Buscando las rutas de Ultravox


Recomendación cultural sumergida /
+ INFO de la exposición en el TEA (Tenerife Espacio de las Artes) / ver vídeo del montaje de la exposición.

Fidel Oltra © 2023 / 

A finales de los años 70 y primeros 80 hubo en este país una sensación generalizada de que, como decía el poeta Miquel Martí i Pol en una de sus poesías más conocidas, todo estaba por hacer y todo era posible. Tuve suerte de que mi entrada en la adolescencia coincidiera con esa época de ilusión y fantasía. Luego descubrimos que todo era mentira y que nos engañaron. No hablo solo de política: nos engañó todo el mundo. De aquellas predicciones que se hacían para el siglo XXI, desde gente viviendo en Marte hasta coches voladores, solo se han hecho realidad las peores (si exceptuamos el zapatófono de Maxwell Smart, el primer teléfono móvil que vimos en la tele).

El único avance revolucionario y positivo del nuevo siglo, la llegada y universalización de Internet, es justamente el que no nos anunciaron entonces. Pero en 1980, sobre todo si eras un chaval de 14 años, todavía creíamos en el futuro. Si además te gustaba la música, ahí estaba el synth pop para prometerte trajes de plástico, distopías tenebrosas, fantasías robóticas y, sobre todo, sonidos que desafiaban lo que hasta entonces habíamos escuchado en la radio, vehículo principal de adquisición de muchas de las canciones que conocíamos. Aquellos álbumes de cromos que predecían cómo iba a ser el siglo XXI tenían su perfecta banda sonora de acompañamiento en grupos como Visage, OMD o Kraftwerk. Música principalmente digital para un futuro digital. Y entonces llegaron ellos, Ultravox, para convertirse en mi grupo favorito de toda aquella hornada. Mejor dicho, entonces llegó su segunda etapa, la más exitosa comercialmente hablando, pero antes hubo otra que para muchos es más interesante. Así pues, hablemos de Ultravox, pero empecemos por el principio. 

Para encontrar las raíces de Ultravox tenemos que viajar hasta el Londres de 1973. Allí un joven estudiante de Arte llamado Dennis Leigh intentaba escapar del sofocante ambiente de su pueblo, en el condado de Lancashire. Hijo de un minero – que también había sido boxeador – y de una trabajadora de una fábrica, en su adolescencia había sido rebelde y transgresor. Dennis pasó por una fase mod, luego por otra hippy, y finalmente se interesó por la incipiente música electrónica. Nada de ello cuajó, en principio, aunque en su paso por la Escuela de Arte de Preston primero, y por el Royal College of Art de Londres después, formó varias bandas de diferentes estilos.

En ninguna de ellas encontró satisfacción, así que a finales de 1973 se dispuso a crear un nuevo proyecto, esta vez centrado en la música de moda en Inglaterra: el Glam Rock. Puso un anuncio en el tablón del centro al que pronto respondió Chris Allen, que estudiaba Arte y Psicología. Poco después se les unió el guitarrista Stevie Shears y el batería Warren Cann, nacido en Canadá pero hijo de inmigrantes ingleses que habían vuelto a su país. El cuarteto no tenía nombre todavía cuando dio su primer concierto en Chorley, el pueblo natal de Dennis Leigh. De ahí pasaron nada menos que al Marquee Club de Londres, haciendo de teloneros de los Heavy Metal Kids. Sobre el escenario vestían y se comportaban como los New York Dolls, uno de los grupos que más les inspiraban, además de Roxy Music, David Bowie, los Stones de finales de los 60 y los Beatles.

Por entonces se llamaban Tiger Lily (o Tigerlily), aunque cambiaban de nombre prácticamente en cada concierto. Con esa firma en 1975 grabaron y publicaron su único single. Curiosamente se trataba de una versión del clásico Ain’t misbehavin’ del pianista de jazz Fats Waller. Eso sí, llevada a un terreno musical muy similar al de Bowie o los primeros Roxy Music. Como tantos grupos, aprovechaban los tiempos muertos en los estudios de grabación para grabar sus canciones. En una de esas sesiones coincidieron con el asistente de sonido Steve Lillywhite, con quien grabaron varios temas que, de alguna manera, llegaron hasta los oídos de los cazatalentos de Island Records, sello en el que estaban sus adorados Roxy Music.

