Ece Temelkuran: “Sin justicia social no puede haber salud democrática”

Ece Temelkuran. Fotografía de cabecera por Gregor Fischer/ re:publica (licencia Creative Commons). Presentación del libro «Cómo perder un país» realizada en Berlín.

Emma Rodríguez © 2019 /

Dice la escritora turca Ece Temelkuran que los tiempos que vivimos “no son buenos para ser críticos”. Añade que “nuestra época es complicada porque se superponen crisis tan potentes como la del clima y la de la representación política”. Y que en esas circunstancias es difícil ver con claridad lo que está pasando y ajustar las brújulas. Señala que estas crisis están siendo explotadas por los emergentes populismos, con sus engañosas promesas, y que todo el proceso comienza en la periferia de las ciudades, “porque es en los márgenes donde las estructuras sociales se muestran más débiles”. Y hace hincapié, una y otra vez, en el hecho de que “sin justicia social no puede haber salud democrática”. 

De todo esto habló la autora en la presentación en Madrid de Cómo perder un país, un ensayo donde resume en siete pasos el viraje de la democracia a la dictadura. Temelkuran sabe de lo que habla. Lo ha vivido en la Turquía de Erdogan, en el progresivo y demoledor proceso que fue dejando sin voz a una gran parte de la población, laica y de izquierdas. Ella perdió su trabajo como periodista por sus críticas al Gobierno y hoy vive exiliada en Zagreb, desde donde observa los vaivenes del mundo y analiza hasta qué punto muchos de los pasos seguidos en su país se están detectando en lugares considerados cunas de la democracia, caso de los Estados Unidos de Donald Trump o la convulsa Gran Bretaña del Brexit.

Leer esta obra es una especie de aldabonazo en la conciencia. Mientras vamos pasando sus páginas empezamos a identificar como demasiado cercanas muchas de las situaciones y estrategias políticas que se describen. Nos alegra encontrar respuestas sencillas y certeras a sensaciones, apreciaciones y pensamientos que nos aturden. Todo está transcurriendo de un modo tan veloz, todo está cambiando tan deprisa, que nos cuesta orientarnos, encontrar asideros. Temelkuran nos pone delante del espejo colectivo y nos ofrece muchas de las claves de lo que está pasando, de los movimientos de fondo que están transformando nuestra manera de estar en el mundo

«Cómo perder un país» es un ensayo que resume en siete pasos el viraje de la democracia a la dictadura. Ece Temelkuran sabe de lo que habla. Lo ha vivido en la Turquía de Erdogan, en el progresivo y demoledor proceso que fue dejando sin voz a una gran parte de la población.

Es precisamente por eso que esta entrega también resulta molesta. Me atrevería a decir que duele. Nos duele reconocernos en lo que se nos está contando. Estamos en esa fase de descoloque, de perplejidad, en la que no acabamos de creernos mucho de lo que está sucediendo. ¿Es posible que de pronto las mentiras se hayan colado en nuestras vidas de un modo tan descarado que incluso llegamos a asumir que la posverdad es algo inevitable? ¿Hasta qué punto hemos empezado a creernos que no hay nada que hacer, que no hay posibilidad de sociedades mejores ni de opciones económicas distintas, capaces de afrontar las desigualdades sociales? Si os planteáis estas preguntas, si queréis comprender los movimientos del presente, os recomiendo empezar a leer, ya mismo, Cómo perder un país.

Ece Temelkuran. Fotografía por Gregor Fischer/ re:publica (licencia Creative Commons).

Este libro, que parte de la historia y de las circunstancias de Turquía, está escrito sobre el terreno, desde la más rabiosa actualidad. Muchos de los últimos acontecimientos, los levantamientos populares en países latinoamericanos como Chile o  Ecuador no entran en sus páginas. Y teniendo en cuenta el ritmo acelerado de la historia, en este siglo XXI tan falto de certezas, puede suceder que de un día para otro ocurran cosas que no podríamos haber imaginado (deseemos que sean positivas). Pero esta entrega vuela más allá del momento, del ahora, porque sus pilares se asientan en el desvelamiento de las tácticas populistas, una y otra vez calificadas por la autora como de derechas.

