Los acordes de «Local Hero» y sus efectos emocionales

Òscar Hernández Arteaga © 2023 /

¿Qué empuja a un director de cine a escoger un tema musical y no otro?. Hay algo de coherencia narrativa pero también de intuición. Me imagino que se han de conocer bien las letras de las composiciones y si se trata de un tema instrumental, supongo que habrá que asegurarse de que la pieza sirva como un elemento más del contenido de la película. ¿Por qué la banda sonora de las películas de un director o directora (pongamos Jane Campion) tienen ese aire de familia?, me sigo preguntando.

El poder del perro de Campion posee una banda sonora hipnótica basada en un minimalismo que recuerda a El piano, cuya BSO la firma Michael Nyman. Y si nos fijamos en el compositor de la música de El poder del perro, Jhony Greenwood (guitarrista de la mítica banda Radiohead) su trabajo nos hace recordar a Pozos de ambición (también de Greenwood pero de otro director, Paul Thomas Anderson), filme que podría haber filmado Campion.

Es evidente que se da un cruce de influencias o de ambientes cruzados entre los contenidos y las preferencias creativas de directores o compositores diferentes. Pero cuál es el vínculo que se establece con el espectador. Es un nexo  intelectual pero también emocional. Sabemos que la música tiene esa potencia significativa, una nota o un acorde no tienen un referente que podamos encontrar en el mundo de las cosas. Si hacemos el paralelismo entre el lenguaje hablado o escrito con el musical y con la estructura sonora que surge de este, encontramos que la principal diferencia es el poder connotativo de esta última, un poder que la acerca a la poesía.

Fotograma de la película «Local Hero».

Una nota musical no es una letra o un sonido y la combinación de notas (el acorde) no es una palabra. Y aunque lo fuera, ese acorde no nos remite al mundo de las cosas (al menos de forma directa). Lo que sí es cierto es que hay palabras abstractas como amor o miedo y acordes o combinaciones de acordes que nos pueden remitir a las emociones que sugieren dichas palabras. El nivel abstracto de la lógica matemática, tan presente en la música, tiende un puente con el nivel emocional. Que una secuencia musical de una BSO concreta te ayude a entender la narrativa (o no) y que consiga emocionarte es lo que hace que este artículo de vueltas sobre un objeto que no puede atraparse con palabras.

Me viene a la memoria la banda sonora de Local Hero, compuesta por Mark Knopfler. Dirigida por Bill Forsyth, os hablo de ese tipo de películas donde me gustaría vivir. Y los temas musicales  seleccionados completan y enriquecen ese deseo. El universo fílmico y ficcional cobra realidad y coherencia gracias en gran parte a la música. Veo la película por enésima vez y voy reteniendo detalles que pensé que pertenecían a otras filmaciones. Descubrí esta historia cuando era niño, allá por los años 80. La cinta fue rodada a principios de esa década. A Knopfler lo conocí por mi hermano mayor. La música folk de este estilo también me acompañó en la década de los 90. Ahora parece que ya no está de moda…

Hay un cuadro emocional en lo que escuchamos y vemos después de un tiempo. Tiene que ver con la memoria involuntaria de la que hablaba Proust. Busco en San Google el pueblo en el que están rodadas las escenas de Local Hero. Aún existe. Se llama Pennan y está en Escocia. De repente, imbuido por la nostalgia y por el placer que me ha producido encontrar el referente real, empiezo a planear en secreto viajar hasta allí; aunque, pasado el primer momento de entusiasmo, empiezo a sospechar que el lugar llegará a desencantarme por algún motivo. También leo que se rumorea que Local Hero o Un tipo genial (título de la versión doblada en español) inspiró a los creadores de Doctor en Alaska

Fotograma de la película «Local Hero», ambientada en un pueblo de Escocia.

El retrato de ese pueblo pintoresco al que viaja un americano (el tipo genial o «local hero»), interpretado por un joven Peter Riegert, para comprarlo y poder montar una petrolera, es el retrato de un pueblo idílico y surrealista. Un tipo de pueblo que sobrevive en la ficción. En la película encontramos elementos de ecologismo y de surrealismo que sirven para configurar un mundo mágico absurdo y amable.

La guitarra de Knopfler recrea la naturaleza inmensa y la trascendencia mágica de la búsqueda, a veces inútil y consolatoria de la astrología, que mira al cielo buscando una respuesta a nuestro comportamiento de aquí abajo. Pero esto es sólo una interpretación más del uso de la música en la película. Lo que realmente importa, y que creo que es el verdadero motivo que me ha impulsado a escribir este artículo, es lo que me sugiere, me despierta y me vincula con la ficción. Una ficción que se hace real en la emoción personal. Así han existido dentro de mí obras de creación como la novela La conjura de los necios, de John Kennedy Toole, el tema Heart is dream de Beck, o algunos de los cuadros de Denis Hopper. El arte y sus posibilidades interpretativas o la experiencia estética es lo que configura material emocional y hace que la ficción sea a veces un refugio para los que estamos saturados de realidad.

Mark Knopfler. Fotografía por Volkan Yuksel.

Todas estas reflexiones me hacen recordar aquello que escuché de Harry (Woody Allen, Desmontando a Harry) sobre las virtudes de la ficción para un neurótico como él y la manera en la que el universo de lo imaginado, de lo fabulado, puede proveerte de un orden y de una lógica redentora que ayuda a soportar la realidad y a suplir las supuestas carencias que alguien como yo puede percibir en ella.

En Pennan yo no sería feliz, sospecho. Pero sí sé que lo sería en el pueblo escocés de la película. Y lo sé porque cuando escucho en mi coche la BSO de Knopfler, recuerdo la película de manera voluntaria e identifico el tema concreto y la escena concreta (una operación intelectual como otra cualquiera), pero resulta que también sucede algo a través de las emociones. La llamada memoria involuntaria me sitúa en un lugar imaginario, sentimental y real. No es el Metaverso de Zuckerberg, es algo más íntimo. Y la música despierta eso. Su poder connotativo nos vincula con nuestros recuerdos y con un nivel significativo que escapa a las palabras. Los acordes de Knopfler y su incidencia en mi vida son un claro ejemplo de ello.

POR ÓSCAR HERNÁNDEZ ARTEAGA

Nacido en Tenerife en 1978, cursa estudios de Filosofía y Filología hispánica en la universidad de La Laguna. Fue colaborador de varios blogs y de un programa de radio cultural llamado El ladrón de libros. Actualmente trabaja en la biblioteca universitaria donde estudió. Y ultima su primera novela. (+ info)