Hernán Díaz y sus ficciones sobre el dinero y el poder

Foto cabecera por Johanna Marghella /

Emma Rodríguez © 2023 /

Un fascinante juego literario, un rompecabezas narrativo en cuya composición nos sumergimos desde el deslumbramiento. Os hablo de Fortuna, de Hernán Díaz, una novela polifónica sobre la construcción del mito de los magnates, de los poderosos amos del mundo contemporáneo; una exploración de la idealización del poder y del dinero en las sociedades capitalistas. Esta es la portada, la primera capa de una obra caudalosa que contiene en su interior muchas y reveladoras historias.

Fortuna repasa el discurrir de Estados Unidos en busca de sus imaginarios, de los pilares en los que ha asentado su hegemonía, su destino de gran potencia mundial. Al pasar sus páginas somos conscientes de la fuerza de los relatos que han ido construyendo su identidad, relatos tan rocosos y a la vez tan dañinos como el del “constrúyete a ti mismo”, un lema de impacto que fomenta el individualismo, tras el que se ocultan las desigualdades, las carencias, los borrones históricos a movimientos de disidencia, de protesta, las hondas contradicciones de un país que siempre se ha proclamado bandera de la democracia y las libertades. Hernán Díaz bucea en todo esto y nos ofrece también una poderosa narración sobre el patriarcado, la misoginia y el consiguiente silenciamiento de las mujeres. 

Nacido en Buenos Aires en 1973, el autor, hijo de emigrantes que viajaron a Suecia en busca de mejores horizontes, afincado en Nueva York y profesor de literatura en la Universidad de Columbia, tuvo claro desde el momento en que decidió tomarse en serio la escritura que el inglés era la lengua que mejor se adecuaba a sus ficciones, a su manera de contar. Su primera novela, A lo lejos, publicada en España por Impedimenta, una original aventura que participa de los mecanismos del western, se reveló como todo un descubrimiento; con la segunda, que es la que nos ocupa, no ha defraudado en absoluto a quienes creyeron en él, coincidiendo en este caso la valoración de la crítica (la novela entró en las listas de los mejores libros de 2022 en medios como “The New York Times”, “The Washington Post”, “Times”… ) con el respaldo de los lectores. 

Da la casualidad de que mientras escribo este texto me entero de que el escritor se ha alzado con el Premio Pulitzer 2023 –en esta edición compartido con la autora Barbara Kingsolver con su obra Demon Copperhead–. Un espaldarazo más para un libro que en Estados Unidos ha entrado en las listas de los más vendidos, algo poco habitual tratándose de un autor hasta ahora poco conocido y que no sigue las recetas del best-seller.

La recomendación del expresidente Barak Obama ha influido, sin duda, y también el hecho de que la historia esté en camino de convertirse en una miniserie televisiva para HBO, con la participación de la actriz Kate Winslet. Pero, más allá de eso, hay que tener en cuenta el deslumbramiento que despierta el tema de la novela –el dinero, el poder–, y el boca a boca que se ha podido generar al constatar los lectores la potencia de una narración, para nada fácil, de estructura compleja, pero capaz de atrapar en sus redes con su mezcla de registros, con la capacidad del autor para acceder a los fondos del capital, de la riqueza, para sacar a la luz zonas poco visibles, para manejar el efecto de las sorpresas, de las revelaciones que se van sucediendo a lo largo del recorrido.

“Fortuna” atrapa con su mezcla de registros, con su capacidad para acceder a los fondos del capital, de la riqueza, para sacar a la luz zonas poco visibles, para manejar el efecto de las sorpresas, de las revelaciones que se van sucediendo.

La novela, ambientada en la ciudad de Nueva York, se divide en cuatro partes, cada una relatada de una manera diferente, a partir de géneros distintos. Hernán Díaz juega a los puntos de vista, a los relatos que se transforman según las miradas, las voces que los narran. Reconozco que me atraen muchísimo este tipo de historias que se bifurcan, que nos hacen participar, a la manera de detectives, en busca de pistas, de coincidencias, movidos siempre por la curiosidad, por el afán de desvelar qué es lo que realmente ha sucedido, qué es lo que más se acerca a la verdad de lo que se nos está contando. Fortuna es la historia del ascenso de Andrew Bevel, uno de los hombres más ricos del mundo, descendiente de poderosos negociantes hechos a sí mismos; un ser que, desde muy pronto, se sintió fascinado por “las contorsiones del dinero y descubrió su “capacidad para moldear el mundo a su voluntad”, convirtiéndose en un actor esencial en el trágico crac bursátil de 1929.