¿Cómo operan esos líderes que arrastran por el suelo los principios más básicos de la moral y de la ética, llamados a empobrecer y vaciar de contenido las democracias? ¿De qué manera están resultando contagiosos y ensuciando hasta límites obscenos la política, instaurando en muchos países, sin que la Unión Europea sea una excepción, la idea de que todo vale para salvar los principios de la economía neoliberal, incluso el surgimiento del fascismo?

Ece Temelkuran, que cuenta en su haber con una obra ya extensa (una docena de libros publicados, entre ensayos y ficción); que como analista política colabora, entre otras publicaciones, en “The Guardian”, “The New York Times”, “Le Monde Diplomatique” y “Der Spiegel”, y que ha obtenido premios destacados por su defensa de los Derechos Humanos, parece estar entablando una particular batalla, una lucha de fondo, un llamamiento a que no nos dejemos engañar por peligrosos cantos de sirena. Mientras Cómo perder un país se traduce a distintas lenguas, ella da charlas y participa en foros y debates para transmitir y hacer ver a los demás lo que ha vivido, para dar a conocer los materiales de su observación, de sus investigaciones periodísticas. Urge, como nos dice, iniciar una conversación global”. Erdogan es su principal objeto de estudio, pero hay muchos otros mandatarios que lo acompañan en el recorrido. 

Lo que decidí que podía hacer era agrupar las similitudes políticas y sociales de diferentes países a fin de detectar la pauta común del auge del populismo de derechas (…) He identificado los siete pasos que tiene que dar un líder populista para pasar de ser un personaje ridículo a convertirse en un autócrata seriamente aterrador, mientras corrompe hasta la médula a toda la sociedad de su país”, explica la autora en las páginas introductorias. Hay que aprender a detectar las señales de advertencia antes de que sea imposible obrar en contra, señala, alertando, sobre todo a “los países occidentales cuya capacidad de resistencia aún no se ha agotado”.

No podemos permitirnos el lujo de perder el tiempo centrándonos en las condiciones peculiares de cada uno de nuestros países. Debemos de ser capaces de reconocer estos pasos cuando se dan, definir una pauta común y encontrar una forma de romperla; juntos”, prosigue Temelkuran. “La horrenda ética que se ha elevado hasta los niveles más altos de la política se filtrará y se multiplicará, llegará a todas las ciudades e incluso penetrará en las urbanizaciones valladas (…) Es una tendencia histórica, y está convirtiendo la banalidad del mal en el mal de la banalidad…”, nos dice en otro momento.

“La horrenda ética que se ha elevado hasta los niveles más altos de la política se filtrará y se multiplicará, llegará a todas las ciudades e incluso penetrará en las urbanizaciones valladas», señala la autora turca.

A grandes rasgos intentaré resumir cada uno de esos pasos o estadios del proceso. Os animo a que los descubráis por vosotros mismos, atentos a las impresiones, reacciones y reflexiones que os provocan. Os adelanto que os encontraréis con un relato ameno y clarificador, sin dejar de ser profundo. La autora recurre a su experiencia personal y a sus investigaciones periodísticas para hilar una narración que parte de lo propio y consigue abrazar lo colectivo, con inclusión de anécdotas y toques de humor que crean una mayor cercanía. 

Todo lo que nos cuenta nos suena, lo conocemos, pero no hemos sido capaces de diagnosticarlo de una manera sólida. Lo que está sucediendo se diluye, se nos escapa de las manos. Ece Temelkuran nos ayuda a atraparlo, a comprenderlo, a dotarlo de perspectiva. En primer lugar nos cuenta cómo se crean los movimientos populistas. Y lo hace argumentando a partir de lo pequeño, de lo cotidiano, por ejemplo contándonos la experiencia de una amiga, profesora universitaria, progresista y de vida acomodada. Vive en una pequeña localidad de Estados Unidos y es consciente de la transformación de las profesoras de su pequeña hija, que de repente se vuelven leales a las consignas de Trump. “Todas son partidarias de Trump que cuidan a los hijos de los votantes de Bernie o de Hillary”, le dice.

