Por Emma Rodríguez © 2017 / “Parece que tengo una disposición general hacia la desobediencia, civil o de cualquier otro tipo”, decía Grace Paley, quien cuando se refería a sí misma solía aludir a su terquedad, “la terquedad más absoluta”. Desobediente, terca, descarada, combativa, divertida, auténtica, adorable, era esta mujer de letras y de acción, convencida de que la literatura ayudaba a cuestionar el mundo, pero que para intentar transformarlo era necesario salir a las calles, repartir panfletos, portar pancartas y banderas en manifestaciones a favor de los derechos humanos y de la igualdad, asumiendo incluso que ir a la cárcel por causas justas era necesario para abrir el camino de los cambios sociales…
