Entre huidas y tramas con Agatha Christie, Patricia Highsmith y demás

Óscar Hernández Arteaga © 2022 /

Agosto ha sido un mes de calor excesivo. Se dice que ha subido la media en siete grados y que esto es una prueba del cambio climático. Yo intento refugiarme dentro del hormigón de la biblioteca, su casi frescor me permite navegar por las tramas diarias. Huir del calor. Practicar la huida libre como decía Boris Grushenko, el protagonista de la película de Woody Allen Love and Death cuando conoce la noticia de la llegada de Napoleón a Moscú.

Intento distraerme buscando el sentido de la huida en google. Puede que google sea el dios moderno. Un dios informático y sabiondo que te hace pensar menos, te vende la ilusión de huir hacia delante, cuando lo cierto es que no te mueves de tu silla, y te alimenta esa falsa sensación de conocimiento saciado cuando en realidad es todo lo contrario. Acaba generando la insatisfacción crónica. Eso que los cultos llaman síndrome de Emma Bovary. Supongo que porque Emma estaba tan aburrida que fantaseaba todo el tiempo, creando sus propias tramas y poniéndolas en práctica. Lo que pasa es que eso no suele ser un buen negocio. Ponerlas en práctica te genera ansiedad y pérdida de control. Ya no son fruto de tu imaginación y el criterio de realidad se impone.

Hay tramas diarias que no se perciben. Se interpretan cuando han pasado. Y también hay cosas del pasado que mejor que no vuelvan. No todo el pasado es bueno. La nostalgia y la melancolía pueden convertirse en una trampa mortal que devalúa el presente e hipoteca el futuro. Estoy viendo una serie llamada Los pequeños asesinatos de Agatha Christie. El crimen se presenta como una excusa para resolver la trama.

La autora de misterio Agatha Christie.

La vida de Agatha Christie al parecer es otra trama, llena de subtramas. Fue una mujer moderna y conservadora y bastante aventurera para su tiempo, viajó en avioneta, hizo surf en Hawái, estuvo por medio mundo. Tras su divorcio viajó sola a Oriente Medio, acompañó al que sería su segundo marido, 14 años más joven, un arqueólogo llamado Max. Y mientras tanto la mujer no paró de escribir. Tuvo sus crisis, claro. Pensó que algo estaba haciendo mal cuando sus lectores le decían que siempre podían localizar al asesino (simplemente es el que menos te esperas). Tras tener a su única hija y descubrir que su primer marido (apellidado Christie) la engañaba en el campo de golf con otra, simuló (o no) una crisis nerviosa y desapareció durante unos días. Todo esto lo veo en un documental sobre su vida que dura unos 45 minutos. Cómo se puede condensar una vida en 45 minutos… Algo falla aquí, me digo. Pero es cierto que es una trama. Salen expertos alabando su obra e interpretando sus motivaciones personales. Escribió 66 novelas. Otra trama.

Y luego está Patricia Highsmith. Lesbiana, homófoba, antisemita, racista y poco agradable en el trato, tematizó la mentira en sus novelas. El talento de Mr. Ripley es un ejemplo. La mentira como forma de vida. Y firmó su obra lésbica con un seudónimo. Veo también un documental sobre ella en Filmin y mi conocimiento es bastante superficial. Otra trama llena de subtramas y un uso del género negro para explicarlas y para explorar las oscuridades. Me viene a la cabeza la película Extraños en un tren, la escena del lago. Y poco más. El documental se centra en su vida personal, en su lesbianismo y en cómo lo conjugó con su obra.

Se ven fotos suyas caracterizada de chico y se cuentan las circunstancias en que se le ocurrió la idea para Carol, novela en la que explora el amor entre mujeres. Sucedió que siendo dependiente de unos grandes almacenes una mujer madura se quedó mirándola y se acercó a su mostrador, intercambiaron unas cuantas frases y hubo como una especie de flechazo. Patricia escribió el resto esa noche. A veces necesitamos muy poco para que las ideas (pájaros que llegan en la noche, palabras de Highsmith o eso creo) broten en una trama real o inventada. La verdad de la ficción es eso.