El discurso movilizador de la nueva orientación política se alimenta de las percepciones provincianas de la vida y del mundo; unas percepciones que se juzgan demasiado arcaicas para que las entiendan los cosmopolitas. Los pequeños cambios desestabilizadores producidos en las provincias pueden parecer intrascendentes en las grandes ciudades, donde se ha perdido el hábito de controlar a los vecinos. En consecuencia, los analistas políticos y los grandes medios de comunicación solo son capaces de diagnosticar el populismo de derechas mucho después de que este haya sido percibido ya por los habitantes de provincias”, constata la autora.

Ece Temelkuran. Fotografía por Gregor Fischer/ re:publica (licencia Creative Commons)

Temelkuran recorre la historia del AKP de Erdogan y recuerda su ascenso desde las elecciones de 2002. Como periodista recorrió entonces ciudades remotas y pueblos pequeños para tomar el pulso al país. Escuchó hablar de la dignidad de la nueva Turquía y del pueblo real. Fue consciente de cómo el “rencor provinciano politizado y movilizado” entró en escena. Desde entonces, paulatinamente, ha sido testigo de una progresiva pérdida de libertades, de derechos, de persecución de los oponentes. Un proceso que culminó con el intento de golpe de Estado en 2016 y la posterior apropiación de más autoridad por parte de Erdogan. Ahí definitivamente se perdió el país. De ese proceso va dando cuenta la autora a través de los siguientes capítulos. 

Hay un momento en el Temelkuran habla de la era de la desintegración en la que estamos inmersos. Y rememora las esperanzadoras primaveras árabes, cercanas en el tiempo, pero ya muy lejanas, pues demasiadas cosas han ido en contra de su dirección. “Exigían justicia y dignidad. Exigían que el mundo se diera cuenta de que hace falta un contramovimiento para revertir el curso global de los acontecimientos. Su respuesta a la  desintegración fue crear minimodelos nuevos, vigorizantes y transitorios de colectivos dispersos en las plazas de ciudades de todo el mundo (…) Sin embargo, con el paso del tiempo muchos de aquellos movimientos progresistas terminaron siendo suprimidos, marginados o engullidos por el sistema político convencional”.

Entonces, nos dice Ece Temelkuran, se luchaba frente  a la mayor crisis, desde la Segunda Guerra Mundial, de la democracia representativa, despojada de la justicia social y maltratada por las instituciones financieras. Hoy, cuando aún no ha pasado una década de todo aquello, presenciamos movimientos completamente distintos, caracterizados por “sueños menos ambiciosos para el mundo y menos fe en la supervivencia colectiva de la humanidad”. Movimientos de masas de personas que proclaman también que “quieren cambiar el statu quo”, pero para construir un mundo en el que entrar a formar parte de los pocos afortunados que sobrevivirán bajo el mandato de un líder fuerte.

De la petición de justicia y dignidad de las primaveras árabes hemos pasado a movimientos de masas que también “quieren cambiar el statu quo”, pero para construir un mundo en el que entrar a formar parte de los pocos afortunados que sobrevivirán bajo el mandato de un líder fuerte.

No es casualidad que el “muro”, ya sea literal o virtual, se haya convertido en la consigna entre los crecientes movimientos populistas de derechas”, argumenta la ensayista. “Lo que estamos escuchando, tal como se transmite de las provincias a las grandes ciudades, es el grito de supervivencia de aquellos cuyo miedo a ahogarse en el creciente mar de desintegración supera a su interés en la supervivencia del prójimo”.

El término populismo resulta engañoso y confunde. Poner al pueblo en el centro de las políticas sociales nada tiene que ver con el discurso de líderes carismáticos que buscan la sumisión y el control de los mecanismos del Estado. Las políticas populistas se reconocen porque incitan al odio hacia los diferentes, porque se valen de prácticas corruptas para acaparar más poder y retorcer los principios de la Democracia. Saber identificar a los populistas, detectarlos tras el habitual discurso de que están más allá de la política y de las instituciones políticas, es clave para empezar a detectar sus oleajes. 

