Recomendación cultural sumergida /

Emma Rodríguez © 2023 /
Cuando nos adentramos en Los territorios recobrados, tetralogía narrativa de Alberto Trinidad, descubrimos un entramado muy personal, original, exigente, adictivo… Son muchos más los adjetivos que podría añadir para definir esta experiencia de lectura que me ha llevado a reflexionar sobre los muchos caminos de la literatura que nos quedan por descubrir y sobre la sorpresa que produce acceder a mundos propios, a interesantes voces que aún permanecen ocultas, alejadas de los públicos más amplios.
Es el caso de Trinidad (Barcelona, 1975), licenciado en Teoría de la Literatura, editor y autor de textos en los que “habita”, de “novelas, poemas y eventualmente artículos literarios”, como indica en su carta de presentación. Es larga la trayectoria de este imparable creador de narraciones para el que la escritura va más allá del oficio, de la vocación. Crear ficciones, imaginar, modelar el lenguaje, dar forma a los sueños, a los silencios del insomnio, parece, en su caso, una manera de pisar el mundo, de interpretar la realidad, de respirar, de vivir… El autor va trazando mapas, atravesando puentes, perdiéndose y encontrándose en las identidades múltiples de sus personajes, en las huidizas orillas del delirio.

Desde que abrimos las páginas iniciales de Territorios inhabitables, primera parte del trayecto, sentimos que andamos a ciegas y que puede pasar de todo en un recorrido abierto que se expande sin atender a convenciones. Hemos de estar dispuestos a sumergirnos en sus fondos, en sus ritmos, a dejarnos llevar, a flotar entre misterios, a bucear hacia grietas oscuras en las que podemos acabar encontrando pesadillas, miedos, pero también trazos de realidad reconocibles, huecos de lucidez que iluminan la mirada.
Puedo decirlo de otras muchas formas, con otros lenguajes que expresen de modo similar la manera de situarnos, de emprender una aventura arriesgada, de ahondamiento, en la que el escritor lo entrega todo. Recupero ahora algunas de las anotaciones que he ido haciendo mientras iba pasando las páginas. “Exploración de lo que sucede por debajo o muy adentro, en las aguas del subconsciente”. “Narración, con tintes surrealistas, que da voz a los soñadores, a los que no se conforman, a los desubicados, a los que no encajan en las estructuras del mundo capitalista, en los trazados sociales”. “Merodeo en torno a la identidad. ¿Quiénes somos; hemos sido; queremos llegar a ser? ¿Cuántas realidades, cuántas vidas, encierra una vida?”
Desde que abrimos las páginas iniciales de “Territorios inhabitables”, primera parte de la tetralogía narrativa “Los Territorios recobrados” de Alberto Trinidad, sentimos que andamos a ciegas y que puede pasar de todo en un recorrido abierto que se expande sin atender a convenciones.
Estamos ante una de esas obras que agitan, que llevan a plantear preguntas, a desandar los campos trillados, a mirar lejos de los horizontes reconocibles. Una obra profunda, enigmática, con la capacidad de cautivar, de envolver en sus tramas. Trinidad parte de géneros como la ciencia ficción y la novela negra para llevarlos a su terreno, dotándolos de un aliento poético que es una de sus principales señas de identidad. A ratos canallesca, a ratos bañada de un romanticismo muy especial, entre lo tierno y lo salvaje, esta tetralogía abarcadora mantiene en vilo, atrapa en sus múltiples vertientes.

Nos intriga lo que le sucede al detective poeta, con quien recorremos los entornos clandestinos, los escenarios de perversión extrema de una ciudad que parece destinada a la extinción, las cloacas que muy probablemente preferiríamos no conocer de un mundo en decadencia. Nos sentimos muy cerca del crítico musical que, en la amnesia que sufre tras un accidente, busca rasgar la superficie del cielo, de la realidad, y empieza a leer, a sentir, las vicisitudes de una novela deslumbrante que alguien parece dictarle. Nos conmueve la búsqueda de un amor que lo arrasa y lo abraza todo. Avanzamos hacia la experiencia de la muerte; hacia la idea del multiverso…
Experimentos científicos con tecnología avanzada, máquinas de alteración cerebral, viajes mentales, aproximaciones a la locura, rutas imaginarias, sociedades secretas, realidades y vidas paralelas... Todo esto forma parte de Los territorios recobrados, que también he leído como un homenaje a la literatura, al cine y a la música que ama el escritor.
Tenía ganas de acercarme a la literatura de Alberto Trinidad desde que lo conocí a través de los ensayos literarios con los que tan generosamente construyó en Lecturas Sumergidas su espacio Territorios de fuga. Muchos de los autores a los que dedica atención ahí están presentes en la tetralogía que nos ocupa. Se trata de autores malditos, olvidados o poco conocidos; de creadores que han levantado su obra desde los márgenes, ajenos a las reglas del mercado. Pienso, por ejemplo, en Antonin Artaud; en Jean-Pierre Duprey y El bosque sacrílego, en Vicente Huidobro… A su lado, figuras que sí han llegado a miles de lectores como Haruki Murakami, con quien Trinidad comparte el gusto por los elementos extraños que irrumpen en los cauces de lo cotidiano.
Son muchas las afinidades que comparte con todos ellos, y con muchos más, en el recorrido que nos ocupa, este hombre al que ahora imagino sentado en la terraza frente al mar de todos los veranos, donde escribe, donde pone en pie las historias que sueña, guiado por un ritmo interior que seguramente se asemeja algo al oleaje que escucha. El diálogo que se despliega a continuación, realizado este último agosto a través de correo electrónico, interrumpió ese proceso de escritura. Espero que este intercambio de preguntas y respuestas os estimule a descubrir una obra cargada de sugerencias, de caminos osados, que se sitúa fuera de los mapas convencionales.

