Mirar es uno de mis verbos favoritos

Emma Rodriguez – Fotografía de Nacho Goberna © 2013

Por Emma Rodríguez © 2013 / Mirar es uno de mis verbos favoritos. Mirar y todos sus aledaños: asomarse, ventana, descubrir, interpretar, profundizar, querer ver, saber… Me gusta su sonoridad, los múltiples sentidos de la acción que conlleva. La pronuncio lentamente, mi-rar, prolongando la sílaba última, insinuante como una ola marina, y pienso en lo veloz que transcurre la vida, en el tiempo que nunca nos llega para detenernos en las palabras asumidas, repetidas, impregnadas de una cotidianidad que las vulgariza, que las oculta. Todo esto surge al hilo de “Una ventana propia”, título de este Diario que he empezado a escribir una fría tarde de domingo y en el que iré dejando constancia del paso de los días, de los acontecimientos: reflexiones, lecturas, encuentros, visiones, emociones y sueños que me van nutriendo, construyendo.

Los comienzos de 2013 están resultando muy creativos. Hay días en los que cierro los ojos a la realidad e imagino miles de ángeles inspiradores recorriendo la habitación. Sí, tiene que ver con este espacio y con otros proyectos cercanos que de momento prefiero mantener en secreto. Lo cierto es que, quizás por eso del contagio o por esa singular percepción de que cuando estamos centrados en algo todo alrededor se confabula y parece girar en la misma dirección, lo cierto es que cada vez me doy más cuenta de que hay muchas otras personas en mi entorno que han decidido responder a un presente tan difícil dando rienda suelta a sus deseos.

El jueves, 17 de enero, estuve en el Cine Doré asistiendo a la presentación de un cortometraje en homenaje a Luis García Berlanga. Su título: “El aprovechamiento industrial de los cadáveres”, una historia basada en una idea original del director a la que ha dado vida su amigo -¿y heredero?- Antonio Gómez Rufo. El escritor pone en pie  una narración que resucita el singular humor, el retrato ácido, la más pura estética berlanguiana, con evidentes guiños fetichistas. Veteranos, y no tan veteranos actores, interpretan con maestría pequeños papeles que van hilando una sátira en torno a estas sociedades en las que todo se quiere convertir en negocio. ¿Algo que reprocharle? Que deja al espectador con  ganas de más.

Una semana más tarde, en el Teatro Fernando Fernán Gómez, al que Miguel Munárriz está aportando aires renovadores, me sorprendió encontrarme con la otra faceta, para mí desconocida, de David Villanueva, el editor de Demipage. Este hombre acostumbrado a forjar sueños en bellos cofres-libros de papel -me apetece recordar la maravillosa edición de “Cien mil millones de poemas”, homenaje a Raymond Queneau– ha conseguido seguir disfrutando con su afición de juventud, la de cantante; subirse a un escenario junto con otros tres magníficos músicos e interpretar composiciones propias, sobre las que, en la interesante aventura del libro-disco “Planeta Mojado”, se han inspirado a su vez autores como Santiago Auserón, Fernando Aramburu, Basilio Martí, Francisco Javier Irazoki, Sofía Rhei, Paco Cálamo y Andrés Rubio, entre otros. Textos sobre textos, juego, miradas cómplices… La pasión creativa de quien demuestra que pocas cosas son imposibles, que el verdadero disfrute está en realizar aquello que realmente nos gusta.

En lo que va de febrero ya me he acercado en un par de ocasiones a una de mis librerías preferidas en Madrid, “Tipos infames”, muy cerquita de mi casa, en Malasaña. Los libros están tan bien seleccionados, colocados con tanto gusto, que me dan ganas de llevármelos todos, pero opto por quedarme con un interesante volumen inédito de Henry David Thoreau, “Cartas a un buscador de sí mismo”, editado por Errata naturae. Prometo escribir de él en próximas entregas de “Lecturas Sumergidas”.

¿Qué más? Una amiga me ha hablado maravillas de la nueva novela de Alicia Giménez Bartlet, “Nadie quiere saber”. Acaba de llegar a las librerías de la mano de Destino, pero ella ya la ha devorado. La novela policiaca no está entre mis preferidas, pero reconozco que me ha picado la curiosidad, sobre todo por la personalidad y las circunstancias de Petra Delicado, la protagonista. “Una mujer a la que me quiero parecer: valiente, libre, culta, con carácter”, me dice esta amiga, que me empieza a contar que en esta ocasión la inspectora viaja a Roma, se enfrenta a la mismísima mafia y mucho más que prefiero -le suplico- que no me desvele.

Una amiga me ha hablado maravillas de la nueva novela de Alicia Giménez Bartlet“Nadie quiere saber”. Acaba de llegar a las librerías de la mano de Destino, pero ella ya la ha devorado. La novela policiaca no está entre mis preferidas, pero reconozco que me ha picado la curiosidad, sobre todo por la personalidad y las circunstancias de Petra Delicado, la protagonista

Seguimos en Italia, de la mano de la crítica literaria florentina Francesca Serra. Reclama mi atención su ensayo “Las buenas chicas no leen novelas”, editado por Península, “un repaso irónico, crítico e inteligente a la relación de las mujeres con la lectura”. Me parece de lo más sugerente para esta publicación. “Tal vez ustedes no lo sepan, pero todas somos pornolectoras. Todas las lectoras lo somos, sin excepción, incluídas las solteronas y las monjas. Cuando una niña de cualquier lugar del mundo tiene en las manos su primer libro, se convierte de inmediato en pornolectora, lo quiera o no. Probablemente lo ignorará toda su vida; sin embargo, nadie le devolverá la inocencia…”, leo nada más abrir el ejemplar. Promete.

Un último apunte. Estos días, poniendo el punto final a este  primer número de “Lecturas Sumergidas”, he pensado en la velocidad a la que están transcurriendo los acontecimientos. He vuelto a las palabras de Basilio Martín Patino -hablamos a mediados de enero- de que “en este país aún han de pasar muchas cosas” y me han sonado a premonición. He escuchado las canciones del nuevo disco de Luis Eduardo Aute y me han parecido una banda sonora idónea para el discurrir de unos días en los que hemos ido de sorpresa en sorpresa, asistiendo a un espectáculo delirante de bombas informativas y desmentidos. He pensado en la rapidez con la que cambian las circunstancias y me he afirmado en la necesidad de no olvidar, de seguir mirando alrededor con una cierta distancia y perspectiva, sin dejarnos arrollar por la avalancha de interpretaciones, de supuestos nuevos enfoques, que van surgiendo sin darnos apenas tiempo a digerir lo anterior.

En eso estoy, en eso estamos.

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