No está claro cómo se llamaban en aquel momento, pero pocos meses después cambiaron una vez más de nombre y pasaron a denominarse Ultravox! El signo de exclamación final era un homenaje a Neu!, un gran grupo de Krautrock que también estaba entre las referencias de Dennis Leigh, principal ideólogo de la banda. Dennis, por cierto, también cambió su nombre por entonces, pasando a ser conocido como John Foxx. Chris Allen siguió sus pasos y pasó a llamarse Chris Cross. Para entonces ya se había unido al grupo un curioso personaje, Billy Currie, que respondió a la búsqueda de un teclista, aunque realmente tocaba el violín y la viola. Quedaba así constituida la primera formación clásica de Ultravox.

Con esa formación grabaron su primer álbum, Ultravox! El disco, publicado a principios de 1977, no tuvo demasiada repercusión, aunque sus conciertos atraían a bastante gente interesada en aquel grupo tan extraño. El sonido de su debut estaba a medio camino entre el glam, el punk y el art rock. La viola de Currie sonaba distorsionada, como la de John Cale en Velvet Underground. El propio Currie tocaba también un sintetizador con los bajos amplificados.

La mayoría de las canciones de ese primer álbum pueden sonar genéricas, como unos Roxy Music más crudos o como el Bowie rockero de Rebel rebel. Hay, sin embargo, tres temas que llaman poderosamente la atención. El primero es Dangerous rhythm, que con su ritmo levemente cercano al reggae presagia lo que será, poco después, el primer post punk. Las otras dos son My sex y I want to be a machine. La primera de ellas se desmarca no solo del resto de canciones del álbum, sino de todo lo que se había hecho en 1976 mientras el grupo grababa su debut. My sex es un híbrido de Bowie y Kraftwerk en el que Ultravox! usan ya de manera decidida el sintetizador mientras Foxx recita unos extraños versos de sexo alienado y despersonalizado, casi robótico.

Por su parte, I want to be a machine es una canción difícilmente clasificable de casi ocho minutos en la que se dejan ver retazos de rock progresivo, el Bowie de Rock and roll suicide, guitarras dialogando con sintetizadores, la viola de Currie en todo su esplendor y la voz de Foxx diciendo con firmeza y dolor que no quiere sentir emociones, que prefiere ser una máquina. En Inglaterra las cosas estaban cambiando de forma acelerada, pero en esas tres canciones Ultravox! mostraban su voluntad de ir incluso más rápido. Quizás por eso el disco no fue entendido ni apreciado en su momento.

1977 – Ultravox! (L.P U.K Island Records).

Apenas un par de meses después del lanzamiento de Ultravox!, el grupo volvía al estudio a grabar su segundo álbum. El disco se tituló Ha! Ha! Ha!, y fue precedido por un sencillo con las canciones Rockwrok y, en la cara B aunque superó en popularidad a su cara A, Hiroshima mon amour. Esta última volvía a jugar el papel de avanzadilla, una nueva pista de por dónde iría la banda en el futuro. Mientras todo el disco, de nuevo, era una especie de lucha entre el espíritu punk del grupo y los intereses más vanguardistas de John Foxx, en Hiroshima mon amour se vuelve a apostar todo a unos sonidos sintéticos novedosos y arriesgados para la época.

Aunque Kraftwerk ya estuviera triunfando con Trans-Europe Express, Hiroshima mon amour es diferente. En un año en el que parece que todo el mundo volvía sus ojos hacia la vieja Europa, Kraftwerk homenajeaba la globalización y retrataba una nueva identidad europea con su Trans-Europe Express, mientras Ultravox! escribían en sus canciones cosas como “trenes conectando ciudades, vestidos de gris europeo”. Evidentemente eran visiones muy distintas. En lo musical, la combinación de una caja de ritmos, un intenso zumbido sintético de fondo y un saxo con sonido clásico, pero inquietante, contribuían a crear una atmósfera densa y decadente. El propio John Foxx ha afirmado alguna vez, y no son pocos los críticos que están de acuerdo con él, que Hiroshima mon amour fue el pistoletazo de salida de la New Wave y del Synth Pop tal como empezaría a desarrollarse en 1978. Desde luego, nadie hacía algo así por entonces. 

