Personajes de canciones con Eleanor Rigby, SGT. Pepper, Johnny B. Goode, Luka, Ziggy Stardust…

Por Fidel Oltra © 2018 / En el año 2006 tres autores norteamericanos, Jeremy Salter, Allan Lazar y Dan Karlan, tuvieron una idea para un libro: hacer una lista de los 101 personajes de ficción más influyentes en la historia universal. El concepto es brillante: a partir de un planteamiento divertido e interesante, reflexionar sobre como, a la hora de tomar decisiones o defender ciertas posiciones tanto de manera individual como colectiva, en muchas ocasiones nos hemos visto influidos por personajes que jamás han existido. ¿Cuántas veces hemos echado mano del Capitan Ahab para explicar una obsesión? ¿O de Robin Hood (aunque su leyenda podría tener una base verídica) para ponernos del lado de los débiles frente a los poderosos? Muchos personajes de Shakespeare se han convertido en arquetipos de ciertos sentimientos: Hamlet (la duda), Otelo (los celos), Romeo y Julieta (el amor romántico)… También lo han hecho Peter Pan (la resistencia a madurar), el Dr. Frankenstein (los peligros de experimentar con lo desconocido), Fausto (el pacto con el diablo) o el Dr. Jekyll y Mr. Hyde (la lucha entre el bien y el mal dentro de cada ser humano). En algunos casos nos llega a resultar difícil pensar que ciertamente no hayan existido, como en el caso de Sherlock Holmes; en otros como Guillermo Tell o el Rey Arturo la frontera entre fantasía y realidad se hace difusa. Sobre muchos de ellos se han llegado a montar industrias que cuentan sus beneficios por millones en cualquier moneda; pensemos por ejemplo en los personajes de Disney, o en los de los cómics más famosos como Superman, Batman, Flash Gordon, el Capitán América, etc. Algunos de los personajes de la lista ni siquiera son personas: está el monstruo del Lago Ness, supongo que porque mucha gente ha dedicado su vida a intentar encontrarlo; también aparecen HAL 9000, el ordenador de la película 2001 Una Odisea del Espacio, Bambi, la muñeca Barbie, el Patito Feo, King Kong, Godzilla, la rana Gustavo o el «Gran Hermano» de la novela de Orwell.

Como buen melómano, al repasar la lista no pude evitar fijarme en la escasa, casi nula, presencia de personajes extraídos del mundo de la música. El cine, los cuentos y el folclore, los cómics, la televisión, los mitos y leyendas fundacionales de muchas culturas y, por supuesto, la literatura, aportan docenas de nombres a estos 101 personajes de ficción más influyentes (desde el punto de vista norteamericano, habría que aclarar). La música, sin embargo, contribuye solamente con tres y siendo bastante generosos: Jim Crow, un sujeto caricaturesco que en los primeros musicales se utilizaba para ridiculizar a la gente de color; Figaro, el personaje inmortalizado por la ópera El Barbero de Sevilla, pero que en realidad aparece por primera vez en la trilogía de comedias de Beaumarchais, y Madame Butterfly, en cuyo caso ocurre algo parecido: la conocemos por la famosa ópera de Puccini, pero esta se basa en cuentos e historias anteriores. Es lógico que sea así, puesto que es muy complicado contar una historia en los pocos minutos que dura una canción que pueda rivalizar, en cuanto a difusión y aceptación dentro del acervo popular, con los personajes desarrollados en una novela de cientos de páginas, en películas de un par de horas, en series de cómics o de televisión que se prolongan en el tiempo o en cuentos e historias orales que pasan de padres a hijos a lo largo de incontables generaciones. Aún así, me propuse indagar en la música que conozco para ver si se pudiera crear, siquiera como un juego, un ligero entretenimiento, una lista similar con personajes concebidos específicamente para una canción o un disco.

Obviamente hay miles de canciones en las que aparecen personajes de ficción. En la mayoría de ocasiones son poco más que un nombre en el título y poco más sabemos de ellos. Podríamos hacer una lista con docenas de títulos únicamente seleccionando nombres de chica que aparecen en baladas románticas y temas de rock and roll, nombres intercambiables entre sí que, de hecho, suelen repetirse en muchos temas. Mi intención, sin embargo, es profundizar algo más y buscar personajes de los que conozcamos algo más que su nombre y con los que podamos empatizar, sentir pena o alegría, incluso tener alguna ligera sospecha de que hubiesen podido existir realmente. Aún partiendo de esta premisa, los nombres se cuentan por centenares. Como es imposible ocuparnos de todos ellos, insistiendo de nuevo en el hecho de que se trata de un juego, un pasatiempo sin ningún afán de exhaustividad, me he quedado con esta pequeña selección que espero les resulte tan entretenido repasar como para mí ha sido confeccionarla.

