Richard Powers: un aprendizaje urgente de las enseñanzas del bosque

Emma Rodríguez © 2020 /

Voy a hablaros de una novela frondosa, densa, profunda. Una novela de color verde intenso, impetuosa, deslumbrante, espiritual, trascendente, visionaria. Se trata de El clamor de los bosques, de Richard Powers, un autor al que no me había acercado hasta ahora, que desconocía pese a contar con un importante recorrido a sus espaldas, con entregas anteriores traducidas al castellano. Powers (Illinois, 1957) es “el mayor novelista del que jamás oíste hablar”, reza la leyenda levantada por la crítica. Alude a su carácter de autor de culto de la narrativa estadounidense actual, a la singularidad de un trayecto alejado de los éxitos mediáticos.

Repasando informaciones descubro que estudió Física y trabajó como programador, antes de descubrir su pasión por la literatura, un inmenso territorio que le permitía saciar sus muchas curiosidades. Cada libro que escribe, y ya cuenta en su haber con una docena, le permite sumergirse a fondo en espacios y materias que reclaman su atención. Ha desarrollado sus ficciones en torno a temáticas como la genética, la neurociencia, la inteligencia artificial o la historia de la música y cada uno de sus proyectos le ha conducido a viajes apasionantes de investigación y conocimiento. Para escribir El clamor de los bosques, según ha declarado, casi llegó a convertirse en un botánico, en un amante de los árboles, en un ser consciente de la importancia de salvar los bosques y el planeta de la devastación humana.

Según cuenta en distintas entrevistas, el origen de su novela tuvo que ver con una constatación; mejor llamémosle un despertar. Sucedió el día que tuvo ante sus ojos un ejemplar de secuoya gigante y fue capaz de mirarlo, de no pasar de largo. “Había estado ciego ante esas increíbles criaturas todo el tiempo (…) Tendemos a estar ciegos ante el entorno, a todo lo que no sean nuestros propios deseos”, ha declarado. A partir de ahí su acercamiento a los árboles supuso para él una experiencia altamente transformadora que le llevó a modificar su visión sobre el mundo y a cambiar de residencia, eligiendo para vivir el entorno de las grandes Montañas Humeantes, en el este de Tennessee.

Tras este preludio-presentación entremos en esta novela que habla sobre los bosques y es en sí misma un bosque lleno de caminos secretos, de bifurcaciones, de espacios para el descubrimiento constante, con zonas claras y oscuras que nos hacen experimentar estados de ánimo variables. Hay tramos por los que andamos con una cierta esperanza, animados por el ímpetu y los sueños de los personajes. Y hay otros que nos llenan de tristeza, de desencanto, pues percibimos lo cerca que puede estar la derrota, el fin.

La Novela de Richard Powers es en sí misma un bosque lleno de caminos secretos, de bifurcaciones, de espacios para el descubrimiento constante, con zonas claras y oscuras que nos hacen experimentar, desde la lectura, estados de ánimo variables.

La novela de Powers, titulada en su lengua original The Overstory y ganadora del Premio Pulitzer en 2019, dialoga con otro de los libros que forman parte de la 57 edición de Lecturas Sumergidas, Seguir con el problema, de Donna Haraway. La crítica al sentido de excepcionalidad humana, a la idea de poder y posesión sobre el resto de criaturas y recursos del planeta; la defensa de la biodiversidad y del cuidado de la continuidad; la toma de conciencia de que todo está conectado, se encuentran en el fondo de esta entrega y nos llega a través de las aventuras de los personajes, de sus emociones, de sus pasiones y vocaciones.

Estructura y contenido se acoplan en esta historia coral sobre árboles que adopta la forma de un árbol, con sus raíces, su tronco, su copa. Como os decía, vamos explorando sus partes, atravesando espesuras y atisbando rendijas de luz, con estados emocionales cambiantes y ritmos distintos, según los tramos recorridos. Hay momentos en los que nos sentimos arrastrados por el viento y necesitamos seguir pasando las páginas con fruición. Hay otros en los que preferimos ir lentamente, para asimilar sus destellos, sus avisos. Y también los hay que requieren una parada ante la fuerza apabullante de una narración cargada de información sobre los asuntos tratados. Parar para recobrar fuerzas y volver a retomar el hilo; parar para seguir adelante, acompañando los anhelos y zozobras de los protagonistas; adentrándonos más y más.

