Las brujas de Salem, un alegato contra la tiranía

El director Andrés Lima recupera para la escena un texto escrito por Arthur Miller en los años 50, cuando el dramaturgo estadounidense era acosado por el Comité de Actividades Antiamericanas de la era McCarthy.

El dramaturgo y guionista estadounidense Arthur Miller
Arthur Miller

Por Pilar Ortega © 2016 / Hace más de 300 años, exactamente en 1692, la entonces recoleta aldea de Salem, hoy en el estado de Massachusetts, vivió uno de los episodios más tristes y demoledores de la dignidad humana. Los odios profesados entre familias coloniales rivales y el fanatismo puritano y religioso de la sociedad encendieron la mecha de la caza de brujas y cerca de 300 mujeres fueron acusadas y condenadas por tener tratos con el Diablo. La mayoría fueron encarceladas y 19 de ellas acabaron en la horca.

Sobre aquellos sucesos, el dramaturgo Arthur Miller (1915-2005) escribió una de sus más emblemáticas obras y seguramente la más representada. Hablamos de Las brujas de Salem, de la que el director Andrés Lima prepara ahora una versión para el Centro Dramático Nacional, cuyo estreno está previsto para el 20 de enero de 2017.

El senador Joseph McCarthy
El senador Joseph McCarthy

El tema de esta pieza sigue siendo tan actual como lo fue hace más de tres siglos, pues los de Salem no han sido, desgraciadamente, los únicos capítulos vinculados a la caza de brujas, sino que, muy al contrario, los fanatismos y los resentimientos fueron alimentando y dispersando la hipocresía por todo el mundo. No hay que olvidar que la Inquisición española cuenta en su haber con más de 1.300 víctimas. Y para no llegar tan lejos, basta recordar que llegó a afectar incluso al propio Arthur Miller, pues no en vano buceó en Salem para descifrar el acoso al que estaba siendo sometido moralmente por el Comité de Actividades Antiamericanas del general McCarthy en los años 50 del siglo XX. O sea, hace nada.

El espectador se adentrará en la vida de unas adolescentes alegres y algo alocadas que son sorprendidas por el reverendo Parris mientras bailan de noche en el bosque. Todos ponen sobre ellas un dedo acusador porque temen que tengan tratos con el diablo y es tal el miedo provocado por la moral religiosa, las conspiraciones sociales y el honor mancillado que la confesión y la delación surgen inmediatamente como únicos ejes de la salvación de los afectados.

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El director de cine Elia Kazan

¿Por qué Arthur Miller se acercó a este desgarrador capítulo de la historia de Estados Unidos? Seguramente para establecer una alegoría de la persecución a la que estuvo sometido por haber tenido contactos esporádicos con el Partido Comunista. Y dicen que fue su amigo, y casi hermano, Elia Kazan quien le delató ante el Comité. Así que a Arthur Miller le quitaron su pasaporte y en 1957 se le declaró culpable de desacato por haberse negado a dar nombres de supuestos comunistas, sentencia que más tarde sería anulada por el Tribunal de Apelación de los Estados Unidos.

Un ejemplar de The Devil in Massachusetts, de Marion Starkey, le hizo revivir a Miller los sucesos de Salem y encontrar un vínculo entre aquel estrambótico episodio y los juicios que se celebraban en Washington y a los que él no era ajeno, pues sufría continuas intimidaciones para delatar a sus “compañeros de pecado”, en un protocolo parecido al que se seguía en la Inquisición.

Así que Arthur Miller, un buen día, tomó la decisión de emprender un viaje de investigación a la ciudad de Salem, donde se hallan las actas originales de los procesos por brujería del siglo XVII. Para entonces, el también autor de La muerte de un viajante veía al Comité de Actividades Antiamericanas como una banda de especuladores políticos sin principios morales. Ya empezaba a sentir odio hacia su país, “odio hacia su imbecilidad y su manera de tirar la libertad a la basura”, según dejó escrito en sus memorias A vueltas con el tiempo, publicadas por Tusquets Editores.

Imagen de la representación de
Imagen de la representación de “Las brujas de Salem” dirigida por Andrés Lima. Fotografía por David Ruano.

Cuando Arthur Miller llegó a Salem, se encontró con una ciudad semiabandonada, de aire taciturno y secreto, obsesionada por esconder su tragedia de acoso fanático. Hoy, sin embargo, ya explotan turísticamente el tema con la “ruta de las brujas”, un itinerario que señala dónde se detuvo, interrogado y condenado a aquellas pobres mujeres.

Miller se dirigió entonces al Palacio de Justicia y preguntó por los anales de la ciudad de 1692 para averiguar qué pasó realmente con los condenados a la horca de Witch Hill (Cerro de la Bruja), cuyo enclave ya nadie conocía. Las actas contenían descripciones pintorescas de carros embrujados con la mirada, de mujeres que flotaban, etc. y pudo contemplar una serie de grabados de época con el relato visual de aquellos procesos de brujería.

La primera representación de Las brujas de Salem estuvo dirigida por un lunático de nombre Jed y tuvo lugar en Wilmington, sede del imperio DuPont. Y cuando se estrenó en Nueva York, la gente acudía al teatro sobre todo como un acto de resistencia, al considerarse un alegato contra la tiranía y los administradores de la moral. El tema fue calando en los sectores más progresistas de la sociedad estadounidense y ya a finales de los 50 el cineasta francés Raymond Rouleau hizo una versión para la gran pantalla, con Simone Signoret e Yves Montad como protagonistas y con un guión bastante libre de Jean-Paul Sartre.

Imagen de la representación de

Ahora es Andrés Lima quien vuelve sus ojos a Arthur Miller para rescatar toda la actualidad de la obra. “Salem está construida sobre la estructura de una Iglesia-Estado, y toda la vida de los puritanos gira en torno a la religión, a la obediencia y al temor de Dios”, afirma el director teatral. “Temor… ya salió la palabra. El miedo. Ese viejo aliado de cualquier forma de poder… y tan presente en nuestra cultura desde el Antiguo Testamento. Las brujas de Salem, a mi modo de entender, va mucho más allá de la brujería, Dios o el demonio. El conflicto de la obra se plantea en un contexto religioso, pero es completamente político. En una sociedad de orden, éste sólo se conserva mediante la represión, el terror. Demasiado actual para pasarlo por alto”.

¿Existen hoy las brujas? Son muchas las voces, entre ellas la de Andrés Lima, que aseguran que haberlas “haylas”. Que ya no vuelan ni tienen escobas ni emplean pócimas mágicas, pero que existen y actúan, por muy invisibles que parezcan.

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