El día de la presentación en Madrid de Cómo perder un país la escritora turca fue muy contundente al establecer conexiones. “La ola de populismo es la consecuencia de las políticas neoliberales. Si hay hambre e injusticia social la Democracia no puede prosperar y deja espacios para que se desarrollen este tipo de movimientos. El populismo es el hijo monstruoso del neoliberalismo”. Y también se mostró muy crítica con los intelectuales que se dejan reclutar y siguen la corriente populista,  jaleando a sus líderes, como si se tratara de una simple moda, y con el papel que están jugando los medios de comunicación

“Si hay hambre e injusticia social la Democracia no puede prosperar. El populismo es el hijo monstruoso del neoliberalismo”, señaló la escritora en la presentación de su libro en Madrid.

Los medios contribuyen a conformar mitos. Se hacen chistes, a cuales más ingeniosos, sobre Trump o sobre Boris Johnson, en vez de desenmascarar sus tácticas y analizar en profundidad sus comportamientos. El debate es poco serio, de un bajo nivel intelectual y ahora mismo dar tan poca importancia a lo que está sucediendo es muy poco inteligente”, señalaba Ece Temelkuran.

Algo se está moviendo, se está transformando en nuestras sociedades y hay que analizarlo, ofrecer a la gente herramientas adecuadas para que lo interprete. No puede ser que se transmita la idea de que no hay alternativa a la manera salvaje en que se está imponiendo el neoliberalismo. No se puede seguir vendiendo como un sistema exitoso. Y ya no basta con restaurar las cosas tal y como estaban antes del desastre que empieza a detectarse. Esa puede ser la postura de Merkel y Macron. Pero tenemos que ir más allá. Hay que imaginar un nuevo sistema y los medios de comunicación deberían contribuir a ello”.

Los males del presente, nos dice Temelkuran, requieren ser leídos desde una vertiente moral, política y filosófica. “No podemos hablar sobre la verdad y la manera de protegerla, sin tener en cuenta todas estas perspectivas. No podemos hablar sobre la posverdad sin eliminar la falsa idea de que todo es susceptible de ser interpretado de maneras múltiples, igualmente válidas. La moral es básica. Términos como vergüenza han sido eliminados de los discursos. Y nada sería lo mismo si no se hubiera perdido la vergüenza”.

Ece Temelkuran. Fotografía por Gregor Fischer/ re:publica (licencia Creative Commons)

En el discurso de esta mujer combativa, capaz de contar de manera transparente las complejidades de nuestro tiempo y de escribir maravillosas páginas sobre el sentimiento de solidaridad y resistencia en las protestas del Parque Gezi de Estambul en 2013, o sobre el exilio, sobre su condición de exiliada, adquiere una gran importancia la idea de que las personas deben dejar de ser meros objetos políticos, usados para depositar su voto en las urnas cuando corresponda, y convertirse en sujetos políticos, capaces de tomar decisiones, de participar en los procesos democráticos. “En todo esto tiene mucho que ver la idea inculcada largamente por el neoliberalismo de que las cosas no pueden cambiar, de que no hay hueco para otras verdades. La gente se siente inútil, no reacciona, no actúa, y eso no es saludable”.

Cuando se le pregunta si hay esperanza, Temelkuran sonríe. Es algo que no falla. En todas partes hay alguien que se lo plantea. “Yo prefiero hablar de determinación y de belleza, crear belleza de tipo filosófico y político”, contesta. Y posteriormente señala que en España ya se ha vislumbrado el sendero. “Las propuestas de la calle están encontrando su camino hasta las instituciones. Ha surgido un partido como Podemos que está intentando que la gente tenga representación. No es fácil, pero ahí está. El empuje de Syriza en Grecia también fue muy interesante, aunque fracasara. De lo que se trata es que entre todos imaginemos una nueva forma política en la que seamos sujetos participativos”. [en su libro la autora señala también el  movimiento emergente hacia la izquierda en el seno del Partido Demócrata en Estados Unidos].

En España «las propuestas de la calle están encontrando su camino hasta las instituciones. Ha surgido un partido como Podemos que está intentando que la gente tenga representación. No es un camino fácil, pero ahí está», declara la autora.