No está basado en la figura de un magnate concreto, pero es evidente que toma elementos, materiales, de unos y otros, llevándonos a identificar su retrato con cualquiera de los más conocidos, de ayer y de hoy. El autor ha contado que se documentó en los archivos de J. P. Morgan y de otros para entender la manera de proceder, de pensar, de quienes lo enfocan todo en términos de beneficios, de codicia, de administración de fuerza y poder. Hasta la última de nuestras acciones está gobernada por las leyes de la economía (…) “Todos aspiramos a una mayor riqueza”, son algunas de las ideas base del protagonista, quien da cuenta, en la segunda parte del libro, de su legado, de su vida, trazando los principios del “Evangelio de la Riqueza”; el “Individualismo Americano”, etcétera.

Hay muchas novelas que hablan de los ricos, de su forma de vida, de las consecuencias de sus actos, pero yo donde quería centrarme era en los mecanismos del capital, en la producción del dinero, algo intangible, abstracto, poderoso. El dinero es una ficción, trozos de papel en torno a los cuales establecemos pactos, convenciones. Nuestras vidas están regidas por esta ficción, por esta especie de prisión espaciosa e invisible del dinero de la que no podemos salir”, reflexionaba Hernán Díaz durante la presentación de su novela en el Espacio Fundación Telefónica de Madrid. Son las suyas reflexiones que entran en la novela, en las conversaciones que entablan sus personajes.

Hernán Díaz. Fotografía por Johanna Marghella.

Fortuna parte de la historia de Andrew Bevel, llegando a alcanzar, a través de ella, sentidos para nada previstos. Si algo me ha interesado especialmente, lo apuntaba antes, es la manera en que esta obra nos hace ser conscientes de cómo el poder, de cómo los que se creen los hacedores del discurrir de la Historia, van construyendo los relatos a su conveniencia y cómo esos relatos afectan e influyen en el rumbo de las colectividades. “Mi trabajo consiste en tener razón. Siempre. Si alguna vez me equivoco, debo usar todos mis medios y recursos para torcer la realidad y alinearla con mi equivocación para que deje de ser una equivocación”, le comenta en un momento dado el magnate a su secretaria, Ida Partenza, encargada de poner por escrito sus palabras, de reelaborar su biografía. 

A partir de la historia del magnate Andrew Bevel, Hernán Díaz indaga en la manera en que el poder, los que se creen los hacedores del discurrir de la Historia, van construyendo los relatos a su conveniencia y cómo esos relatos afectan e influyen en el rumbo de las colectividades.

Bevel quiere modificar la imagen que ha quedado de él como principal causante del crac de 1929 con sus prácticas financieras, con sus arriesgados movimientos, hasta ese momento considerados genialidades, auténticos juegos de magia. Y todo su empeño está en modificar esa idea, en demostrar que todo lo que hizo fue por el bien público (“el beneficio personal tiene que ser un bien público”, es una de sus grandes frases). Motivado por su indignación ante lo que considera acusaciones infundadas y difamaciones, decide escribir sus memorias. “Los Bevel hemos sobrevivido a numerosas crisis, pánicos y recesiones: las de 1807, 1837, 1873, 1884, 1893, 1907, 1920 y 1929. Y no solo las hemos sobrevivido, sino que hemos emergido de ellas más fuertes, teniendo siempre en mente el interés de nuestra nación”, transcribo este párrafo que me parece esencial para entender la supervivencia del sistema capitalista, su continuo emerger tras caídas que se repiten una y otra vez de manera similar, como bien sabemos (desplomes de la bolsa, burbujas inmobiliarias…), un comportamiento que se sostiene en la creencia tan asentada de que es el mejor sistema posible; de que no caben otras opciones.

El protagonista es un defensor a ultranza del libre mercado, un detractor de la intervención del estado, del proteccionismo, que considera un factor maligno para el desarrollo y la expansión de la riqueza. Me detengo en otra página en la que explica, con indudable soberbia, el ambiente previo a la debacle de 1929. “La bolsa se convirtió en el pasatiempo favorito de América. El desenfreno de la especulación apalancada atrajo a un sinfín de don nadies con sueños de grandeza, que eran siempre los actores más irresponsables del mercado. Los millonarios menores se engañaban a sí mismos diciéndose que se habían “hecho de oro” y que podían multiplicar su botín de forma indefinida. Las bandas de arribistas sin disciplina, turistas bursátiles y otra chusma animada por crupieres inescrupulosos abusaron del éxito de los empresarios esforzados. / Todo el mundo estaba jugando a las finanzas con dinero de juguete. ¡Hasta las mujeres entraron en el mercado!

