Nada es comparable a Prince

Prince en Coachella (26 de abril de 2008). foto [CC] Penner.

Fidel Oltra © 2021 / 

Hace pocos días se publicó un nuevo álbum póstumo de Prince, Welcome 2 America. En este caso no se trata del típico disco hecho de retales y descartes con el que se busca seguir exprimiendo la gallina de los huevos de oro y el bolsillo de los que todavía apostamos por el formato físico. Welcome 2 America es un disco con todas las de la ley, un trabajo inédito que Prince grabó en vida y que, por algún motivo, se quedó guardado en el fondo de un cajón. En las canciones que contiene este nuevo lanzamiento de Prince subyace una honda preocupación del genial cantante norteamericano por la situación de su país, a pesar de tratarse de un disco grabado en 2010. Faltaban todavía varios años para la llegada de Trump a la Casa Blanca, y una década para que el país explotara en protestas contra la violencia policial a raíz del mediático caso de George Floyd. Hechos que Prince no pudo ver, ya que falleció en 2016, pero que parece anticipar en un disco que trata temas como los mencionados o la cara oculta de los avances tecnológicos. Prince fue siempre un visionario en lo musical, pero aquí demuestra que también sabía tomarle el pulso a su momento e incluso anticiparse a los tiempos venideros.

Recuerdo haber leído en una revista, allá por 1983, unas declaraciones de un Prince que para mí, por entonces, era un estrafalario y desconocido músico con un pomposo nombre. El tal Prince se atrevía a amenazar nada menos que el trono de Michael Jackson, entonces en la cima del mundo con su álbum Thriller y la larga lista de exitosos sencillos que se extrajeron del álbum más vendido de todos los tiempos. Decía algo así como “Michael, voy a por ti”. Me pareció ridículo por parte de un artista que, como he comentado, para mí era un desconocido, aunque ya tenía varios discos de platino por sus álbumes Prince (1979) y sobre todo 1999 (1982). Apenas un año después Prince protagonizaba la película Purple Rain y publicaba un disco con su banda sonora, incluyendo el exitoso tema titular. De repente alcanzó una desorbitada fama mundial que le impulsaba, ahora sí, hasta esa cima donde reinaba cómodamente Michael Jackson, algo que nadie hubiese creído un par de años antes. Sin embargo Prince, con 24 años y una carrera bastante más corta que la de Michael, a pesar de ser de la misma edad, sí que lo creía. Y lo consiguió. Desde luego no se puede negar que era todo un visionario.

Prince Rogers Nelson nació en junio de 1958 en Minneapolis, en el estado norteamericano de Minnesota. Efectivamente, Prince es su verdadero nombre: se lo pusieron como un guiño al nombre artístico de su padre, John Lewis Nelson, pianista y compositor que en el escenario se hacía llamar Prince Rogers. Su madre también era cantante de jazz, de hecho solía actuar junto a su padre, así que el pequeño creció en un ambiente donde la música jugaba un papel primordial. El propio Prince aprendió no solo a tocar el piano, sino que incluso compuso algunas canciones antes de cumplir los diez años. Una edad a la que sus padres se divorciaron, empezando entonces para él una nueva vida bastante menos cómoda, más anárquica, pero también más intensa. Su madre se volvió a casar y tuvo otro hijo con su nuevo marido. El joven Prince no parecía muy a gusto con la nueva situación, así que estuvo yendo y viniendo entre la casa de su madre y la de su padre, e incluso vivió en casas de vecinos durante algunas temporadas. Sin embargo, una cosa que agradecería a su padrastro es que gracias a él vio por primera vez en concierto a James Brown, algo que le impactó profundamente. Casi al mismo tiempo su padre biológico le compró, antes de que su relación se deteriorara hasta la ruptura, su primera guitarra. Aunque el muchacho no era un mal estudiante y destacaba en varios deportes, especialmente en baloncesto, parecía claro que su futuro iba a estar relacionado de alguna manera con la música.

Durante algún tiempo Prince tuvo que vivir en casa de la familia Anderson, vecinos de su padre. Este le había echado de casa y los Anderson le acogieron. Allí trabó amistad con Andre Simon Anderson, que tenía su misma edad. Se hicieron buenos amigos y compartían inquietudes musicales. Cuando Pepe Willie, marido de una prima de Prince, le reclutó para su recién formado grupo 94 East, Prince se llevó consigo a Andre, que desde entonces adoptó el nombre artístico de André Cymone. Ambos serían inseparables durante varios años hasta que en 1981 separaron sus caminos por divergencias artísticas y personales. La banda 94 East no tuvo grandes éxitos y se disolvió en 1979, cuando parecía ya claro que la carrera en solitario de Prince iba a ser bastante más fructífera que la del grupo. Sus grabaciones han sido rescatadas periódicamente desde la década de los 80, ya con el intérprete en la cúspide de su fama, como curiosidad y pasto de coleccionistas.

Al mismo tiempo que Prince componía y tocaba la guitarra para 94 East, iba poniendo los cimientos de su propia carrera. Entre 1976 y 1977 grabó diversas demos con Chris Moon, un productor de Minneapolis que tenía su propio estudio. Aquellas grabaciones recorrieron la ciudad en busca de algún cazatalentos que mostrara interés. Finalmente fue Owen Husney, que no estaba demasiado metido en la música pero tenía olfato para los negocios, quien se llevó el gato al agua. Owen consiguió que Prince grabara nuevas demos en otro estudio y con otro productor. Algo ocurrió en esas sesiones porque estas nuevas grabaciones llamaron la atención, ahora sí, de compañías como Warner, A&M o Columbia.

Prince tenía solo 19 años cuando firmó con Warner con unas condiciones más que ventajosas para un músico desconocido, incluyendo control creativo total y gestión de los derechos de publicación por parte del artista. Prince se desplazó a California y grabó allí su primer álbum, For You. Warner le asignó como productor a Tommy Vicari, quien había trabajado con gente como Barbra Streisand, Cat Stevens o Joni Mitchell. Sin embargo su papel acabó siendo totalmente secundario, ya que Prince – recordemos, sin haber cumplido todavía los 20 años – tenía muy claro lo que quería para sus canciones y prácticamente ejerció él mismo de productor. De hecho lo hizo todo en el disco, incluyendo no solo componer e interpretar las canciones sino también tocar todos los instrumentos, incluyendo guitarras, bajo, teclado, percusiones y todos los arreglos. Aunque ni el disco ni ningún sencillo llegó demasiado alto en las listas, For You dejó claro que aquel chaval de 19 años tenía un talento desbordante. Prince era un diamante por pulir, con una creatividad espectacular pero todavía descontrolada.

A principios de 1979 Prince dio sus primeros conciertos con una banda en la que estaba, como no, su amigo André Cymone. Ese mismo otoño lanzó su segundo disco, titulado sencillamente Prince. Un álbum que tuvo más repercusión, con canciones como I wanna be your lover, Why you wanna treat me so bad?, Sexy dancer o I feel for you, que años después sería un gran éxito de la mano de Chaka Khan, plantando con fuerza los cimientos de lo que sería la trayectoria posterior de Prince: ritmos entrecortados, sintetizadores punzantes, una particular concepción del funk y, sobre todo, mucha sensualidad. El falsete de Prince, sus ritmos voluptuosos y sus letras cada vez más sexuales le convertirían en un artista con una personalidad peculiar y atractiva. En pleno auge de los sintetizadores y los artistas robóticos, Prince triunfaría siendo desmesuradamente carnal. Los títulos de sus dos siguientes discos, Dirty Mind (1980) y Controversy (1981), no podían haber sido mejor escogidos.

Dirty Mind, grabado por Prince ya en su propio estudio de Minneapolis, marcó definitivamente el rumbo artístico que tomaría su autor en los primeros 80. En lo musical, Prince refinó el estilo que ya se mostraba en sus primeros discos hasta definir un sonido totalmente reconocible, que sería la base de su música en los años venideros. En cuanto a temática, Dirty Mind tiene el honor de ser el primer disco de éxito en el que casi todas sus canciones hablan explícitamente de sexo. Además lo hacía abiertamente y sin ningún tabú, incluyendo sexo oral, incestos y tríos. Tanto en la portada – otra de sus señas de identidad en aquellos años – como en su forma de cantar y en sus actuaciones, Prince se mostraba andrógino, casi femenino, intensificando el impacto erótico de una música ya de por sí sexual. Pero no todo era sexo: canciones como Dirty mind o Partyup abrían nuevos caminos para la música de baile, reemplazando la ya decadente música disco por otra mucho más excitante, fresca e igualmente rítmica y vivaz que combinaba el funk con la llamada new wave. Un estilo propio, similar de alguna manera a lo que venían haciendo Talking Heads pero interpretado de una forma más directa, menos experimental.

Con Controversy, publicado en 1981, Prince intentó expandir sus horizontes musicales y temáticos. A las ya habituales, explícitas y polémicas canciones sobre sexo se añadían ahora otras sobre religión o política. Eran los primeros años de Ronald Reagan, con sus conflictos económicos, sociales y raciales. Prince no podía permanecer ajeno completamente a lo que ocurría en el mundo y en su país. De todos modos sus mensajes de protesta seguían vinculados al sexo, proclamando la total libertad sexual como modo de vida alternativo a una década de los 80 que se mostraba gélida, tétrica y encorsetada. Aunque el disco llegó a ser certificado platino en los Estados Unidos, y oro en el Reino Unido, el efecto sorpresa se había diluido un tanto respecto a anteriores trabajos. Los sencillos extraídos del disco solo alcanzaron los primeros puestos en las listas norteamericanas reservadas para la música de baile. Quizás Prince había ido demasiado lejos en Dirty Mind y ahora le resultaba difícil superar el listón que él mismo había subido hasta límites casi inalcanzables. Controversy generó algunas dudas, pero pronto quedarían despejadas.

Siguiendo con su sorprendente ritmo de un disco al año desde que debutara en 1978, Prince dedicó 1982 a la preparación de su nuevo disco. Tras la salida de su amigo André Cymone de su banda de acompañamiento, reclutó nuevos miembros y formó el grupo que sería conocido como The Revolution. Una banda tan atractiva musicalmente como en el aspecto visual e interpretativo, como puede verse en los vídeos de la época. Todo lo relacionado con la imagen y otros conceptos tangenciales a la música le resultaban sumamente interesantes a Prince, que entre otras cosas empezó a adoptar tipografías novedosas en sus discos y a acortar palabras como You (“U”) o Four (4) en los títulos de sus canciones. Prince ya empezaba a ser, más que un simple músico, un estilo, una marca, un concepto. Entonces llegó el otoño de 1982 y vio la luz uno de sus mejores discos, 1999, liderado por el apocalíptico tema del mismo título y su espectacular vídeo. Al inicio del mismo las tareas vocales se reparten entre tres de los miembros de su banda: Dez Dickerson, Lisa Coleman y Jill Jones. Posteriormente entra Prince cantando su parte y tomando el control de la canción. Una situación que en el vídeo se aprovechó para que el genio de Minneapolis hiciera una entrada triunfal en un escenario en el que, supuestamente, su banda está tocando en directo. La MTV, que llevaba dos años en funcionamiento y apenas programaba vídeos de artistas negros, tuvo que rendirse a la evidencia con 1999 y con Billie Jean, de Michael Jackson.

El color púrpura, que el artista ya había lucido en la portada de Controversy, le abriría al artista las puertas de la fama de par en par. A Prince se le había metido en la cabeza desde principios de la década de los 80 la idea de protagonizar una película. Aunque no tenía ninguna experiencia ante las cámaras, salvo en los escasos vídeos musicales que había lanzado hasta entonces, en un par de años ya tenía el proyecto perfectamente pensado. Entre 1982 y 1983 Prince desarrolló el guion, aparentemente basado en su propia vida, y buscó afanosamente a sus protagonistas y a alguien que la dirigiera. Finalmente la película Purple Rain, creada para mayor gloria de Prince y con la misión de mostrar su gran talento (y su gran ego) al mundo, vio la luz en el verano de 1984. Contra todo pronóstico, se convirtió en un gran éxito. Se trata de un musical autobiográfico con una historia detrás no demasiado original, pero la fotografía, las actuaciones, y sobre todo las canciones, llevaron a Purple Rain a recaudar una cantidad que multiplicaba por 10 lo que se había invertido en ella. En cuanto al disco, de igual título, era una orgía de sonidos con plena participación de toda la banda, multitud de capas de sintetizadores y guitarras, percusiones estratosféricas y, por supuesto, el talento de Prince componiendo e interpretando como guinda del pastel. Canciones como Purple rain, Let’s go crazy, I would die 4 U o When doves cry fueron éxitos mundiales, consiguiendo un Oscar a la mejor canción original para su autor. Un premio que sumar a los 25 millones de copias que se han vendido desde entonces de esta espectacular banda sonora. Ahora sí, definitivamente, los 80 eran de Prince. Aunque fueran compartidos con Michael Jackson y Madonna.

La inercia del éxito de Purple Rain llevó a que el siguiente álbum de Prince, Around The World In A Day, fuese también un gran éxito. Prince quiso hacer algo distinto, canciones no tan descaradamente comerciales, sumergiéndose en una especie de pop-soul vanguardista con tintes psicodélicos en los que solo se escuchan distantes ecos del funk electrónico que se había convertido en su seña de identidad. De todos modos temas como Raspberry Beret o Pop life pasaron a engrosar su ya larga cantidad de sencillos de éxito. Incansable, rebosante de ideas, Prince quiso intentar repetir la jugada de Purple Rain con una nueva película, Under The Cherry Moon. Dirigida e interpretada por el propio cantante, esta vez se estrelló sin miramientos, recibiendo una gran cantidad de nominaciones y premios, pero esta vez en los Golden Rasberry Awards: los famosos Razzies que se otorgan a las peores películas del año. Por el contrario, el álbum con la banda sonora, titulado Parade (quizás para que no se identificase demasiado con la película) tuvo una recepción excepcional tanto por parte de la crítica como por el público.

Parade llegó a los primeros puestos de las listas de medio mundo, consiguiendo varios discos de oro y platino en los Estados Unidos y en varios países europeos. Prince insistió con Parade en ese nuevo sonido, acompañado ahora también de una renovada imagen, que empezó a explorar en Around The World In A Day. Aunque el único mega éxito extraído del disco, Kiss, sí que sonaba más al Prince de 1982 que al de 1986, canciones como Under the cherry Moon, Girls & boys, Mountains o Anotherloverholenyohead merecen una revisión sin complejos ni prejuicios. Para nada un disco menor, como pudiera parecer por sus predecesores y, sobre todo, por lo que estaba por llegar.

Tras publicar Parade, Prince entró en una especie de crisis, o torbellino creativo, que le llevó a embarcarse en diferentes proyectos. En uno de ellos su banda, The Revolution, iba a tener todavía más protagonismo; en otro, titulado Camille, era Prince el protagonista absoluto. O más bien una versión renovada de Prince, transmutado en una especie de criatura andrógina al estilo de Ziggy Stardust. Todo saltó por los aires cuando Prince decidió disolver The Revolution. Sus proyectos inconclusos acabaron confluyendo en lo que en principio iba a ser un triple álbum, y que por presiones del sello acabó siendo doble. Un disco titulado Sign O’ The Times, lanzado en 1987, que a pesar de ser una especie de collage con temas de diferentes épocas, grabados de forma diferente y pensados inicialmente para proyectos muy distintos, acabó cuajando de una forma misteriosa hasta convertirse en uno de los mejores discos de los 80. Quizás en su forzada variedad esté, precisamente, el secreto de su éxito. Posiblemente también ayudara una cierta clarificación en su sonido, más cercano a sus discos comerciales de los primeros 80 que a sus dos últimos trabajos. Aunque Sign O’ The Times no contenía ningún sencillo que arrasara en listas como “Kiss”, en conjunto se trata posiblemente del disco más completo de Prince. Algo sorprendente para un disco nacido casi por accidente, pero así era el talento del genio de Minneapolis. Si Purple Rain fue su cumbre comercial, seguramente Sign O’ The Times fue su cumbre creativa. Claro que, una vez en la cima, el único camino posible es hacia abajo.

Prince empezó a mostrar síntomas de cierta inestabilidad cuando rechazó publicar su siguiente proyecto, The Black Album, una vez acabado. Por lo visto tuvo una revelación sobre la maldad que subyacía en aquel disco, así que en su lugar publicó otro, Lovesexy, grabado solo en siete semanas. Este trabajo alternativo contenía canciones más espirituales y trataba temas de índole más positiva. La portada mostraba a un Prince totalmente desnudo, pero quizás más como autoafirmación, como muestra de la sinceridad y desnudez del contenido, que como provocación. Alphabet St. fue el sencillo de más éxito que se extrajo de Lovesexy. Los años siguientes de Prince fueron convulsos, con giras, nuevos cambios en la banda, colaboraciones y participaciones en otros proyectos.

Su tema Batdance para la película Batman, de Tim Burton, fue todo un éxito. En menor medida también lo fue la balada Scandalous!. En ese momento empezaron las primeras desavenencias con su sello, Warner, principalmente por los derechos de publicidad de esas canciones. Derechos que, hasta ahora, siempre habían estado en manos de Prince. Los cambios y las diferencias siguieron en los 90, culminando en el excéntrico cambio de nombre del artista, convertido ahora en The Symbol, ‘El Artista Antes Conocido Como Prince’ o, simplemente, en un dibujo impronunciable que combinaba los tradicionales símbolos usados para representar lo masculino y lo femenino. Por el camino, Prince le regaló a Sinéad O’Connor su mayor éxito, Nothing compares 2 U, como ya había hecho en los 80 con las Bangles (Manic Monday). Lanzamiento tras lanzamiento, Prince estaba más centrado en cumplir con el contrato que todavía le ligaba a Warner que en la calidad de las composiciones. Incluso así, en esos años de lucha con la industria, acertó a publicar temas como My name is Prince, Peach, Sexy MF o The most beautiful girl in the world, éxitos que hicieron que su nombre, fuese el que fuese a estas alturas, no quedara en el olvido.

Los últimos veinte años de la carrera de Prince, liberado finalmente de su vínculo con Warner, fueron de completa libertad (y también cierta incontinencia) creativa. Su primer disco con su propio sello, apropiadamente titulado Emancipation, fue triple y tenía una duración de 180 minutos. Lanzó también varios discos que habían quedado olvidados en su etapa Warner, publicando varios trabajos en pocos meses. Entre los movimientos que realizó Prince en esos años estuvieron un concierto en pago por visión (¡en 1999!), lanzamientos de discos solo en formato digital (¡antes de 2004!), la recuperación de su nombre, la publicación de su primer disco en directo, el lanzamiento de un disco a través de un periódico o la vuelta a sellos importantes como Arista o Columbia. Aunque siguió publicando gran cantidad de discos y sencillos, Prince fue más noticia en el siglo XXI por sus apariciones estelares en conciertos de homenaje, en inducciones al Hall of Fame, en la Super Bowl o en sus 21 conciertos en el O2 Arena de Londres en el verano de 2007. Es fácil perderse entre la multitud de lanzamientos que realizó entre 2000 y 2016, pero a estas alturas ya nadie esperaba un nuevo gran éxito del cantante. Prince era ya una leyenda, así que la calidad o el éxito comercial de sus nuevos discos no eran algo por lo que se pudiera medir su categoría como artista.

En 2016, dos años después de hacer las paces con Warner y en plena gira norteamericana, Prince se sintió enfermo. Aparentemente tenía gripe y se vio forzado a aplazar un par de conciertos que, finalmente, pudo ofrecer unos días después. Volviendo en avión a Minneapolis tuvo un colapso que obligó a aterrizar de emergencia en Moline, Illinois, para recibir atención médica. Se recuperó, abandonó el hospital en contra de los consejos del personal médico, y finalmente llegó a su ciudad natal. Allí realizó una vida aparentemente normal durante unos días. Fue visto haciendo ejercicio, realizando compras o acudiendo a conciertos. Pocos días después, el 21 de abril de 2016, la noticia de su fallecimiento sacudió a todo el mundo. Tras su triste e inesperada desaparición llegó el inevitable aluvión de lanzamientos póstumos, reediciones, cajas y temas inéditos en estudio o en vivo. La leyenda debe seguir alimentándose, aunque en ocasiones corra riesgo de empacharse o empachar a sus seguidores. No obstante, si alguna carrera merece una revisión continua, un rescate exhaustivo de su fondo de armario, es la de Prince. 

En su adolescencia Prince hizo buena amistad con James Samuel Harris III, un chaval que tenía prácticamente su misma edad, quizás algunos meses menos. Más tarde James se convertiría en Jimmy Jam, músico pero sobre todo afamado compositor y productor musical. En sus primeros años llegó a ejercer, con su grupo The Time, de telonero del propio Prince en algunas de sus giras. Cuando el artista murió, en 2016, varios medios le entrevistaron y le preguntaron por su adolescencia y su breve trayectoria junto al mito de Minneapolis. Jimmy Jam afirmaba una y otra vez que nunca había conocido a un artista tan genial. Según declaró, cuando Prince tenía 15 ya le dejó asombrado por su dominio de varios instrumentos, por su ambición y por su ética de trabajo, asombrosa para tan corta edad. Lo dice un tipo que ha trabajado con Michael Jackson, Aretha Franklin, Mariah Carey, Janet Jackson, Herp Albert o Rod Stewart, por citar algunos de los nombres más famosos entre las varias decenas de artistas que han confiado en las dotes musicales de Jimmy Jam. Así pues, tendremos que tomarle la palabra y aceptarlo: Prince fue uno de los mayores genios musicales de nuestra era. ¿Quizás el mayor de todos? Se trata de una pregunta de difícil respuesta. Seguramente arriesgamos bastante menos si decimos que fue el más completo. En caso de dudas, siempre viene bien echarle un vistazo a los vídeos en los que se le ve tocando la guitarra. Gran cantante, excelente e imaginativo compositor, enorme guitarrista, espléndido en sus movimientos sobre el escenario… Tal vez sí que fue el más grande, por qué no.

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