Bucles temporales en la literatura, el cine, la vida

Imagen de cabecera: Fotograma de la película Laura de Otto Preminger

Óscar Hernández Arteaga © 2022 /

Los recuerdos parecen estar aunque no queramos. Hay recuerdos que están porque no queremos que estén. Recuerdos traumáticos. El tiempo parece detenerse entonces o repetirse como un círculo en torno de un árbol. El árbol es el recuerdo. Pero cómo talar el árbol. O cómo simplemente ver que hay otros árboles, que hay un bosque y quizás una playa detrás. Escucho en estos días un podcast llamado Entiende tu mente, donde se habla de la rumiación. Es algo que me ha acompañado siempre. Al parecer el cerebro está preparado para actuar ante un problema, buscando una solución. Cuando la solución no se encuentra o no se decide o no se ejecuta, comienza la rumiación. Un gasto de energía desproporcionado para lo que somos que me lleva a pensar que la amnesia sería una solución para ciertos traumas. 

Todos tenemos momentos del pasado que se han quedado encapsulados. Los bucles temporales, tan bien ambientados y recurrentes en el cine, pueden servir de metáfora para explicar el pensamiento obsesivo. Este tipo de pensamiento está ahí para (supuestamente) solucionar algo que quizás no tenga solución. Hay una emoción que reacciona a ese pensamiento y se manifiesta en forma de ansiedad. Un amigo psicólogo me dice que se debe a que la mente se preocupa pero no se ocupa. Que el mismo día se repita una y otra vez, como en la película de Bill Murray Atrapado en el tiempo, o la reciente comedia Palm Springs, me sirve para hablar, insisto, de la amnesia como solución para este bucle.

Si los que estuvieran sufriendo ese bucle temporal tuvieran amnesia, no serían conscientes de su preocupación. No habría preocupación. Pero la vida no es ocupación sin preocupación y la amnesia también es bastante peligrosa. Estaríamos como en aquella película de Jim Carrey rogando porque no se nos borre el recuerdo de nuestro dolor; porque a pesar de todo, del dolor se aprende o porque simplemente somos algo masoquistas, atrapados en ese tiempo finito que se hace infinito con la imaginación y que resulta ser el pasado. En El increíble finde menguante, otro filme que trata sobre un bucle temporal, no se trata de un día, sino de un fin de semana. Pero la peculiaridad es que ese bucle se va acortando (menguando).

En la novela de Alan Pauls El pasado, el protagonista no puede escapar a su ayer. El pasado nos crea. Pero, tópicos aparte, la vida seguramente es algo más y algo menos que estos bucles temporales (sean metafóricos o no). Como dice Machado en su Juan de Mairena, el hombre es un animal con reloj. Leyendo a Ignacio Vidal Folch, su dietario Lo que cuenta es la ilusión, comprobamos como entra y sale de su vida o como su vida entra y sale de sus palabras y siempre parece ser el mismo tiempo. No es que no evolucione o que no le pasen cosas, pero la voz es la misma y su temporalidad también.

Volviendo al cine, en la película Laura de Otto Preminger, el narrador de casi media película es el asesino. Oculta la verdad. Le da al espectador su verdad. Waldo (Clifton Webb) es un escritor, narcisista. Se obsesiona por Laura. Y la intenta matar dos veces porque ha creado una ficción donde Laura le pertenece y no puede ser de otro. Laura está dada por muerta y en el minuto 47 resucita. En realidad el cuerpo encontrado con la cara desfigurada (por el efecto de los cartuchos de una escopeta) es el de otra persona. Laura ha estado unos días fuera y regresa sin saber nada de su muerte. Cuando entra en su casa se encuentra con el investigador del caso que se ha quedado dormido. Dana Andrews (teniente McPherson) no sale de su asombro. A la postre se ha ido enamorando del retrato de Laura (Gene Tierney, de la que el productor Darryl F. Zanuck dijera que era sin dudad la mujer más bella de la historia del cine). El asesino (narrador) le advierte que tenga cuidado porque puede ser el primer caso de alguien que se enamore de una muerta. Por eso cuando Laura resucita, McPherson tiene la oportunidad de materializar su obsesión. ¿Y no es eso lo que nos ocurre con ciertos amores obsesivos, ciegos, idealizados? Otro bucle.

Hay, también, ciertos lugares donde se vive en bucle. El mismo día siempre. Por ejemplo puede ocurrir en el trabajo. Y aunque sean diferentes días, la sensación última es de estar viviendo un solo día con variaciones. Pequeñas, casi imperceptibles. Y la sensación puede ser agobiante. Con mi amigo Mariano intentamos un podcast sobre lecturas y conexiones con el cine y la música. De entrada es todo una excusa para hablar de lo que nos apetece. Quedamos en una cafetería y nos explayamos. La cosa es que aún no hemos colgado nada. Llevamos casi un año intentando un primer programa. La idea fue evolucionando y se cristalizó en Gente de principios. Se nos ocurrió el título porque no dejábamos de empezar. Y porque la mayoría de las cosas que leíamos eran comienzos o prólogos. Otro bucle temporal. Diciéndoselo a él, se le ocurre que somos como aquel Bartleby de Melville que luego Enrique Vila-Matas usó para crear un inventario de escritores que no escriben. En nuestro caso, me dice Mariano, seríamos los podscasteros que preferirían no hacerlo. O los que preferirían seguir en el dichoso bucle, empezando por infinita vez el podcast que no empieza.


POR ÓSCAR HERNÁNDEZ ARTEAGA

Nacido en Tenerife en 1978, cursa estudios de Filosofía y Filología hispánica en la universidad de La Laguna. Fue colaborador de varios blogs y de un programa de radio cultural llamado El ladrón de libros. Actualmente trabaja en la biblioteca universitaria donde estudió. Y ultima su primera novela. (+ info)

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