– El panorama editorial, por regla general demasiado encorsetado, rendido a la comercialidad, no facilita el descubrimiento de narrativas como la tuya, a contracorriente. ¿Qué piensas al respecto? ¿Te consideras un escritor oculto?
– Opino que es algo que ocurre en todos los ámbitos artísticos. Si quieres encontrar voces personales, intensas, que se juegan literalmente la vida en cada frase, en cada melodía, en cada pincelada, tienes que escarbar… La superficie, lo que nos muestran no solo los medios de comunicación estándar, sino también la primera línea de las estanterías y mesas de novedades de las librerías (cuánta responsabilidad tienen las librerías en esto), son habitualmente, como bien dices, productos encorsetados, rendidos a la comercialidad. Obras insustanciales, que se deshacen en las manos, novelas de puro y simple entretenimiento, de usar y tirar, como lo es la inmensa mayoría de la música que suena en las radiofórmulas de turno, por ejemplo. De modo que hallar literatura de cierta complejidad, con vocación de estilo, con un ánimo experimental es muy difícil. Hay que escarbar… en editoriales alternativas, independientes, en internet. O, como ha ocurrido toda la vida, juntarte con personas con una sensibilidad afín: de pronto siempre hay alguien que descubre un grupo musical, un escritor desconocido (oculto, me ha gustado mucho la palabra que has empleado) que le remueve las entrañas, te lo recomienda, y tú se lo recomiendas a otro amigo… Esa es la clave.
– ¿Te consideras, entonces, dentro del grupo de los escritores ocultos?
– Sí, claro, me considero un escritor oculto. En todos los sentidos de la palabra, además. Oculto porque no disfruto del favor de los medios convencionales (casi en realidad ni de los no convencionales) para salir a la luz, y oculto también en cuanto a que considero la literatura como un secreto, siempre oculto, a punto de ser desvelado, descifrado a través de una contraseña de palabras, tropos, sintaxis que nunca alcanza para desentrañarlo… Como escritor me considero parte de ese apasionante fracaso, que, al mismo tiempo, es la única actividad con la que uno siente que puede revertir la permanente derrota…
– ¿En ese sentido te satisface formar parte de una tribu de autores a los que admiras por sus propuestas arriesgadas, al margen de las modas?
– Por supuesto. Yo no pretendo vender cientos de miles de ejemplares. Soy feliz instalado en esa genealogía de autores que han construido su escritura al margen, como dices, de la dictadura comercial-editorial, por completo a contracorriente, y que, a pesar de ello, han conseguido llegar a un determinado público. En este sentido, me congratula ver que algunos autores potentes, con propuestas originales y atractivas como Mónica Ojeda o Alejandro Morellón, pertenecientes a esta genealogía medio invisible, hayan logrado hacerse un hueco y llegar a un público relativamente amplio, al menos lo suficiente como para que yo me haya enterado de su existencia. Es así como me gustaría que se me reconociera; sería un logro y a lo único que aspiro en el ámbito público y comercial.
“me considero un escritor oculto. En todos los sentidos de la palabra. Oculto porque no disfruto del favor de los medios convencionales para salir a la luz, y oculto también en cuanto a que considero la literatura como un secreto, siempre a punto de ser desvelado”, señala Alberto Trinidad.
– Tu caso es muy particular porque, además, eres responsable de una editorial independiente, Ediciones Oblicuas, donde se publica a autores que se caracterizan por la singularidad, el riesgo… Esto te da una perspectiva del panorama literario, editorial, seguramente muy interesante. ¿Qué puedes decirme sobre ello? ¿Cómo lo ves? ¿Qué valoras y qué detestas del mismo?
– Bueno, trato de mantener ambas actividades (la escritura y mi trabajo de editor) bastante separadas, porque si no me volvería loco (en el peor sentido de la palabra). Hay un Alberto Trinidad que se dedica a escribir y otro, a veces muy distinto, que tiene un trabajo con el que logra pagar sus facturas y que consiste en dirigir una editorial independiente. Digo esto porque Ediciones Oblicuas no podría sobrevivir si únicamente fuera un proyecto vocacional, como lo era al principio, como una especie de bomba de relojería en medio del lamentable y frustrante panorama editorial de la actualidad. El sector editorial está podrido desde sus cimientos y, desafortunadamente, existen demasiados intereses vinculados como para que pueda extenderme públicamente. Pero resumiendo mucho: la idea romántica que uno pudiera tener de las librerías, las ferias, los medios y agentes culturales (salvo honrosas excepciones) se te cae completamente a los pies en cuanto profundizas y te ves envuelto en ellos. Cuando ves cómo funciona todo no te extraña que al final lo que acabe triunfando, o al menos teniendo un éxito relativo, sea la mediocridad más absoluta. Esto me recuerda mucho a mi época de estudiante en el instituto, cuando los chavales más inteligentes pero más complejos y problemáticos sacaban peores notas que los mediocres y adocenados, y ya veías quién iba a “triunfar” en la sociedad y quién no.
Pese a todo, sigo convencido de que algunos de los mejores escritores en lengua española de la actualidad los está publicando Ediciones Oblicuas; con una repercusión mínima, casi nula, lo reconozco, pero a mí nadie me va a quitar la satisfacción de comparar ciertos superventas españoles con algunos de mis autores y pensar que los que nosotros publicamos tienen, indiscutiblemente, mayor calidad.