Como os decía, la novela consta de cuatro partes, cada una de ellas diferente. Se trata de distintas piezas que al ser engarzadas nos ofrecen la imagen de una construcción compleja, llena de ángulos contradictorios que dejan asomar distintas zonas de luz, de entendimiento. Os he hablado, sobre todo, de la segunda de esas partes: del relato del protagonista, un relato sobre la ambición y el ejercicio del poder, elaborado a su imagen y semejanza, un relato con el que quiere convencernos de que lo que cuenta es la única verdad. 

Pero ese relato está lleno de grietas, de vacíos que se van llenando con los otros documentos que nos son dados a conocer. El primero de ellos, que lleva por título Obligaciones, es una novela (una novela dentro de otra novela), escrita por Harold Vanner, quien narra las vicisitudes de Benjamin Rask (nombre ficticio de Andrew Bevel) y de Helen Brevoort (personaje de Mildred, su mujer), miembro de una antigua familia de Albany venida a menos, explorando con gran sensibilidad las circunstancias de sus vidas, los destinos de dos seres solitarios, singulares, que acaban encontrándose.

Helen es una mujer enigmática. Está dotada de grandes capacidades intelectuales y de una cultura elevada, gracias a la educación recibida de su padre, quien acaba enloqueciendo y huyendo del sanatorio de Suiza, donde había sido internado cuando la familia, de viaje por Europa, se ve sorprendida por la I Guerra Mundial. Nunca se le encuentra y este hecho influye poderosamente en la hija, la atormenta. Evidentemente la historia de Vanner se basa en las peripecias del matrimonio Bevel. El escritor ha conocido a su protagonista femenina en persona, a través de los actos de filantropía que ella ha promovido. Sabe de su devoción por la literatura, por la música; al parecer ha tenido acceso a sus confidencias.

Todo se desarrolla en un ingenioso juego de ficciones cruzadas. Hernán Díaz toma la forma de la novela clásica en esta primera parte, inspirado en el estilo de Henry James o Edith Wharton, como ha confesado. Al presentar su libro el autor reconoció su adscripción a la corriente metaliteraria. “Es la literatura que practico. Todos somos ecos. Nadie escribe en el vacío. Me gusta conversar con la tradición que me antecede; borrarme de la página, desaparecer”. 

Hernán Díaz. Foto por Frypie

La novela de Vanner indigna al magnate que, como respuesta, después de cerrarle todas las puertas posibles al autor e impedir que su obra se siguiera difundiendo, decide demostrar que todo es mentira y contar (imponer) su versión de los hechos. En su escrito, titulado Mi vida, hecho de jirones de recuerdos, de fragmentos biográficos, Mildred / Helen, aparece como un ser bondadoso, “demasiado frágil y buena para este mundo”, una musa inspiradora, una amante de las letras y de la música que lleva a cabo múltiples obras de apoyo a la cultura de manera absolutamente desinteresada. 

Cuando llegamos a este punto nos preguntamos cómo fue realmente la historia, qué enigmas guarda la vida de la misteriosa protagonista. Hemos de terminar la novela, llegar a su cuarta y última parte, para conocer sus secretos de primera mano, a través de las páginas de unos diarios que finalmente Ida Partenza acaba encontrando y que con sus revelaciones se convierten en todo un golpe de efecto en el transcurrir de la novela. 

El personaje de Helen o de Mildred, según la parte del libro a la que hagamos referencia, resulta especialmente atractivo. Me atrevo a decir que en lo que a ella toca Hernán Díaz ha levantado una auténtica venganza feminista. Ella es la esposa del magnate, su lugar es el de los actos benéficos, pero finalmente su verdad traspasa el silencio, se libera del olvido, de la insignificancia, trastocando por completo la historia. El escritor no ha hecho más que reflejar la realidad, mirar a otras mujeres en su misma situación, comprobar cómo sus experiencias, sus escritos, sus cartas, sus diarios, se han metido sin ni siquiera ser ordenados en cajas que se conservan como parte muda,  secundaria, en los archivos de sus poderosos maridos. 

Alrededor del personaje de MIldred el Escritor levanta una auténtica venganza feminista. Ella es la esposa del magnate, su lugar es el de los actos benéficos, pero finalmente su verdad traspasa el silencio, se libera del olvido, trastoca la historia.

En la épica del capital no hay mujeres. Siempre aparecen en lugares asignados, como buenas esposas o víctimas. Están casi amordazadas, sin voz propia, sin posición”, ha señalado el escritor, quien, en cierto modo, a través de su personaje, consigue que esas voces sean recordadas. La parte de los diarios de Mildred, Futuros, es un homenaje al modernismo de entreguerras, en palabras de Díaz. La narración está llena de hallazgos vanguardistas, de lirismo. Mildred Bevel va dando cuenta de sus días en el sanatorio en el que acaba siendo internada, –como su padre– ofrece claves de su infancia, de la compleja relación con su marido, del secreto que los une, toda una revelación.

