Imaginando futuros, promesas y peligros, con Peter Frase

Emma RodrÍguez © 2020 / 

“La sociedad burguesa se encuentra en una encrucijada: o bien transita al socialismo o bien regresa a la barbarie”. Quien lo dijo fue la política y teórica marxista Rosa Luxemburgo a principios del siglo XX, y bien podemos seguir aplicándolo. Si preferís podéis cambiar el término socialismo por socialdemocracia –yo añadiría con sus valores auténticos, incontaminados– y barbarie por fascismo.

A la frase de Luxemburgo recurre, como punto de partida, Peter Frase, escritor, investigador y fundador de la revista socialista estadounidense “Jacobin” en Cuatro futuros, un estimulante, sugerente, ensayo que se plantea cuál podría ser el devenir de nuestras sociedades después del capitalismo, un debate que debería estar mucho más vivo, una pregunta que no pocas personas nos hacemos en momentos de perplejidad, de absoluta falta de certezas, en los que todo está abierto y en los que el rumbo puede llevarnos por derroteros esperanzadores, hacia el movimiento constructivo, igualitario, de la humanidad, o por los caminos oscuros de la regresión y la devastación.

Os aseguro que la cohesión entre gran parte de los contenidos que conforman esta nueva edición de Lecturas Sumergidas no fue del todo premeditada. En lo que a mí respecta, fue la necesidad de hallar respuestas, renovados campos de reflexión, de sentido, ante las experiencias vividas en este 2020 que sigue transcurriendo cargado de imprevisibilidad, de desasosiego, lo que me condujo a abrir las páginas de un ensayo tan sorprendente y visionario como Seguir con el problema, de Donna Haraway y a sumergirme en la lectura de El clamor de los bosques, de Richard Powers, una obra deslumbrante, capaz de cambiar nuestra mirada sobre el mundo.

Fue el impulso de creer que no todo está perdido lo que despertó mi curiosidad por El mapa de los afectos, de Ana Merino, una saludable reivindicación de la bondad, la bondad entendida como cuidado, como refugio, en un ahora en el que nos sentimos especialmente vulnerables, a la intemperie. Fue la urgencia de pensar, de entender lo que nos está pasando, unida al azar, al impulso de tirar de hilos diversos, de conocer, de descubrir, lo que me llevó finalmente a adentrarme en los Cuatro futuros de los que voy a hablaros a continuación, un recorrido que, por su complicidad con la ciencia ficción, a la que Peter Frase recurre una y otra vez para ofrecer inspiradoras o desoladoras visiones alejadas del hoy, conecta con el texto del autor Alberto Trinidad para su sección “Territorios de fuga”, dedicado esta vez a la reciente versión –2004/2009– de la  magnífica y peculiar serie de televisión Battlestar Galactica.

Tantos anhelos y búsquedas han dado como resultado un conjunto de textos que participan de un espíritu común. La ecología, el cambio climático, la mirada hacia nuevos horizontes, el desafío de construir sociedades más diversas, de transformar nuestros modos de vida para poder seguir adelante, creando condiciones de continuidad más favorables para las nuevas generaciones de humanos y de no humanos, son temas que están presentes en el número 57 de esta revista que pretende ser una ventana abierta, una Ventana propia y al mismo tiempo compartida. 

La época histórica que vivimos es “un momento volátil e incierto, tan lleno de promesas como de peligros”, señala Frase en las páginas introductorias de un interesantísimo ensayo que el autor denomina “ciencia ficción social”; ya que utiliza “las herramientas de la ciencia social en combinación con las de la ficción especulativa para explorar el abanico de posibilidades en el que se moverán nuestros futuros conflictos políticos”. 