– ¿Quiénes son los lectores de Alberto Trinidad? Acceder a su mundo exige coordenadas y búsquedas poco convencionales; hay que estar dispuestos a explorar senderos poco transitados, a dejarse sorprender y a explorar lo más oscuro y subterráneo de la condición humana.
– Si algo he percibido desde que empecé a recibir opiniones de mis lectores, desde mi pequeño círculo personal e incondicional, hasta personas completamente desconocidas, es que, en general, sentían lo que habían leído con una intensidad muy similar a como yo encaro la escritura. Es decir, que se sumergen en mis libros con el mismo afán que yo, sin anclajes ni puntos de apoyo, conscientes de que una vez te adentras en ellos no sabes a dónde vas a ir a parar ni si la realidad que te vas a encontrar cuando vuelvas a sacar la cabeza al mundo va a ser la misma. Creo que mis lectores son personas con una fuerte vocación exploradora, personas que sienten su desencaje en el mundo como una oportunidad para encajar en otra cosa que no se sabe muy bien lo que es, pero que, tal vez, la literatura pueda ayudarles a enunciar. A fin de cuentas, creo que mis lectores son el mismo tipo de lector que soy yo. Personas también hartas de prejuicios, de pautas convencionales, de esta sociedad impostada, de lo políticamente correcto, de que la juzguen por ser diferentes a los demás. Gente que quiere leer lo que en ninguna parte ven o leen, y sentirse incluso arropados por maneras de experimentar las cosas que los demás quieren vedar. Sí, son, somos una minoría, estoy completamente convencido de ello, pero una minoría muy terca y obstinada.
“Creo que mis lectores son personas con una fuerte vocación exploradora, personas que sienten su desencaje en el mundo como una oportunidad para encajar en otra cosa que no se sabe muy bien lo que es, pero que, tal vez, la literatura pueda ayudarles a enunciar”, declara el escritor.
– ¿Es tu intención acceder a lo extremo, a lo oscuro, a lo subterráneo?
– Creo que no se trata tanto de una intención como de una consecuencia. Yo exploro, desbrozo, indago, experimento, buceo y eso seguramente me lleva a lo extremo, lo oscuro y lo subterráneo. Lo extremo, quizá, como esta voluntad de explorar, de habitar las fronteras como un espacio permanentemente limítrofe en que nada, nunca, es lo que es, sino un devenir continuo, un proceso en el que cada uno va construyéndose y construyendo su entorno, sus relaciones. Lo oscuro como una manera de atenuar la ceguera que produce el deslumbramiento de la claridad. La luz del día (como el lenguaje convencional, usual, comercial, que diría Mallarmé) muestra un mundo cadavérico, consensuado, indirecto, deslavado, «superficial», un fantasma. La oscuridad (el extrañamiento, lo subterráneo, la literatura —la ficción, el lenguaje literario—) es necesaria entonces para escarbar y desentrañar esa farsa, ese fundamento falso que no nos sostiene, desentrañarlo y enfrentarnos al vacío como un vasto campo de posibilidades.
– ¿De dónde parten tus historias? ¿En qué medida entregas anteriores como El cirujano del Cielo, El Arquitecto de Atmósferas, Amanecer, nadie y tú, han ido preparando el camino de Los territorios recobrados?
– No sé de donde parten mis historias. Las veo siempre como una reanudación de algo que no ha empezado nunca ni acabará. Un diálogo permanente entre ellas, entre todos mis libros, los que nombras, pero sobre todo los que he ido escribiendo después y que no he publicado. Amanecer, nadie y tú es mi quinta novela, por ejemplo, la última publicada antes de esta Tetralogía, que empieza con la undécima. Veo mi obra como un inmenso puzzle inacabable que se compone de piezas que se remiten entre sí (mis novelas, mis poemas, pero también mis ensayos literarios, por ejemplo) y que se van complementando unas a otras. Las primeras de las que hablas, sin embargo, entre las que se encuentran Minorías de uno, El Arquitecto de Atmósferas… ahora las veo con cariño, pero desde una gran distancia, sobre todo estilísticamente. Me sigo sintiendo comprometido completamente con sus personajes, sus argumentos y con cada matiz que desprenden, pero no con el modo en el que están escritas.

– Da la impresión de que aquí has forzado al máximo, te has acercado a los límites de tus búsquedas literarias, hacia una novela global, total, donde dar cabida a todas tus obsesiones y cuestionamientos. En un momento dado, en la segunda parte, uno de los personajes, Aritz, señala que le gustaría escribir “novelas largas donde el mundo tenga sentido”.
