Por Florinda Salinas © 2018 / Estuvo en el París de los años 50, con Palazuelo, Guerrero y Sempere, se comió el Louvre y gastó codos en la Biblioteca Nacional. Cayó rendido ante la escultura griega anterior a Fidias (…) Se plantó frente al horizonte del Cantábrico, deseando cogerlo. Si la música es organizar silencios y sonidos, el optó por apropiarse de los espacios con hormigón, piedra, metal, barro (…). Octavio Paz, gran admirador de Chillida, lo resumió: “Cada escultura de Chillida dice una cosa distinta: el hierro dice viento, la madera dice canto, el alabastro luz…
