Remedios Zafra, unidos e iguales en la fragilidad

Emma Rodríguez © 2021 /

Lleva tiempo Remedios Zafra observando y analizando los efectos de las nuevas tecnologías, de la cultura en red, sobre nuestras vidas. De hecho, de un modo u otro, en todos sus títulos, tanto en su obra ensayística como de ficción, está presente Internet, sus paisajes, modos  y lenguajes, destacando el análisis a fondo de los entornos laborales, de los trabajos creativos, cada vez más afectados por la precariedad, que deben ser acompañados de otras labores alimenticias que permitan sobrevivir. La autora pone el acento en la necesidad de visibilizar esta situación en un trayecto marcado por la coherencia y la clarividencia. 

Con su capacidad innata para atrapar la inmediatez, traza un diagnóstico certero de los usos y costumbres de una sociedad marcada por las desigualdades y zarandeada por la prisa, el culto a la imagen, la impostura, el desconcierto. Quienes nos adentramos en su trabajo nos sentimos como ante un espejo que nos devuelve la imagen de nuestras inconsistencias, que nos sitúa ante las trampas de un presente en el que cada vez nos movemos más a ciegas, tomando poco a poco conciencia de que la vida no tiene nada que ver con los anuncios publicitarios, los mensajes de emprendimiento y las imágenes de falsa felicidad que se nos venden. 

En las páginas iniciales de su último libro, Frágiles, señala la autora que “las pantallas nos han endurecido los ojos”; que “saturados de imágenes, pocas cosas nos sorprenden”; que “hasta un niño conectado a sus máquinas miraría hoy casi sin parpadear la muerte evitable, la desigualdad de las vidas o el sufrimiento de los otros”.

Sin embargo, apunta a continuación, hay ocasiones en las que resulta imposible no ver, no sentir, no ablandarse. Ha sucedido en estos tiempos, con un acontecimiento de dimensiones planetarias, la pandemia. “Nos hemos asomado a las ventanas materiales y olorosas de nuestro patio de vecinos sintiéndonos más vulnerables. Desde allí hemos visto morir  o enfermar inesperadamente a los que viven al lado, recuperando la mirada que incomoda en la conciencia de nuestra fragilidad como humanos”, escribe en una entrega que precisamente nos anima a reconocer, a interiorizar, la vulnerabilidad; a incomodarnos, a dejarnos perturbar y sentir el daño; porque solo de este modo podremos ver lo que se oculta tras la normalización de determinados hábitos, comportamientos, intolerancias, injusticias.

Señala LA ESCRITORA Remedios Zafra en “Frágiles. CARTAS SOBRE LA ANSIEDAD Y LA ESPERANZA EN LA NUEVA CULTURA” que “las pantallas nos han endurecido los ojos”, que “saturados de imágenes, pocas cosas nos sorprenden”.

Ser capaces de ver lo intolerable, de identificar problemáticas, es el primer paso para buscar salidas, vías de cambio. Frágiles, una entrega subtitulada Cartas sobre la ansiedad y la esperanza en la nueva cultura parte de ahí y, a través del diálogo con distintos interlocutores, se encamina hacia la necesidad de encuentro, de abrazo, de compañía. “Es la socialidad la que hace humana la vida, una socialidad con cuerpos adjuntos y frágiles, que enferman o padecen y necesitan la mano y la espalda del otro. Es en la necesidad solidaria de los otros donde la fragilidad se hace costura comunitaria”, voy leyendo. Y, mientras lo hago, no puedo dejar de agradecer lo mucho que esta lectura me ha deparado, al tiempo que constato su cercanía a Tiempo de cuidados, de Victoria Camps, y a Destiempo, de Silvia Bardelás, presentes también en este número de Lecturas Sumergidas.

Los tres libros comparten una misma dirección, la búsqueda del sentido de comunidad, la reivindicación de la fraternidad. Los tres indican que, tras el egoísmo y la defensa del individualismo, propios de las sociedades neoliberales, empiezan a latir otros impulsos, otros sentimientos. ¿Podemos salir indemnes de lo vivido? ¿Podemos pasar página y pretender seguir adelante como si nada hubiera pasado, sin sentirnos tocados en lo más profundo? ¿Podemos ignorar que estamos emocionalmente heridos y que somos parte de un planeta dañado? Son preguntas urgentes en el momento que vivimos, preguntas, no me cabe duda, de las que no pocas personas querrán huir, pero que para muchas otras pueden ser el punto de partida de un empuje, de un movimiento transformador, tanto a nivel individual como colectivo.  