Esta obra, que alude en su subtítulo a la ecología, la robótica, el trabajo y la lucha de clases después del capitalismo, fue publicada en España por Blackie Books antes de la dura pandemia que ha marcado un antes y un después y nos ha impulsado a mirar con mayor preocupación al futuro. Este estudio nos coloca frente a múltiples espejos y retrata nuestros miedos y contradicciones como sociedad. Frase dibuja escenarios esperanzadores frente a otros absolutamente atroces. Y nos lleva a percibir los pocos centímetros que pueden llevarnos hacia un lado o hacia el otro, en la dirección de la utopía o de la distopía. “Dos fantasmas recorren el mundo en el siglo XXI: los fantasmas de la catástrofe ecológica y la automatización”, indica el investigador, quien nos dice que “ambas preocupaciones son diametralmente opuestas en varios aspectos”.

La época histórica que vivimos es “un momento volátil e incierto, tan lleno de promesas como de peligros”, señala PETER FRASE en un ensayo que utiliza “las herramientas de la ciencia social en combinación con las de la ficción especulativa”.

El miedo al cambio climático es miedo a tener demasiado poco: anticipa una escasez de recursos naturales, la pérdida de tierra cultivable y de entornos habitables; en último extremo, la muerte de una Tierra incapaz de sostener la vida humana. El miedo a la automatización es, erróneamente, miedo a tener demasiado: una economía totalmente robotizada que produzca tanto con tan poco trabajo humano que los trabajadores ya no sean necesarios”, argumenta, y se pregunta: “¿De verdad podemos estar encarando una crisis de escasez y de abundancia al mismo tiempo?

Se trata de “una crisis dual y contradictoria”, una crisis profunda que ya está aquí y que el ensayista analiza a través de focos diferentes, buscando maneras alternativas de encararla, posibilidades de destino. Sus dos partes, nos dice, tienen mucho que ver con la desigualdad, “giran en torno a la distribución de la escasez y la abundancia, a quién pagará los costes del daño ecológico y quién disfrutará de los beneficios de una economía automatizada, altamente productiva”. Y prosigue: “Hay modos para lidiar con el impacto humano sobre el clima, y hay modos para asegurarse de que la automatización suponga prosperidad material para todos en vez de empobrecimiento y desesperación para la mayoría. Pero estos posibles futuros requerirán un tipo de sistema económico muy diferente del que ha prevalecido durante los últimos siglos”.

Frente a tantos augurios catastrofistas en torno a asuntos como la robotización del trabajo, Peter Frase no se muestra del todo pesimista al respecto y alude en todo momento a la instauración de modelos de renta básica universal. El espíritu de la mítica serie televisiva Star Trek anima todo el recorrido, algo que a mí particularmente me cautiva, pues siempre he estado convencida de que la creación de Gene Roddenberry es una lección permanente sobre la Humanidad, una profunda búsqueda de mundos de concordia, de conexiones entre culturas, de absoluto respeto y cooperación entre especies. Son cinco las entregas de esta saga interestelar, a las que que ha sumado recientemente el estreno de una nueva aventura, centrada en el personaje de Jean-Luc Picard, protagonizado por el veterano actor Patrick Stewart, capitán de la USS-Enterprise en la inolvidable Star Trek: La nueva generación. Si aún no habéis descubierto estos territorios os recomiendo que subáis a bordo de la nave. Se adelantó tanto Roddenberry a los ideales futuros en este proyecto, que inició su andadura a mediados de los años 60 del siglo XX, que a día de hoy aún somos incapaces de rozarlos, aunque vislumbremos en ellos posibles rumbos, salidas.

Así lo hace Peter Frase, quien ve en la serie el mejor argumento para mostrarse optimista con la automatización, siempre que se lleve a cabo dentro de sociedades igualitarias donde la escasez de bienes ordinarios de consumo ya no exista gracias a inventos como el del replicador, capaces de revolucionar los modos de trabajo y de vida. Pensemos en la impresora 3D, en la tecnología de reproducción digital. Trabajar no por un salario sino por la satisfacción que proporciona realizar nuestras vocaciones, tender a la creación de actividades de cooperación voluntarias y cuidarnos los unos a los otros es un viejo ideal de la humanidad.  

Son muchos los análisis y argumentaciones que aporta el ensayista para demostrarnos que no es una dirección equivocada ni imposible, lejos, claro, de los marcos de acción del sistema neoliberal. Marx, Keynes y tantos otros, hilos de los que siguen tirando economistas, políticos progresistas, filósofos, sociólogos y creadores diversos, son referentes en este ensayo que nos anima a salir de los prejuicios, discursos uniformados y estrechez de miras a los que continuamente nos conducen las instituciones conservadoras, los entornos empresariales y los tradicionales medios de comunicación.

De nuevo la ciencia ficción es una ventana desde la que mirar hacia delante en busca de horizontes de esperanza. Una ventana a la que asomarse para dar rienda suelta a la imaginación y, como indica Donna Haraway, otra devota del género, seguir con el problema, enredando, hilando, pensando juntos sin cortapisas. Peter Frase se apoya en novelas, series y películas que han pisado futuros posibles. En un momento dado se pregunta: “¿Qué puede suceder si la producción requiere muy poco o nada de trabajo humano?” y nos anima a visualizarlo sumergiéndonos en los episodios de Star Trek

“La sociedad futura en la que viven los personajes de la serie ha superado la escasez. Podríamos llamarla una sociedad comunista, en el sentido que le daba Marx al término, o sea, un mundo que funciona según el principio “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según sus necesidades”, señala el autor, quien recuerda un capítulo de Star Trek: La Nueva Generación, en el que Jean-Luc Picard se encuentra con un hombre del siglo XX que ha estado sujeto a animación suspendida durante cuatrocientos años. “Picard explica pacientemente a ese hombre recién llegado y despistado que su sociedad “eliminó el hambre, el deseo y la necesidad de poseer”. Y una de las razas alienígenas de la serie, los ferengi, son el continuo blanco de las bromas por su bárbaro interés por el capitalismo y la acumulación material”.

Jonathan Frakes en su papel de William Riker, primer oficial a las órdenes del capitán Picard, junto a dos ferengi, la raza alienígena enraizada en el capitalismo que hace su aparición en Star Trek, La nueva generación y es desarrollada posteriormente en Star Trek, Espacio Profundo 9.

Esta serie de ciencia ficción que no ha perdido un ápice de vigencia, gira, como comenta Frase “en torno a la búsqueda de “vivir de manera sabia, agradable y placentera”. Su recorrido sirve al investigador para centrar las bases del primer tipo de futuro que imagina, el del ideal comunista basado en la igualdad y la abundancia, un ideal que a lo largo de la historia ha sido utilizado y malinterpretado por sistemas autoritarios, una circunstancia que no resta valor a sus principios, principios que pueden ser renovados y aplicados a un horizonte en el que la explotación en el trabajo, la desigualdad y la discriminación sean del todo superadas.

La sociedad futura en la que viven los personajes de “Star Trek”, serie que sirve de inspiración al autor, ha superado la escasez y avanza hacia la búsqueda de “vivir de manera sabia, agradable y placentera”.

He aquí el fin del trabajo indeseado, la renta básica como pilar de sociedades más allá del capitalismo. Al respecto el ensayo que nos ocupa ofrece perspectivas y planteamientos interesantísimos. Indica, por ejemplo, que los trabajos menos atractivos, podrán llegar a ser mejor retribuidos que aquellos más satisfactorios y creativos, ocupaciones que más gente querría desarrollar por un salario menor, pues ya contaría con lo básico para vivir.

No os apresuréis a señalar el tan consabido argumento de que todo esto es demasiado idílico e imposible. Si queréis imaginar estas sociedades, por favor, abrid las páginas de este libro y si os resulta insuficiente, avanzad en la dirección de las obras de referencia de las que parte, tanto de ficción como de no ficción. El investigador también se plantea en este capítulo cómo se desarrollan en un mundo post-escasez las “distintas competiciones por el status, después de que la fuerza organizadora del capital haya sido eliminada” y alude otra vez a la ficción especulativa, en este caso a una novela de Cory Doctorow, Down and out in the Magic Kingdom, donde en una sociedad postrabajo, gestionada por voluntarios, lo que hace ganar puntos, puestos en el escalafón social, no es la posesión de bienes, el dinero, sino el prestigio, la reputación, la capacidad de influencia en los demás.

Lo interesante de este ensayo es que todo lo que plantea puede ser enormemente positivo, pero también se puede girar hacia el lado contrario, en este caso el uso de la reputación de manera desigual, clasista y autoperpetuadora. Todo está lleno de contrastes en este camino que nos pone ante el espejo y nos obliga a reflexionar, a hacernos preguntas, a buscar sentidos. Toda utopía es compleja, nos dice Frase; toda utopía tiene su reverso.

El mundo ideal de la falta de escasez, simbolizado por el replicador de Star Trek, gracias al cual toda la población puede acceder a cualquier producto, ese mundo que el autor denomina “comunista” sin ningún tipo de complejos, porque su fracaso, su identificación con la barbarie dictatorial, no debe tapar su origen, el anhelo de la igualdad para todos, puede conducir en otra dirección, la del rentismo, el segundo sistema posible con el que nos encontramos. Un sistema en el que “la élite económica actual podría mantener su poder y riqueza en un entorno de automatización total”, convirtiéndose en dueños de los robots; a través del control de los replicadores, de los derechos de autor sobre las copias de los bienes y sobre el tiempo para disponer de ellos. 

“En un mundo donde, por ejemplo, la mayoría de los objetos se pueden copiar de forma fácil y económica mediante impresoras 3D, quienes controlan más patentes y derechos se convierten en la nueva clase dominante”, argumenta el investigador. Y prosigue: “En un mundo cuya economía se basara en la propiedad intelectual, las empresas se demandarían constantemente por presuntas infracciones de los derechos de autor y patentes de otros”.

Star Trek: Un Oficial Klingon de la flota estelar junto a un replicador.

El sentido de la propiedad y la apropiación de bienes naturales, recursos y creaciones, es básico en este capítulo. La propiedad de la tierra, de las semillas; el trabajo creativo; la lucha por ser los primeros en conquistar nuevos espacios en otros planetas (ya lo estamos viendo en la luna) es básico en este capítulo. En un tipo de estructura rentista la competencia por las licencias lo articularía todo. Y los trabajos más solicitados serían los de abogados, especialistas en marketing y guardias de seguridad, ya que de nuevo se presenta un tipo de sociedad desigual en la que los ricos han de evitar que los pobres se apropien de parte de sus riquezas, en este caso rentas de propiedad intelectual. 

A grandes rasgos, Frase concluye que este modelo, que no se sostiene sin consumidores (consumidores en un modelo automatizado, con escasez de trabajo) está abocado al estancamiento continuo; deja de lado el tema de la automatización y se centra en el gran conflicto del cambio climático, avanzando hacia un tercer futuro que denomina socialista (¿mejor ecosocialista?, me pregunto). Aquí parte de las novelas que conforman La trilogía de California, de Kim Stanley Robinson, especialmente la tercera de ellas, Pacific Edge, una especie de utopía ecologista (…) un intento de pensar en qué pasaría si reconfiguráramos el paisaje, la infraestructura, los sistemas sociales”, hace suyas Peter Frase las palabras del autor de la obra. 

Llegados a este punto, el investigador hace referencia a los trabajos de científicos y expertos medioambientales que coinciden en la necesidad urgente de una transformación para hacer frente a la crisis climática, “para preservar un mundo digno y habitable para toda la humanidad”. Una transformación, nos dice, que implica “una reducción de las emisiones de carbono hasta un noventa por ciento para 2050”. Un desafío que se enfrenta a los intereses capitalistas como observamos día a día.

La verdadera pregunta no es si la civilización humana puede sobrevivir a las crisis ecológicas, sino si todos podemos sobrevivir juntos de una manera razonablemente igualitaria”, plantea el autor. “Debatir la realidad del cambio climático causado por el ser humano”, argumenta a continuación, “ya no es relevante ni productivo. Quienes niegan la ciencia del clima en realidad no rechazan sus afirmaciones, sino que se muestran indiferentes a sus impactos. En otras palabras, son personas tan ricas y poderosas que creen que pueden escapar incluso de los peores escenarios mientras imponen sus costes al resto de la población, siempre y cuando nuestra estructura social se mantenga”.

El autor parte del convencimiento de que “los problemas de escasez de recursos y de las limitaciones ecológicas no se puede evitar fácilmente”, pero huye de las fábulas apocalípticas, pese a ser consciente de los obstáculos políticos y de financiación que existen a día de hoy para aplicar con eficacia y mayor rapidez medidas tan ambiciosas como un New Deal verde que modificase el modelo energético (apuesta por energía eólica, solar y otras fuentes renovables); la puesta en marcha de medios de transporte alejados de la combustión de gasolina o la aplicación de tecnologías de captura de dióxido de carbono. 

“Quienes niegan la ciencia del clima en realidad no rechazan sus afirmaciones, sino que se muestran indiferentes a sus impactos. En otras palabras, son personas tan ricas y poderosas que creen que pueden escapar incluso de los peores escenarios…”

Ni discursos catastrofistas, ni transhumanismo, ni exceso de resignación y tendencia a la positividad de los manuales de autoayuda. Para Peter Frase la pregunta que debemos formularnos es cómo podemos gestionar y cuidar mejor la naturaleza, una vez que le hemos infringido un daño irremediable. En sintonía con el pensamiento de figuras como Bruno Latour o Donna Haraway, apunta a un proceso de convivencia en un planeta dañado, en intensa unión y cooperación con “una panoplia de naturalezas no humanas”. Y sostiene que aún existen soluciones “ecosociales” eficaces, como las mencionadas en el párrafo anterior, si se consiguen superar los obstáculos políticos. 

Necesitamos reconstruir nuestra vida cotidiana”, dice Frase, refiriéndose a las ciudades que habitamos; a la vuelta a un campo bien cuidado y conectado a través de ferrocarriles limpios de alta velocidad; a la adaptación de las zonas costeras ante el aumento de las inundaciones… Todo ello debe desarrollarse acabando con las desigualdades, por medio de la aplicación de rentas básicas y de sistemas justos de redistribución de la riqueza, de fiscalidad progresiva. En su ensayo alude también al buen funcionamiento de empresas más participativas, de economías de colaboración que no acaben en manos de especuladores (apunta a la mejora de modelos como Airbnb, que se han ido maleando desde su nacimiento, con graves consecuencias para la vida en comunidad).

Este es el reto socialista, ecosocialista. “Para bien o para mal, estamos confundidos”, nos dice el autor. “El mayor peligro no es simplemente que caigamos en el abismo climático, sino que la civilización humana se ajuste a la catástrofe climática y lo haga de tal manera que establezca una existencia cómoda solo para una pequeña clase dominante, sumida en su burbuja de riqueza, mientras que la gran mayoría sufre privaciones”, sigue argumentando, abriendo la cuarta ventana, el cuarto y más atroz futuro, el del exterminismo.

Elysium

Para adentrarnos en este modelo de jerarquía y escasez, el autor nos anima a ver Elysium, una película de Neill Blomkamp de 2013. Un filme en el que los miembros de una pequeña élite se trasladan a una estación espacial donde disfrutan de todas las comodidades y privilegios gracias a grandes avances tecnológicos, mientras que “en la Tierra, el resto de la humanidad vive en un planeta superpoblado, contaminado y gobernado por una fuerza policial robótica”. 

El acercamiento a modelos utópicos es posible siempre que se parta de sociedades igualitarias, pero se pueden tornar absolutamente oscuros si seguimos el camino de la “polarización entre una élite privilegiada y una masa oprimida”. Ha habido períodos históricos de “paz” –”paz incómoda”– entre el trabajo y el capital. De hecho el Estado del Bienestar, después de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial, surgió de un pacto beneficioso para ambas partes. Pero el peligro puede llegar si en una sociedad automatizada la mano de obra humana deja de tener valor para los poderosos y amenaza su continuidad con demandas y posibles revueltas.

En La película “Elysium”, los miembros de una pequeña élite se trasladan a una estación espacial donde disfrutan de todOs privilegios mientras “el resto de la humanidad vive en un planeta superpoblado, contaminado Y gobernado por una Policía robótica”. 

Aquí también podemos plantearnos que esas revueltas pueden acabar venciendo e inclinando la balanza. Todo es posible. Peter Frase pone el dedo en la llaga y nos habla de este cruel futuro con la intención de que podamos frenar su aparición. Es este un mañana indeseable, en el que las poblaciones cada vez estarán más sometidas a sistemas de restricción, control y vigilancia. Dibuja un demodelor escenario de “comunidades cerradas, islas privadas, guetos, cárceles, paranoias terroristas, cuarentenas biológicas”, en definitiva, “un gulag invertido, donde los ricos viven en pequeñas islas de riqueza esparcidas en un océano de miseria”. 

Parece ciencia ficción, pero, en este caso, el ensayista no alude a la especulación sino a la realidad. “En todo el mundo, los ricos están mostrando su deseo de escapar del resto de nosotros”, nos dice, refiriéndose a la obsesión de las élites por la seguridad doméstica, “cada vez más sofisticada”, ya que se sienten amenazados por las clases desfavorecidas. Nos habla Peter Frase de ciudades como Manhattan, que se han ido convirtiendo en enclaves para ricos de todo el mundo; de la construcción en marcha de localidades privadas a salvo de la contaminación en países como Nigeria, al lado de la más absoluta pobreza, y de proyectos de megabúnkers a prueba de radiación para multimillonarios en el corazón de Europa, en Alemania. 

El autor también nos hace mirar hacia la ocupación israelí de Palestina, hacia el racismo y el abuso policial contra la población negra en Estados Unidos… Hay páginas absolutamente reveladoras al respecto. El horror ya está entre nosotros y lo sabemos. ¿Seremos capaces de combatirlo; seremos capaces de lograr que el exterminismo no avance; podremos parar el fascismo, la avaricia descontrolada del uno por ciento? Todas estas preguntas son esenciales en un presente donde los acontecimientos avanzan y cambian a marchas forzadas. Peter Frase pone frente a nuestros ojos cuatro posibilidades de futuro. Nos dice que la humanidad seguirá su andadura en sistemas complejos donde las propuestas de unos y otros modelos se mezclarán; que, seguramente, habrá conflictos, tumultos, lucha colectiva, porque no es fácil que los ricos renuncien de forma voluntaria a sus privilegios. 

Este ensayo no se pierde en falsas ilusiones. Pero también nos indica que aún tenemos la esperanza de defender la democracia, de influir con nuestro voto en los gobernantes, de decidir el rumbo a seguir con nuestros gestos y acciones compartidas, no dejando de pensar, de reflexionar, de imaginar… “De alguna manera los cuatro futuros ya están aquí”, señala. “Depende de nosotros construir el poder colectivo para luchar por el futuro que queremos”, concluye. Todo está abierto, por escribirse, me atrevo a añadir.

“Cuatro futuros (Ecología, robótica, trabajo y lucha de clases para después del capitalismo)”, de Peter Frase, ha sido publicado por Blackie Books. Con traducción de Jara Diotima Sánchez Bennasar.

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