Powers parte de inspiraciones esenciales. Naturalistas y poetas como David Henry Thoreau, Walt Whitman y John Muir, entre otros, hacen acto de presencia en las páginas de este libro que participa del abrazo a la naturaleza, de una lucidez y sabiduría que reclama toda nuestra atención en tiempos en los que es urgente decidir cómo hacer frente al cambio climático, al ritmo desenfrenado de un Progreso que ya no construye, no cuida la continuidad de la vida. 

Nueve historias tocan a nuestra puerta para hacernos pensar y sentir, pues la ficción con mayúsculas tiene el poder de suscitar emociones, pasiones, cambios de mentalidad. Nueve historias abren El clamor de los bosques. Tienen el color y el carácter de diversas especies de árboles y toman como escenarios distintas épocas, trechos cruciales, de la historia de Estados Unidos. La primera de las narraciones, la de Nicholas Hoel, cuenta la aventura de una familia de inmigrantes de origen noruego alrededor de un castaño y arranca con referencias a la Guerra de Secesión. Y ya casi al final del libro, se nos traslada a una década después de la caída de las Torres Gemelas, a las reivindicaciones del movimiento Occupy Wall Street en 2011.

El escritor parte de inspiraciones esenciales. Naturalistas y poetas como Thoreau, Whitman y Muir, entre otros, hacen acto de presencia en las páginas de UN libro que participa deL abrazo a la naturaleza.

Uno de los protagonistas se encuentra en el Zucotti Park, en el Bajo Manhattan, entre grupos de acacias teñidas de amarillo y animadas  canciones de protesta. La causa que se defiende “es un trabajo en proceso, Justicia para el noventa y nueve por ciento. El encarcelamiento de los ladrones y los traidores financieros. Una erupción de imparcialidad y decencia en todos los continentes. El derrocamiento del capitalismo. Una felicidad que no provenga de la destrucción y la avaricia”.

La acción, el activismo es crucial en la novela. De hecho el punto de unión entre las distintas historias es la defensa de los árboles, la lucha medioambiental, la batalla frente a un sistema depredador que ha perdido el rumbo, que se resiste a abandonar el camino del negacionismo ante el cambio climático, que no se atreve a tomar medidas contundentes que impidan la catástrofe de la Tierra. Los protagonistas de Powers se comprometen con la causa de distintas maneras, llegan a ella por senderos diversos. Sus aventuras vitales nos hablan del sentido de habitar el mundo desde el compromiso y la pasión. Estamos ante una novela filosófica, de ideas, cuyo cauce profundo se entrelaza con el hermoso fluir de gestos, encuentros y memorias. Hay revelaciones que nos llegan de una manera en que no es capaz de hacerlo ningún estudio científico, desde el corazón. Hay relatos bellísimos en este discurrir frondoso.

He aquí la historia del castaño ya mencionada, la de un resistente árbol de Iowa que aguanta en pie mientras cientos de ejemplares de su especie, preciados castaños de Nueva Inglaterra, “sucumben” a una infección de hongos [las devastadoras plagas de árboles acaecidas a lo largo del tiempo y su tala desmedida recorre todo el trayecto de la novela]. El árbol que os comento acompaña a distintas generaciones de una familia que se implica en el proyecto de fotografiarlo durante 120 años. Una “visión de crecimiento y florecimiento” se muestra ante nuestros ojos en esta narración que nos habla del paso del tiempo, de los cambios, de la espera. Los años van pasando mientras distintos fotógrafos de la saga Hoel siguen con sus rumbos, con sus trabajos, con sus amores, con sus logros y derrotas, con sus desgracias a cuestas, sin dejar de observar al castaño, de “prestar atención a algo que la merece, una criatura tan inalterable y reticente como la vida”. 