Como era de esperar, Ha! Ha! Ha! volvió a pasar casi desapercibido, aunque los críticos más avispados veían posibilidades en Hiroshima. La falta de repercusión provocaba continuas tensiones entre el grupo y su discográfica, Island, y también entre los propios miembros de la banda. Fruto de esas discusiones fue la salida del grupo de su guitarrista, Stevie Shears, a quien el resto, principalmente Foxx, consideraban responsable de que su música siguiera sonando demasiado a rock. También prescindieron del productor de sus dos primeros discos, Steve Lillywhite, aquel asistente con el que grabaron sus primeras canciones casi a escondidas. Además el grupo decidió eliminar el signo de exclamación de su nombre y pasar a llamarse simplemente Ultravox. Robert Simon, que cambió su nombre por Robin, sustituyó a Shears, mientras que para la producción de su siguiente álbum el grupo apostó fuerte por Konrad “Conny” Plank, quien había ejercido un papel fundamental en el desarrollo del Krautrock y había trabajado con Kraftwerk. Todo estaba listo para el asalto definitivo al éxito: nuevo nombre, nuevo productor, nuevo guitarrista y nuevo sonido más sintético y New Wave, menos punk.

El tercer disco de Ultravox, Systems of Romance, salió en septiembre de 1978. Para entonces el punk ya estaba casi olvidado y por todos lados surgían grupos que, aunque con su mirada puesta en la libertad del punk, también se fijaban en la música electrónica y en la jamaicana. Un gran e inspirador movimiento en el que Ultravox cuadraban a la perfección con su combinación de rock y sintetizadores. Mezcla que aquí llevaban hasta nuevos extremos, haciendo que los sintetizadores imitaran el sonido del bajo o que no se limitaran a ofrecer riffs de teclado más o menos estándar.

Tampoco la guitarra de Robin Simon se lanzaba a ejecutar solos o ráfagas de rock como hacía Shears (salvo el contagioso riff clásico que suena sin parar a lo largo de Quiet man), sino que sonaba lejana, apagada y cristalina a la vez, con un eco impreciso que sirve de precedente de esas guitarras creadoras de atmósferas que escucharíamos en tantos y tantos discos de la primera mitad de los 80. Aunque prácticamente todo el disco está a un gran nivel, destacan canciones como Slow motion, Quiet men, Maximum acceleration, I can’t stay long o el espectacular final con Just for a moment. Las letras pivotan alrededor del concepto de alienación, de estupor ante los cambios, con imágenes de extrañas transmutaciones que afectan tanto al cuerpo como a la mente, o incluso al entorno físico.

Pese a que Systems of Romance contiene el germen de la música más innovadora que protagonizaría el final de los 70, desde Gary Numan a Human League o el movimiento de los New Romantics, volvió a ser un fracaso de ventas. Island se cansó de esperar el éxito, y John Foxx también se hartó de Ultravox, básicamente de sus eternos conflictos con Currie. Pasados los años no son pocos quienes consideran Systems of Romance una obra maestra visionaria y adelantada a su tiempo, pero en aquel momento no se entendió así y justamente el 31 de diciembre de 1978 el grupo recibía la noticia de que en Island no querían saber nada más de ellos. En un último intento de reavivar su carrera, la propia banda se financió una gira por los Estados Unidos de la que, sin embargo, regresaron prácticamente disueltos. Robin Simon se quedó en los Estados Unidos, Foxx manifestó que dejaba el grupo para iniciar una carrera en solitario, y el resto de miembros de Ultravox se disgregaron para colaborar con otros artistas. 