Remedios Zafra (Zuheros, Córdoba, 1973) pone el dedo en la llaga cuando nos dice que, ante la desazón que experimentamos, “cabe la tentación de protegerse en el agujero de la habitación conectada, arropados de estímulos y pantallas” o tender la mano, buscar complicidades. Frágiles es una apuesta por la segunda opción desde su propia estructura, una reflexión hecha de diálogos, de experiencias y percepciones compartidas. La escritora y científica titular del Instituto de Filosofía del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, explica que este libro surgió como continuación de El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital, sin duda un ensayo importante, capaz de conectar a mucha gente que de pronto dejó de estar sola ante sus ordenadores, reconociendo formar parte de un colectivo unido por pasiones y vocaciones que muchas veces culminan en la entrega gratuita de los trabajos. Un amplio y heterogéneo colectivo valorado por su capacidad creativa y al mismo tiempo ninguneado, explotado, mal pagado, cuyos miembros se encontraron -nos encontramos- en las páginas de un ensayo capaz de promover el intercambio, de visibilizar, de servir de altavoz.

Este libro está inspirado en las conversaciones telefónicas, mensajes y charlas con artistas, investigadores, trabajadores de la cultura, científicos, becarios, poetas, doctorandas, profesores, periodistas, dramaturgos, actores, opositores, creativos y escritoras, que en algún momento llegaron a mi buzón de correo para compartir conmigo experiencias personales a partir de “El entusiasmo” (…) Ellos no se vieron en conjunto porque en la intimidad solemos hablar siendo dos, pero era una responsabilidad por mi parte unirles en la escritura y hacerlo público, porque, desplegados junto a quienes se referían, merecían reconocerse solidariamente en los otros”.

Los dos ensayos citados trazan un certero retrato, como decía, de los modos de vida en las sociedades desarrolladas del siglo XXI. El mundo de la creación, de la cultura, abocado a una creciente precariedad, está en el punto de mira, pero la perspectiva es mucho más amplia. Pocas situaciones, pocos detalles, escapan a la autora, quien se hermana en muchos de sus análisis con el filósofo coreano Byung-Chul Han, artífice de una obra que explora las sociedades neoliberales, movidas por la aceleración, la competitividad, el afán productivo, el consumo, la falta de vínculos entre las personas. 

“El entusiasmo” visibiliza y sirve de altavoz a Un amplio y heterogéneo colectivo valorado por su capacidad creativa y al mismo tiempo ninguneado, explotado, mal pagado.

Como él, también Zafra hace una reivindicación de la lentitud. “Practicar la lentitud como herramienta” es de hecho lo que hace en Frágiles, a través del cruce de mensajes reflexivos, que requieren pausa y tiempo para ser elaborados. En esos mensajes, fruto, como decíamos, de conexiones diversas, pero que en el libro van dirigidos a una mujer, a una “querida amiga, se habla del trabajo y de la vida, de las “vidas-trabajo”, porque se trata de dos áreas que cada vez es más difícil delimitar cuando las tareas, los encargos, los escritos, se realizan desde la propia casa. He aquí el marco en el que se mueve la autora, el lugar desde el que se plantea preguntas, desde el que se cuestiona su propia existencia y la de sus cercanos, destinos unidos por una misma sensación de ansiedad. “Una ansiedad que se tolera como daño colateral del privilegio de quien al menos vive y trabaja y mejor se calla ante la pobreza y mayor vulnerabilidad de los otros”.

En las historias laborales y privadas que visibiliza, en la capacidad de contagio de esas historias, quiere Remedios Zafra abrir una vía de esperanza. Se trata de acompañar reflexivamente”, de hablar y escuchar, “porque acompañar también supone sabernos comunidad en lo que nos identifica, cuidando un lazo solidario”, expone, desenmascarando a continuación el individualismo competitivo que tanto daño hace y que tanto nos aleja del trabajo con sentido, movilizador, realizado con tiempo, enriquecedor tanto para la persona que lo ejerce como para quienes lo reciben, alejado de la rapidez, de la banalidad.