Richard Powers

Las historias de los descendientes, el traspaso de enseñanzas, de tesoros heredados, el transcurrir, el devenir… son nutrientes poderosos en El clamor de los bosques, una novela sobre el crecer y el morir, sobre la manera en la que los que se van perviven en los que se quedan. La segunda historia, la de Mimi Ma y los tres anillos de jade, que tiene como protagonista a una decidida e inteligente ingeniera cuyo padre emigró de China a Estados Unidos en 1948 y que, con el tiempo, acaba descubriendo sus potentes capacidades mentales, explora todo esto y conmueve. Introduce algunas pinceladas budistas y también cuenta con un árbol protagonista, un moral,el árbol de la seda sobre el que se forjó la fortuna de la familia Ma” que cuenta entre sus dones con ser el “árbol de la Renovación, el árbol del centro del universo, el árbol hueco que alberga el Tao sagrado”.

El paso del tiempo, insisto, los recuerdos “como elementos fascinantes que durarán para siempre”, aparecen en gran parte de las narraciones, relatos de relevo, de agradecimiento, de amor por los seres queridos que se han ido. Frente a las muchas novelas que indagan en las turbiedades de las relaciones familiares, Powers se centra en las huellas que fortalecen los afectos. Sucede con Mimi Ma y la relación con su padre y sucede también en la narración de Patricia Westerford, la niña planta, una pequeña con dificultades para relacionarse con los demás, pero con una capacidad innata para comprender el mundo del bosque, a la que su padre enseña a mirar a los árboles.

El paso del tiempo, los recuerdos “como elementos fascinantes que durarán para siempre”, aparecen en gran parte de las narraciones, relatos de relevo, de agradecimiento, de amor por los seres queridos que se han ido.

Alrededor de la figura de quien se acaba convirtiendo en una científica visionaria, pionera, discurre el cauce central de la novela: el lenguaje del mundo vegetal, el modo en que los árboles forman comunidades, hablan entre ellos, se mandan señales químicas y cuando están “dañados envían alarmas que los otros árboles huelen”, un hecho que no forma parte de la ficción, que ha sido constatado por la ciencia. 

La historia de Westerford nos habla también de lo difícil que resulta introducir ideas nuevas, adelantarse, cambiar las estructuras e ideas establecidas. El miedo a los cambios bloquea los avances, aunque ellos supongan la supervivencia de la humanidad. “Lo que más asusta ahora a la gente algún día les maravillará. Y entonces harán aquello para lo que fueron diseñados hace cuatro mil millones de años: detenerse y ver lo que tienen delante”, reflexiona la protagonista, que llegará a convertirse en la autora de un libro prodigioso dentro del gran libro de Richard Powers, El bosque secreto, una lectura compartida por muchos de los personajes donde da cuenta de todas sus investigaciones.

el cauce central de la novela es el lenguaje del mundo vegetal, el modo en que los árboles forman comunidades, hablan entre ellos, se mandan señales químicas y cuando están “dañados envían alarmas que los otros árboles huelen”. 

Los bosques la llaman, y ella debe acudir. Durante todo el invierno ha tratado de describir la felicidad que le aporta el trabajo de su vida y los descubrimientos que se han consolidado a lo largo de esos pocos años: la manera que tienen los árboles de hablar entre ellos, por el aire y bajo tierra. Cómo se cuidan y se alimentan unos a otros, orquestando comportamientos comunes a través de la red del suelo. Cómo construyen sistemas inmunitarios tan extensos como el bosque. Se pasa un capítulo entero detallando la manera en que un tronco muerto da vida a incontables especies. Si se elimina ese tocón, morirá el pájaro carpintero que mantiene a raya a los gorgojos, que a su vez matarían a otros árboles… Describe las drupas y los racimos, las panículas y brácteas que están presentes en nuestra vida sin que nos percatemos de su existencia...”, voy pasando las páginas de la novela de Powers, que alberga en su interior la transformadora obra de su protagonista.  