A lo largo de 1979 Billy Currie participó en el primer disco de Gary Numan en solitario, además de en sus conciertos. También se unió a un nuevo proyecto denominado Visage, inicialmente un colectivo de compositores que surtían de nuevas canciones al DJ Rusty Egan cuando pinchaba en los clubs más vanguardistas del Soho, algunos de ellos regentados por su amigo Steve Strange. Allí Currie conoció a Midge Ure, otro trotamundos de la música, a quien convenció para que se uniera a Ultravox, donde todavía permanecían oficialmente Warren Cann y Chris Cross.

Con esa nueva formación, Ure, Currie, Cann y Cross, el grupo volvió a sufragarse una gira por Estados Unidos con la esperanza de que alguien allá supiera ver lo que en el Reino Unido casi nadie veía. Midge Ure era, como Gary Numan y muchos otros músicos de la época, bastante fan de Ultravox, sobre todo de su último disco, Systems of Romance. En la gira prácticamente solo interpretaban canciones de ese disco, con Midge Ure como cantante. Sin embargo no fue ningún sello norteamericano quien apostó por la nueva encarnación de Ultravox, sino una discográfica británica llamada Chrysalis Records, que justamente había distribuido a los artistas más clásicos de Island.

Decididos a entrar en el mundo de la New Wave, los dirigentes de Chrysalis se fijaron en nuevos valores como Spandau Ballet y en los renovados Ultravox, a quienes vieron en un concierto interpretando nuevas canciones. El sello les ofreció la oportunidad de grabar algunas demos en el estudio. Liberados de tensiones y del fuerte liderazgo de John Foxx, Ultravox entraron en el estudio como un colectivo, con todos sus miembros aportando ideas y compartiendo la autoría de todos los nuevos temas. El primero de ellos, el que presentaron a Chrysalis para intentar ganarse su confianza, se titulaba Sleepwalk y fue producido de nuevo por Conny Plank, en quien seguían confiando en esta nueva etapa. El tema hace de puente entre los viejos Ultravox y los nuevos, incidiendo en su voluntad de combinar elementos analógicos y digitales, guitarras y sintetizadores. Aquí, sin embargo, había más melodía y ritmo, además de que la voz de Midge Ure parecía hecha para cantar esas canciones nerviosas y oscuras. A Chrysalis le gustó y les contrató para que grabaran un disco entero. 

Siendo estrictos, no hay grandes diferencias entre este primer álbum con Midge Ure y el último con John Foxx. Musicalmente muchos temas son continuistas de Systems of Romance. También lo son en cuanto a temática: la extrañeza, la alienación, la fascinación con la Europa más decadente y, a la vez, con su futuro. Sí que hay novedades es canciones como Astradyne o Mr. X. La primera es un instrumental casi totalmente electrónico que tiene sus momentos interesantes, mientras que Mr.X (compuesta junto a John Foxx, a quien no acreditan) sigue una senda similar pero con Warren Cann recitando lánguidamente unos cuantos versos.

All stood still es un típico fruto de la Nueva Ola con ciertas coincidencias respecto a Sleepwalk, mientras que Passing strangers y New Europeans, por sus texturas, podrían haber restado en los dos discos anteriores de Ultravox. La voz de Midge Ure, sin embargo, les daba a las canciones una distinción que las alejaba de la frialdad de Foxx. En cualquier caso, Ultravox se encontraban de nuevo rozando el fracaso, con los críticos afilando sus cuchillos de nuevo. Nada o casi nada ocurrió con los dos primeros sencillos, Sleepwalk y Passing strangers, publicados ambos en 1980. Muchos los ignoraban, mientras que los pocos que encontraban estimulante su anterior etapa advertían un peligroso acercamiento al pop.