Hay una parte especialmente interesante, esencial, en Frágiles en la que la ensayista, muy atenta a los estudios de género, nos anima a seguir el ejemplo del feminismo, de su sororidad. Para desbaratar las culturas de la dominación que avergüenzan a quienes las sufren, ante las vigentes formas de precariedad laboral, de autoexplotación ansiosa, tan propia de las tareas creativas, Zafra nos dice que tomemos ejemplo de la última ola feminista, de campañas como “Me too” o “Ni una menos”. Han sido maneras eficaces de mostrar lo que durante tiempo se quiso ocultar. Se trata de visibilizar, de desmontar discursos, de verbalizar y dar difusión a los abusos, a lo no normalizado, a lo escondido. “Publicar aquello que culturalmente nos enseñan a sentir íntimamente indecible mientras nos dañan y empequeñecen es hacer política”, expone la autora.  

La originalidad del estilo, introspectivo, capaz de nombrar con lirismo paisajes y circunstancias de la cotidianidad, así como de la perspectiva, que arranca de la cercanía, del yo al nosotros; de las propias experiencias a las de los demás, a través de cauces de afinidad, de reconocimiento, convierten en muy especial, diferente, sorprendente, la obra de la pensadora. Una obra donde el lenguaje, la manera de contar, adquiere relevancia, y donde la capacidad de ahondamiento a la hora de trazar derivas, mapas sociales, llega a ser tan demoledora en los diagnósticos como luminosa a la hora de proponer despertares, tomas de conciencia. 

Fotografía por SNO (Wikimedia commons)

Remedios Zafra sabe ir al fondo de las cosas, tocar las teclas apropiadas para hacer sentir a sus lectores tan interesados como incómodos, en el sentido de sacarlos, de expulsarlos de las zonas de confort, de sumisión, en las que tan fácil es refugiarse. Muchas veces pone de manifiesto una realidad asumida, una verdad molesta, para a continuación ofrecer una contrapartida, un camino de liberación, un punto de dignidad. Dice, por ejemplo, que “trabajar ya no es garantía de progreso o promoción, sino de mantenerse activo en la rueda” y después se pregunta: “¿Cómo privarnos de la oportunidad de imaginar un “trabajar distinto”? Es su manera de ir abriendo los cauces del cuestionamiento, de la crítica, de la búsqueda, de la esperanza. 

Para desbaratar las culturas de la dominación que avergüenzan a quienes las sufren, ante las vigentes formas de precariedad laboral, de autoexplotación ansiosa, tan propia de las tareas creativas, Zafra nos dice que tomemos ejemplo de la última ola feminista, de campañas como “Me too” o “Ni una menos”.

En ese trayecto de apertura aparece la ya mencionada construcción de comunidad y la defensa de lo público. La enseñanza pública no debe ser denostada, pese a la frustración que pueda sentirse ante la dificultad para encontrar salidas de futuro. Difamarla, advierte la autora, es “una jugada perfecta para los poderes conservadores que se afanan en cuestionar lo público y los derechos ganados”; que se ceban con la formación universal, democrática, para promover lo que venden como “un modelo educativo más flexible y barato, más preparado para crisis y trabajos en casa, más liberal, convirtiendo la consigna “hazlo tu mismo” en “hazte tú mismo”. 

Vivimos en tiempos de “ansiolíticos y autoengaños, señala Remedios Zafra, quien identifica el “desasosiego y la angustia vital” en tiempos de “celeridad y apariencia”. Sobre lo que yo he resumido en apenas tres líneas, la autora hace un análisis detenido, abarcador. Nos habla de la conversión de cada sujeto en empresa de sí mismo; de la “mercantilización absoluta de la vida”; del brutal “atracón de mundo digital”, de imágenes, de noticias, hasta el punto de que cada vez menos cosas nos afectan.

