Leer a Peter Sloterdijk y preguntarse por qué nos asustan tanto los cambios

Fotografía de cabecera: Peter Sloterdijk en Fronteiras do Pensamento São Paulo (2016). Crédito por Fronteiras do Pensamento | Greg Salibian 

Òscar Hernández Arteaga © 2022 /

Esta semana he visto la última película de Jonás Trueba. Es una película lenta. Parece no ocurrir nada, aunque en realidad sí que ocurren cosas, sobre todo el transcurrir del tiempo. Dos parejas amigas se encuentran dos veces. La primera vez en la obertura de nuestra historia, en un local nocturno, poco después del confinamiento, verano de 2020 en Madrid. La pareja A es invitada por la pareja B a visitar su casa (de ahí el título de la película, Tenéis que venir a verla). El chico de la pareja A, expresa a la chica sus reservas al respecto. Al final de esta primera parte, vemos a la chica de la pareja A leyendo un libro, muy atenta, con páginas marcadas. Es un libro grande y ella lo lee en la cama.

El segundo encuentro es en la casa de una de las parejas, en las afueras de la ciudad. Han pasado seis meses. Vemos a la pareja visitante (Vito Sainz e Itsaso Arana), que yo he llamado A, en un tren de cercanías. Vito lee el libro que Itsaso ya ha terminado. Y  escuchamos el tema de Bill Callahan Let’s move to the country. Una canción que habla sobre mudarse al campo y tener hijos. El tema suena entero. Una voz grave nos informa de algo que Vito repudia. Y sin embargo tararea la canción cerca de la parada donde esperan a su amigo, como si la hubiera escuchado a la vez que nosotros. Es lo que ocurre con este tipo de narrativas, que tienes que olvidarte de la acción. Importa más ver qué ocurre con cada plano y el cúmulo de significados connotativos que lo nutren (como la poesía o la música).

Fotograma de la película «Tenéis que venir a verla» de Jonás Trueba.

En la casa de la pareja B hay un jardín. Ahí comen cordero y hablan del libro. El cordero parece estar buenísimo. Y una pedante y apasionada Itsaso, con gafas metálicas y pantalón color beige o gris (creo), defiende la importancia del libro y de ciertos pasajes. Tras debatir un poco sobre las ideas que los personajes extraen de la lectura del libro, nuestros protagonistas juegan al ping-pong y al rato dan un paseo por el campo, cercano a la casa. Unos siete minutos después la película se termina.

Posiblemente Jonás Trueba ha visto bastante cine francés, sobre todo a Rohmer. La historia puede resultar pedante pero también estimulante. En el fondo lo que nos cuenta es la crisis en la que parecen estar inmersos los personajes, pese a no tener grandes conflictos materiales. Todo es muy filosófico y abstracto. Y hasta poético, ya que hay versos de Olvido García Valdés que se escuchan en voz en off de vez en cuando. Me faltaba decir que en la primera parte hay un plano que dura casi un minuto. Un primer plano de Itsaso observando y deleitándose con la música del pianista Chano Domínguez.

El libro es de Peter Sloterdijk y da la casualidad que yo lo compré al poco de ser publicado (2012). Un año significativo para mí. Es un ensayo llamado Has de cambiar tu vida. Sloterdijk se explaya con un lenguaje que no llega a ser demasiado técnico, aunque por momentos pueda resultar artificioso y excesivamente reduccionista. Su principal tesis es que vivimos en un mundo donde la fe no tiene un asidero religioso sino laico. Los contenidos religiosos se han adaptado a nuestro devenir. La ascetología, ese esquema de conducta religiosa que intenta operar la trascendencia en la tierra, es el modelo a seguir de los seres “ejercitantes” (terminología de Sloterdijk), con sus dietas de vida vegana y ejercicio físico; con su tendencia a psicologizar todo y a utilizarlo como una terapia en pro del crecimiento personal.