Bosque en Galicia. Por Nacho Goberna

La niña-mujer planta dedica su vida a la aventura del bosque, acaba construyendo un banco de semillas como respuesta a la devastación incesante y acaba encontrando cómplices e incluso un amor entregado también a su causa. Mientras su maravillosa historia se desarrolla, otros hombres y mujeres se enredan en acciones en defensa de los árboles. De forma azarosa las distintas historias se van enlazando. Nick Hoel, el último de la saga del castaño superviviente, convertido en un ecoartista, se encuentra con Olivia Vandergriff, personaje que introduce la parte más espiritual de la novela (una historia de transformación y capacidad de ver más allá de lo terrenal, en contacto con “seres de luz” que la guían en su rumbo futuro). Juntos, en los años 90 del siglo XX, conquistan y habitan, para defenderlo, la cima de un árbol legendario, una secuoya gigante que es como una inmensa casa en las alturas, un refugio natural donde es posible cultivar la soledad y el silencio. Pero los leñadores les someten a un acoso continuo y van destruyendo los ejemplares hermanos, ejecutando “la melodía quejumbrosa del progreso cantada por motosierras”.

A la pareja se une el psicólogo Adam Appich, movido por el afán de estudiar las motivaciones de los activistas. Y a ellos se suman, en distintas acciones, la ingeniera Mimi Ma y el veterano de guerra Douglas Pavlicek, quien encuentra sentido a su vida plantando nuevos árboles en zonas despobladas. Todos adoptan segundos nombres vegetales, todos acaban luchando por el exterminio llevado a cabo por poderosas empresas madereras. La resistencia pacífica se torna cada vez más complicada y la trama se enreda, conduce a acciones arriesgadas, destructivas, a huidas forzadas. El bosque que es la novela se va espesando cada vez más, acorralando a los protagonistas. Mientras leemos, del mismo modo que cuando observamos el discurrir de las sociedades que habitamos, tenemos la sensación de que no hay salidas, de que la ceguera es demasiado profunda. Y también sabemos que la rendición es la peor de las respuestas.

Hay otras dos narraciones paralelas que también resultan interesantísimas en el gran mural que es esta novela, en este inspirador relato de la biodiversidad. La de la pareja formada por Ray Brinkman y Dorothy Cazaly, dos personas que evolucionan juntas de forma dramática, que de no saber nada de los árboles se acaban sintiendo transformados por el mundo vegetal, nos introduce en el tema de los derechos, en la posibilidad de que un día se reconozcan los derechos de las cosas naturales y se estipulen normativas que garanticen su respeto y personificación jurídica. “¿Qué puede poseerse y quién puede poseer? ¿Qué confiere los derechos y por qué los humanos son los únicos que los poseen en todo el planeta?, se pregunta Ray, un hombre de leyes.  

La otra historia, la de Neelay Mehta, nos habla de un niño indio con grandes dotes para la tecnología, para imaginar futuros virtuales. Su aventura con los microprocesadores, su construcción de juegos que construyen mundos paralelos, posibilidades de fuga, tiene un fondo de utopía que se rompe al entrar en contacto con la voracidad de Sillicon Valley. “Los antiguos filósofos del código libre comienzan a hablar de derechos de autor y de ganar pasta. Incluso tienen el descaro de montar empresas privadas. De acuerdo, siguen pasando disquetes con los pantalones caídos, pero ya sabemos cómo evolucionarán los acontecimientos. Se están poniendo vallas a lo común. La cultura del don morirá estrangulada en la cuna...”

La Historia de Neelay Mehta nos habla de un niño indio con grandes dotes para la tecnología, para imaginar futuros virtuales. Su aventura tiene un fondo de utopía que se rompe al entrar en contacto con la voracidad de Sillicon Valley

Metha levanta realidades en las que se sumergirán “innumerables personas al mismo tiempo”, en todos los continentes. Hace posible “un mundo animista vivo, que respirará y borboteará, lleno de millones de especies distintas, un mundo que necesitará con urgencia la ayuda de los jugadores. Y el objetivo del juego será averiguar qué quiere de ti ese mundo nuevo y desesperado”.

La historia de este solitario y genial programador, un hombre que no puede llevar una vida normal por sus taras físicas, es densa y nos obliga a pensar en el alcance de la tecnología, un poder indiscutible que, sin embargo, no es capaz de salvarnos de la derrota como colectividad incapaz de proteger, de cuidar, el planeta en el que vive. Al respecto piensa Olivia Vandergriff en un momento dado: “Los humanos son tan frágiles. ¿Cómo han conseguido vivir tanto tiempo y provocar tanta mierda?