The Beatles
– Eleanor Rigby –

Al principio el famoso tema Eleanor Rigby de los Beatles tenía previsto otros nombres: Miss Daisy Hawkins, Ola Na Tungee… Difícil de imaginar esa obra maestra de los de Liverpool con otro título, ¿verdad? Paul McCartney no parecía demasiado entusiasmado con el título, así que empezó a pensar en cambiarlo. Según explica el propio McCartney, el nombre Eleanor se le ocurrió a partir de una de las actrices de la película Help. Pero Eleanor Tungee tampoco acababa de gustarle, aunque sonaba bien. Se puso a buscar nuevos apellidos hasta que, aparentemente observando viejos carteles de tiendas mientras daba un paseo con su novia, dio con «Rigby». ¿Fue así con toda seguridad? Entre las muchas teorías de la conspiración que circulan alrededor de los Beatles, una de las más fundamentadas es que realmente Paul McCartney encontró la inspiración en otro lugar algo más tétrico. Circula por Internet una foto real de una tumba en Woolton, un suburbio de Liverpool, concretamente en St Peter’s Parish Church, con el nombre «Eleanor Rigby» en la lápida. En esa iglesia, el 6 de julio de 1957, actuaron The Quarrymen con un joven John Lennon al frente. Entre el público estaba Paul McCartney, quien fue presentado posteriormente a Lennon por un amigo común. ¿Casualidad? Según McCartney sí, pero es difícil de aceptar una coincidencia tan notable. En todo caso la triste historia de Eleanor Rigby, que recogía el arroz del suelo después de celebrarse una boda y a cuyo entierro no fue nadie, ha quedado en la memoria de todos los seguidores de los Beatles y del pop en general.

The Beatles
– Sgt. Pepper –

Sin embargo el personaje más conocido y universal creado por los Beatles, y tal vez por cualquier músico de pop-rock, es el Sargento Pimienta. En el verano de 1966, tras grabar Revolver, los Beatles se embarcaron en una nueva gira mundial. Una gira tan accidentada que, al acabar, decidieron que sería la última. Sentían que sus conciertos ya no tenían nada que ver son la música que estaban haciendo, cada vez más complicada de llevar al directo y además ahogada siempre por el inmenso griterío de sus fans. Algunos incidentes en Japón y Filipinas les acabaron de convencer. Necesitados de un descanso, cada miembro del grupo pasó los últimos meses de 1966 con sus proyectos individuales. McCartney, a pesar de ello, seguía dándole vueltas a nuevas canciones para la banda. En un vuelo se le ocurrió la idea de una banda ficticia, una especie de orquesta de metales al estilo de los primeros años del siglo XX, que tocara canciones con un toque de vodevil, casi circense. Al principio era solo una idea, quizás para una canción, pero al hablarlo con sus compañeros, cansados de ser los Beatles las 24 horas del día, siete días a la semana, se les ocurrió que podrían usar esa banda ficticia como álter ego de ellos mismos, montar una especie de grupo paralelo que grabase su siguiente disco. A partir de ese concepto surgió la canción y el disco Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band, aunque finalmente son varias las canciones que se salen del eje principal del álbum. Pero desde luego esa imagen de los Beatles vestidos con casacas de colores se ha convertido en icónica, casi más que las propias canciones del disco.

Kurt Weill / Bertolt Brecht
– Mac The Knife –

Uno de los personajes que ha aparecido en más canciones, en realidad casi todas versiones del tema original, es este malhechor llamado Mac The Knife, creado por Kurt Weill y Bertolt Brecht. La ilustre pareja germana dio vida a este ladrón y criminal de los bajos fondos para su drama musical Die Dreigroschenoper (traducida como The Threepenny Opera en inglés), estrenada en 1928 en Berlín. El actor encargado de interpretar al personaje propuso a Weill y Brecht que compusieran una canción adicional para introducirlo en escena de manera más notoria, algo que le hiciera parecer más amenazador y menos cómico. Ellos respondieron con una canción que se ha vuelto universal, Die Moritat von Mackie Messer, algo así como La balada de Mac the Knife aunque el término «moritat» se refiere a historias medievales que vendrían a parecerse a lo que en inglés se conoce como «Murder ballads». Como en aquellas historias medievales, la canción no la interpreta el propio actor que da vida al protagonista, sino algún otro personaje secundario. La balada de Mac The Knife traspasó fronteras cuando en 1933 se estrenó la versión en lengua inglesa de la ópera de Weill y Brecht, y la canción Mac the Knife se convirtió en un estándar del American Songbook, ampliamente versioneado, algo no muy habitual tratándose de una canción no americana. La historia de este gángster de bajos vuelos llegó también a Francia e incluso hubo una adaptación al castellano, obra de Rubén Blades, con el nombre de Pedro Navaja, que tuvo gran éxito en España. Hablando de España, los lectores más veteranos de El Jueves seguramente recordarán a aquel entrañable delincuente callejero llamado Maki Navaja, «el último choriso» y sus compañeros de correrías Popeye y Mustafá. Pues bien, el personaje del cómic está inspirado en la canción de Weill y Brecht, como os podéis imaginar teniendo en cuenta su nombre.

Kris Kristofferson
– Bobby McGee –

La tradición musical norteamericana está llena de canciones de carretera, a veces románticas huidas por el desierto, escapadas bajo la luz de la luna y con el horizonte por delante. Algunas veces acaban bien y otras no tanto. Una de las historias más conmovedoras, quizás porque una de las protagonistas tiene nombre y apellidos, es la que compuso Kris Kristofferson con el nombre de Me and Bobby McGee. Grabada por múltiples artistas, desde el propio autor hasta Janis Joplin, que la llevó al número 1 de manera póstuma, se trata de una historia de amor en la que una pareja de vagabundos, el narrador y su novia Bobby McGee, atraviesan todo el sur de los Estados Unidos haciendo autoestop. Un camión los recoge y los llevará a California a través de diversos estados sureños, mientras la pareja canta cogida de la mano, ríe y disfruta de su libertad, sin nada más que pedirle a la vida.

«You know, feelin’ good was good enough for me
Good enough for me and my Bobby McGee»

(«Tú sabes, sentirme bien fue suficiente bueno para mí. Suficientemente bueno para mí y mi Bobby McGee»)

Las ansias de libertad de Bobby McGee, sin embargo, son tan enormes que, cuando finalmente llegan a California, decide seguir su propio camino dejando desolado al narrador, que le desea lo mejor pero al mismo tiempo canta que cambiaría todos sus mañanas por un solo ayer en el que pudiera abrazar de nuevo a Bobby. Un final triste para una de las canciones que desprenden más aroma a libertad y vida en toda la historia del rock. Bobby McGee es uno de esos personajes de canción a los que seguramente muchos le pusimos cara, llegando a imaginar su expresión en ese momento en el que su deseo de libertad, de seguir buscando su sitio en el mundo, puede más que el amor y el cariño hacia otra persona. La antítesis del amor romántico, tal como a muchos se nos ha enseñado, pero… ¿Puede haber algo más romántico? Al fin y al cabo, el Romanticismo como movimiento cultural del siglo XVIII ansiaba priorizar lo diferente, lo que nos hace únicos a cada uno, los sentimientos individuales y la libertad.

Suzanne Vega
– Luka –

Si hay algún personaje de canción de los ochenta a los que muchos le hemos puesto cara, ojos, y hasta hemos echado alguna lagrimita imaginando su tristeza, ese es Luka. El chaval creado por Suzanne Vega para su canción más conocida y exitosa vive en el segundo piso, encima de la vivienda de la autora. Luka entabla cierta amistad con ella, pero le advierte: si oye cosas extrañas durante la noche, ruidos o quejas, no quiere que le pregunte nada. Si hace falta le mentirá, le dirá que se golpeó con la puerta, al fin y al cabo no es cosa suya. Solo quiere que le dejen en paz durante un rato, estar solo, que nadie grite ni rompa cosas durante un momento. Es fácil imaginar el calvario que pasaría el pobre niño, y lo cierto es que el hecho de que se trate de una historia de ficción no le quita emotividad al asunto: ¿cuántos y cuántas Luka habrá por el mundo, haciendo ver que no pasa nada, callando por miedo a que pase algo todavía peor, preguntándose por qué sus padres, esos que deberían amarle y protegerle, están haciendo que su vida sea tan triste? Suzanne Vega lanzó con esta canción un grito de protesta contra el maltrato y el abuso infantil que tuvo eco, al menos musical, por todo el mundo. Durante un tiempo fue realmente complicado no fijarse en esos chicos que estaban solos, siempre a unos metros del resto de la pandilla, mirando al suelo y con expresión triste, y no pensar en el pobre Luka.


Rod Stewart

– Maggie May –

El mito de la mujer madura que seduce a un chaval joven ha dado mucho juego en las artes. En esta lista podría haber estado perfectamente la señora Robinson, aquella señora felizmente casada que, sin embargo, se empeñó en iniciar una relación con un jovencísimo Benjamin Braddock, interpretado por un entonces casi desconocido Dustin Hoffman en la película El Graduado. Como la canción de Simon and Garfunkel en la que narraban la historia fue compuesta, o al menos adaptada, específicamente para la película, para no hacer trampa he pensado en incluir otro tema muy conocido que desarrolla el mismo asunto. Se trata de Maggie May, otra señora mayor que conoce a un jovencito y lo atrae hasta hacerlo caer en sus experimentados brazos. El jovencito es Rod Stewart, que afirma que la canción está basada en su propia experiencia, aunque tratándose de Rod nunca puede uno estar seguro de hasta qué punto es verdad lo que cuenta, y dónde empieza la mitificación. Tras un verano intenso el joven Rod intenta despertar a Maggie, que duerme a su lado, con la inocente frase de «es septiembre y debería volver a la escuela». El chico se queja de haber sido utilizado, de que solo buscaba una mano amiga, hacerle compañía a una mujer que sufría una terrible soledad, y que finalmente lo que consiguió fue que le robaran el alma. Mientras ella duerme, él se confiesa: desearía no haberla conocido nunca, pero de todos modos está perdidamente enamorado de ella. ¿Debería recoger sus libros y volver al colegio? Maggie, quizás haciéndose la dormida, no dice nada, pero la podemos intuir disimulando una perversa sonrisa bajo la sábana.


Chuck Berry

– Johnny B. Goode –

La historia del joven que vive en el campo y sueña con llegar a una gran ciudad y triunfar con su música también ha sido utilizada en numerosas ocasiones para películas y canciones. Quizás la más conocida, y también una de las primeras, sea la de Johnny B. Goode, compuesta por Chuck Berry. Johnny vive en una cabaña cerca de New Orleans, y aunque nunca aprendió a leer o escribir demasiado bien, sí que toca la guitarra como los ángeles. Solo algunos turistas y la gente del ferrocarril le escuchan tocar, pero su madre tiene grandes esperanzas puestas en el pequeño Johnny: «algún día serás un hombre y liderarás una gran banda, la gente recorrerá millas y millas para verte tocar». En la versión original Chuck Berry, que jamás ha escondido que se trata de una canción autobiográfica, habla de Johnny como de un «colored boy», aunque lo cambió finalmente por «country boy» porque en aquellos años, finales de los 50, una frase que pudiera interpretarse como algo en contra de lo establecido podía dejar una canción fuera de las radios comerciales, esas cuyo ámbito era estatal o incluso nacional y decidían si un artista triunfaba o se quedaba en la cuneta. Aunque Berry era ya una estrella, todavía estaba a merced de los estúpidos prejuicios de la sociedad norteamericana en aquella época. El éxito de Johnny B. Goode provocó que siguiéramos sabiendo más cosas acerca de su vida en otras canciones de Chuck Berry: Bye bye Johnny, Johnny B. Blues, Go go go y alguna más. Incluso hubo una versión femenina, porque las chicas también saben rockear: Lady B. Goode.


David Bowie

– Ziggy Stardust –

Otro de los grandes personajes ficticios de la historia del rock es Ziggy Stardust, un roquero bisexual y andrógino en el que viene a encarnarse un ser extraterrestre que desea comunicarle ciertos mensajes a la humanidad. Ziggy traspasa los límites de las canciones y cobra vida sobre el escenario, tomando el cuerpo de David Bowie y liderando a su propia banda, The Spiders from Mars, durante más de un año. Ziggy Stardust explora, en un tiempo en el que veníamos de los 60 y las mentes todavía estaban abiertas a todo, temas referentes a los tabús sexuales. Bowie aprovecha para lanzar algunos mensajes entre apocalípticos, redentores y ecologistas. Ziggy nos avisa: el fin puede estar cerca; la Tierra necesita un cambio; los políticos nos engañan; la fama es un artificio. Ziggy es un adalid de la libertad sexual, pero también un mensajero de los peligros que acechaban a principios de los 70: los sueños de la década anterior se habían roto uno tras otro, y la decadencia en todos los sentidos del ser humano empezaba a verse como algo no solo posible sino totalmente probable. Un tiempo pesimista, con la guerra de Vietnam y la inminente crisis del petróleo a la vista, a la que Ziggy pone una banda sonora que, a pesar de arrancar con el aviso de que a la Tierra solo le quedan cinco años (Five years), resulta excitante y liberadora, una manera divertida de rescatar al mundo. El propio Ziggy, sin embargo, cae presa de sus propios delirios y decepciones. En Rock and roll suicide se muestra débil, cansado, presa de su papel como estrella del rock y casi olvidado aquel Starman que vino a nuestro planeta para cambiarlo. Un año después, abducido por la fama tras publicar Alladin Sane, Ziggy Stardust se suicidaba sobre el escenario para devolver a David Bowie a la vida, cerrando así una de las más grandes y prolongadas historias de ficción que ha dado el rock.


