más allá, otorgando trascendencia al tiempo: Realizar sólo aquellos actos que, además de quererlos en el momento de decidirlos, de ejecutarlos, también queramos que sigan acaeciendo en el futuro.

La pasión por lo humano, por la especie, es el más valioso motor de acción, el gran camino. La corrupción, el descuido del medio ambiente, la total falta de miras ante el devenir de las futuras generaciones, es producto de un profundo desamor por lo humano. Toda flaqueza ética es, en términos generales, fruto de una ignorancia, de una miopía o ceguera interior, de una suerte de analfabetismo de visión”, señala el filósofo.

La lectura de Gozar la vida por medio de actos bellos ha llegado a mí al mismo tiempo que Nobleza de espíritu, de Rob Riemen; diversos e inspiradores ensayos sobre la soledad y el silencio y la última novela de Arundhati Roy, El ministerio de la felicidad suprema. De todas esas lecturas he dado cuenta en el número 42 de Lecturas Sumergidas. Y seguro que habrá más… No es casualidad, pero sí una feliz coincidencia, fruto del deseo de encontrar respuestas. Todas apuntan a la misma dirección: ¿Cómo lograr vivir de la manera más digna posible; cómo afrontar y no ser partícipes de la fealdad moral que nos envuelve? ¿En qué manera también somos responsables de esa fealdad con nuestra inacción? Llega un momento en la vida en que se hace cada vez más necesario abrir interrogantes y buscar esa alegría, esa satisfacción y serenidad interior de la que nos habla Arjomandi. Tenemos suficientes experiencias a las espaldas, somos capaces de identificar las decepciones, los aprendizajes, las decisiones tomadas y ver con claridad los ideales, pero también somos conscientes de las complicaciones para alcanzar lo que queremos sin pasar por la rendición ante determinadas circunstancias, por la resignación… Sobre todo esto nos hace reflexionar este recorrido que no ofrece recetas, pero sí afirma convicciones y, sobre todo, convierte la búsqueda, el camino, en una aventura alentadora y estimulante.

  • Gozar la vida por medio de actos bellos (La actitud ética como atajo hacia la felicidad), de Arash Arjomandi, ha sido publicado por Pre-Textos.
  • La fotografía es de Nacho Goberna y fue tomada a principios de diciembre del 2017 en el parque del Retiro de Madrid.
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