El clamor de los bosques es una novela deslumbrante, desbordante, abarcadora. Recorre la historia contemporánea reciente y apresa el sentir, los sentires colectivos, que nos han traído hasta donde ahora estamos, hasta la ceguera de sociedades incapaces de crear comunidad, hasta la locura de un sistema depredador que no cuida su hábitat. Son muchas las historias que se cruzan en este espacio narrativo del que por momentos no queremos salir y que por trechos resulta descorazonador al enfrentarnos a los males del presente. Richard Powers nos anima a un cambio de mentalidad, a ver el mundo bajo una nueva luz, a despojarnos de la arrogancia y aceptar con humildad que debemos convivir, respetar, cuidar, a las otras criaturas sobre la Tierra. 

Algún vestigio de locura dentro del cerebro de la especie humana no funciona bien y hace que las personas no logren entenderse con las demás especies”, reflexiona Douglas Pavlicek, cada vez más indignado ante la destrucción a marchas forzadas de los grandes bosques americanos. “¡No podéis detener el progreso! La gente necesita madera!”, gritan los leñadores, armados con motosierra, a los activistas. La mirada de corto alcance, la ceguera… “El crecimiento exponencial dentro de un sistema finito conduce al colapso. Pero la gente no lo ve...”, escuchamos a Olivia Vandergriff. “La utilidad es la catástrofe”, responde Patricia Westford a periodistas que le preguntan por las salidas prácticas, por los milagros que permitan salvar la naturaleza sin dejar de lado las prácticas capitalistas. 

Bosques en Galicia. Por Nacho Goberna.

Las vivencias de los distintos personajes, sus amores, sus desencantos, sus pérdidas, están absolutamente unidas a sus vocaciones, a sus ideales y compromisos. Os aseguro que hay bellas historias en este libro que muestra la grandeza de la vida en sus realizaciones, en el discurrir de sus etapas, en el relevo generacional. Merece mucho la pena compartir este camino lleno de árboles, de árboles que nos hacen recordar en todo momento a los sabios “Ents” que habitan la Tierra Media de Tolkien, cuyo discurso visionario, alegórico, se hermana tanto tiempo después con el de Richard Powers.

“Algún vestigio de locura dentro del cerebro de la especie humana no funciona bien y hace que las personas no logren entenderse con las demás especies”, reflexiona Douglas Pavlicek, indignado ante la destrucción de los grandes bosques americanos.

Patricia Westford, como os decía el río impetuoso que atraviesa toda la novela y que la lleva a su inesperada deriva, va observando con preocupación la desaparición de especies y escribe sobre ellas. “Los arrecifes de coral se blanquean y los humedales se secan. Se pierden cosas ignotas. Hay formas de vida que desaparecen a una velocidad que supera mil veces la tasa natural de extinción. Bosques más grandes que la mayoría de países se convierten en sembrados...”

En su prodigioso libro El bosque secreto, la protagonista se refiere a “cómo el mundo está habitado por magníficas criaturas que nadie conoce”; a “cómo podríamos tardar siglos en aprender todo lo que la gente supo una vez sobre los árboles”. Y en otro momento declara ante un juez: Aprender lo que los bosques han entendido podría ser el proyecto eterno de la humanidad”. ¿Tenemos tiempo para interiorizar, para creer, para luchar, para parar un poco la productividad por el bien de la supervivencia o, acaso, somos los humanos las criaturas que estorbamos, que impedimos el florecimiento? 

El clamor de los bosques es una obra poderosa que nos lleva a formular preguntas, a pensar. Leerla es un curso acelerado, urgente, para aprender las enseñanzas que nos ofrece el amenazado mundo vegetal. Richard Powers nos estimula a tomar conciencia. Puede que acabemos comprendiendo, como le pasa al psicólogo Adam Appich, tras pasar por una dolorosa y transformadora experiencia –algo común a todos los personajes– que “el mundo está lleno de bienestares que deben anteponerse” a los de nuestra “propia especie”. 

El clamor de los bosques, de Richard Powers, ha sido publicado por AdN /Alianza de Novelas. La traducción del inglés la ha realizado Teresa Lanero.

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