El feminismo y la ecología son otros dos cauces de transformación a los que se refirió la autora en la presentación de su libro. “La mujer y la Tierra han sido consideradas como algo a conquistar. Y ahora, desde hace algún tiempo, por primera vez, dicen no con rotundidad: “esto no es un cuerpo a conquistar”. Las mujeres están en la calle para decir “no” y la Tierra está reaccionando con catástrofes que son advertencias ante las que tendremos que reaccionar. Lo femenino y el poder de la Tierra acabarán convergiendo”.

Todas estas ideas son tratadas en el ensayo con mayor hondura. Tras la creación del movimiento populista, el siguiente paso, el segundo, consiste en trastocar la lógica y atentar contra el lenguaje. La autora nos explica cómo los populismos se han apropiado, en muchos casos, del lenguaje de la izquierda, y han hecho suyas palabras clave como “respeto” y “tolerancia”. También analiza el modo en el que los discursos se han infantilizado y, por supuesto, el fenómeno de las falsas noticias difundidas en Internet, los ejércitos de trolls, pagados por determinadas formaciones políticas y gobiernos, a los que hemos de hacer frente en nuestra batalla contra la desinformación y la manipulación a la que constantemente estamos sometidos. 

Los maltratos en la red son cada vez más frecuentes: contra personajes públicos, contra políticos, contra periodistas, contra mujeres. No hay regulaciones claras al respecto y muchas veces las campañas de acoso están orquestadas desde muy arriba. “Aun en el caso de que se aprueben las leyes adecuadas, y por más que uno esté dispuesto a dedicar su vida entera a llevar a juicio a los autores de todos y cada uno de los cientos de miles de tuits injuriosos que se publican, ¿cómo llegar a la raíz de la desvergüenza?, se pregunta Ece Temelkuran. “Pero, ¿qué se puede hacer cuando la vulgaridad y la ignorancia se convierten en valores apreciados?, ¿cómo puedes comunicarte con alguien que acepta la hipocresía y la incoherencia  de su líder como una táctica empleada por el bien de su gente?”, sigue abriendo interrogantes.

“La mujer y la Tierra han sido consideradas como algo a conquistar. Y ahora, desde hace algún tiempo, por primera vez, dicen no con rotundidad. Lo femenino y el poder de la Tierra acabarán convergiendo”.

Cómo perder un país es un  libro cargado de preguntas. Un llamamiento a la reflexión, al debate, a la conversación global. “El poder de la normalidad númerica alienta aún más el alejamiento de la racionalidad y expande los límites de la vulgaridad hasta que esta llega a invadir por completo la esfera pública (…) La voz crítica queda huérfana en la esfera pública, y las masas opositoras se convierten en una silenciosa nave a la deriva sin un faro que las guíe mientras pierden a sus líderes de opinión…”, vamos leyendo.

A partir de aquí, para que os hagáis idea de algunos de los siguientes capítulos, de los pasos que va analizando la escritora para llevarnos a trazar un diagnóstico del presente, me limitaré a transcribir los títulos y algunos párrafos que me parecen especialmente significativos de cada uno de ellos. Son simples ráfagas. Os invito, de verdad, a ir al libro, porque es imposible resumir toda su intensidad y proximidad. Como os decía, la autora analiza especialmente el proceso de Turquía, pero también ofrece ejemplos de otros países como Estados Unidos, Hungría, Rusia… Su experiencia personal, sus conversaciones con los otros, sus propias ilusiones y decepciones, junto al certero análisis que va trazando, añaden a la entrega una proximidad que nos cautiva y al mismo tiempo nos sacude.

Paso 3) Elimina la vergüenza: en el mundo de la posverdad la inmoralidad mola”.

En esta era de posverdad, cuando la compasión y la vergüenza ya no están protegidas por una identidad política que permita a la gente actuar conjuntamente rigiéndose por ellas, si tus valores morales no están políticamente organizados, puedes acabar sintiéndote completamente solo”.