Todo cambió con el tercer sencillo, una canción en la que al principio no tenían puestas demasiadas esperanzas. Casi como una provocación, quisieron crear una canción ampulosa, una balada electrónica excesivamente orquestada, épica. El resultado no convencía ni al propio Midge Ure, principal impulsor de la idea. En algún momento, escuchando los arreglos orquestales y discutiendo su efecto con el productor, Ure dijo que aquello no le decía nada, que no significaba nada para él. Plank, supuestamente, replicó que aquella era una gran frase, que la incluyera en la letra. Midge Ure le hizo caso y rehízo la canción para que el estribillo incluyera la frase “this means nothing to me”. Algo debieron ver en aquel tema como para que acabara dándole nombre al álbum, aunque no saliera ni como primer ni como segundo sencillo. Fue el tercero, y ya habréis adivinado que su título era Vienna

Vienna se convirtió rápidamente en la canción estrella de Ultravox, llegando al número 2 en el Reino Unido y al número 1 en varios países. Seguramente recibió un buen impulso de su extraordinario vídeo, inspirado en la estética del cine negro y de la película El Tercer Hombre, que fue ampliamente difundido por las televisiones en una época en la que no existía todavía la MTV. Un vídeo que, por cierto, tuvo que pagarse el grupo de su bolsillo porque en Chrysalis no creían mucho en Vienna ni en la idea que el grupo tenía para el videoclip. John Foxx se había salido con la suya y a principios de 1980 publicó un disco enteramente electrónico, Metamatic, con un sencillo de cierto éxito, Underpass, pero fueron Ultravox quienes rieron los últimos un año después cuando Vienna triunfó en medio mundo. Y no dejarían de reír en los cuatro o cinco años siguientes, aunque a muchos críticos no les gustara esa nueva faceta del grupo, tan edulcorada y exageradamente adornada. El caso es que a la gente sí que le gustó. Mucho. Vienna, el disco, publicado meses antes, remontó en las listas gracias a la canción del mismo título.

Ultravox encontraron un filón en ese tipo de canción épica, romántica, impulsada por la potente y evocadora voz de Midge Ure. Sin embargo, con buen criterio, no intentaron replicar Vienna en su siguiente álbum, Rage in Eden, salvo quizás en Your name (Has slipped my mind). Para los sencillos, al menos, volcaron sus inclinaciones épicas en un pop ya definitivamente electrónico, pegadizo y poderoso. Aunque The thin wall y sobre todo The voice son buenas canciones, se nota que, con la inercia del repentino éxito y la necesidad de nuevo material, no pudieron invertir en Rage In Eden el tiempo que dedicaron a Vienna.

A pesar de ello, con las espaldas bien guardadas por su recién ganada fama, trataron de experimentar con el estudio y asumieron riesgos que quizás, en otras circunstancias, no habrían adoptado. Salvo en los sencillos y en alguna otra canción, predomina un tono introspectivo, oscuro, y un sonido más complejo y menos directo de lo esperado. Básicamente, Ultravox le dieron a la gente lo que quería con los sencillos y se dedicaron a hacer lo que les apetecía realmente en el resto del disco. Las ventas fueron bastante menores y a la crítica el disco les pilló con el pie cambiado. En todo caso, todavía tenían margen de maniobra porque el nombre de Ultravox ya era conocido en todo el mundo. 

Para su siguiente disco Ultravox recurrieron nada menos que a George Martin, el mítico productor de los Beatles. Seguir con Conny Plank, según Midge Ure, les habría dado mayor seguridad, pero hubiese sido menos estimulante. Así pues en 1982 publicaron su nuevo disco, Quartet, producido por el llamado “Quinto Beatle”, quien aceptó el encargo supuestamente porque su hija era seguidora del grupo. Con Quartet no quisieron repetir la experiencia de componer y experimentar en el propio estudio, sino que optaron por canciones ya trabajadas.

