Foto Cabecera Brit Bennett © Miranda Barnes
Emma Rodríguez © 2021 /
”La mañana en que una de las gemelas perdidas regresó a Mallard, Lou LeBon corrió hasta la cafetería para anunciarlo, e incluso ahora, pasados muchos años, todo el mundo recuerda la alteración de Lou cuando, sudoroso, abrió de un empujón las puertas de cristal, con el pecho agitado, el cuello de la camiseta oscurecido por su propio esfuerzo. Los clientes, medio adormilados, prorrumpieron en un griterío alrededor de él; eran unos diez, si bien posteriormente serían muchos más los que mentirían y dirían que también ellos estuvieron allí, aunque solo fuera para simular que por una vez habían presenciado algo de verdad emocionante. En aquella pequeña localidad agrícola, nunca ocurría nada sorprendente, no desde la desaparición de las gemelas Vignes. Pero esa mañana de abril de 1968 Lou, camino al trabajo, vio a Desiree Vignes recorrer a pie Partridge Road, cargada con una pequeña maleta de cuero. Presentaba exactamente el mismo aspecto que cuando se marchó a los dieciséis años, su piel todavía clara, del color de la arena solo un poco húmeda. Su cuerpo sin caderas le recordó a una rama movida por una brisa impetuosa. Avanzaba con rapidez, la cabeza gacha, y –en ese momento Lou hizo una pausa, tenía algo de showman– llevaba cogida de la mano a una niña, de siete u ocho años, negra como un tizón”.
Así comienza La mitad evanescente, de la escritora afroamericana Brit Bennett, en mi opinión un arranque espectacular porque, desde las primeras líneas, despierta la curiosidad lectora y fija el marco en el que ha de desarrollarse la historia, ofreciendo de entrada valiosas pistas. Sabemos que hay un misterio por resolver, una comunidad pequeña y cerrada, un conflicto… Intuimos desde muy pronto que nos va a resultar difícil cerrar las páginas una vez abierto el libro, que estamos ante una de esas novelas que vamos a querer devorar, de un tirón, sin pausas, aunque nos quite horas de sueño.
En una época de tanto desasosiego como la que vivimos, sometidos a la velocidad de los acontecimientos, al incesante ruido de la actualidad, sumergirse en una obra capaz de transportarnos a otro rincón del mundo, al transcurrir de otras vidas, de manera tan intensa como ésta, es una buena, recomendable, saludable, manera de huir de la inmediatez. La literatura siempre está ahí para ofrecernos esa posibilidad, es cierto, pero son muy diversos los tiempos y relaciones que podemos establecer con los libros. Aunque me gustan los intercambios pausados, reconozco que, en los casos en los que me veo impulsada a recorrer las páginas de un libro con vehemencia, con pasión, me acompaña la alegría de recuperar a la joven, primeriza lectora que un día fui.
Cuando os hablaba de la huida de la inmediatez, lo hacía respecto a la experiencia lectora, a los efectos de la inmersión. No penséis que la autora propone un recorrido por lugares alejados, fantásticos, ni mucho menos. Brit Bennett construye una gran novela sobre la identidad, sobre las dificultades para ser quienes realmente queremos ser, sobre las transformaciones y los deseos de cambiar. Y la construye desde el ahora. Se asoma sin prejuicios a realidades próximas, ahonda en el conflicto racial en Estados Unidos a través de la historia de tres generaciones de una familia, cinco décadas de devenir concentradas en fechas decisivas, en los testimonios, vivencias y emociones de los protagonistas.
Brit Bennett construye una gran novela sobre la identidad, sobre las dificultades para ser quienes realmente queremos ser, sobre las transformaciones y los deseos de cambiar.
Quiso la casualidad que pocos días antes de sumergirme en La mitad evanescente sucediera un acontecimiento inédito y sorprendente precisamente por eso. No puede dejar de llamar nuestra atención que, en pleno siglo XXI, después de tanta violencia y asesinatos de ciudadanos negros a manos de la policía estadounidense, se recibiese con el más absoluto asombro un veredicto que, por inhabitual, ya es histórico. El 20 de abril de 2021 el policía Derek Chauvin fue declarado culpable de todos los cargos por el crimen del afroamericano George Floyd , acontecido el 25 de mayo de 2020, lo que desató las protestas de la comunidad negra e intensificó el grito del movimiento “Black Lives Matter” en un ambiente de gran tensión.

La terrible imagen del policía asfixiando al hombre de 45 años con la rodilla en su cuello dio la vuelta al mundo en la etapa final del mandato de Trump. Su sucesor, Joe Biden, ha declarado que la decisión del jurado de Minneapolis “puede ser un paso de gigante hacia la justicia en EEUU”. Pero, insisto, en pleno siglo XXI, que esto nos sorprenda indica hasta qué punto el racismo, pese a los indudables avances que se han producido, aún está lejos de desaparecer, de superarse.
Muy comprometida en la lucha de los derechos civiles, Bennet nos hace entender desde dentro lo que sucede en su país, la lenta evolución que se ha ido produciendo a lo largo del tiempo, la permanencia de actitudes racistas en la población, tan difíciles de erradicar. La historia es un telón de fondo y aparecen referencias muy marcadas, caso de la muerte de Martin Luther King, del final de la segregación… pero lo importante es la intrahistoria, lo que sucede en el interior de las casas, en el corazón de las personas. Con los mecanismos de la ficción la autora hace que comprendamos el conflicto desde la proximidad y la empatía. Como tantas veces sucede, la buena literatura es capaz de abrir cauces de comprensión; despertar conciencias; ir más lejos que la crónica periodística o el discurso político.
Llegada a este punto, os voy a hablar un poco de esta novela vibrante y emotiva en la que las distintas voces de los personajes se van intercalando, enlazando, encontrando. Desiree y Stella Vignes son dos gemelas que viven, hasta que deciden huir a los 16 años, en Mallard, una pequeña población de Louisiana que no aparece en los mapas y que tiene una particularidad: generación tras generación sus habitantes, han ido aclarando su piel y rechazando a la parte de su gente de tez oscura, un muro dentro del muro del odio. Contra esa obsesión se rebela Desiree, pero no Stella, que se aprovecha de la situación para hacerse pasar por una mujer blanca, rompiendo definitivamente sus amarras, sus hilos con el ayer, y transformándose en otra persona.
Muy comprometida en la lucha de los derechos civiles, la autora nos hace entender lo que sucede en su país, la lenta evolución que se ha ido produciendo a lo largo del tiempo, la permanencia de actitudes racistas en la población, tan difíciles de erradicar.
Las hermanas, tan iguales físicamente y tan distintas de carácter, han crecido con una herida profunda. De pequeñas fueron testigos del linchamiento de su padre, sin motivos claros, a manos de un grupo de hombres blancos. Obligadas a limpiar casas, desde muy pronto, deciden fugarse a Nueva Orleans, abandonar ese lugar en el que sus sueños han sido rotos, dejando sola a su madre, Adele Vignes, quien también tiene una poderosa historia que contar.
La decisión de cada una de ellas marca sus destinos y el de sus descendientes. Stella decide abandonar a su hermana para empezar de cero e iniciar la historia de una gran impostura. Se casa con un rico hombre de negocios con el que tiene una hija, Kennedy, y para mantener a salvo su identidad de blanca, para que su mentira no sea descubierta, no dudará en acusar y perjudicar a los de su raza. Al respecto hay momentos de mucha crudeza en el recorrido.
Mientras, Desiree contrae matrimonio con un hombre negro que la maltrata y de la unión nace Jude. En un momento dado decide abandonarlo y regresa con su niña, “negra como un tizón”, al pueblo, momento con el que arranca la obra. Allí se encuentra con su pasado, con su madre. Allí, dentro de las páginas de la novela, los lectores somos testigos de momentos de gran emotividad.
No os voy a contar muchos más detalles argumentales, pero sí os hablaré de las profundidades de esta obra coral en la que todos los personajes están magullados, han sido golpeados de una manera u otra. La búsqueda de la identidad es el gran tema de esta entrega que nos habla de las mudanzas, de los cambios de piel, de la búsqueda de un lugar en el mundo, del derecho a ser aceptados, a ser felices, en la diferencia.

La autora consigue que nos acerquemos, que comprendamos, el alcance del conflicto racial, una lucha que arranca de muy atrás en Estados Unidos, con toda su carga de dolor, de desgarro, de violencia. Hay escenas realmente estremecedoras, por ejemplo las situaciones de acoso, la humillación, los insultos que recibe Jude en Mallard. Pero la historia no se queda ahí. También se visibilizan otras situaciones de intolerancia, de discriminación y se ahonda en las decisiones que han de adoptar las personas para sobrevivir a todo ello, para seguir adelante pese a los obstáculos. Estamos ante una narración que visibiliza el rechazo de forma magistral, que se convierte en un llamamiento a la aceptación de la diversidad.
El desacuerdo con lo que se es, el proceso de adaptación a los deseos, también está presente en esta obra apasionada y apasionante. La identidad de género es abordada a través de personajes como el de Reese, un hombre trans en pleno proceso de metamorfosis, que se enamora de Jude al tiempo que se va despojando de su antiguo cuerpo de mujer. La violencia contra las mujeres se hace patente en la relación de pareja de Desiree y el empuje feminista entra en sus páginas cuando Stella Sanders decide dejar de ser simplemente una esposa sumisa y se pone a estudiar, a trabajar.
La actuación, el disfraz, están muy presentes en La mitad evanescente, un juego de espejos en torno a la singularidad humana. En torno a Jude y Reese se mueven personajes como el entrañable Barry, un profesor de química que dos sábados al mes acude a un pequeño club, se maquilla, se pone peluca y cambia de vestimenta, de actitud, de lenguaje, para convertirse en Bianca. Kennedy, la bella y mimada hija de Stella, quien también busca desesperadamente su lugar en el mundo, es actriz y algunos de los momentos clave de la obra, momentos de descubrimiento, de revelación, tienen lugar en el teatro.
En “La mitad evanescente” se visibilizan situaciones de discriminación y se ahonda en las decisiones que han de adoptar las personas para sobrevivir, para seguir adelante.
El fingimiento, la impostura, representados por Stella, quien ha convertido su vida en una gran actuación, le provocan amargura, porque la alejan de la autenticidad y la inducen al ocultamiento, a la mentira continuada, al rechazo de sus orígenes, de su raza. Teniendo a su alcance todo el bienestar material, no puede estar satisfecha porque siempre hay una sombra, un hueco que ella misma ha abierto al intentar despojarse de sus raíces filiales. “Por lo que Desiree sabía, ahora Stella llevaba ya media vida haciéndose pasar por blanca, y tal vez, si una actuaba durante tanto tiempo, al final lo que hacía ya no era actuar. Tal vez con el tiempo te volvías blanca a fuerza de fingir serlo”, transcribo este párrafo tan significativo.
Por oposición, en el caso de Reese, quien también deja atrás su pasado, la capacidad de transformación, de reinvención, es un empuje positivo que le conduce al acuerdo consigo mismo, con sus deseos. “Nadie adivinaría que él había sido en otro tiempo ella, y a veces a él mismo le costaba creerlo”, nos acercamos al protagonista. Y en otro momento, en referencia a Barry, Bianca dos veces al mes, leemos: “Se podía vivir una vida así, escindida”. La idea de escindirse en dos mitades, de convertirse en una mujer o en otra, blanca o negra, “según el lado de la cara que orientase hacia la luz”, se utiliza en otra ocasión en la que el foco se centra en Stella.
La impostura, muy unida a la búsqueda de la identidad, es un pilar básico en esta novela. Y si hablamos de impostura hablamos de huida, huida de uno mismo y de marcos espaciales concretos. Al respecto, es muy significativa la presencia de otro personaje relevante, Early, clave en el destino de Desiree, cuyo trabajo consiste en dar caza a delincuentes huidos, a personas que desaparecen. También él sabe mucho de hacerse pasar por otros para recabar información y de lo difícil que es no dejar pistas, no volver sobre los pasos. “Uno tenía que seguir en movimiento o el pasado siempre lo alcanzaba”, se plantea Stella. Es imposible huir del todo de los afectos, de la sangre, acaba comprendiendo.
La mitad evanescente explora el interior de hombres y mujeres que se buscan, pero también nos retrata como sociedad, pone delante de nuestros ojos el conflicto racial, las dificultades de las personas trans, los prejuicios sociales, las desigualdades. Una joven negra como Jude, tendrá más obstáculos en el camino, muchos más si no cuenta con medios económicos a su alcance, que otra blanca, de familia acaudalada, como Kennedy, aunque aquí la autora enfrenta la fuerza de voluntad y la perseverancia de la primera al rumbo errático de la segunda, demasiado protegida materialmente, pero con evidentes carencias emocionales.
Hay una escena muy significativa. Transcurre en Beverly Hills. Jude, estudiante de medicina, ha empezado a trabajar en un servicio de catering y se dirige a una lujosa fiesta de jubilación que acabará siendo crucial en el desarrollo de la historia. Mientras acude a la misma en furgoneta, en el momento en que atraviesan una verja negra que da acceso a la mansión, su acompañante, Scooter, le comenta: “Menudo dineral debe costar vivir así…”, atisbando un futuro en el que “los ricos abandonarían las ciudades, se encerrarían detrás de verjas gigantescas como señores medievales tras sus fosos”.

Os estoy hablando de una novela compleja, brillante, de una historia sobre las transformaciones, donde asoman las fragilidades, pero también las fortalezas de los personajes. Todos están heridos, perdidos, pero no cesan en su empeño de buscar sentidos, caminos de salvación, de liberación. Brit Bennet es una maestra en el manejo de los tiempos y de los puntos de vista. Cada personaje tiene la posibilidad de explicarse, en su momento, en su tiempo, con sus circunstancias a cuestas. Cada cual expresa sus pulsiones más profundas, haciendo que el relato funcione como un poliedro narrativo altamente adictivo.
Para acabar, unos cuantos detalles sobre la autora que os pueden resultar interesantes:
Brit Bennet, a la que la crítica estadounidense ha empezado a saludar como la heredera de la Premio Nobel Toni Morrison, nació en Oceanside, California, en 1990. La mitad evanescente es su segunda entrega. Con anterioridad, en 2016, había publicado Las madres (editada en español solo en México), donde también retrata a una comunidad afroamericana y sus conflictos. Con ella obtuvo galardones como el National Book Award 5 under 35 y el Premio Lire en Francia, quedando como finalista del Goncourt y el Médicis.
Autora de numerosos artículos sobre la cuestión racial en Estados Unidos, los derechos de la mujer y la libertad sexual, en 2014, tras el asesinato de Michael Brown en Ferguson (Missouri), un hecho que activó el movimiento “Black Lives Matter”, publicó I Don’t Know What to Do With Good White People (No sé qué hacer con la buena gente de raza blanca), un ensayo donde visibilizaba las continuas y persistentes actitudes racistas que siguen dificultando a día de hoy las vidas de las personas de color y no sólo eso, poniéndolas en peligro.
Ha sido nominada al National Book Award 2020 y al Médicis Étranger con La mitad evanescente, novela que ha recibido el favor de la crítica estadounidense y del público. La cadena HBO tiene previsto estrenar una mini serie basada en la novela.
La mitad evanescente ha sido publicada por Literatura Random House. La traducción la firma Carlos Milla Soler.