Zafra se detiene también en la falta de ética en las empresas, en lo peligroso de transmitir consignas del tipo “si te esfuerzas, lo conseguirás”, sin tener en cuenta el repertorio de desigualdades al que nos hemos de enfrentar. Analiza hasta qué punto el sistema capitalista se apropia palabras como “creatividad”, “felicidad”, “libertad”, desgastándolas, tergiversando sus significados. Indaga en la manera en que los profesionales del presente se amoldan a lo que se espera de ellos, adaptando sus perfiles a plataformas orientadas al comercio, a la búsqueda o gestión de trabajos. El riesgo de aceptar dócilmente las “nuevas formas de orden (y de control)” es “el empobrecimiento de la vida personal sustituida por la vida pública como escaparate cuantificador, el descreimiento, y muy especialmente, el abandono de la vida colectiva y solidaria”, vamos leyendo.

Cuando nos preguntamos en qué momento ser “influencer” se convirtió en una posibilidad de trabajo cada vez más ansiada, en una opción de moda. [¿La ciencia, la medicina, la enseñanza, la escritura, las artes, la política? “¡Qué va! Yo quiero ser influencer!”, me contó desolada una amiga que le había dicho su hija adolescente]. Cuando observamos la manera en que tanta gente expone su intimidad en las redes, desde el convencimiento de que son en la medida en que se muestran y consiguen más seguidores, más emoticonos de agrado, más puntuaciones ajenas. Cuando otros muchos empezamos a sentirnos cada vez más fuera, en una especie de intemperie a la que conduce el agotamiento de los espacios virtuales, la ensayista nos entrega sus reflexiones sobre el fingimiento, sobre la sonrisa congelada y el sujeto desapasionado”. Me detendré en algunas de sus apreciaciones:

Ahora la de muchos trabajadores sería una vida “precaria”, pero con una ansiedad de “famoso”, expuestos y autocontrolados en el escaparate digital. Como respuesta, las estrategias de supervivencia a las que empuja el medio estimulan el parapeto y la máscara…”

– “Muchos trabajadores hoy necesitan aparentar para vivir en el escaparate del mundo, es decir, para estar en venta en la red. Y esta máscara se alimenta como algo propio de las construcciones subjetivas contemporáneas, un envoltorio capaz de convertirnos en productos atractivos para el escenario online (…) Y ante la dificultad social de evacuar el exceso de impostura desde la educación, la reflexión acompañada o la solidaridad social, los sujetos pueden derivar a espacios de desahogo y anonimato, más si cabe, fortalecidos en su máscara (…) Por una parte, modelos posproducidos y editados para mostrarse en la foto, y por otra, estallido visceral, mentiras como verdades juradas, huidas hacia delante, agitadores que fanfarronean y afirman saberlo todo y que, a veces, incluso tienen poder político”.

Como os decía, la autora parte de sus propias experiencias en el entorno de la enseñanza, de la creación, pero sus indagaciones van más allá de los escenarios de partida. Desasosiego, frustración, ansiedad, incertidumbre, falta de control del tiempo, prisas, miedo al porvenir, hiperproductividad, individualismo, competitividad… Son términos que aparecen una y otra vez en la obra de Remedios Zafra, una obra que identifica los terrenos que pisamos y, como ya señalaba, encuentra la esperanza en las alianzas con los otros, en los cuidados, en “pensarnos comúnmente desde la fragilidad igualitaria”. En realidad, todo el trayecto de Frágiles conduce ahí, a esa constatación, a esa revelación. 

Especialmente iluminadoras son las páginas dedicadas al confinamiento derivado de la pandemia de Covid. La situación imprevista, el desastre sanitario, nos hizo frenar, se plantea la autora, algo impensable hasta ese momento. Y tomamos conciencia de la vulnerabilidad colectiva, también de la necesidad de aprendizaje, de replanteamiento, de cambio de rumbo. Apreciar lo común, lo público; valorar más la cultura, su utilidad, la capacidad salvadora de los libros… 

La situación imprevista, el desastre sanitario, nos hizo frenar, se plantea la autora, algo impensable hasta ese momento. Y tomamos conciencia de la vulnerabilidad colectiva, también de la necesidad de aprendizaje, de replanteamiento, de cambio de rumbo.