El grupo esperaba que la sapiencia, experiencia y conocimiento del estudio de George Martin, quien además llegaba acompañado del no menos mítico ingeniero de sonido Geoff Emerick, convertiría la grabación del disco en una gran aventura llena de innovaciones y emociones. Sin embargo, se encontraron con un Martin más bien conservador, que aportó algunas ideas al disco pero no esa ruptura con lo ya conocido que quizás ellos esperaban. El resultado es un álbum con grandes momentos como Reap the wild wind o Hymn, dos canciones clásicas de esta segunda etapa de Ultravox. We came to dance es una buena canción, aunque quizás un poco genérica. Más destacable es Visions of blue, otra canción lenta y épica en el estilo de Vienna. Finalmente Quartet fue su disco más exitoso en los Estados Unidos, aunque ni siquiera llegó al top 50. De todos modos Ultravox seguían dejando dos o tres sencillos incontestables en cada uno de sus discos, canciones en general acompañadas de espectaculares vídeos. Su fama mundial no menguaba, así que tras Quartet realizaron su gira más ambiciosa, The Monument Tour, de la que dejaron constancia tanto en un disco en directo como en vídeo.

Un tanto decepcionados de su colaboración con George Martin, Ultravox decidieron producir ellos mismos su siguiente disco, Lament. Además se habían hecho con sus propios estudios para poder ensayar y grabar. A pesar de todo, el resultado fue bastante similar al de sus dos trabajos anteriores. Parecía que habían encontrado un camino y se sentían perdidos si intentaban abandonarlo. Temas como One small day, White China, la propia Lament o su nuevo himno, Dancing with tears in my eyes, se unían a su espectacular lista de canciones destacadas pero no aportaban grandes novedades respecto a lo ya conocido.

Sus letras también trataban principalmente temas de angustia, depresión y temor. De alguna manera Lament les daba la razón a los que consideraban que desde Vienna estaban evolucionando hacia un pop sintético muy comercial que ya, en 1984, no resultaba novedoso ni estimulante sino más de lo mismo. Ultravox no se explicaban las críticas, más teniendo en cuenta que no habían incluido en Lament un sencillo como Love’s great adventure, otra gran canción, porque ellos mismos consideraban que era demasiado pop para el ambiente general del disco. El hecho de que Ultravox parecía haberse convertido en un grupo “de singles” lo demuestra que su recopilación de 1984, The Collection, se convirtiese en su disco más vendido y el que más alto llegó en las listas. 

Ultravox se asientan definitivamente en el establishment más comercial con la participación activa de Midge Ure (coautor junto a Bob Geldof) en el sencillo benéfico Do they know it’s Christmas? y con su aparición en el Live Aid junto a la mayoría de los grandes nombres de su tiempo. Cuando en 1985 Midge Ure sacó su primer disco en solitario, The Gift, llegando al número uno con la canción If I was, estaba claro que el futuro de Ultravox pendía de un hilo. Cuando en 1986 se reúnen para trabajar en un nuevo disco las diferencias son ya casi irreconciliables. Warren Cann deja el grupo y es sustituido en las sesiones de grabación por el batería del grupo Big Country, un extraño movimiento que contribuye a que U-Vox, su disco de 1986, esté considerado como el peor de su carrera hasta el momento. Same old story el tema más destacado del álbum, es una gran canción de pop pero ofrece ya poco de lo que hizo a Ultravox una banda excitante. Así lo entendió la propia banda, que decidió disolverse después de la gira de presentación.

El intento de Currie en los 90 por revivir el grupo, con otros músicos, no tuvo el mismo éxito que en 1979. De hecho editaron dos discos bastante vulgares que no aportan nada a una carrera ya agotada. La reunión de 2008 del cuarteto Ure, Currie, Cross y Cann para una nueva gira, acompañada de la reedición de sus discos, fue más una celebración nostálgica que una mirada hacia adelante. El disco Brill!ant, publicado en 2012, es otro guiño a sus seguidores de los 80 sin más interés que la curiosidad y la concesión a la nostalgia. Tras algunos conciertos, el grupo se separó definitivamente dejando para la historia una carrera con momentos brillantes y una gran influencia sobre varias corrientes musicales de los últimos 70 y primeros 80. Así lo atestiguan grupos como Duran Duran, entre otros, que los citan como una de sus principales inspiraciones. El nombre de Ultravox será asociado a la poderosa lista de sencillos que les llevaron a la cumbre en la primera mitad de los 80, aunque también serán recordados como un grupo que fue devorado por la propia escena que contribuyó a crear.

Etiquetado con: