Bohemios de ayer y hoy

Miguel Ángel del Arco, autor de “Cronistas bohemios”, defiende la vigencia de un término vinculado a la rebeldía y la modernidad.

Por Pilar Ortega © 2017 / Raros, excéntricos, irreverentes, críticos, provocadores… Así eran los hombres de teatro, periodistas y escritores que ha rescatado Miguel Ángel del Arco en su obra Cronistas bohemios, editada por Taurus. Por sus páginas aparecen personajes tan singulares y olvidados como Luis Bonafoux, el cronista español más importante de entre siglos; Alejandro Sawa, conocido como “el negro de Rubén Darío” porque escribía textos para el autor de Azul; Pedro Barrantes, que sufrió cárcel por publicar textos ingeniosos contra la monarquía y otras instituciones del poder; Antonio Palomero, conocido como “el perejil de todas las salsas” y autor de varias obras para la escena, y por último, Joaquín Dicenta, el más teatrero de todos, el que abrió, con su Juan José, la puerta al drama social en la escena española, al situar en una tasca frecuentada por albañiles el escenario de sus mordaces críticas.

El libro se inaugura con una cita de Enrique Gómez Carrillo, fechada en 1921, que dice así: “Los bohemios existen hoy, como existieron ayer, como existirán mañana. Porque la bohemia no es ni una forma de vida, ni una disciplina literaria, ni un alarde momentáneo de desorden. La bohemia es sencillamente la juventud pobre que se consagra a las artes y que llena su miseria con orgullo”. El texto no está elegido en vano, pues Miguel Ángel del Arco defiende que lo bohemio es más una actitud que un epíteto aplicable a un grupo y un tiempo determinados. Está claro que fue en París, en el Barrio Latino, en los estertores del siglo XIX y en los primeros compases del siglo XX, donde nació un movimiento de rebeldía que se enfrentaba con lo establecido y que tuvo su reflejo en la España del 98 y más allá.

APOLILLADOS Y ACOPLADOS

Pero… ¿sigue vigente la bohemia en la España de hoy? ¿Hay bohemios en el teatro? ¿Pervive ese espíritu noventayochista que surgió en esa España sedienta de regeneración? ¿Existe en la actualidad algún colectivo que, como la llamada Gente Nueva, se enfrenta con pasión a los apolillados y a los acoplados a los sillones y al sistema? Miguel Ángel del Arco dice sí y lo argumenta.

El teatro es seguramente la manifestación cultural más guerrera y rebelde en la sociedad española de hoy. Hay una fiebre creativa en torno a la escena. Surgen salas nuevas con colectivos y gente muy comprometida dispuesta a renovar, como los bohemios de entonces, lo que se considera caduco y anquilosado. Y lo hace con una fuerza muy potente que hay que valorar”, asegura, mientras desgrana los principios bohemios que hermanan a los rebeldes de hoy con los de antaño.

Dichos principios aparecen en el libro La santa bohemia, del polaco Ernesto Bark (1858-1922), un periodista singular que sabía 15 idiomas, que se sumó para siempre a los bohemios de Madrid y que figura como personaje, bajo el nombre de Basilio Soulinake, en Luces de bohemia de Valle-Inclán. Él decía que todos los bohemios compartían una serie de cualidades: libertad para la acción y el pensamiento, un ferviente deseo de desenmascarar la inmoralidad, el anticlericalismo y el antifariseísmo, el apoyo a la causa de los pobres y marginados, el rechazo de la rutina y la retórica del arte y, por último, el cultivo de la sátira y el empleo de la caricatura para hacer más efectiva la crítica social.

ARREGLAR EL MUNDO

Está claro que una nueva mirada, alejada de las convenciones sociales, está abriendo caminos renovadores en la escena contemporánea española desde hace algunos años. Resulta complicado resaltar nombres propios, porque serían muchos los que se quedarían en el tintero, pero lo cierto es que la cartelera teatral está plagada de ejemplos vinculados al riesgo en el amplio sentido de la palabra, tanto económico, como ético, estético e incluso político.

Ahí tenemos, por citar sólo un caso paradigmático de agitación social, el Teatro del Barrio, a cuyo frente se encuentra el actor Alberto San Juan. Un proyecto que nació a partir de la sala alternativa Triángulo con la intención de convertirse en asamblea permanente mediante el teatro, la poesía, el baile, los talleres y la Universidad del Barrio, creada también al amparo de la sala. “El Teatro del Barrio –dice Alberto San Juan- se suma al movimiento social para abrir brechas en el muro de la ignorancia, el miedo y la apatía. Un muro que ha sido laboriosamente construido, pero la realidad se puede transformar”.

De hecho, en la página web del teatro se puede leer un texto que explica la razón de la cooperativa, en la que participan actores, arquitectos, humoristas, abogados… y que apuesta por una programación marcada por el humor político y musical, por el compromiso y por contar lo que, según ellos, habitualmente no se ve: “El sistema nos golpea con miseria, fealdad, depresión. Queremos responder con belleza, con alegría. Una revolución sin sentido del humor seguramente está condenada a traicionarse a sí misma y en cualquier caso, es un coñazo. Existe la posibilidad de decidir juntos cómo queremos vivir y hacer una fiesta para celebrar que ya hemos empezado”

En el mes de mayo se pueden contemplar, en el Teatro del Barrio, obras como El rey, una ficción de producción propia cuyo personaje central se llama Juan Carlos I; Masacre, de Alberto San Juan y Marta Calvó, un repaso a la historia del capitalismo a través de nombres propios como Emilio Botín, José María Aznar o Esther Koplowitz; GH Cucaracha sumida en el armario, un monólogo de Carla Guimaräes inspirado en la novela de Clarice Lispector La pasión según GH; Mi relación con la comida, de Angélica Liddell; No sólo duelen los golpes, un testimonio real sobre la violencia de género, o Famélica, de Juan Mayorga, sobre las relaciones laborales.

TEATRO EN UN BURDEL

De Lavapiés, donde está el Teatro del Barrio, nos vamos a otro lugar emblemático del centro de Madrid, donde, durante dos semanas, del 13 al 23 de noviembre de 2009, se desarrolló una experiencia que bien podría calificarse de bohemia. Casi 50 artistas entre directores, autores y actores presentaron un proyecto teatral en un antiguo prostíbulo de la calle de la Ballesta, justo detrás del edificio de Telefónica. Miguel Alcantud firmaba la idea.

En las 13 habitaciones de aquel burdel se alojaron 13 grupos teatrales independientes con la idea de hacer una obra de 10 ó 15 minutos para un público de menos de 10 personas. Todas las piezas debían tener un tema común: la prostitución. Así nació la sala Microteatro por Dinero. Aquellos trabajos se representaban tantas veces como exigiera el público, y hubo algunas que llegaron a repetirse hasta 20 veces al día.

Sin ninguna inversión en publicidad, sólo con el boca a boca de las redes sociales, aquel experimento fue todo un éxito y se llegaron a formar colas de más de 200 personas antes de comenzar la función. El impacto fue brutal y este nuevo formato escénico era reclamado por un público en el que cabían todas las edades y todos los estatus sociales. De esta manera, cada mes se propone un tema diferente para las microobras que se muestran al público. Este mes de mayo el tema es La primera vez. Anteriormente fueron otros, como el dinero, la pasión, la celebración de la Navidad, el amor, el futuro, el aburrimiento, el sexo, las vacaciones o el propio cumple. Eso sí, como complemento, Microteatro por Dinero también cuenta con un bar, a modo de espacio de encuentro entre espectadores y artistas.

AVENTURAS EFÍMERAS

Son innumerables las apuestas de los teatreros valientes que se han atrevido a enfrentarse como pequeños “David” a los “Goliat” del teatro convencional. Y no todas han tenido la suerte de sobrevivir, como el Teatro del Barrio o Microteatro por Dinero. También, es una lástima, han sucumbido muchas, y casi siempre por motivos económicos. Hay que recordar, es obligado, el Teatro de Cámara Chéjov, puesto en marcha por Ángel Gutiérrez, un niño de la guerra obligado a viajar a Rusia, que a su vuelta a España, en los años 80, se entregó en cuerpo y alma a difundir la obra de Chéjov y el método Stanislavski. No nos podemos olvidar tampoco del Teatro Guindalera, que después de 13 temporadas de ofrecer teatro de gran calidad, hubo de echar el cierre en julio de 2016 como sala teatral, aunque, en este caso, pervive como centro de creación, laboratorio y plataforma de proyectos.

Teatro Kubik Fabrik

Otra aventura que tuvo una vida efímera, pero que nació con la osadía de romper moldes escénicos, fue el Teatro Kubik Fabrik, surgido en el extrarradio madrileño, en pleno barrio de Usera. Al frente de esta sala, una de las más activas y agitadores del panorama teatral madrileño, se hallaba Fernando Sánchez-Cabezudo, quien quiso desde el principio involucrar a los vecinos con un proyecto de gestión innovador. Una obra emblemática que se recordará siempre en el barrio fue Historias de Usera.

Muy singulares y rompedores fueron también los proyectos de La Casa de la Portera y La Pensión de las Pulgas, que supusieron un revulsivo en la manera de hacer y exhibir teatro. Lo importante era crear, no el número de espectadores, ni siquiera el espacio. Había que volar, aunque no hubiera combustible. Y así los creadores de estos proyectos, el director José Martret y el escenógrafo Alberto Puraenvidia, estuvieron agotando las entradas de sus microespectáculos hasta el verano de 2015, cuando echaron el telón definitivamente.

También era muy reducida la sala Sexto Derecha, situada en el número 107 de la calle de Toledo. Era el salón de la casa del actor José Luis Sáiz. Allí se representaban asiduamente sesiones de microteatro y obras del ‘off’ más actual, donde la estancia era un elemento más del espectáculo.

Son ejemplos de la memoria efímera del teatro que se sigue reinventando hoy más que nunca. Los consolidados, los convencionales, los instalados podrían decir que se trata de kamikazes, pero no, porque sus apuestas han creado escuela… y la racha continúa. Precisamente el término “kamikaze” define el más joven e impactante proyecto que ha dado la escena reciente en Madrid. Se trata de una iniciativa puesta en marcha con dos primeros espadas del teatro contemporáneo en torno al antiguo teatro Pavón, situado junto al Rastro madrileño. El Teatro Kamikaze es el último gran recinto artístico nacido con la vocación de ofrecer una mirada distinta en un espejo en el que el público pueda sentirse reflejado.

LOS ÚLTIMOS KAMIKAZES

Los “kamikazes” son nada más y nada menos que Miguel del Arco e Israel Elejalde. Son los capitanes de un proyecto coral concebido para que el teatro sea un espacio impredecible, en el que espectadores, actores, investigadores, escritores y críticos puedan disfrutar e interactuar antes y después de cada función. Por eso, aquí cabe de todo: lecturas, ensayos, conferencias, presentaciones, educación, tertulias, experiencias y una programación estable de calidad.

Escena de la obra “Trainspotting” en Teatro Kamikaze. Foto por Nacho López

Ahora tienen en cartel obras como Trainspotting o Iphigenia en Vallecas. Dirigida por Fernando Soto, la versión escénica de la novela de culto de Irvine Welsh incide en la crudeza de su argumento, en lo que nos atrapa y nos fulmina, más allá de los protagonistas del texto: la juventud y las drogas. En el caso de Iphigenia en Vallecas, estamos ante una vuelta de tuerca de la mitología clásica para acercarnos a Ifi, una joven de hoy sin recursos que sobrevive como puede. No estudia ni trabaja, así que se dedica a matar el tiempo en la calle, buscando gresca, emborrachándose, drogándose…

Los bohemios de hoy son los que participan de estos apasionantes proyectos y los que, sin aparecer en estas precipitadas líneas, beben de un espíritu idéntico de rebeldía. Son arriesgados, cultos, enemigos de lo establecido, inquietos, ingeniosos, sensibles… Algunos, como también lo estuvieron los bohemios de antaño, están en la cuerda floja, porque el porvenir es incierto, al menos en lo económico… Pero sin ellos, la vida no sería mejor. Ni tan bella.

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