Remedios Zafra, como muchas otras personas, entre las que me incluyo, recibió el tiempo de reclusión también como un espacio para recuperar la atención, la calma, el silencio. Un tiempo propio, desacelerado. No parece que algo de todo eso se haya quedado entre nosotros ahora que la situación parece empezar a estar bajo control. No parece fácil encontrar un cierto equilibrio al respecto. “El mundo se está inquietando, pidiendo  pronunciamientos y conexiones constantes, reiteración de la misma respuesta a la misma pregunta, volver a lo de siempre, estar hablando o comunicándonos todo el rato, produciendo monstruos que duran poco tiempo. ¿Por qué temen permanecer en silencio?, medita la autora.

Las últimas páginas, los últimos compases de Frágiles, están abiertos a la esperanza. Solo visibilizando las injusticias, los abusos, los daños, es posible abrir ese cauce. Recuperar ideas tan básicas como que “es el trabajo el que debe subordinarse a nuestra vida y no a la inversa”, entender la necesidad de curarnos de la prisa y apreciar la importancia de crear sociedades cuidadoras en las que el peso no recaiga únicamente en las mujeres, en las que se supere la precariedad de los trabajos de cuidado y se acabe con el fraude de las privatizaciones, es un buen punto de partida.

¿Cómo enfrentar con esperanza las vidas cuando parecen ser sentenciadas por la ansiedad y la precariedad?”, pregunta Remedios Zafra. Y encuentra respuestas en la acción transformadora, una acción consciente del poder de las alianzas sociales, de la necesidad de impulsar el bien común, de la potencia de la solidaridad. Nada de ello es posible sin recuperar la confianza en lo colectivo, sin cultivar el espíritu crítico. Ser inconformistas con el orden imperante no significa estar amargados, infelices, como determinados modelos conservadores quieren que creamos. Zafra hace hincapié en ello. Hace un llamamiento al inconformismo y a la resistencia como motores de cambio. Invita a activar la imaginación y a desmontar discursos engañosos. 

Imagen © Johanna Marghella – Editorial Anagrama

Llegados a este punto, en el cierre de este artículo, quedémonos con las palabras, sugerencias, direcciones que propone la autora, apenas una pequeña parte de las muchas inspiraciones que nos depara su obra. Un refrescante viento que nos empuja a leer, interpretar, vivir el presente de otra manera, a avanzar hacia un mejor mañana:

– “Percibo que tendríamos que caminar hacia formas de movilización (…) no incentivadas por el triunfo económico construido sobre la explotación precaria y la ansiedad neutralizadora, ni por la más vacía acumulación de ganancias desprovistas de mundo interior, sino por un deseo de justicia social, de autonomía y saber, de investigación y cultura. Si lo que moviliza es “lograr más que el de al lado”, “llevarse una parte del pastel”, “quedarse la ganancia sin cambiar el juego”, todo se repite, las formas de desigualdad se perpetúan”.

– “Ante escenarios complejos no es indispensable beber de los modelos de emancipación pasada. Es más, sería recomendable imaginar otros. No conformarse con el motor patriarcal y capitalista que sigue predominando como modelo sesgado. Que el trabajo ayude en la emancipación no significa convertirse en un héroe, ni lograr mucho dinero, sexo sin límites y una vida plenamente hedonista. No creo que esté aquí el deseo de las mujeres ni el de muchos hombres. Ese poder de acumulación y riqueza o ese otro de visibilización y fama laten en la cultura-red, pero no habría que darlos por hecho como lo que por defecto queremos las personas”.

La vida no es una guerra ni una competición, y tantos siglos hablando de héroes, batallas, perdedores y culpables, resulta agotador y estúpido, ¡si ya somos frágiles! Valdría más comenzar a cuidarnos entre todos. Porque hablar de victoria siempre ha sido un engaño que beneficia a las voces más altas (…) En los conflictos humanos la palabra “victoria” debiera cambiarse por “cuidado mutuo”. Una victoria implica derrotar y vencer, pero solo cuando entendemos la vida como cuidado de distintas vidas evitamos repetir la historia de siempre, esa que cuenta cómo tal o cual general ganó una guerra y otros la perdieron...” 

“Frágiles”, de Remedios Zafra, ha sido publicado por Anagrama en su colección Argumentos.

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