Pero antes de llegar a todo esto hemos de pasar por el trecho del camino en el que la protagonista es Ida Partenza, una figura esencial en el discurrir de la historia. Si tuviera que elegir qué parte de la novela es mi favorita, me quedaría con la que ella protagoniza. Hija de un anarquista italiano, con quien mantiene una relación de complicidad muy hermosa, que se mueve entre el afecto profundo y los deseos de liberarse de la autoridad y los rígidos principios del padre, esta mujer que, a finales de los años 30, se acaba convirtiendo en secretaria del magnate, es quien consigue descubrir sus secretos (es ella la que tiene la llave de los mismos)  y desentrañar la trama de la compleja relación del matrimonio Bevel.

Recuerdos de unas memorias se titula el relato de Partenza, quien en su edad madura, ya convertida en escritora, rememora la historia de quien fuera su jefe, con la perspectiva y la distancia suficientes como para sobrevolar por encima del engañoso relato impuesto, al tiempo que recobra los pormenores de su propia vida. En Fortuna Hernán Díaz consigue implicarnos en la vida de sus personajes, en sus peripecias, en sus búsquedas, al tiempo que nos ofrece un interesante panorama de una época y un país, los Estados Unidos a partir de la década de los años veinte del siglo pasado, aunque el foco va más atrás, a través de las hazañas de los antepasados del magnate. El interior y el exterior, la intimidad de las vidas y el devenir de los acontecimientos sociales, de los cambios históricos, van de la mano de manera soberbia.

“El surgimiento de la figura de las secretarias supuso entonces una revolución de tipo social. Por primera vez las mujeres podían acceder a una vida de clase media sin pasar por el matrimonio”, señaló el escritor durante la presentación de la novela, incidiendo en otro aspecto clave en las memorias de Ida Partenza, la visibilización de los movimientos obreros, anarquistas, de izquierda, que entran en la narración a través del padre, las relaciones con sus camaradas, sus actividades clandestinas. Se trata de una parte de la historia de EEUU que ha sido absolutamente silenciada, borrada.

“El surgimiento de la figura de Las secretarias supuso una revolución de tipo social. Por primera vez las mujeres podían acceder a una vida de clase media sin pasar por el matrimonio”, señala el escritor.

En las primeras décadas del siglo XX se dio la oportunidad de crear un movimiento de izquierdas en el país; un movimiento en el que los inmigrantes italianos estaban en cabeza, muy movilizados en sus lugares de trabajo. Pero fueron aplastados de un modo radical y absoluto. Había por entonces muchas publicaciones anarquistas en el país, de las que apenas queda rastro, de las que a día de hoy no se puede encontrar prácticamente nada. Lo pude comprobar por mí mismo, a través de mis investigaciones en la Biblioteca Pública de Nueva York y en otras instituciones. Ese capítulo de la historia fue exterminado brutalmente, es como si no hubiera existido. Ahí se da un ejercicio de poder, una auténtica reescritura de los hechos”, recupero las palabras de Hernán Díaz. 

Hernán Díaz. Fotografía por Johanna Marghella.

Las condiciones de explotación, las huelgas, el trabajo infantil, la lucha de clases, en definitiva, entran en Fortuna, en contraste con el relato de la riqueza y la ambición. A través de las memorias de Partenza nos acercamos al “racismo y la discriminación contra los italianos”, quienes protagonizaron en su tiempo, en el paso del siglo XIX al XX, el mayor éxodo de inmigrantes de todo el planeta; quienes fueron víctimas de redadas y linchamientos. Todo esto entra en esta novela que tan bien describe las estrategias del capital, sus malabares, como los subsuelos de la desigualdad, del abuso, que acompañan al capitalismo.

Todo va construyendo esta entrega sobre la que planea la idea de la reescritura de la realidad, de las estrategias del poder para modificar y transformar los hechos. Hernán Díaz, quien ha confesado sus conocimientos limitados sobre economía cuando se planteó escribir Fortuna –quién lo diría–, se mueve con soltura, con brillantez, en los límites, tan difusos, entre la realidad y la ficción, en las fronteras que separan la verdad de la mentira. 

El dinero. ¿Qué es el dinero? Bienes de consumo en forma de pura fantasía (…) Ni lo puedes comer ni te abriga, pero representa toda la comida y toda la ropa del mundo. Por eso es una ficción…”, tomo esta parte de una larga disertación del personaje anarquista de la entrega, el padre de Ida Partenza, para concluir este texto. Me imagino al propio escritor planteándose preguntas similares. Es esa idea, la idea de cómo una ficción como el dinero puede configurar el mundo, de la que ha partido Hernán Díaz para construir esta gran novela.
 
Fortuna ha sido editada por Anagrama, con traducción de Javier Calvo.

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