– Sí, ciertamente es como dices. No obstante, la búsqueda continúa, y después de Los territorios recobrados he escrito tres novelas más (ahora estoy en proceso de acabar la cuarta), en que la travesía está siguiendo sendas absolutamente inesperadas y todavía más inquietantes. Citas una frase de Aritz, un chaval que aspira, todavía, a buscarle un sentido a las cosas. Vive en un mundo (el nuestro) que no entiende y desea escribir sobre uno que sí pueda entender, en el que «las cosas tengan un sentido». Sin embargo, creo que mi obra se adhiere más al espíritu de uno de los Mirko Luna de Noche etcétera –última parte de la Tetralogía–, cuando asegura que está escribiendo una novela sobre un personaje que no existe. Y luego dice: “¿No crees que la mejor manera de escribir una novela sobre un ser que no existe es no escribiéndola? ¿Dejando las hojas del libro en blanco? Estoy escribiendo una novela sobre un ser que no existe dejando en blanco las páginas de esa propia novela”. Luego Mirko, obviamente, se ríe escandalosamente. Y también pienso en Iván, otro de los personajes de Noche etcétera, quien explica que cada año se dedica a escribir la misma novela, durante los mismos meses del año, en el mismo lugar, la novela parte del mismo inicio, cuenta lo mismo, tiene los mismos personajes, pero siempre el resultado es diferente…
– En tus “Territorios” narrativos nos encontramos con un cruce de puentes, con un mapa de conexiones que va construyendo un universo que parte de la realidad para trascenderla. ¿Qué motivaciones te llevaron a construir estos puentes literarios?
– La motivación es la propia literatura. Considero que la literatura es precisamente eso que has descrito: un mapa con una encrucijada de puentes que no se acaban nunca y que construyen y transforman la experiencia de la vida; mis novelas pretenden ser las (siempre insuficientes) cartógrafas de esos mapas… En cuanto a que «partan de la realidad para trascenderla…», tal vez esa afirmación tenga un halo metafísico que no comparto. No es tanto que las novelas pretendan trascenderla como elaborarla. Roberto Juarroz decía lo siguiente: “La realidad solo se descubre inventándola. No hay, como a menudo se ha dicho, correspondencia o inadecuación de una forma verbal con respecto a una realidad preexistente. La realidad nace aquí con la forma”. Estoy completamente de acuerdo con esta apreciación. No existe una realidad previa, sino una construcción. Y la poesía, la literatura en general, según yo lo veo, ha de ser la más ambiciosa de las ingenieras y arquitectas.
“Considero que la literatura es un mapa con una encrucijada de puentes que no se acaban nunca y que construyen y transforman la experiencia de la vida; mis novelas pretenden ser las (siempre insuficientes) cartógrafas de esos mapas”, dice Trinidad.
– ¿Cómo animarías a un lector que aún no te conoce para que se adentre en la Tetralogía?
– Lo primero que le diría a ese lector es que las novelas son autónomas y pueden leerse por separado. Así que, por probar, puede acercarse solo a una de ellas, están a la venta en ebook, también, por muy poco precio (risas). Le diría también que se arriesgue, que no tiene nada que perder. Que si le gustan autores como Paul Auster y Haruki Murakami…, por ejemplo, pero quiere dar un paso más en cuanto a intensidad y lenguaje poético que no lo dude, que dé un paso al frente y se adentre en estos territorios…
– ¿Qué destacarías, a la manera de pinceladas rápidas, de cada una de las cuatro novelas?
La primera parte, Territorios inhabitables, es el inicio de un experimento que me planteé: escribir una novela negra con todos sus tópicos, al estilo tal vez de la new weird, en particular de obras como La ciudad y la ciudad, de China Miéville y El vivo, de Anna Starobinets, cuyas atmósferas me gustaron mucho, pero pasadas por mi personalísimo tamiz. Se trata de una sórdida aventura en los bajos fondos de una ciudad pre-apocalíptica en la que se describe, además, una de las historias de amor más bonitas que se pueden llegar a leer (risas). Por su parte, Territorios sonámbulos, está construida en tres planos narrativos: el despertar de un tipo con amnesia en un mundo que no reconoce como propio; unos personajes que se despiertan sonámbulos con unos textos a medio escribir por ellos mismos a su lado; y las experiencias de otros personajes que reciben unas visitas… agónicamente existenciales.
En cuanto a Asterisco de mar y alga sobre las rocas, su inicio es el siguiente: «Todo empezó el día que morí, ¿recuerdas?». Quién no querría saber cómo continúa, ¿no? Se trata de la aventura de un personaje que se adentra en una Orden secreta cuyos miembros, en determinados lugares de su ciudad, pueden experimentar todo aquello que los límites de su imaginación les permiten. Y, por último, Noche etcétera es el bucle final (infinito), el colofón. Narra la experiencia de un personaje que es consciente y recuerda todas sus vidas paralelas en un hipotético multiverso.

– “Una novela apocalíptica, demencial, esquizofrénica”, señala Sergio Almada, el protagonista-narrador, de la segunda parte, Territorios sonámbulos, refiriéndose a una novela que le está siendo narrada por una voz interior. ¿Es esta la mejor explicación de lo que el lector se va a encontrar?
– Bueno…, entre otras muchas cosas creo que sí, es una manera un tanto «afectada» de decirlo, pero sí, ja, ja, ja…
– Son muchas las lecturas que pueden hacerse de la Tetralogía. Son muchos los aspectos, los temas, en los que detenerse. A título personal me ha interesado mucho cómo nos lleva a pensar en el poder de la mente, en las potencialidades del cerebro que nos quedan por desarrollar y a las que se puede acceder a través de los sueños, explorando la pesadilla, el delirio, la locura… ¡Qué poco alcanzamos, cuánto campo por expandir! Hay una base científica poderosa en la construcción de las distintas novelas. Son asuntos que te preocupan, supongo…
– Sí, me atraen, pero sobre todo como excusa para acabar desarrollando hipótesis, lo más especulativas posible, con las que adentrarme en el terreno que a mí me interesa más, que es el de la ficción. Ahora, por ejemplo, estoy inmerso en la escritura de una novela que trata el tema de la inteligencia artificial, algo que me apasiona. Y que, al contrario que la mayoría de las personas, atisbo con muchísimo optimismo. Considero que será la manera definitiva de demostrar que la identidad unívoca, el sujeto como algo «perteneciente» de manera esencial a un solo ser humano, no existe, es una falacia. Provocará un desenmascaramiento decisivo y trascendental, y ahora lo estoy desarrollando en el ámbito de la ficción.

– Estamos ante un thriller oscuro y ante una historia de ciencia ficción muy especial, que participa de elementos propios del género como el de los universos paralelos y el de la construcción de máquinas capaces de transportarnos a otros mundos, de descubrirnos lo oculto de la existencia, su lenguaje, su sentido… ¿Has tenido referentes claros? ¿Has partido de obras, de novelas, de películas concretas?
– Sí, digamos que en esta tetralogía, en especial en la primera y en la última de las novelas, juego de una manera descarada con elementos de la ciencia ficción. Algo que en el resto de mi obra es mucho más tangencial. La ciencia ficción, como tal, es un género que me gusta especialmente en el cine, más que en literatura, porque es muy difícil encontrar libros de este género que tengan un compromiso crítico con el propio texto: la vocación de estilo y elaboración que yo busco en un libro. En cine, sin embargo, reconozco que mi exigencia es mucho más relajada y puedo disfrutar de una película sin que esta sea un dechado de virtudes técnicas y formales. Con los thrillers y género noir me pasa lo mismo. Mis influencias literarias van mucho más de la mano de Auster, Baricco, Juarroz, Kafka, Modiano o Blanchot que de Dick, Bradbury, Lem y compañía…, por ejemplo, eso es una obviedad. Así que, si hablamos de influencia en cuanto a ciencia ficción o género noir que, de alguna manera, hayan podido atravesar esta tetralogía, deberíamos nombrar películas. Tal vez El corazón del ángel, Mr. Nobody o Nivel 13.
– Llegados a este punto me apetece hablar del carácter de homenaje del recorrido. Parece que todo lo que has leído, todas esas obras y autores que amas, entran e influyen en las atmósferas, en los fondos, de las distintas novelas. Son muchas las referencias que aparecen, pero debo decirte que, desde un primer momento, antes de encontrarme con la alusión a Crónica del pájaro que da cuerda al mundo, he pensado en Murakami, tal vez por las grietas que se abren en el cielo, por el afán de desgarrar la realidad, de encontrar claves y significados ocultos.
– Haruki Murakami, pese a lo denostado que está por cierto sector intelectualoide, me parece el mejor novelista de la actualidad. Seguramente no es el mejor escritor, pero sí, sin duda, es el que construye las novelas que más me gusta leer. Paul Auster, Patrick Modiano o Roberto Bolaño, por ejemplo, me parecen mejores escritores estrictamente hablando, pero creo que la pura capacidad novelística del autor japonés es mayor. Así que sí, en mi obra narrativa hay un antes y un después de haber leído a fondo su obra. Con Murakami comparto, creo, una manera enigmática, solapada y evocadora de introducir lo fantástico en el mundo real, y también de escarbar en la psicología de los personajes protagonistas, como si fueran pozos insondables.
– La literatura, su poder transformador, es esencial. La pareja protagonista de la primera parte, Territorios inhabitables, sobre todo, construye una envolvente, alocada, realidad paralela a través de pasadizos hacia otros lugares, de huidas… ¿Hasta qué punto crees en el poder transformador de la literatura? ¿Te mueve esta idea?
– No es solo que crea en su poder transformador, sino que considero que es la única vía de comprensión de la realidad. Este es un tema bastante complejo y no creo que pueda darte una respuesta en unas cuantas líneas. Paul Ricoeur decía que la única manera de otorgarle sentido a una vida era narrándola, algo así como que los seres humanos construimos la identidad a través de una narración. Y una narración, per se, es ficción, literatura. Somos a fin de cuentas una «invención» que construimos de nosotros mismos en relación con los demás. Por supuesto, aquí convendría hablar de la performatividad del lenguaje, la manera en cómo los seres humanos literalmente «vemos» y «sentimos» lo que estamos habituados, condicionados, a «ver» o «sentir» y que esto solamente es «desactivable» a través de un tratamiento específico del lenguaje, de la narración, de la ficción…, en definitiva de una militante ruptura de los discursos dominantes.
Dicho esto, la referencia a Proust en el título de la tetralogía no es casual ni involuntaria. Los territorios recobrados se sitúan en una órbita muy similar a cómo se describe el tiempo recobrado en el último tomo de En busca del tiempo perdido. Es decir, un tiempo «imaginario», «puro», donde la literatura sitúa sus recursos. El narrador de En busca del tiempo perdido en este tomo hace una de las afirmaciones más provocativas de la historia de la literatura: “La verdadera vida, la vida al fin descubierta y dilucidada, la única vida, por lo tanto, realmente vivida es la literatura”. Poco más se puede añadir (pese a que este fragmento dé en realidad para toda una tesis doctoral). Es necesario aclarar, sin embargo, que aquí lo verdadero describe una experiencia genuina, no una verdad establecida sobre parámetros fijos e inamovibles (esencialistas), sino una suerte de metamorfosis permanente a través de la cual construir una subjetividad al margen del yo biográfico, en la instancia de este tiempo otro, recobrado, al que hace referencia el título del libro.

– La idea de vidas alternativas, de vidas dentro de vidas, que se corresponden con novelas dentro de novelas, es poderosa y sugerente. El tema de la identidad, de la búsqueda de respuestas a quiénes somos y quiénes queremos ser es el motor que lo mueve todo. ¿Qué puedes decirme sobre todo esto?