David Bowie

– Major Tom –

El propio David Bowie es protagonista de un caso curioso: no es habitual que un personaje de ficción, creado específicamente para una canción, aparezca de nuevo en otros temas del mismo artista con varias décadas de diferencia. El Major Tom era un astronauta que en Space oddity, allá por 1969, relataba atónito a sus oyentes la belleza de la Tierra vista desde el espacio. Debido a algún problema, los lazos con la nave se rompen y el Major Tom parece condenado a vagar por el espacio. A lo largo de la canción se despide de sus seres queridos y sigue repitiendo incesantemente lo bella y triste que se ve nuestro planeta mientras él, inexorablemente, se va alejando. Bowie creó esta canción y a su personaje en un momento en el que todo lo relacionado con el espacio, motivado por la llegada del hombre a la Luna, pero también por la película de Kubrick 2001 Una Odisea Espacial, estaba de moda. A su vez, años más tarde, Elton John se inspiró en este tema de Bowie para su Rocket man. Pero la historia del Major Tom no acaba ahí, a pesar de su involuntario e infinito paseo espacial. En 1980 Bowie se dispone a cerrar una década con el álbum Scary Monsters, y en el tema Ashes to ashes parece querer ajustar cuentas con el Major Tom: ahora ya no es un astronauta que sufre un accidente, sino un yonkie del espacio. Como siempre, es la forma en que Bowie cierra puertas para abrir otras: despreciando su propio pasado («ese tipo que aparecía en una canción antigua»). Cuando el desgraciado astronauta parecía ya olvidado, reaparece en Hallo spaceboy, a instancias de los Pet Shop Boys, que usaron partes de Space oddity, con el permiso de Bowie, para una remezcla de la canción. Finalmente, en el vídeo de Blackstar, en el que prácticamente Bowie nos anunciaba su inminente desaparición sin nosotros saberlo, aparece un astronauta que, suponemos, es el Major Tom en su último vistazo a nuestro planeta. Por cierto, el alemán Peter Schilling también le dedicó una canción al Major Tom en 1983: Major Tom (coming home).

Tras esta selección de personajes de ficción con nombres, y a veces con apellidos, es justo también recordar a otros de los que apenas sabemos su procedencia o su profesión, y que también nos han alegrado muchas horas escuchando sus correrías musicales: me gustaría mencionar a esa Chica de Ipanema que volvía locos a los bañistas brasileños; a la modelo de Kraftwerk que solo bebía champagne; al triste hombre del piano de Billy Joel; a la no menos triste Sad-eyed Lady de Bob Dylan,;a la pequeña bailarina de Elton John. Ellos y ellas han habitado en nuestros pensamientos, en nuestros sueños, a través de las canciones que les dieron vida. Excepto su nombre, parece que lo sabemos todo. Vemos su vida desarrollarse mientras escuchamos la canción, nos ponemos tristes o alegres a la vez que ellas, nos enamoramos, sufrimos, lloramos y reímos. Por salir del ámbito anglosajón, es algo que también nos pasa con la Chica de ayer de Nacha Pop, y seguramente lo mismo que a nuestros padres y abuelos les ocurrió con María de la O, La bien pagá o El emigrante de Valderrama.

Si a veces, muchas veces, nos dejamos arrebatar por una canción para vivir otras vidas distintas a la nuestra propia, sin duda alguna cuando mejor se logra el objetivo es cuando, a través de esa canción, accedemos a otra vida a la que le podemos poner un nombre, una cara, una historia, un final imaginado, triste o alegre, sentir lo que esos seres sienten, caminar, luchar y sufrir con ellos, como hacemos con los grandes personajes de la literatura. Seguramente Beethoven tenía en mente otra cosa cuando dijo que «la música es la mediadora entre el mundo espiritual y el de los sentidos», pero no le faltaba razón. Mediante la música accedemos a otro mundo, una dimensión paralela en la que durante unos minutos ver la Tierra desde el espacio con el Major Tom, reír mientras recorremos América con Bobby McGee, llorar con Luka y con Eleanor Rigby, convertirnos en una estrella de rock como Johnny B. Goode.

DISCOTECA

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