Cuando la moralidad se ve exiliada de la vida pública y aislada en el espacio privado del individuo, para disfrutarla solo en ciertos momentos de la jornada, ¿cómo podemos saber con una mínima certeza que la vergüenza y la compasión son conceptos compartidos por todos? ¿Y cómo podemos convencer a la gente de que no haga el mal en aquellos ámbitos de la vida pública en los que no puede imponerse la ley? Estas son preguntas que solo pueden responderse con la ayuda de una moralidad laica, y aunque es posible que esta todavía no haya desaparecido por completo, desde la década de 1980 se ha convertido en un concepto que nos resulta cada vez más difícil de concebir…”

Paso 4)Desmantela los mecanismos judiciales y políticos”

El líder populista paraliza el mecanismo político mientras va invadiendo poco a poco el aparato del Estado. Partido y Estado se convierten en uno y lo mismo: el líder necesita los poderes del Estado, pero estos se desintegran cada vez que necesita eludir las críticas. Y mientras tanto el aparato del Estado se va haciendo cada vez más y más pequeño, hasta que se convierte en una bola de papel con la que jugar al fútbol en el lujoso palacio de Erdogan, o al golf en la residencia de Trump en Mar-a-Lago”.

El populismo de derechas agita los frágiles equilibrios del país, hasta que se convierten en tensiones activas, con el fin de llevar a cabo su asalto al aparato del Estado. Desmantelar el mecanismo judicial y paralizar a las masas disidentes mediante causas judiciales resulta mucho más fácil cuando el líder puede calificar a la gente de terrorista y cuando los miembros de la sociedad están demasiado polarizados para apoyarse mutuamente en aras de la igualdad ante la ley”.

Paso 5) “Diseña tu propio ciudadano”

“No es casualidad que en todos los países que actualmente están experimentando el auge del populismo de derechas las mujeres sean las primeras en reaccionar y las que lo hacen con mayor vehemencia. Ellas son las primeras en sentir el pinchazo de la misoginia, que es el compinche inseparable (…) Incluso las que optan por esperar a ver qué pasa, a la larga se dan cuenta de que, cuando el líder autoritario emprende su marcha hacia el poder, la cuestión que habrán de afrontar todas las mujeres tarde o temprano será si aceptar hacerse de plastilina y sacrificar su dignidad para obtener la aprobación del líder/padre o entrar en una sangrienta lucha que empezarán cuando digan: “se lo agradezco, pero no, gracias”.

“El vacío ético del neoliberalismo, su negación del hecho de que la naturaleza humana necesita sentido y busca desesperadamente razones para vivir, crea un terreno abonado para la invención de causas, y, a veces, de las más infundadas o superficiales de ellas (…) Así pues, cabe pensar que el populismo de derechas proporciona su causa al neoliberalismo. El ansia desesperada de las masas se satisface con una simple historia en la que el villano es obvio: la élite, las “brujas feministas”, los extranjeros, los traidores o quien sea…”

Protestas del Parque Gezi en Ankara, junio 2013. Fotografía por Cankaya

Paso 6) “Deja que se rían ante el horror”

El humor político y la risa que genera ante todo reviven un sentimiento de comunidad, y sirven como catalizador para reagruparse (…) Cada risa es como una luz que centellea en las tinieblas para dotar a la comunidad de un “nosotros”, al tiempo que hace que “ellos”, el gobernante y sus partidarios parezcan menos aterradores. Pero si bien reconstruye la confianza de la comunidad, también crea una distancia virtual de la realidad manteniendo la crisis a raya. La risa colectiva crea la ilusión de alzarse con firmeza frente a la humillación del opresor, y ofrece un tranquilizador autoengaño, una habitación del pánico a la que retirarse a fin de prepararse para el serio combate que nos aguarda (…) Sin embargo llega un momento en que la habitación del pánico se vuelve demasiado confortable para abandonarla y surge cierta renuencia colectiva a salir y afrontar la realidad…” 

Paso 7) “Construye tu propio país”

Ya no vivimos en el mundo de Espartaco, Gandhi, Nelson Mandela o Bobby Sands, donde se reconoce la dignidad de quienes sufren y a la larga la determinación de su lucha acaba obligando a intervenir a los espectadores en nombre de la humanidad. El nuestro es un mundo donde la gente se burla de quienes oponen resistencia (…) y donde ya no existe la posibilidad de morir noblemente como mártir por los oprimidos, sino únicamente la probabilidad de ser ultrajado y desfigurado por los troles de Internet...”

Actualmente casi la mitad del mundo vive bajo el mandato de líderes políticos que actúan como “padrinos” y hay mucha gente que les vota y les apoya de buena fe, como ocurre en cualquier barrio que haya perdido toda esperanza de obtener justicia por parte de un sistema que se desmorona (…) Esas personas no son necesariamente unos completos idiotas o seres deplorables (…) Son ciudadanos normales que en determinadas circunstancias terminan apoyando activamente a gobernantes autoritarios, y con ellos, ese concepto que parecía haber quedado obsoleto: el fascismo”.

Hoy parece que nuestras acciones son limitadas. O caemos en el paralizante bucle emocional de “¿Es este mi país? / “Este no es mi país”, un círculo vicioso que no tiene trascendencia política ni consecuencia moral, o bien comprendemos realmente al tiempo que actuamos, y actuamos al tiempo que comprendemos. Y lo que es más importante: debemos aceptar el hecho de que no puede haber comprensión sin acción; de lo contrario no tardaremos en descubrir que no hay en el mundo márgenes incontaminados a los que retirarnos y con los que soñar despiertos”.

El vasto territorio al que creías pertenecer no se reduce hasta convertirse en una mesa de la noche a la mañana. Pasan años. Quizá imagines que la causa de esta reducción es la opresión y el temor que genera. Pero en realidad esta no se inicia en el momento en que un payaso asume la presidencia, o un emperador psicótico empieza a gritar órdenes a la nación desde su palacio”, señala Ece Temelkuran. Y va enumerando más y más señales de la degradación democrática: leyes parciales que se aplican contra los disidentes, “como si fueran prisioneros de guerra”;  inéditos quebrantamientos de la justicia, que se van convirtiendo en norma… “Resulta obvio”, nos dice, “que el proceso solo se inicia realmente después de que se han causado graves daños al concepto fundamental de justicia, y una vez se ha destruido el mínimo de moralidad”.

Protestas del Parque Gezi, junio 2013, en Estambul. Fotografía por John Lubbock

Lo que consigue este ensayo es demostrar, de manera directa, desde la proximidad y el análisis, que el empobrecimiento de las democracias, “la pérdida de un país”, se va produciendo de manera sutil, con pérdidas que se van sucediendo a goteo, mientras seguimos pensando que los derechos adquiridos son intocables, que, aunque se impongan mordazas a las libertades, la cosa se quedará ahí y no irá a más. Puede que no todos los pasos a los que alude la autora acontezcan del mismo modo en todas partes, pero no nos cuesta identificar peligrosos contagios en las realidades que vivimos. Y, aunque nos duele, nos sentimos reflejados, retratados, en detalles, en comportamientos.

Ece Temelkuran atrapa el fluir de la corriente social y política. Nos ayuda a ver, a reflexionar. Hace un llamamiento a la acción. “Qué voy a decirle a mi hija cuando me pregunte qué hicimos todo este tiempo? Le diré: “Tuiteamos todo lo que pudimos”, se dirige a ella una amiga preocupada, avergonzada. Desempeñar un papel activo en las redes, no es mirar para otro lado, es cierto. Pero no basta, no es suficiente. ¿Qué puedo hacer yo por ustedes?”, interroga la autora a sus lectores. “Identificar las señales de advertencia de que podría estar a punto de perder su propio país, y de lo que le ocurrirá al yo cuando lo haga…”

Evidentemente, esas pérdidas paulatinas que vamos identificando en compañía de Temelkuran y que muchos ciudadanos consideran menores, mientras se siga disfrutando de las comodidades del Primer Mundo, van creando agujeros, hondas heridas, destruyendo la esfera pública, la convivencia. Y finalmente acabamos despojados, como nos dice la autora, de “lo que Albert Camus denominaba “la antigua confianza que el hombre tenía en sí mismo, la cual le llevó a creer que siempre podía suscitar reacciones humanas en otro hombre si le hablaba en el lenguaje de una humanidad común”.

«Cómo perder un país» de Ece Temelkuran ha sido publicado por Anagrama en su colección Argumentos. Con traducción de Francisco J. Ramos Mena.

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