– En parte esta pregunta queda contestada con la anterior. Somos un laberinto de espejos. Cuando comprendamos que dentro de nosotros no hay nadie, es decir, que no hay un individuo, sino una multiplicidad de posibilidades permanentemente mutable, creo que habremos dado un gran paso. Son muchos los mitos que quedan por desactivar. Llevamos 150 años matando a Dios; en las últimas décadas nos hemos deshecho del absurdo concepto de raza; y en las próximas nos desharemos de la ridícula categorización de los géneros. De ahí que antes aludiera a la liberación que supondrá, gracias a la I.A, comprender que no existe esencia alguna original que nos haga ser lo que somos. La humanidad, como tal, es una falacia. Dentro de uno o dos siglos nos liberaremos también de la cárcel única que supone este despojo orgánico que habitamos: poder habitar diferentes cuerpos…, ese será el siguiente paso que, lamentablemente, nos queda aún un poco lejos. Se me ocurre que será entonces, quizá, aunque pueda parecer paradójico, cuando podremos al fin dialogar con los misterios de la naturaleza, de la noche, con los del bosque y los de los ríos; ahora no tenemos ni idea de lo que ocultan; pienso que solo entonces nos desvelarán sus cifradas contraseñas, cuando seamos al fin nadie junto a la noche, el bosque, el vuelo de los pájaros, puro e indefinible misterio…
“Con Haruki Murakami comparto na manera enigmática, solapada y evocadora de introducir lo fantástico en el mundo real, y también de escarbar en la psicología de los personajes protagonistas, como si fueran pozos insondables”.
– La estructura de las cuatro novelas responde a lo expuesto anteriormente. Es una estructura de muñecas rusas, de capas sobre capas, de desgarramientos de las superficies de la realidad para alcanzar lo auténtico, lo verdadero, lo que está detrás del escaparate, del teatro en el que vivimos.
– Es exactamente tal como lo cuentas, y en la última novela, Noche etcétera, es donde se pone de manifiesto de una manera más evidente y decisiva esta voluntad de cinta de moebius, de muñecas rusas en que se engloban las demás. Sin embargo, permíteme hacer una aclaración: este desgarramiento, este desfundamento, en definitiva esta radical voluntad de invertir el platonismo, no pretende alcanzar nada auténtico ni verdadero (si con esto nos referimos a una verdad única en el sentido precisamente platónico: esencial e inmutable, y no al que mencionaba anteriormente en referencia a Proust), porque no creo que esto exista. En este aspecto me siento heredero (con todos sus matices en cada caso) de la línea de pensamiento que siguen Nietzsche, Blanchot, Deleuze, Foucault, Butler, etcétera. Una vez descubierto el escaparate, el teatro en el que vivimos, no hay nada detrás, está el vacío, la ausencia, el (apasionante) engranaje fantasmático de la nada…, el secreto en carne viva.
– ¿De qué manera te motiva la crítica de las sociedades capitalistas en las que vivimos? ¿Hasta qué punto la creación nos permite imaginar alternativas, otros horizontes de futuro?
– El sistema capitalista se basa en crear unas expectativas contrarias a la idea de vacío. Trata de convencer a la sociedad de que existe un objetivo máximo, un valor, una felicidad absoluta (auténtica y verdadera), que está al alcance de la mano de aquel que se esfuerce en conquistarla. Sin embargo, como bien es sabido, en la práctica esta felicidad absoluta no es alcanzable porque nunca resulta suficiente, siempre nos la postergan con el fin de generar una conducta que nos mueva en una dirección concreta, que no es otra que la de los intereses del propio capitalismo: si obtienes esto, conseguirás esto otro; y cuando consigas esto otro tendrás acceso a lo de más allá. Si tienes 1.000 likes serás tal, pero si obtienes 10.000 serás supertal, así que no «pierdas el tiempo» y entra en Instagram, postea y consigue así potenciar tu página; no «pierdas el tiempo», no lo malgastes con actividades «improductivas» como escribir, leer, enriquecerte mentalmente (formándote una conciencia crítica con la que acabar destruyendo este sistema), «aprovéchalo» construyendo «tu felicidad» (escuchando los deseos de «tu verdadero yo»), ¿cómo?, con un perfil con más likes, ganando dinero y «trabajando duro» para conseguir «eso que te falta» y te permitirá acceder a esto otro…, etcétera.
En mis libros hay una crítica ineludible a este sistema, pero es algo subyacente, más bien una consecuencia inevitable de cómo concibo el mundo y la literatura y que supura en las páginas. Por otro lado, la única manera convincente en que creo que debe hacerse esta crítica es desde el arte. La literatura o el cine, ortodoxamente social y político, quedan absolutamente al margen de mis intereses. Precisamente es a través de la creación, como dices, que se atisban las mejores maneras de combatir el status quo, de dibujar otras sociedades posibles, de resquebrajar lo usual, lo convencional, lo adquirido…
“El sistema capitalista Trata de convencer a la sociedad de que existe un objetivo máximo, un valor, una felicidad absoluta que está al alcance de la mano de aquel que se esfuerce en conquistarla. Sin embargo en la práctica esta felicidad absoluta no es alcanzable porque nunca resulta suficiente”.
– En un momento dado, en Territorios sonámbulos, Sergio Almada le pregunta a Elisa: “¿Qué cosas te gusta hacer para salvarte de este mundo insano?” ¿Es una pregunta que te planteas, que te conduce a escribir?
– Sí, claro que me la planteo. Sergio y Elisa se intercambian este tipo de preguntas durante toda la novela: Qué harías, qué te gustaría hacer justo en este momento si… Es una manera de crear brechas el uno en el otro, de abrir espacios a través de los cuales estimular la urgencia de actuar, de hacer otra cosa que no sea lo mismo de siempre, a lo que nos aboca este mundo de actividades pautadas, constreñidas, sensatas, moderadas, correctas… «Elisa, dime qué harías, que no se me hubiera ocurrido antes, para desatarme de estos corsés…». Mis novelas pretenden ser extensas respuestas ambivalentes a estas preguntas con el fin de abrir en el lector las brechas de las que hablo.

– La ciudad, la construcción personal de las ciudades que habitamos, es un tema importante y muy poético en tus “Territorios”. “En realidad la ciudad está dentro de uno. Uno ama lo que reconoce dentro de sí”, leemos en un momento dado. ¿Puedes añadir algo más?
– Claro, la experiencia que uno tiene de, no sé, el Parc de la Ciutadella, en Barcelona, el Retiro en Madrid o La Alameda de Cádiz, está determinada por lo que ha vivido en estos lugares, y para cada uno significará una cosa distinta. Las ciudades no son un cúmulo de monumentos y emplazamientos históricos, de calles o de bares, sino de las sensaciones que uno ha construido en estos sitios y ha tejido con los demás. En la novela se propone una experiencia basada en la psicogeografía de Guy Debord, pero pretende ir más allá: ciudades que son una mezcla de ciudades, ciudades que sean en sí mismas mapas que estén ya dentro de uno, y una vez allí… quién sabe a dónde poder trasladarse…
– Barcelona es el escenario real, pero nos situamos en muchas Barcelonas, urbes diferentes, del futuro, podríamos pensar. Accedemos también a los fondos de una ciudad corrupta, sucia, perversa, etílica, adicta a todo tipo de drogas. Una ciudad de subsuelos negros donde se visitan clubs de mala muerte, donde se realizan las prácticas sexuales más depravadas… En este sentido, en Territorios inhabitables hay un viaje a los infiernos en toda regla…
– Sí. La verdad es que no suelo situar mis novelas en emplazamientos reales precisamente para no condicionar la experiencia de lectura. En la Tetralogía aparece Barcelona como escenario solo en la segunda y en la tercera de las novelas, pero lo hace de una manera tan «fantasmal», tan como he explicado en la anterior respuesta, que al final podría ser cualquier ciudad en realidad. En la primera, que es en la que se describen estos elementos más sórdidos, voluntariamente no la he nombrado. Se entiende que se trata de una capital europea en un futuro próximo, pero no se especifica cuál. El viaje a los infiernos que describes viene condicionado por dos cuestiones. Primero, una cuestión puramente formal: me propuse escribir una novela negra como experimento, como divertimento, incluso, tras haber escrito diez novelas previas y llegar a una especie de bloqueo narrativo. Así que decidí incorporar todos esos tópicos de una manera muy irónica y personal como decorado de la acción; la segunda cuestión viene condicionada por la controvertible enfermedad que padece el protagonista y por la decadencia en la que siente que están sumidos tanto él como el mundo que lo rodea y de la cual solo lo salvaba Valeria, su pareja, que ahora ha desaparecido.
– Se trata de una ciudad lejana, pero también muy reconocible… Encontramos en ella males que ya nos atenazan, atisbamos la incertidumbre, la desazón, los miedos del ahora… ¿Qué puedes decirme al respecto?
– Como he comentado ya, pienso que las obras que mejor han denunciado los males de la sociedad, en las que se ha hecho una crítica más profunda, son aquellas que bordean la ciencia ficción y la fantasía, y no tanto los dramas sociales o costumbristas. El realismo artístico procura dar a entender que muestra la realidad, sin mediaciones, cuando eso es imposible. Así que inevitablemente cae en la pantomima de aquello que pretende denunciar.
“pienso que las obras que mejor han denunciado los males de la sociedad, en las que se ha hecho una crítica más profunda, precisamente son aquellas que bordean la ciencia ficción y la fantasía, y no tanto los dramas sociales o costumbristas”.
– Hay algo que atraviesa todo el recorrido: la desubicación, el no encajar en los parámetros sociales. Los personajes huyen de la normalidad, dicen no comprender el mundo en el que viven. Mientras leemos nos preguntamos qué es lo normal, hasta qué punto aceptar sus directrices nos impide crecer más, alcanzar una mayor plenitud, felicidad… “Brindemos por los escurridizos afluentes de la felicidad”, me detengo en esta frase tan hermosa.
– Mi primera novela se llama Minorías de uno. Ese título creo que fue ya toda una declaración de intenciones de cómo me sentía respecto al mundo circundante y a qué tipo de lector van dirigidos mis textos. Aparecemos en un mundo ya construido y constituido por unas reglas, unas normas, que, habitualmente, nos son hostiles. O al menos lo son para personalidades sensibles que sienten, desean, se autoperciben de una manera muy distinta a cómo la sociedad señala que debes sentir, desear y ser. Desde los constringentes y absurdos roles de género hasta la manera en que debes comportarte en según qué circunstancias, pasando por lo que es sano o insano que te excite o apasione. La normalidad no es más que una estadística originada por unas pautas de conducta adoctrinadas, impuestas. Cada sociedad, cada época, trata de imponer una «normalidad» institucional, y en cada sociedad, en cada época surgimos elementos subversivos con la voluntad de destruirla.

– Has levantado un mundo espectacular, delirante, pero, al final, como en tantas novelas, el tema de fondo, es la búsqueda de la esencia y del amor.
– Permíteme que insista, porque me parece un aspecto fundamental, en el matiz de que no se trata de una búsqueda en sí de «la esencia». Yo soy profundamente antiesencialista, con todo lo que ello implica filosóficamente (no creo en ninguna doctrina que explique la realidad, el mundo, de una manera sistematizada, ni en verdades originales e inamovibles que fundamenten nada: ni patrias ni religiones ni supuestos géneros sexuales biologicistas…). Sin embargo, estoy completamente de acuerdo en que el amor es uno de los ejes centrales de las cuatro novelas, si no el nuclear. Una manera de entender el amor muy radical, extrema y apasionada, peligrosa y revolucionaria. Muy distinta al mito del amor romántico heredado del neoplatonismo. Yo me sitúo en contra del modo en que este mito dibuja el amor: como un ente/ser ciego que actúa al margen, ajeno, a los deseos y voluntades de los enamorados, como si se tratara de una especie de virus que se instala en el corazón de las personas y que, tal como llega, puede desaparecer sin que podamos hacer nada al respecto. Mi modo de entender el amor, y que en mayor o menor medida desarrollo en estas novelas, está estrechamente ligado a la ficción, a la construcción, a la elaboración, precisamente a la voluntad. Ya he explicado que la identidad, lo que somos, se construye en base a una narración, así opino que sucede o debe suceder con el amor: una narración construida conjuntamente por los enamorados que, para erigirse y prevalecer, debe indefectiblemente desafiar al mundo (al consenso de realidad). Porque en el andamiaje escuálido de este mundo actual, de esta realidad, no pueden elevarse los rizomáticos edificios del amor; en este tiempo no cabe su experiencia absoluta; con este lenguaje desgastado no puede pronunciarse, para ello es necesaria una ruptura, un lenguaje otro que, como el del delirio, solo remita a sí mismo, desanclándose, errando…
“el amor es uno de los ejes centrales de las cuatro novelas, si no el nuclear. Una manera de entender el amor muy radical, extrema y apasionada, peligrosa y revolucionaria. Muy distinta al mito del amor romántico heredado del neoplatonismo”.
– Los distintos protagonistas de las cuatro novelas (en realidad un único protagonista a través de sus diversas identidades) buscan trascender, ubicarse más allá de las lindes de lo considerado normal, acceder a realidades alternativas. ¿Cuánto de ti hay en esos personajes? Hay momentos incluso en los que el propio Alberto Trinidad hace acto de aparición en las distintas novelas.
– A estas alturas de la entrevista debe haber quedado claro que no concibo a Alberto Trinidad como un ser unívoco que me habita, individual, un ser único e idéntico a sí mismo. Casi habría que preguntarlo al revés: cuánto hay de ellos en mí. Qué de ellos han construido en mí matices que antes no había. Qué senderos nuevos han abierto, qué maravillosos brindis al sol han originado, qué nuevos abismos y grietas, qué mano amiga que apretar cuando todo alrededor se derrumba. Cuando me preguntan acerca de esto, suelo remitirme a una frase célebre de Flaubert respecto a Madame Bovary: «Madame Bovary soy yo», decía. Pero no en el sentido en que se ha malinterpretado, no decía que el personaje era él, sino que lo era el libro, el estilo con que lo había escrito, él es la trama, la sintaxis, sus metáforas y tropos, los espacios en blanco entre las palabras. Eso de mis libros hay en mí. Y sí, Alberto aparece en Territorios sonámbulos en un episodio profundamente trágico, en el sentido griego del término, pero también aparece al final, y esa aparición final es otra profunda declaración de intenciones, otro profundo desafío.
– La idea del multiverso, la realidad virtual, las vidas alternativas, la fragmentación del presente… ¿Hasta qué punto todos estos elementos nutren tu universo narrativo en combinación con la corriente de la literatura de siempre que te conmueve, que te sigue maravillando?
– La idea del multiverso me permitió en Noche etcétera fabular con un par de ideas que siempre me han inquietado y apasionado. Por un lado la de los diferentes caminos que la vida de alguien podría haber recorrido en función de las decisiones tomadas, o de los azares acaecidos; y por otro el de la multiplicidad de la identidad, el doppelganger y la fragmentariedad del tiempo. Me sirvió para exponer de una manera más gráfica y contundente la idea que hemos comentado antes de la cinta de moebius o cajas rusas, o incluso el de devenir rizomático deleuziano, que explica que no existe ni un principio ni un final de nada sino una concomitancia caótica de referencias infinitas, horizontales. Y llevarlo a mi territorio, al de la ficción y el amor, al de las escapatorias posibles. En el aspecto puramente temático sí que puede haber una influencia de películas como El efecto mariposa, y sobre todo de Mr Nobody, por ejemplo. Como dije anteriormente las obras literarias me influyen más en el aspecto formal, técnico y profundo del texto o en el filosófico, que, no cabe decir, es lo que considero más importante.
Los Territorios recobrados, es una Tetralogía narrativa publicada por Ediciones Oblicuas. Se compone de: Territorios inhabitables, Territorios sonámbulos, Asterisco de mar y alga sobre las rocas y Noche etcétera.
Todas las fotografías han sido facilitadas por el autor.
La tetralogía está disponible para su compra, entre otros espacios, en la web de la editorial Ediciones Oblicuas y en La Casa del Libro