Por Nacho Goberna © 2015
Estimados lectores humanos del siglo XXI: me llamo Quark y soy un Ferengi. Hijo de Ishka y hermano de Rom, nací a cientos de años luz de la Tierra siendo el año 2.328 después del humano que ustedes llaman Jesucristo. Gracias a un reciente viaje espacio-temporal que realicé al pasado de su planeta, y que comenzó en la década de los 50 del siglo XX terráqueo, he conseguido lo que todos los de mi raza anhelamos desde que tenemos uso de la única razón que a los Ferengi nos interesa, la económica: ser inmensamente rico. Entiendo que, dada la nula tecnología avanzada a la que tienen acceso, esta afirmación pueda generarles cierto escepticismo, incluso rechazo. No pasa nada. No negaré que su naturaleza humana vintage, como pasa con los museos de arqueología o las historias mitológicas, tiene su encanto retro. En todo caso, en su interés —bella palabra para mi raza— estará, una vez finalizada la lectura de todo lo acontecido, dar o no crédito —también una hermosa palabra para los míos— a lo aquí y ahora leído.
Teniendo en cuenta nuestra lejanía, permítanme, o no, me da igual, exponerles con brevedad algunos antecedentes raciales y culturales relativos a la sociedad de la que, con indudable orgullo financiero, formo parte.
Los Ferengis pertenecemos a una civilización extraterrestre que se encuentra situada en el cuadrante Alfa de la Vía Láctea. Somos de baja estatura según los patrones de la Tierra, comemos todo tipo de gusanos y disfrutamos extraordinariamente cuando nos acarician en nuestros prominentes pabellones auriculares. A todos los alienígenas —los nuestros—, sean Humanos, Vulcanos, Klingons, Cardasianos o Romulanos, los tratamos con idéntica naturalidad ultra-comercial. Para nosotros no son ni suponen nada más, ni menos, que jugosas oportunidades de negocio.
En mi planeta de origen, Ferenginar, las lluvias permanecen constantes, los cielos oscuros y las hembras sometidas. En nuestra sociedad el dinero lo es todo, no tenemos dioses —tenemos beneficios— , los derechos de los trabajadores son motivo de mofa y, especialmente cuando caemos en la peor de las nostalgias, aquella que nos embarga al obtener plusvalías inferiores al 500% en las transacciones comerciales, apreciamos a nuestros poetas.
“Toda la vida es negocio, y los negocios, negocios son.”: Poesía Ferengi. Autor desconocido. Año 2315.
Según enseñan nuestros historiadores galácticos en las escuelas, las estructuras políticas y sociales Ferengi engarzan como anillo al dedo con un credo terrestre que ustedes llaman Capitalismo. Cierto es que, a diferencia de las biblias y predicamentos capitalistas y neoliberales tan al uso en la recurrente historia cercana de su planeta, las 285 “REGLAS DE ADQUISICIÓN” que rigen la sociedad Ferengi, cuentan con un apoyo popular prácticamente unánime. Siendo reglas imperativas, quede esto claro, forman parte nuclear de nuestras más arraigadas señas de identidad.
Regla de adquisición Ferengi número 1: “Una vez que tengas su dinero, nunca lo devuelvas.”
Indagar en la intrahistoria del creador de mi raza, del hacedor de la saga Star Trek, de Gene Roddenberry, fue uno de los dos objetivos que me impelieron a esta correría espacio-temporal que en unos instantes pasaré a compartir con ustedes. Del otro motivo que me llevó tan lejos de mi hogar —el importante, no les voy a engañar— sólo les adelantaré que estaba íntimamente relacionado con un objeto similar a una barra de labios; una pequeña cápsula cilíndrica que presumiblemente podría convertirme —como efectivamente ocurrió— en el individuo más afortunado, con mayores dividendos, de toda la alianza Ferengi.

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Estoy en el año 1953, ciudad de Los Ángeles, planeta Tierra. Hace calor y la humedad se ha apresurado a activar la simulación de sudor que cubre la aparente humanidad con la que enfrento mi aventura.
Regla de adquisición número 19: “Los Ferengi no se hacen responsables de la estupidez de otras razas.”
Cruzo la calle evitando ser arrollado por un Cadillac convertible de la serie 62 en el que suena un tal Fats Domino. Me dirijo a la central de policía. Pregunto por el sargento Roddenberry. Está patrullando. Decido esperar. Me acomodo y comienzo a hojear una edición matinal del Los Ángeles Times que descansa en un asiento contiguo. En portada puedo ver la fotografía de un senador llamado Joseph McCarthy. El titular habla de “La Caza de Brujas”. Me sorprende que de brujos —masculino— no diga nada. En otro artículo se comenta el final de una guerra, la de Corea. Es 30 de Julio. Sigo mi recorrido en negro sobre blanco y me detengo en una noticia relacionada con lo que aquí y ahora, espacio y tiempo, me ha traído: “El jefe de policía de Los Ángeles, William H. Parker, iniciará un proceso de modernización del cuerpo dotándolo de estructuras y equipamientos paramilitares”. En los años venideros surgirán encendidas controversias al respecto. Yo lo sé, vengo del futuro, pero ellos, los habitantes de la gran urbe californiana de entonces, aún no.

Para promover la nueva medida entre la opinión pública, el jefe Parker elegirá como portavoz a un policía y expiloto de las fuerzas aéreas durante la segunda guerra mundial terráquea; un hombre que alterna la labor policial en las calles con su faceta de guionista para, entre otros, un radio show llamado Dragnet. Es Gene, mi creador. Nació el 19 de agosto de 1921 en El Paso, Texas. En los discursos que para su jefe escribirá opta por un lenguaje marcadamente filosófico.
Regla de adquisición NÚMERO 22: “Un hombre sabio puede sentir la ganancia en el viento.”
En un principio la estrategia funcionará, pero años más tarde un Roddenberry ya alejado de su etapa policial y enfrascado en labores de guionista y productor televisivo, comentará:
“Sólo cuando el jefe Parker olvidó que era un filósofo y comenzó a pensar que era Dios, se metió en problemas. Yo también me he metido en problemas por la misma razón.”
El costoso tiempo fuera de mi tiempo —300 barras de Latinum / hora— es finito. He de continuar. Mientras me desmaterializo se abre la puerta principal de la comisaría central de Los Ángeles. Durante un instante reconozco a mi hacedor. Un Roddenberry de 31 años terrestres regresa de su patrulla rutinaria.
Regla de adquisición número 24: “El Latinum no compra la felicidad, pero seguramente la alquila.”
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Aunque para mí han pasado segundos, para Gene Roddenberry han sido 11 años, 3 meses y 27 días. Entre medias, decenas de guiones escritos para diferentes shows en radio y televisión.
Me encuentro a una veintena de kilómetros de Los Ángeles, en Culver City. En el frontal del edificio que tengo delante puedo leer “Estudios de producción Desilu”. Es el 27 de noviembre de 1964. Hace un año del asesinato de Kennedy y 24 días desde que su segundo, Lyndon Johnson, ganó las elecciones presidenciales. Un par de operarios de los estudios comentan las últimas noticias sobre un lugar donde los árboles y aldeas arden lentamente, Vietnam. Desconozco qué es el Napalm.
En una radio monoaural suena un grupo californiano conocido como “The Beach Boys”. En Ferenginar no hay playas. Nuestros paisajes se alternan entre densos bosques e inhóspitos parajes rocosos.
Hoy comienza la grabación del episodio piloto de una nueva serie para ese artefacto de comunicación unidireccional que ustedes describen como Televisión. Roddenberry es su promotor e ideólogo. Ciencia Ficción, ¿utopía? La grabación llevará un par de semanas y la post-producción se extenderá hasta el 18 de enero de 1965. El título del episodio: “La jaula”, y el nombre de la serie: STAR TREK. Veo pasar delante de mí a los actores Jeffrey Hunter y Leonard Nimoy. El primero, tras la negativa del actor Lloyd Bridges a participar, interpretará durante las próximas dos semanas al capitán de la federación de planetas Christopher Pike. El segundo, Nimoy, dará vida a otro de los protagonistas del episodio piloto, el Vulcano-Humano que en el futuro ejercerá las labores de primer oficial y responsable científico en la tripulación de la nave estelar USS Enterprise. ¿Quién no conoce a Spock? Su inquebrantable apego por la lógica, una emotividad sometida y las orejas puntiagudas que heredó de su padre Vulcano, lo convertirán a lo largo de los años en una de las referencias indiscutibles para los millones de seguidores de Star Trek. En este episodio Spock sonreirá ante la cámara. No volverá a ocurrir.
Regla de adquisición número 79: “Ten cuidado con la avidez de conocimiento de los Vulcanos.”
Leonard Nimoy no fue la primera opción en la que pensó Gene para el personaje de Spock. En un principio Roddenberry ofreció el papel del espigado vulcaniano al actor Martin Landau. Ante la proposición, Landau se negará alegando que “el rango emocional del personaje es demasiado limitado”. Aun careciendo de humanidad, no me es difícil imaginar los miles de veces que Martin se golpeará la cabeza con la almohada, o increpará a su reflejo en un espejo, por haber rechazado la oferta.
Regla de adquisición número 8: “Sólo un tonto deja pasar las oportunidades.”
El resto de la tripulación es y será multiracial. Roddenberry ha previsto que, a pesar de que en los años sesenta del siglo XX la segregación racial está firmemente arraigada en varias áreas de Estados Unidos, en el tiempo en el que se situará la acción de la primera encarnación de la saga Star Trek: la serie original (siglo XXIII), el racismo habrá desaparecido del planeta Tierra.

Tras finalizar la grabación de la iniciática filmación, Jefrey Hunter declinará seguir participando en el proyecto. Nunca llegará a ser consciente de la trascendencia de aquella negativa ya que, cinco años después del primer día de rodaje de Star Trek, de hoy, morirá tras una concatenación de nefastos sucesos que comenzaron en España con una explosión de efectos especiales mal ejecutada. Será durante el rodaje de la película “Viva América”.
“Me han dicho que ha decidido no seguir adelante con Star Trek. Es su decisión, por supuesto, y tengo que respetarla. Puede estar seguro de que no le guardo ningún rencor y espero seguir compartiendo, tanto en público como en privado, la alta consideración que le tomé a lo largo de las jornadas que trabajamos juntos.” ( Nota enviada por Gene Roddenberry a Jeffrey Hunter)
Ya sin Hunter y bajo un nuevo santo y seña, James Kirk, el asiento de capitán de la nave estelar “Enterprise” pasará al actor William Shatner. Millones de Humanos aprenderán de memoria la breve narración con la que la voz de Shatner introducirá cada uno de los futuros episodios de Star Trek: la serie original.
“ El espacio: la última frontera. Estos son los viajes de la nave estelar «Enterprise», en una misión que durará cinco años, dedicada a la exploración de mundos desconocidos, al descubrimiento de nuevas vidas y nuevas civilizaciones, hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar. “

A la productora del episodio piloto, la NBC, no les gustará el resultado de aquella primera filmación: “Demasiado cerebral”, “No tiene suficiente acción”, “Hay que eliminar al chico de las orejas”. Por fortuna para millones, incluidas las finanzas de la NBC, el representante de la productora encargará un segundo episodio piloto a Roddenberry. Siendo aprobado, incluido el “chico de las orejas”, y con el título “Un lugar jamás visitado por el hombre”, se emitirá el 8 de septiembre de 1966. A partir de entonces comenzará la cuenta atrás para la primera aparición en antena de mi raza, los Ferengi. Será en 1987, durante el episodio número cinco de la segunda reencarnación de Star Trek: la nueva generación. Ese capítulo, “El último reducto”, es para nosotros mucho más que una nueva entrega de la saga espacial. Es nuestro génesis.
Regla de adquisición número 13: “Todo lo que vale la pena hacer, es mejor si se hace dos veces.”
Sigo buscando a mi futuro creador, a Gene, entre los diferentes decorados y atrezzos de los “Estudios de producción Desilu”. Pienso en el destino de aquel episodio piloto que no vió la luz en su tiempo natural. Parte de sus tomas serán recuperadas por Roddenberry, a modo de flashback, en un episodio de dos partes, “Casa de fieras”, que se emitirá en 1966. Finalmente, en 1988, “La jaula” será televisado tal cual fue concebido inicialmente.
Una ayudante de cámara comenta que Gene no volverá al estudio hasta dentro de dos horas. Mi crédito espacio-temporal se extingue.
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Estoy en 1987. Dos humanos, al menos en apariencia, Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido, están sembrando sus improntas neoliberales a golpe de privatizaciones y desregulación financiera de calado. Muchos se acordarán de ellos y sus familiares a la vuelta del siglo, en el XXI. Siendo lo que soy, un Ferengi, me siento como en casa.
Regla de adquisición número 211: “Los empleados son los peldaños en la escalera de los sucesos (no dudes en pisarlos).”
Un productor amigo de Gene, Herb Wright, está repasando en una cafetería sus anotaciones sobre la nueva raza alienígena que se estrenará en unas horas. Roddenberry encargó a Wright el inicial perfil físico y psicológico de los Ferengi hace unos meses. Sin pretender ser presuntuoso, o tal vez siéndolo —recuerden que soy un Ferengi—, no hay duda de que hizo un magnífico trabajo.
“Cuando Gene me pidió que creara a una especie de grandes villanos para la nueva serie de Star Trek, me dijo que no quería que se parecieran a nada de lo anterior (…) su punto era que fueran desagradables, pequeños “hijos de” sin escrúpulos que, con su dinero y avaricia, conseguían poder. En eso eran buenos. Si nos fijamos en todos los que han conseguido ese tipo de poder… lo mismo se podría aplicar…” (Herb Wright)

Me encuentro en una mesa a pocos metros de Herb. Pido lo más parecido que he encontrado a la comida Ferengi: una hamburguesa con queso. De fondo suena una banda llamada REM. El título de la canción me resulta llamativo: “Es el fin del mundo tal cual lo conocemos (y me siento bien)”. Creo que no lo entiendo. Si en Ferenginar desaparecieran el dinero y los especuladores, nadie, salvo quizás nuestras hembras y un puñado de anti-nuestro-sistema, se sentiría bien.
Aunque no será hasta después del fallecimiento de Roddenberry que los Ferengi adquiriremos la importancia que indudablemente nos merecemos (Star Trek: Espacio profundo 9 / 1993- 1999), pensar que hoy nace mi civilización, y encima en horario de máxima audiencia, me estremece hasta las orejas.
“Lo que siempre he pensado de los buenos villanos es que, básicamente, son igual que nosotros; que tienen nuestros vicios, nuestros defectos, pero son exagerados — o por lo menos todo el mundo piensa que son exagerados — . La realidad es que están por lo general más cerca de nosotros de lo que desearíamos admitir.” (Herb Wright)
Los minutos se agotan. Estoy llegando al final de la travesía y aún me queda por satisfacer el segundo de los objetivos que me marqué fuera de mi hilo temporal nativo. Activo, una vez más, el mecanismo de tránsito espacio-tiempo. Justo antes de desaparecer susurro: “Gracias a ti también, Herb, por no pasarnos la factura de nuestra creación. Yo sí te pasaré la mía para que compartas tus beneficios conmigo. Los negocios, estimado cliente humano, negocios son.”.
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Hace frío en el departamento de carga del avión Lockheed L-1011 que acaba de despegar desde la base aérea de Gando en Gran Canaria. Me he teletransportado dentro del compartimento de carga. Son las 14:12 horas del 21 de abril de 1997. Su piloto, el capitán estadounidense Bill Weaver, tiene clara la misión: diez minutos después de llegar al espacio, una vez alcanzada la altura de 11.000 metros, liberará sobre los cielos que coronan las Islas Canarias dos cargas llenas de simbolismo. Se trata del primer satélite íntegramente diseñado y construido en España, el Minisat-1. Pero no sólo. Junto al primitivo aparato tecnológico también serán liberadas un puñado de cápsulas selladas. Su pequeño tamaño, aproximado al de un lápiz de labios, nada dice sobre el emotivo significado de su contenido: las cenizas de 23 personalidades del siglo XX que fueron entusiastas del espacio. Entre ellas se encuentran el gurú de los 60s Timothy Leary (padre del LSD) y mi creador, alma mater de Star Trek, Gene Roddenberry.
Una vez liberadas al espacio exterior, las cápsulas permanecerán orbitando la Tierra durante un lapso de tiempo que, según los científicos encargados de la misión, podría establecerse entre los 18 meses y los 10 años. Pasado ese tiempo, la gravedad terrestre las atraerá hasta la atmósfera y se consumirán en fuego como si de pequeñas estrellas fugaces se tratara.
Y así fue, al menos con 22 de las 23.
Separándola del resto, tomo la cápsula de Roddenberry entre mis manos. La restriego por mi pabellón auricular. Sonrío dejando ver mi afilada dentadura. Pienso en las ganancias que, siendo propietario de semejante tesoro comercial, me esperan en mi planeta y tiempo natales. Imagínense por unos instantes el precio que podrían alcanzar en sus mercados las reliquias certificadas del humano que ustedes llaman Jesucristo. El vientre del Lockheed se está abriendo para liberar sus simbólicas cargas. Es hora de marcharse. Gene y yo comenzamos a desmaterializarnos. Volvemos a casa.
Regla de adquisición número 24: “Nunca preguntes cuando puedes tomarlo.”

P.D. Mi admiración por la saga de las series televisivas de Star Trek viene de lejos. Siendo joven, en San Sebastián, esperaba con ilusión cada nuevo capítulo de “La serie original”. Luego vinieron “La nueva generación” (1987 – 1994), “Espacio profundo 9” (1993 – 1999), “Voyager” (1995 – 2001) y “Enterprise” (2001 – 2005); vinieron los caprichosos Q, las insensibles colmenas de Borgs, su rebelde “Siete de nueve”…; vinieron las películas, los DVDs. Sirva este texto como mi pequeño homenaje a su creador, Gene Roddenberry, y a la crítica reflexiva de nuestra sociedad que, con potencia, sin dogmatismos y no exenta en ocasiones de humor inteligente, realizó. Sirva también como homenaje a todos los que participaron, de una u otra forma, en el desarrollo de las diferentes entregas a lo largo de las décadas. Y sirva, por último, para dejar clara mi radical oposición a cualquier manifestación neoliberal o machista, sea terrestre o extraterrestre, habida o por haber.
P.D.2 ¿Sabíais que el gran Isaac Asimov fue amigo de Gene Roddenberry y fan de Star Trek?
P.D.3 Un nuevo salto en el espacio tiempo. Hoy es 25 de septiembre de 2017. Esta noche, en unas horas, se estrenará una nueva reencarnación de Star Trek, Discovery. Ha pasado más de una década desde la última serie de la saga, Enterprise. Puedo prometerles que no me la perderé.
“Larga vida y prosperidad”
Nacho Goberna. Fecha estelar -307962.83659944194.
