Por Emma Rodríguez © 2013 / Aunque desde hace ya algún tiempo los avatares políticos y económicos, unidos a los avances tecnológicos, impiden la desconexión y la calma, existe una ley de la naturaleza que, afortunadamente, impone sus ritmos, y según esa ley el verano sigue siendo, pese a todo, un paréntesis. Una pausa obligada por las altas temperaturas. Una llamada al descanso, ya sea en la playa, bajo la sombrilla y con vistas a las olas; ya sea respirando el aire fresco de la montaña o, simplemente, sin moverse de la ciudad habitual, la de todos los días. Esa ciudad que, en cierto modo, se transforma e invita a atravesar sus parques, a lanzarse a las piscinas, a mirar la vida desde la terraza, a tumbarse en el sofá, cerrar los ojos y olvidar por un momento los ruidos, las urgencias…