Hoy en día el coaching se ha convertido en un accesorio de bolsillo como el móvil. Un complemento que te ayuda a vivir mejor, más consciente, con una consciencia que huele a ídolo neoliberal. Ese apéndice vital que al final reemplaza tu espontaneidad y tu capacidad de error. Atrapados en esa conciencia fácil y rápida de las etiquetas es donde termina, a mi juicio, encallando, a veces, Peter Sloterdijk, quien es capaz de devolvernos a Kafka, Nietszche, Rilke… Su lectura es recomendable y subyugante. Pues habla de cómo gestionamos los cambios en momentos de crisis. 

¿Por qué nos asustan tanto los cambios? Hay algo de nostalgia en ese recuerdo de lo que fuimos y ya no volveremos a ser. Un intento de refugiarse en los momentos de goce. Quizás por eso volvemos a escuchar las mismas canciones, regresamos a los mismos libros, vemos las mismas películas o echamos de menos lo que sentimos por la primera novia. Esa pérdida de inocencia es el precio del cambio. Me doy cuenta de que esto es lo contrario a la ascetología de los seres “ejercitantes”. 

He vuelto a ver El Dorado. En Filmin está junto con Río Lobo, pero falta la primera parte de esta trilogía cinematográfica, Río Bravo. El cine de Howard Hawks tiene ese elemento adictivo de mostrarte un mundo de camaradería y ligereza al que quieres volver en momentos de crisis. Una amiga me deja su cuenta de Amazon y consigo ver Río bravo. Con diferencia es la mejor de las tres, la más oscura y austera. Los primeros minutos son un homenaje al cine mudo. La puesta en escena y la comunicación no verbal es perfecta. Y también el número musical. Stumpy (Walter Brennan) resulta entrañable y posiblemente el borracho/antihéroe sea el mejor papel de Dean Martin. John Wayne se quejó a Hawks porque su partenaire tenía mejores líneas. El guión está firmado por un hombre y una mujer (que según Hawks, escribe como un hombre). El director colaboró y dio trabajo a guionistas tan extraños como Faulkner, quien adaptó novelas de Chandler y Hemingway. Pienso al hilo de todo esto que las mujeres de Hawks son valientes y decididas. 

Viendo esta película me doy cuenta de cuánto echo de menos a mi padre. A él le encantaba el western y especialmente Wayne, con su elegancia y su machismo caduco. Curiosamente la veo el día en que mi padre hubiera cumplido 80 años. Pienso que en algunos casos la pérdida de un padre es otro de esos cambios irremediables, seas o no un ser “ejercitante”. 

No descubro nada si digo que vivimos en una época de cambios, pautada por las modas, donde hasta leer se ha puesto de moda. Es verdad que leer puede provocar un gran cambio, una crisis. Depende de lo que se lea también. Crisis significa cambio en griego. Hoy en día está de moda leer cualquier cosa. Leer sin conciencia o con conciencia de que estás leyendo porque está de moda la imagen pseudoculta del coleccionista de frases y fragmentos y principios de obras que fueron grandes en el pasado y que hoy en día nos llegan desmontadas en partículas de sabiduría instagramera, facebookera, twittera.

Evoco la imagen de Elon Musk comprando Twitter para influenciar en el voto y retomo el hilo con la imagen del lector de libros de supermercado, como dice mi amigo Mariano. Un tipo de libros de consumo rápido que suele ser el objeto de atención de los booktubers. Los cambios no nos hacen necesariamente mejores, pero sí nos dan una oportunidad para saber lo que éramos y lo que estamos a punto de llegar a ser. Escuchando esta última frase en voz alta, me doy cuenta de que hasta este artículo cae en la moda de decir frases cortas con sabiduría de coaching. Prefiero volver a ver El dorado (por ejemplo), con ese principio de cómic y de universo autónomo con códigos éticos de aprendizaje humano que no promete nada. Austero y a veces brillante, como la vida breve de los seres “ejercitantes” que hemos olvidado el motivo de tanto ejercicio.


POR ÓSCAR HERNÁNDEZ ARTEAGA

Nacido en Tenerife en 1978, cursa estudios de Filosofía y Filología hispánica en la universidad de La Laguna. Fue colaborador de varios blogs y de un programa de radio cultural llamado El ladrón de libros. Actualmente trabaja en la biblioteca universitaria donde estudió. Y ultima su primera novela. (+ info)

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