La escritora Patricia Highsmith.

No sé por qué gusta tanto el género negro policial o de misterio (sé que son cosas distintas, que tocan los mismos temas haciendo énfasis en puntos diferentes). Quizás se deba a que es una estructura (asesinato, asesino, asesinado, investigación del caso, descubrimiento del culpable, atmósfera oscura, psicología que motiva todo lo anterior) que se presta a un juego lógico de búsqueda del culpable, y esa oscuridad que tenemos todos y que nos alimenta de manera dosificada el morbo que también tenemos. Y más allá de esta necesidad humana de reconocer el mal como parte nuestra y también aislarlo en una novela como algo ajeno, está el fin filosófico de ensayar explicaciones sobre la naturaleza humana. También que es un género que prolifera en momentos de crisis, como el de la distopía, la búsqueda de sentido o constatación del poco sentido que tiene todo. 

También en estos días leo un ensayo sobre Baudelaire. Otra trama. Y su lío intenso con la vida, la sífilis, el amor, el deseo y la nostalgia. Roberto Calasso, que es el que firma el ensayo, habla de su época, de la relación con el padrastro y con su madre. Sus aspiraciones de escritor, sus romances, sus musas. Y todo me suena a viejo o caduco. Pero es una trama. Otra. Pienso en esas mujeres silenciadas cuyo único objetivo era sobrevivir y ser amadas. Duro trabajo el ser bella (parafraseo un verso de Baudelaire dedicado a una tal Madame Sabatier). Qué cruz para esas mujeres (pienso).  Al parecer Charles le enviaba los poemas por vía postal y con un pseudónimo. Y cuando se cruzaba con ella por la calle no le decía absolutamente nada. Mantener a la musa y no acercarse a la mujer es lo que me parece más que caduco (aunque se siga practicando). Y también es una excusa para generar tramas imaginarias. Y traumas. 

El amor y la muerte parecen ser aliados para combatir el aburrimiento. Ese tedio o “spleen” baudeleriano que nos ataca a todos y que es mal compañero en tardes sofocantes como las vividas últimamente, cuando el entretenimiento sirve a veces para liberarnos de esa ola de calor o del hastío. Alguien le debería haber enseñado a Baudelaire que esto forma parte de la vida. El hombre se intentó suicidar con 24 años porque no soportaba la fatiga de despertar y de dormir. Un intervalo vital. Supongo que su aburrimiento metafísico y existencial es literariamente atractivo. Que habría que ponerle un sentido diferente y  que no es un mero aburrimiento de tarde de verano, vulgar y cotidiano (de los que tengo yo). Pero siempre tendré la duda de si el crimen y el amor y los saltos para evitar el aburrimiento son un producto de un agosto que se repite en bucle o una mera excusa para vivir más a la manera de la literatura.

Cuándo a Abe Lucas, el profesor de filosofía de la película de Woody Allen Irrational Man, le preguntan por qué prefiere la filosofía continental a la tradición analítica, el profesor contesta que la primera es más interesante, porque no sólo se pregunta qué significan las cosas sino que indaga en el sentido de esas cosas para el que se las pregunta. Es decir, incluye al sujeto de la pregunta en la propia pregunta. Otra trama, existencial y metafísica. Me meto en esa búsqueda de google que parece darte el sinsentido de la vida. Y sin saber muy bien por qué, llego a la obra de John Cage  4’33’’ (4 minutos y 33 segundos de silencio). Sale una partitura en blanco y se dice que puede ser interpretada por cualquier instrumento. Y recuerdo el libro de Lamberto Maffei alabando la lentitud. Esa paz que te da el tomarte la vida con más calma, guardar silencio, escucharlo. Fue una buena manera de intentar apaciguar el ruido mental de un agosto caluroso.


POR ÓSCAR HERNÁNDEZ ARTEAGA

Nacido en Tenerife en 1978, cursa estudios de Filosofía y Filología hispánica en la universidad de La Laguna. Fue colaborador de varios blogs y de un programa de radio cultural llamado El ladrón de libros. Actualmente trabaja en la biblioteca universitaria donde estudió. Y ultima su primera novela. (+ info)

Etiquetado con: